domingo, 2 de enero de 2011

Navidad y los Ateos / Christmas and Atheists

Hace unas semanas, un grupo de ateos pagó por poner un anuncio espectacular con un Nacimiento y la frase: “Sabes que es un mito. Esta temporada, celebra a la razón.” Hay algo que encuentro muy curioso acerca de todo esto. Resulta que este grupo de ateos tiene razón. Sin embargo, no la tienen en la forma en que ellos lo creen.

Los cristianos siempre han aceptado que la Navidad es un mito, pero no en el sentido de que sea una fantasía o un cuento de hadas. Los mitos se inventaron como explicaciones de una realidad. No buscan explicar las cosas de forma científica o lógica. Ese no es su propósito. Los mitos buscan la Verdad a través del arte y la belleza. Por eso siempre han sido presentados como historias, como poemas o como dramas. Siempre hay un elemento épico en los mitos y este elemento también se encuentra en el drama de la Navidad. Antiguas profecías finalmente cumplidas, grandes señales en el cielo, la inversión del orden del universo, son todos partes de la tradición navideña. En ninguna parte está más presente este sentimiento épico que en la proclamación solemne del nacimiento de Cristo que se recita durante la Misa de Navidad:

Hoy, veinticinco de diciembre, millones de años desde el tiempo en que Dios creó los cielos y la tierra y luego formó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza.
Miles de años después del diluvio, cuando Dios hizo resplandecer el arcoíris como signo de su alianza.
Veintiún siglos desde el tiempo de Abraham y Sarah; trece siglos después de que Moisés liberó al pueblo de Israel de Egipto.
Mil cien años desde los días de Ruth y los Jueces; mil años desde la unción de David como rey; en la semana sesenta y cinco de acuerdo con la profecía de Daniel.
En la ciento noventa y cuatro Olimpiada de Grecia; en el año setecientos cincuenta y dos de la fundación de Roma.
En el año cuarenta y dos del reinado de Octavio Augusto; estando el mundo entero en paz, Jesucristo, eterno Dios e Hijo eterno del Padre, deseando santificar el mundo con su misericordiosa venida, habiendo sido concebido por el Espíritu Santo y nueve meses después de su concepción, nació en Belén de Judá de la Virgen María.
Hoy es la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo según la carne.

La gran diferencia con todos los mitos previos es que el mito de la Navidad es, en las palabras de Chesterton, “demasiado bueno para ser cierto, excepto que es cierto.” Es demasiado bueno para ser cierto porque satisface el anhelo que los mitos no han logrado satisfacer. Esas maravillosas historias que fueron creadas por el instinto poético de los hombres eran incapaces de satisfacer nuestro deseo por la Verdad. Eran insuficientes, pues las palabras humanas eran insuficientes. Donde las palabras humanas fracasaron, la Palabra hecha Carne triunfó. El nuevo poema mitológico no lo escribió hombre alguno sino Dios mismo. El Logos, la Verdad misma, se volvió garante de que este nuevo mito no era simplemente una bella explicación de toda realidad, sino también una explicación verdadera.

Este grupo de ateos también está en lo correcto al decir que es una temporada en la que debemos celebrar a la razón. En lo que están mal es en asumir que no es lo que ya hacemos. La Navidad es la celebración de la racionalidad pues es la fiesta de la Palabra Encarnada, del Logos hecho Hombre. Celebramos la Razón que está detrás del orden del universo, la Razón en la cual nuestra razón tiene su origen. Mientras este grupo busca celebrar la limitada razón humana, los cristianos celebramos la Razón sin la cual la nuestra ni siquiera existiría. La razón que estos ateos están tan ansiosos de celebrar está limitada, principalmente, por tratarse de la razón humana, la cual, como la experiencia nos ha mostrado en repetidas ocasiones, es susceptible al error. Más aún, su visión de lo que es la razón humana es aún más estrecha pues sólo consideran como racional lo que es “científico”. Esto deja fuera tantas facetas de la razón humana que uno sólo puede reírse de la irracionalidad de esta creencia.

Así como el lado poético del hombre buscó satisfacción en la mitología, el lado intelectual del hombre buscó consuelo en la filosofía. La filosofía pretendía llegar a la Verdad a través de la razón y la lógica. Sin embargo, aún la mejor filosofía resultó incapaz de contestar las preguntas más apremiantes de la existencia humana. La ciencia no ha podido explicar el orden físico del mundo, menos aún podrá explicar las cuestiones con las cuales tiene que lidiar la filosofía. Si la filosofía no pudo satisfacer ese anhelo intelectual del hombre, tampoco lo podrá hacer la ciencia. En la misma forma en que la Palabra Divina fue requerida para escribir ese poema mítico perfecto, la Lógica Divina fue necesaria para mostrarnos el verdadero orden del mundo. El Logos garantiza la existencia de ese orden, su Encarnación nos lo hace accesible.

Tanto la mitología como la filosofía representan dos caminos para buscar la Verdad. Uno se manifiesta en la intuición del artista, el otro en la lógica del pensador. Representan dos deseos profundamente asentados en el alma humana: el deseo por la Belleza y el deseo de un Orden racional. En lo que la mitología fracasó artísticamente, la filosofía fracasó intelectualmente. La razón humana resultó insuficiente. Ambos deseos quedaron sin satisfacer. Quizá por la frustración que esto ha de haber causado, ambos entraron en conflicto. A los filósofos se les atacó por su falta de piedad, los mitos fueron desechados como mera superstición. El hecho es que ambos parecían irreconciliables. Al final, los hombres se quedaron con las manos vacías. Así, cuando todo parecía perdido; cuando la gente ya no creía en los mitos de la religión pagana; cuando la filosofía estaba dando paso al escepticismo; cuando la evidencia del fracaso de estos dos para llevar a los hombres a la Verdad estaba conduciendo a todos a la desesperación que caracterizó al final del mundo antiguo, Cristo nació. Fue en el Logos, en la Palabra hecha Carne, que los dos fueron finalmente unidos. En el Logos, Belleza y Razón hallaron reposo en la Verdad. Es en el misterio de la Encarnación que estos dos deseos son finalmente realizados. Los dos anhelos de la humanidad se satisfacen en Belén. En el portal de Belén, se encuentran arrodillados ante el Logos los pastores, creadores de mitos, y los Sabios de Oriente. Ante el Logos se postran la mitología y la filosofía.

Esto es lo que creemos los cristianos acerca de la Navidad. Al parecer, los ateos creen lo mismo.



Recently, a group of militant atheists paid to setup a billboard with a Nativity scene and the phrase: “You know it's a myth. This season, celebrate reason.” There is something that I find amusing about this billboard. As it turns out, this group of atheists is right. However, they are not right in the way they think they are.

Indeed, Christians accept Christmas to be a myth, but not in the sense of it being a fantasy or a fairytale. Myths were invented to explain things. However, they are not meant to explain things scientifically or even logically. That is not their purpose. Myths seek Truth through art and through beauty. That is why myths have always been presented as stories, as poems or as drama. There is always an element of the epic in myths and this element is also present in the drama of Christmas. Ancient prophecies finally fulfilled, great signs in heaven, the order of the universe inverted, are all a part of our Christmas tradition. Nowhere is this epic sentiment more present than in the proclamation of the birth of Christ that is recited during the Christmas Mass:

Today, the twenty–fifth day of December, unknown ages from the time when God created the heavens and the earth and then formed man and woman in his own image.
Several thousand years after the flood, when God made the rainbow shine forth as a sign of the covenant.
Twenty–one centuries from the time of Abraham and Sarah; thirteen centuries after Moses led the people of Israel out of Egypt.
Eleven hundred years from the time of Ruth and the Judges; one thousand years from the anointing of David as king; in the sixty–fifth week according to the prophecy of Daniel.
In the one hundred and ninety–fourth Olympiad; the seven hundred and fifty–second year from the foundation of the city of Rome.
The forty–second year of the reign of Octavian Augustus; the whole world being at peace, Jesus Christ, eternal God and Son of the eternal Father, desiring to sanctify the world by his most merciful coming, being conceived by the Holy Spirit, and nine months having passed since his conception, was born in Bethlehem of Judea of the Virgin Mary.
Today is the nativity of our Lord Jesus Christ according to the flesh.

The difference with all previous myths is that the myth of Christmas is, in the words of Chesterton, “too good to be true, except that it is true.” It is too good to be true because it satisfies the craving that myths failed to satisfy. Those wonderful stories that were created by the poetical instinct of men were not enough to satisfy our yearning for Truth. They were insufficient because human words were insufficient. And so, where human words failed, the Word made flesh succeeded. This new mythological poem was not written by any man but by God Himself. The Logos, Truth itself, became the guarantor that this new myth was to be not only a beautiful explanation of all reality, but a true explanation as well.

This group of atheists was also right in saying that this should be a season to celebrate reason. They were wrong in assuming we do not already. Christmas is the celebration of rationality because it is the celebration of the Incarnate Word, of the Logos made flesh. We celebrate the Reason behind the order of the universe, the Reason from which our own reason is derived. While this group seeks to celebrate the limited reason of man, Christians celebrate the Reason without which our reason would not even exist. The reason which these atheists are so eager to celebrate is limited, mainly, because it is the reason of man, which, as experience has shown us repeatedly, is quite prone to error. Furthermore, their vision of human reason is even narrower because the only consider as rational that which is “scientific”. This leaves out so many facets of human reason that one can only laugh at the irrationality of this belief.

Just like the poetic side of Man sought satisfaction in mythology, the intellectual side of Man sought comfort in philosophy. Philosophy tried to reach Truth through reason and logic. Yet even philosophy at its finest was insufficient to answer the most pressing questions of human existence. Science has not been capable of explaining the physical order of the world, let alone will it explain the many questions that philosophy raises. If philosophy could not satisfy that intellectual desire of mankind, science will not achieve it either. In the same way in which the Divine Word was needed to write that perfect mythical poem, the Divine Logic was needed to show us the true order of the world. The Logos guarantees the existence of this order; His Incarnation makes it accessible to us.

Both mythology and philosophy represent different ways of approaching Truth. One is made manifest in the intuition of the artist, the other in the logic of the thinker. They represent two of the deeply rooted desires of the human soul: the desire for Beauty and the desire for a rational order. Yet, where mythology failed artistically, philosophy failed intellectually. Human reason was proven to be insufficient. Both these desires were left unsatisfied. Perhaps due to the frustration caused by this, both found themselves in conflict with each other. Philosophers were attacked because of their impiety; myths were discarded as mere superstition. The fact was that they seemed irreconcilable. In the end, men were left with nothing. And then, when all seemed lost; when people no longer believed in the myths of the pagan religion; when philosophy was giving way to skepticism; when the evidence of the failure of these two in leading men to Truth was leading men into the despair that characterized the end of the ancient world, Christ was born. It was in the Logos, in the Word made flesh, that both were finally united. In the Logos, Beauty and Logic found repose in Truth. It is in the mystery of the Incarnation that these two desires were finally fulfilled. The two yearnings of mankind find their satisfaction in Bethlehem. In the manger are knelt before the Logos the shepherds, makers of myths, and the Wise men of Orient. Before the Logos are prostrate mythology and philosophy.

This is what we Christians believe about Christmas. It seems that atheists believe the same thing.

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