martes, 24 de marzo de 2009

Benedicto XVI y los condones

“No queremos una religión que esté bien cuando nosotros estemos bien. Lo que queremos es una religión que esté bien cuando nosotros estemos mal”
G.K. Chesterton
En su vuelo hacia África, el papa Benedicto XVI dio una conferencia de prensa en la que respondió a una pregunta respecto a la lucha contra el SIDA con una observación profunda y sensata pero que, por no ir conforme a las ideas de la mayoría, causó que los medios internacionales, varias organizaciones no gubernamentales y muchos políticos se rasgaran las vestiduras y se indignaran. Esta pregunta tenía que ver con la repartición de condones en países devastados por el SIDA.

Para evitar confusiones y malos entendidos (o malas interpretaciones), lo mejor es reproducir la cita textualmente (no como los medios masivos de comunicación que prefieren manipular la información) y analizar, con el texto a la mano, lo que se dijo y lo que realmente significa.

La pregunta la realizó el periodista francés Philippe Visseyrias: “Santidad, entre los muchos males que afligen a África, está en particular el de la difusión del SIDA. La postura de la Iglesia católica sobre el modo de luchar contra él es considerada a menudo no realista ni eficaz. ¿Usted afrontará este tema, durante el viaje?”

La respuesta del papa es, no sólo sensata sino que va más allá de las respuestas superficiales y demagógicas que dan los políticos y los “intelectuales” posmodernos: “Yo diría lo contrario: pienso que la realidad más eficiente, más presente en el frente de la lucha contra el Sida es precisamente la Iglesia católica, con sus movimientos, con sus diversas realidades. Pienso en la comunidad de San Egidio que hace tanto, visible e invisiblemente, en la lucha contra el SIDA, en los Camilos, en todas las monjas que están a disposición de los enfermos... Diría que no se puede superar el problema del SIDA sólo con eslóganes publicitarios. Si no está el alma, si no se ayuda a los africanos, no se puede solucionar este flagelo sólo distribuyendo profilácticos: al contrario, existe el riesgo de aumentar el problema. La solución puede encontrarse sólo en un doble empeño: el primero, una humanización de la sexualidad, es decir, una renovación espiritual y humana que traiga consigo una nueva forma de comportarse uno con el otro, y segundo, una verdadera amistad también y sobre todo hacia las personas que sufren, la disponibilidad incluso con sacrificios, con renuncias personales, a estar con los que sufren. Y estos son factores que ayudan y que traen progresos visibles. Por tanto, diría, esta doble fuerza nuestra de renovar al hombre interiormente, de dar fuerza espiritual y humana para un comportamiento justo hacia el propio cuerpo y hacia el prójimo, y esta capacidad de sufrir con los que sufren, de permanecer en los momentos de prueba. Me parece que ésta es la respuesta correcta, y que la Iglesia hace esto y ofrece así una contribución grandísima e importante. Agradecemos a todos los que lo hacen.”

Ahora, el escándalo surgió porque el Papa se atrevió a decir que la repartición de condones no bastaba para solucionar el problema del SIDA. Yo no entiendo por qué se indignó tanta gente, siendo que es por todos sabido que la Iglesia Católica siempre ha estado en contra del uso del condón. Si la indignación surgió porque, como argumentaron algunos, se criticó la hasta ahora fallida práctica de repartir condones, tampoco entiendo. Repartir condones y dar supuesta educación “sexual” (que de educación no tiene nada) no basta para erradicar el SIDA. Si así fuera, éste ya habría desaparecido en los países desarrollados, cosa que no ha sucedido. Si la indignación se debe a que afirmó que existe el riesgo de que aumente el mal, nuevamente no entiendo. Es cuestión de sentido común comprender que el condón, al “quitarle el peligro” a las relaciones sexuales “irregulares” (por llamarlas de alguna forma), las hace más atractivas. Por tanto, las hace más comunes y, en consecuencia, más susceptibles a un posible contagio. En pocas palabras, en lugar de terminar con el problema, lo aumenta, como afirmó el Papa. Por otro lado, el hecho de usar condón no te hace automáticamente una persona que lleva una vida sexual responsable (aunque la televisión te diga lo contrario). Por ejemplo, una persona promiscua, que tiene múltiples parejas sexuales no deja de ser irresponsable sólo porque usa condón. Eso sería equivalente a decir que alguien que maneja a más de 200 kilómetros por hora pero usa cinturón de seguridad es un conductor responsable. Eso es, a todas luces, una estupidez.

Lo que también rebasa mis limitadas capacidades intelectuales es por qué, si Occidente es tan tolerante con tanta insensatez que abunda en el mundo, no es igualmente tolerante con una postura realmente inteligente y que tiene sentido.

Bien dijo Chesterton que lo que necesitamos es una religión que esté bien cuando nosotros nos equivoquemos. Este caso es paradigmático de cómo la Iglesia está bien aún cuando todo el mundo está equivocado y se niega a aceptarlo. Benedicto XVI, a diferencia de sus detractores, está proponiendo una solución real, aunque no nos guste reconocerlo.

martes, 17 de marzo de 2009

Estupidez anticlerical

Ayer, leyendo las noticias que publica la agencia Zenit, me encontré con un artículo que muestra el grado de estupidez que pueden alcanzar ciertas personas en su odio irracional hacia la Iglesia Católica. Este artículo se refería a una petición iniciada en Facebook por un individuo que propone que el Vaticano venda todas sus posesiones para comprar comida para África. Ahora, ¿por qué me refiero a este caso como un ejemplo de estupidez anticlerical? Por la simple y sencilla razón de que este sujeto demuestra cómo ese odio irracional te puede llevar a decir las más grandes estupideces. Es anticlerical porque su intención es claramente ofender a la Iglesia (a la que acusa de ser “una vergüenza”), y es estúpido porque no sólo es imposible de realizar sino que no serviría de nada.

Como bien señala el Cardenal Cordes, presidente del Consejo Pontificio Cor Unum, esto es imposible debido a que existe legislación internacional que impide que el Vaticano venda o se deshaga de los bienes artísticos que posee. Suponiendo que no existiera un impedimento legal, vender todas esas riquezas para comprar comida para los africanos seguiría siendo una estupidez. ¿Por qué? Porque, como lo han demostrado cientos de experiencias previas, regalar comida o dinero a los africanos no sirve para remediar su situación de miseria de forma permanente. Es más, rara vez alivia su situación momentáneamente. Dada la inestabilidad política y social que existe en la mayoría de los países africanos, regalarles dinero o comida es, en realidad, desperdiciarla, porque casi nunca le llega a quienes realmente la necesitan. Lo que se requiere es un trabajo constante de ayuda no sólo alimentaria, sino médica, educativa, etc. que ataque el problema de su pobreza de raíz y que mejore la situación general de esos países. Ayuda que, por cierto, ha brindado la Iglesia Católica desde hace muchos años.

Claro que este tan brillante sujeto no ha de saber que Cáritas, la organización caritativa más grande del mundo es una organización de la Iglesia Católica. O tampoco ha de saber que existen infinidad de órdenes religiosas que se dedican a aliviar la pobreza en las zonas más miserables de África y del mundo. Y tampoco ha de saber que si estas organizaciones pueden continuar con su trabajo es gracias a esas “riquezas” que tiene el Vaticano. Que es gracias a los millones de turistas que año con año visitan la Ciudad del Vaticano y pagan por disfrutar de esas maravillas artísticas que estas obras de caridad pueden continuar. Me imagino que tampoco se ha tomado la molestia de revisar los estados financieros del Vaticano (los cuales se hacen públicos cada año) para ver cómo opera en números rojos debido, precisamente, a los donativos que hace a las organizaciones caritativas no sólo de África, sino del mundo entero.

Si seguimos el defectuoso razonamiento de esta persona, podríamos pedirle también al gobierno francés que vendiera el Louvre para ayudar a los africanos, o al gobierno socialista español (y, por tanto, “defensor de los pobres”) que se deshiciera del Museo del Prado y con todo ese dinero podríamos alimentar a los niños somalíes (quizá durante una semana…). ¿Por qué no le pedimos al gobierno mexicano que venda Teotihuacán, el Museo de Antropología, Chichen Itzá y demás ruinas arqueológicas para alimentar a nuestros niños pobres? O ¿por qué no, ya que este sujeto disfruta de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, le pedimos a él que venda todo lo que tiene y se vaya a aliviar la pobreza mundial?

¿Por qué no cuestionó mejor la hipocresía de los gobiernos europeos y norteamericano que gastan en armas más de lo que se necesitaría para realmente acabar con el hambre? ¿O por qué no critica a las sociedades occidentales que gastan en la compra de drogas lo suficiente para alimentar al mundo entero? Si se trata de ofender la religión de tantas personas, podemos hablar de que las riquezas unidas de todos los judíos (muchas de ellas obtenidas abusivamente) bastarían para terminar con ese terrible mal que es el hambre. ¿Y qué tal las riquezas petroleras de tantos musulmanes? Si fundiéramos y vendiéramos todas las estatuas de oro de Buda que hay, también conseguiríamos bastante dinero.

Yo lo que le pido a esta persona (y a los 40 mil seguidores que tiene esta petición) es que, antes de andar proponiendo tremendas sandeces, haga un pequeño esfuerzo por averiguar cuál es la realidad de las cosas. También le pido que, si tanto le molesta la supuesta hipocresía de los demás, primero corrija la propia y luego critique. Qué curioso que esta propuesta venga de la tan “tolerante” España secular y relativista…

domingo, 15 de marzo de 2009

El éxito del Barroco

La corriente artística que más me gusta es, sin duda alguna, la barroca. El arte Barroco, en todas sus vertientes, me fascina como ninguna otra corriente artística lo hace. No sé si mi simpatía hacia el barroco se deba a su pasión, su dramatismo, su realismo y su perfección o simplemente se deba a que, siendo mexicano, soy barroco por naturaleza. Sin embargo, y más allá de cualquier afinidad que sienta hacia el arte Barroco, nuestros antepasados de aquellos siglos nos dejaron una lección valiosísima que hoy deberíamos de aprovechar acerca de cómo influenciar la cultura para hacerla tender hacia el bien.

Recordemos que el Barroco surgió en una época de profundos cambios en Europa. La Reforma Protestante estaba cobrando enorme fuerza, por lo que la Iglesia Católica reaccionó con el Concilio de Trento, donde inició la llamada Contrarreforma. Ahora bien, una de las tantas formas en las que los Padres conciliares decidieron influir sobre la cambiante sociedad europea fue a través del arte y la cultura. Así, la Iglesia Católica se convirtió en la principal promotora del arte Barroco. La muestra más clara de esta influencia la observamos en los territorios que pertenecieron al Imperio Español, donde se erigieron infinidad de templos, conventos y monasterios barrocos, repletos de esculturas y pinturas que cautivaban y, a la vez, educaban a los feligreses. Esta actitud artística del catolicismo contrastaba fuertemente con la actitud iconoclasta de los protestantes y fue determinante en la evangelización de millones de personas.

Los Padres conciliares comprendían que para poder influir realmente en la sociedad, era necesario influir en la cultura. La sola fuerza del Estado o de la Iglesia no bastaba para detener el avance del protestantismo. Por tanto, sabían que mantener leyes que obligaran a la gente a permanecer fiel no bastaría para lograrlo, sino que era necesario ir más allá y hacer que las ideas del Concilio formaran parte de la cultura. Lo mismo hicieron los frailes misioneros en las colonias españolas: usaron el arte y la cultura para evangelizar a los indígenas. Hicieron que el catolicismo entrara en la América española a través del arte.

Hoy, casi cinco siglos después, nos encontramos nuevamente en una cruenta batalla cultural. El relativismo, el secularismo y la cultura de la muerte (que al final del día convergen en lo mismo) están teniendo avances nunca antes vistos. El desprecio a la dignidad de la Persona, su sumisión al totalitarismo científico-utilitarista, la intolerancia en nombre de la tolerancia, el hedonismo y todas las demás tendencias que se hacen cada vez más fuertes, están desplazando a la cultura de la Vida, aquella que considera al ser humano como el centro y fin de toda cultura y civilización. ¿Qué podemos hacer para detener estas tendencias culturales que representan el suicidio de Occidente? Yo propongo que repitamos la experiencia histórica del Barroco.

Es necesario que la cultura de la vida recupere el lugar que siempre ha ocupado en nuestra civilización, la cual surgió de la fusión de la tradición humanista judeo-cristiana con la tradición greco-latina. Una forma de hacerlo es teniendo a los mejores artistas e intelectuales. Es urgente que surjan nuevos Cervantes, Murillos o Churrigueras. Sin nuevos Sigüenzas y Góngora, Sor Juanas o Vivaldis, poco podremos lograr en el terreno cultural. Aquellos grandes genios alcanzaron la perfección en todas sus obras. Esa misma perfección técnica que ahora tienen los defensores de la cultura de la muerte y que hace que sean tan atractivas sus obras. Basta con comparar las películas de uno y otro bando. Son casos muy raros en los que una película buena (en el sentido moral) sea realmente de calidad. Por otro lado, cada año nos inundan una gran cantidad de películas de extraordinaria calidad cinematográfica pero con pésimos mensajes morales. ¿Cómo podremos difundir la cultura de la vida si no somos capaces de hacerla permear en la cultura de la sociedad a través de obras artísticas bien hechas?

Cualquiera que entre a una catedral virreinal quedará asombrado de cómo nuestros antepasados la construyeron cuidando hasta el último detalle. Su dominio de la técnica arquitectónica era fuera de lo común. Lo mismo ocurría con las demás artes: Velázquez dominaba la pintura, Bernini la escultura y Vivaldi la música. Ahí radica la trascendencia que han tenido sus obras: en que son obras maestras. Cuando la cultura de la vida tenga el respaldo de artistas e intelectuales que creen con cada obra una obra maestra, entonces tendremos garantizado un éxito como el que tuvo la cultura barroca.

martes, 10 de marzo de 2009

¿Sabrán en lo que se están metiendo?

Oficialmente iniciaron las precampañas políticas. Son muchas las personas interesadas en obtener un puesto en la Asamblea Legislativa, en el Congreso de la Unión o en una delegación o presidencia municipal. El problema no radica en que esas personas estén buscando ocupar un puesto (cualquiera que, como yo, milita en un partido político aspira a eventualmente llegar a un puesto del gobierno) sino en por qué lo buscan.

El servicio público es, como su nombre lo indica, una forma de servir. De servir a los demás, a los ciudadanos, no a tus amigos ni a ti mismo. Por tanto, llegar a un puesto en el gobierno implica una enorme responsabilidad. Esta responsabilidad se vuelve mayor cuando tienes que gobernar en un país tan injusto como México. Creo que las palabras de Efraín González Luna son más que claras al respecto: “En cuanto a llegar al poder, baste recordar cuántos lo han alcanzado para el mal o cuántos lo han tenido para no hacer nada. Lo importante no es el poder, sino aquello para lo cual debe servir el poder”.

¿Para qué debe servir el poder? ¿Para enriquecerte? ¿Para enriquecer a los que te apoyaron? ¿Para dominar a los demás? No. El poder debe servir. Es decir, debe usarse como servicio. Dicen que la política es la mejor forma de ayudar a la mayor cantidad de personas. Por ello, el poder debe usarse para ayudar a los más desprotegidos. El poder existe para generar ese conjunto de condiciones que permiten a todos los seres humanos desarrollarse como tales. En pocas palabras, existe para administrar el Bien Común.

Ahora bien, generar estas condiciones que conocemos como Bien común no es una tarea fácil. Requiere de un líder que sea capaz de “mover almas” (en palabras de Gómez Morín), de organizar a la ciudadanía a colaborar con el esfuerzo. Debe también tener el conocimiento técnico necesario para cambiar las realidades sociales, económicas y políticas. El mismo Gómez Morín sostenía que la técnica debía ser una herramienta para transformar a la sociedad. Una herramienta que debía estar al servicio del ser humano y no, como sucede con frecuencia hoy en día, una herramienta que usa al ser humano.

Además del conocimiento técnico, la administración del Bien común requiere de un liderazgo moral. El poder siempre trae consigo la posibilidad de la corrupción. Los poderosos deben enfrentar continuamente la tentación del enriquecimiento y del abuso del poder. Si partimos de la definición del mal que sostiene que éste es la ausencia de bien, podemos concluir que a mayor posibilidad de bien, también hay una mayor posibilidad de mal. Por ende, si la política es la mejor forma de hacer el bien a la mayor cantidad de personas, también es la “mejor” forma de hacer el mal a la mayor cantidad de personas. Si la política y la ética no van de la mano, entonces nos encontramos con que la política se vuelve un instrumento de corrupción y de generación de sufrimiento tremendo. No debemos, pues, olvidar nunca la Ética. Citando nuevamente a Efraín González Luna: “Acción Política es una formación de conciencia y de fuerza política; no sólo la participación en una elección... Esto es precisamente lo que nos pierde; el olvidar los valores esenciales y fundamentales, por las circunstancias, por los accidentes”.

Lo que Don Efraín defendía era la primacía de la Ética. Cuán común se ha vuelto encontrar a gente que actúa de forma poco ética bajo la excusa de “buscar un mal menor”. Con tal de ganar una elección, por “las circunstancias”, se corrompen y luego buscan justificarse. El poder corrompe de una manera tan eficaz, que el acto torcido más pequeño abre la puerta a todas las demás formas de corrupción. La mejor forma de convencer a la gente de apoyarte, la mejor forma de “mover almas” es demostrando un comportamiento recto y honrado. Cualquier otra forma de obtener apoyo (corporativismo, compra de votos, etc.) podrá funcionar mejor para una determinada elección, pero a la larga, terminará volviéndose en contra de quien la ejercía. Por eso decía Don Manuel Gómez Morín que “las ideas y los valores del alma son nuestras únicas armas; no tenemos otras, pero tampoco las hay mejores”.

Cuando volteo a ver a todos los precandidatos cuyas lonas y posters pululan por toda la ciudad, me pregunto si estarán al tanto del deber al que se están, por lo menos en teoría, comprometiendo. El ejercicio del poder requiere de humildad, preparación, trabajo constante, sobriedad y austeridad. Si, además, consideramos que lo mejor suele ser lo que más trabajo cuesta, podemos concluir que ser un buen gobernante es quizá de las cosas más difíciles de lograr en esta vida. ¿Sabrán los precandidatos en lo que se están metiendo?

martes, 3 de marzo de 2009

¡Santo Tomás no era abortista!

Los grupos pro-aborto han recurrido desde siempre, para impulsar su agenda político-social, a la mentira. El testimonio más claro de esta práctica lo dejó el Dr. Bernard Nathanson, quien fuera uno de los principales impulsores del movimiento abortista en Estados Unidos, al escribir su libro La Mano de Dios. El alguna vez apodado “Rey del aborto” confiesa haber falseado estadísticas para darle mayor peso a sus argumentos a favor de la legalización del aborto. Práctica que hoy en día siguen usando muchos grupos para convencernos de que el aborto es un “mal menor”.

Siguiendo esta tendencia de mentir, me he topado con un argumento que claramente busca confundir a los católicos y oponerlos a sus dirigentes. Este argumento se basa en que, para Santo Tomás de Aquino, el aborto, antes de un cierto periodo, no representaba un homicidio. De ahí, dando un salto lógico injustificado, proceden a afirmar que Santo Tomás no creía que el aborto fuera malo y que, por lo tanto, no debería de ser malo para un católico.

Conviene aclarar, en primer lugar, que para Santo Tomás, el aborto, sin importar el momento en que se realizara, era una falta grave. El que no fuera homicidio antes de un periodo de tiempo determinado (como explicaré más adelante) no implicaba que no fuera un acto malo.

Ahora bien, el punto central, sobre todo cuando se discute la despenalización del aborto, tiene que ver no con la moralidad del acto (ya que la moralidad está fuera del alcance del Derecho) sino con el hecho de que sea o no un homicidio que pueda (y deba) ser penado por la ley. Por tanto, es importante discutir la postura de Santo Tomás en su época, por qué no consideraba al aborto en los primeros días como un homicidio y cuál sería su postura hoy en día.

Recordemos que Santo Tomás de Aquino vivió en el siglo XIII. La embriología de su época era bastante atrasada, ya que no contaban con los instrumentos necesarios para estudiar la vida humana dentro del seno materno. No poseían ultrasonidos ni “imágenes en 4-D”. Tomemos en cuenta también que el óvulo femenino fue descubierto hasta el siglo XIX, es decir, seis siglos después de que vivió Santo Tomás. Por ello, el conocimiento de la reproducción humana que poseía se basaba en los estudios más especulativos que experimentales de Aristóteles. Según Aristóteles, el esperma masculino era el principio activo de la reproducción. La mujer sólo contribuía con una materia orgánica (llamada menstruo) que era transformada en un cuerpo humano como consecuencia de la acción del esperma. Basado en este conocimiento y en congruencia con su enseñanza metafísica, Santo Tomás dedujo que el embrión, en sus primeras fases de desarrollo recibiría un alma nutritiva, luego recibiría un alma nutritiva y sensitiva para, finalmente, recibir un alma intelectiva, sensitiva y nutritiva, una vez que el esperma concluyera su labor formativa. Esto ocurriría alrededor del día 40 en el caso de un hombre y en el día 90 en el caso de una mujer. El por qué de la diferencia entre sexos y el por qué de ese número de días lo desconozco, pero intentaré averiguarlo.

Según Santo Tomás, el ser humano propiamente dicho existiría hasta el momento en que se le infundiera un alma intelectiva. Por tanto, un aborto anterior al día 40 ó 90 (dependiendo del sexo) no sería homicidio propiamente dicho (aunque, como señalé con anterioridad, no por eso deja de ser moralmente malo). Este razonamiento se debía a la metafísica tomista que señala que no se puede infundir una forma en una materia no dispuesta para recibirla. Cabe señalar que al referirme a la “forma” estoy hablando de la forma en el sentido metafísico de la palabra, es decir, el principio intelectivo de un ser, que es la realidad inmaterial que abstraemos de un ente individual para poder conocer la esencia del mismo. Por ello, esa materia orgánica que se estaba transformando lentamente en un cuerpo humano, no sería capaz de recibir un alma intelectiva y, por tanto, no sería un ser humano. A pesar de ello, Santo Tomás probablemente se opondría al aborto temprano porque es imposible (incluso con los conocimientos y tecnologías actuales) determinar la edad exacta de un embrión. Por prudencia, optaría por prohibirlo para evitar homicidios “por error”.

Entonces, ¿qué diría Santo Tomás si viviera en el siglo XXI? Siendo congruente con su doctrina metafísica, sostendría que el aborto, en cualquier etapa del mismo sería un homicidio. Por la siguiente razón: hoy sabemos que en el momento de la fecundación, el espermatozoide y el óvulo, con sus 23 cromosomas respectivos, se fusionan dando lugar a una célula con 46 cromosomas distintos a los de los padres. Siendo que el ADN es lo que distingue a un individuo de otro individuo de su misma especie, sabemos que esta célula es un organismo nuevo porque su ADN es distinto al de los padres. Además, el ADN también distingue a un individuo de una especie de los individuos de otras especies por lo que este nuevo organismo es claramente un individuo de la especie humana. Un individuo unicelular, pero individuo al fin y al cabo. Por tanto, ya que se trata realmente de un organismo humano, es capaz de recibir el alma intelectiva propia de los seres humanos (y que es la forma de los seres humanos). No se trata de una sustancia orgánica que está siendo trabajada como un bloque de piedra por un escultor. Es un cuerpo humano que inicia su desarrollo, el cual será ininterrumpido hasta su muerte. Por ello, Santo Tomás sostendría que ya es un ser humano y que abortarlo sería un homicidio.

¿Qué podemos concluir de lo dicho? ¿Qué la metafísica tomista debe ser desechada por utilizar conocimientos científicos obsoletos? Para nada, y de eso discutiré otro día. Los principios metafísicos establecidos por Santo Tomás son perfectamente compatibles con la ciencia actual, como demostré con el caso específico del desarrollo embrionario. Lo que sí podemos concluir es que el movimiento abortista está recurriendo nuevamente a la mentira para propagar sus ideas. Se valen de una interpretación incorrecta o falseada de las enseñanzas de Santo Tomás para confundir a la gente, lo cual demuestra una clara deshonestidad intelectual, propia del que busca un objetivo distinto a la Verdad. Deshonestidad propia de aquellos que pretenden defender lo indefendible.