jueves, 25 de diciembre de 2008

¡Feliz Navidad!

En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.
Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios.
Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y clama: "Este era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo."
Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado
.(Jn. 1: 1-18)

Que esta Navidad nazca en todos sus corazones y en sus familias el niño Jesús. Que sean capaces de ver la luz que ha nacido en Belén. Que no sean de aquellos que rechazaron la luz, sino que la acepten y reciban los dones propios de los hijos de Dios.

No olviden que aquél ante cuyo nombre se doblan todas las rodillas en el cielo, la tierra y los abismos, nació en un pesebre, en el más pequeño e insignificante poblado de un país perdido en el desierto. No olviden que al Rey de Reyes lo adoraron los más pequeños mientras que los poderosos estaban ocupados en sus asuntos. Les deseo ser de los más pequeños para que sean dignos de ver la estrella que los conducirá a Belén.

Les deseo que acepten tomar sobre su cuello el yugo suave y la carga ligera de Cristo. Que sigan a aquél que es el Camino, la Verdad y la Vida. Recuerden que Cristo se hizo hombre para que ya no fuéramos siervos sino hijos. Les deseo que vivan como hijos de Dios. Que acepten la vida que viene de Dios y que nos ha dado como regalo a través de la Encarnación de su Hijo. Espero pues, que busquen primero el reino de Dios, todo lo demás llegará por añadidura…

martes, 23 de diciembre de 2008

El machismo que denigra al hombre

Todo mundo sabe que la cultura mexicana es una cultura machista. Contrario a lo que todos opinan, soy de la idea de que el machismo denigra más al hombre que a la mujer. Esta es una afirmación muy fuerte, pero es mi intención demostrar su veracidad. Para ello, me basaré en un análisis de varias actitudes propias del machismo.

Empecemos con las ideas que rigen a esta mentalidad respecto al comportamiento. Para el machista, es perfectamente aceptable que un hombre diga groserías y vulgaridades, que se embriague y que haga estupideces para demostrar su “virilidad”. En cambio, se le prohíbe (so pena de verse muy afeminado) mostrar sensibilidad, ya sea social o artística, y mucho menos puede ser sentimental (recuerden que “los hombres no lloran”). En el caso de las mujeres, lo contrario es lo cierto: lo que está permitido para los hombres, no lo está para las mujeres y lo que les está prohibido a los hombres, es lo propio de las mujeres.

En lo referente a la sexualidad, esta mentalidad sostiene que los hombres tienen derecho a tener la cantidad de parejas sexuales que deseen, mientras que las mujeres deben ser fieles a “su” hombre. Es decir, un hombre que “tiene” muchas mujeres es “muy hombre” mientras que una mujer que “tiene” muchos hombres es, en el mejor de los casos, una mujer fácil. Esto se justifica diciendo que los hombres “no pueden” controlar sus impulsos sexuales.

En pocas palabras, en un medio machista, los hombres tenemos que ser muy “machos”. Tenemos que ser violentos y peleoneros. No debemos recurrir al diálogo sino a los golpes. La razón no debe caracterizarnos, sino la impulsividad. Si nos detenemos a pensar un poco en lo que implican estos comportamientos, sólo podemos concluir que los hombres, en una sociedad machista, en lugar de ser “superiores” somos denigrados. ¿Por qué? Porque se nos deja comportarnos sin ningún límite racional. Podemos y debemos comportarnos como animales para ser aceptados entre los “machos alfa”.

En cambio, las mujeres son protegidas de este animalismo a través de normas sociales estrictas. Desgraciadamente, se perdió de vista el origen y razón de ser de estas normas y se les ve ahora sólo como un medio de opresión, siendo que son una forma de liberación. Mientras que los hombres andábamos “libres” como animales por todos lados, las mujeres se quedaban en el hogar y eran “obligadas” a comportarse como seres humanos.

Por otro lado, en cuanto a la cuestión laboral, queda muy claro que cuando ésta da privilegios a los hombres, en realidad los está denigrando. Si los hombres realmente fueran superiores a las mujeres, no requerirían de ayuda. Si las mujeres fueran inferiores a los hombres, serían ellas las que necesitarían ayuda, no nosotros. Este handicap lo único que hace es resaltar que los hombres necesitan de apoyo para lograr algo que una mujer puede lograr sin él. Por tanto, el machismo en realidad muestra al hombre como inferior a la mujer.

Como estos ejemplos existen muchos más, pero con estos basta para demostrar mi afirmación inicial. Desgraciadamente, el movimiento feminista, en vez de ayudar a que las mujeres vivan plenamente como seres humanos, ha logrado lo contrario. Las fundadoras de este movimiento veían con envidia a los hombres que se “animalizaban” y desearon lo mismo para sí. Ahora, como resultado, tenemos una sociedad en que tanto hombres como mujeres andamos transitando por la vida como animales. La equidad de género se ha logrado, sólo que en lugar de que ambos vivamos dignamente como seres humanos, lo hacemos sumidos en el fango de la bestialidad.

El movimiento feminista, en lugar de haber denigrado a las mujeres para que fueran iguales a los hombres, debió haber “humanizado” a los de mi sexo. Nos debió haber levantado de nuestra condición de bestias para que nos comportáramos como personas. Sólo así, estando hombres y mujeres al mismo nivel de humanidad, habríamos podido establecer relaciones entre los sexos equitativas, humanas y realmente complementarias.

jueves, 18 de diciembre de 2008

La Biblia como un manual de política

La Biblia es quizá el libro más importante que exista. No sólo porque se trata del libro sagrado de la cristiandad, sino por su influencia sobre la formación y desarrollo de la civilización occidental. Sus enseñanzas han marcado la vida de millones de personas a lo largo de la historia. Yendo más allá de su contenido religioso, a lo que podríamos llamar su aspecto cultural, se puede ver en ella uno de los pilares fundamentales de Occidente (aunque muchos no lo quieran reconocer).

Entre la infinidad de enseñanzas que podemos encontrar en la Biblia, me he topado con muchas que han influido y que seguirán influyendo en mi vida de político. Me refiero a pasajes donde personajes bíblicos han demostrado sus habilidades políticas. Me parece que cualquier político (creyente o no creyente) podría aprender mucho de estos personajes para tener una carrera política ética y exitosa. Además, son una muestra de que el político creyente no tiene que ser dejado e ingenuo.

Arriesgándome a ser acusado de atentar contra el “Estado laico” y de querer mezclar política y religión, les presento los pasajes más significativos (para mí):

Salomón recibe la Sabiduría (2 Crónicas 1:7-12)

Aquella noche se apareció Dios a Salomón y le dijo: “Pídeme lo que quieras que te dé.” Salomón respondió a Dios: “Tú tuviste gran amor a mi padre David, y a mí me has hecho rey en su lugar. Ahora, pues, oh Yavé Dios, que se cumpla la promesa que hiciste a mi padre David, ya que tú me has hecho rey sobre un pueblo numeroso como el polvo de la tierra. Dame, pues, ahora sabiduría e inteligencia, para que sepa conducirme ante este pueblo tuyo tan grande.”
Respondió Dios a Salomón: “Ya que piensas esto en tu corazón, y no has pedido riquezas ni bienes ni gloria ni la muerte de tus enemigos; ni tampoco has pedido larga vida, sino que has pedido para ti sabiduría e inteligencia para saber juzgar a mi pueblo, por eso te son dadas la sabiduría y el entendimiento, y además te daré riqueza, bienes y gloria como no las tuvieron los reyes que fueron antes de ti, ni las tendrá ninguno de los que vengan después de ti.”

Lo primero que necesita cualquier político o gobernante ético es Sabiduría. Buscar el Bien Común es algo tan importante y afecta a tantas personas que se debe hacer con responsabilidad. La Sabiduría implica prudencia, inteligencia y conocimiento. Combinando estos elementos, se pueden tomar decisiones adecuadas. De nada sirve ser un extraordinario político si al llegar al gobierno eres incapaz de gobernar bien. En el sentido práctico, el gobernante debe desarrollar políticas públicas efectivas y eficaces que mejoren el nivel de vida de sus gobernados. Para eso necesitas saber de muchas ciencias como la Economía, el Derecho, la Sociología, etc.

Por eso, es importantísimo que nuestros gobernantes y políticos sean gente preparada. Que tengan estudios y que demuestren que saben de lo que están hablando. No es posible que nos gobiernen personas que no tienen los conocimientos necesarios para hacerlo. Platón decía que el gobernante ideal era el “Rey Filósofo”. Es decir, un gobernante sabio.

Pablo ante el Sanedrín (Hechos 23:1-11)

Pablo miró fijamente al Sanedrín y dijo: “Hermanos, yo me he portado con entera buena conciencia ante Dios, hasta este día”.
Pero el Sumo Sacerdote Ananías mandó a los que le asistían que le golpeasen en la boca.
Entonces Pablo le dijo: “¡Dios te golpeará a ti, pared blanqueada! ¿Tú te sientas para juzgarme conforme la Ley y mandas, violando la Ley, que me golpeen?”
Pero los que estaban a su lado le dijeron: “¿Insultas al Sumo Sacerdote de Dios?”
Pablo contestó: “No sabía, hermanos, que fuera el Sumo Sacerdote; pues está escrito: ‘No injuriarás al jefe de tu pueblo’”.
Pablo, dándose cuenta de que una parte eran saduceos y la otra fariseos, gritó en medio del Sanedrín: “Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseos; por esperar la resurrección de los muertos se me juzga”.
Al decir él esto, se produjo un altercado entre fariseos y saduceos y la asamblea se dividió. Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; mientras que los fariseos profesan todo eso.
Se levantó, pues, un gran griterío. Se pusieron en pie algunos escribas del partido de los fariseos y se oponían diciendo: “Nosotros no hallamos nada malo en este hombre. ¿Y si acaso le habló algún espíritu o un ángel?”
Como el altercado iba creciendo, temió el tribuno que Pablo fuese despedazado por ellos y mandó a la tropa que bajase, que le arrancase de entre ellos y le llevase al cuartel.


San Pablo demuestra en varias ocasiones que era un extraordinario político. El ejemplo que presento lo escogí porque muestra varias características del santo cuyo año celebramos:

Primero, es inocente de lo que lo acusan. Lo es, lo sabe y lo afirma. A diferencia de muchos políticos que no lo son, saben que no lo son pero afirman lo contrario. Como es congruente con su pensar, tiene toda la autoridad moral para acusar al Sumo Sacerdote.

Segundo, reconoce que por encima de él está la Ley. Por eso se disculpa de haber ofendido al Sumo Sacerdote (aunque lo había hecho con razón) con lo que además muestra una gran humildad. Qué diferencia tan grande con muchos políticos, gobernantes o incluso burócratas que se sienten exentos de cumplir con la ley. Qué diferencia tan grande con todos aquellos que al tener un poco de poder (en algunos casos, una cantidad ridícula de poder) se ensoberbecen y se creen superiores a los demás.

El tercer y último punto se refiere a la “malicia” o sagacidad que muestra San Pablo. Es la aplicación más evidente del clásico “divide y vencerás”. Conociendo a sus acusadores, los provoca para que se peleen entre ellos. Se aprovecha de esa situación para salir bien librado y nos muestra, de una vez por todas, que necesitamos tener una cierta “malicia” (por llamarla de alguna forma) cuando estemos lidiando con otros que muchas veces buscan dañarnos. En ningún momento mostró San Pablo ingenuidad, sabía perfectamente lo que estaba haciendo.

La mujer adúltera (Juan 8:1-11)

Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles.
Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?”
Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: “Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra”. E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio.


Este pasaje es extraordinario ya que nos muestra que Jesús, siendo verdadero Dios y verdadero Hombre, era, además, un excelente político. Por lo mismo, debería de ser el modelo a seguir de todos los que pretendemos ser políticos. Es el auténtico Maestro. Al igual que el pasaje anterior, tiene varios puntos de importancia:

En primer lugar, está la disposición de Jesús de atender al pueblo. El auténtico gobernante o político es, ante todo, un servidor público. Es decir, debe estar al servicio del pueblo. No al servicio de su bolsillo. Como dirigente, debe buscar el bien de su pueblo, así como Cristo busca el bien de su gente al enseñarles.

El segundo punto tiene que ver con la habilidad de Jesús de ver la malicia de los fariseos, los cuales buscaban tenderle una trampa. Cabe aclarar que Cristo tenía una ventaja sobre nosotros: era Dios y por tanto conocía las intenciones de los demás. Aunque nosotros no tenemos ese don, podemos intuir o deducir las intenciones de las personas al tratar con ellas o al conocerlas. Podemos saber si alguien tiene malas intenciones a través de sus actos o sus palabras. A veces basta con verles la mirada para saber qué pretenden. Debemos ser muy observadores de los demás para saber qué es lo que buscan. Nuevamente insisto en que no podemos ser ingenuos y creernos todo lo que nos dicen. Debemos ser críticos y objetivos para descubrir la Verdad.

En tercer lugar, está la calma que guarda Jesús ante una situación adversa. Los fariseos tienen todos los argumentos para apedrear a la mujer. Han pensado en todos los detalles para poder acusar a Jesús o de complicidad (si la perdona) o de no ser tan bueno como se decía (si la acusa). Tienen, según ellos, el plan perfecto. Además, traen piedras. Han acorralado, pues a Jesús. Sin embargo, Jesús no se inmuta, mantiene la cabeza fría y sigue dibujando en el piso.

Así llegamos al último punto en el que conviene resaltar la audacia de Cristo de “lanzarse al ruedo”. Cuando los fariseos insisten, tiene los pantalones (o, en su caso, la túnica) necesarios para enfrentarlos. Así, los desarma con una sola frase: “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. Es, además de todo, una respuesta inteligente si no es que genial. No hay forma de responderle. Lo único que les queda a los fariseos es retirarse.

Cuántos errores no han cometido nuestros políticos al dejarse llevar por el enojo o por la cobardía. Cuántas veces no han cedido los gobernantes ante presiones negativas para no afectar su reputación o su posición en las encuestas. Si mantuvieran la cabeza fría, podrían encontrar una solución favorable. Si fueran sabios, podrían aprovecharse de las adversidades para convertirlas en ventajas.
Estas son las lecciones que tenemos que aprender nosotros. Toda esta enseñanza política la podemos encontrar en un “manual” que tiene miles de años: la Biblia.

martes, 16 de diciembre de 2008

El totalitarismo de la Ciencia

La sociedad contemporánea tiene a la ciencia en un pedestal. Desde tiempos de Descartes hasta nuestros días se le ha tenido como la máxima autoridad. Vino pues, a sustituir a la religión como suprema fuente de la Verdad.

Sin embargo, existe un grave problema con las ciencias si no se les jerarquiza adecuadamente. Si las ciencias reguladoras, es decir, aquellas que tienen preponderancia sobre las demás debido a los objetos que estudian y que pueden corregirlas si yerran, desaparecen o se colocan en un nivel igual o inferior que otras ciencias supeditadas a ellas, entonces surgen infinidad de problemas. Precisamente esto sucedió cuando Descartes, Galileo, y los positivistas después de ellos quitaron a la Filosofía (especialmente a la Metafísica) de su lugar, y colocaron a otras ciencias (como la Matemática y la Física) ahí.

Muchos científicos modernos rechazan la importancia de las ciencias reguladoras y en consecuencia ven sólo a través de los ojos de su ciencia. Y, como la mayoría de estas ciencias estudian la realidad material, sólo ven lo material de la realidad. Lo que no pueden “ver” o medir, para ellos no existe. Más aún, son fieles creyentes en el determinismo científico. Es decir, creen que conociendo las “inmutables” leyes de la naturaleza, se puede conocer el estado de toda la realidad en un determinado momento. Si esto es cierto, y la realidad sólo consta de entes materiales, entonces no hay lugar alguno para la libertad. Menos aún para una Providencia o un dios capaz de modificar esa realidad.

Por eso hablo del totalitarismo de la ciencia. Un régimen totalitario busca imponer su verdad y suprime la libertad e iniciativa de los individuos, pisoteando su dignidad. Así, las ciencias, al no depender más de la Filosofía, han pretendido desaparecer la libertad y, en consecuencia, suprimir la dignidad humana.

El ejemplo más claro de esto se presenta en la biología. No es mi intención denigrar a esta ciencia sino colocarla en su debido lugar. Muchos biólogos han pretendido durante años reducir al ser humano a un conjunto de interacciones físico-químicas. Así, han buscado demostrar que la inteligencia y la voluntad (funciones esenciales para la libertad humana) no son más que producto de una serie de reacciones químicas que tienen lugar en el cerebro. Si esto fuera así, y aceptáramos al determinismo científico como cierto, habríamos eliminado por completo la voluntad de las personas porque no tendrían la capacidad real de escoger (ya que todo estaría determinado de antemano). Lo mismo sucedería con la Dignidad humana. Si lo que nos diferencia de los animales (la razón) no es más que el resultado de un proceso meramente físico y casual (y que, por tanto, podría llegar a desarrollar cualquier otro ser vivo) entonces no habría una diferencia real y válida. Así, no seríamos más que animales, con la misma dignidad que cualquiera de ellos (lo cual yo negaría, aunque fuera por puro orgullo).

Otro punto importante donde las ciencias tienden al totalitarismo es en su negativa a responderle a la Ética. Igual que cualquier dictador totalitario, las ciencias se han sentido superiores a la Ética. Quizá se deba a que, igual que como afirmaban Hitler o Stalin, lo que buscan es el “progreso” de la humanidad. Los efectos de esta actitud los hemos sufrido, especialmente con los grandes avances que ha habido en los últimos años. El uso de la ciencia sin regulación ética ha causado la muerte de millones de seres humanos. Ha llevado también a que miles sean utilizados como meros objetos con los que se puede experimentar libremente. Se convierten pues en instrumentos de los más poderosos para oprimir a los más débiles.

Por estas razones, es importante que restauremos la jerarquía de las ciencias. En la cabeza debe estar la ciencia cuyo objeto es la Verdad (así, en mayúscula) y el ser, es decir, la Filosofía. Es ella la que puede decir si lo que propone alguna ciencia inferior es cierto o no (ya que sólo puede existir una Verdad que no puede ser contradictoria consigo misma). Es también ella la que puede decir si lo que están haciendo los científicos es bueno o no. El día que eso ocurra, el desarrollo científico estará verdaderamente al servicio del Hombre.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Ratzinger y el diálogo

Recuerdo muy claramente que cuando el Cardenal Joseph Ratzinger fue elegido Papa, los medios mundiales se alarmaron. Incluso compañeros míos comentaban lo mal que se habían visto los Cardenales al elegirlo como Sumo Pontífice. Todo mundo decía que representaba un regreso a la Edad Media y que los avances que Juan Pablo II había logrado (y que obviamente le criticaron en su momento…) serían echados para atrás. Muchos se espantaban de que aquél que había sido el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (o sea, la Inquisición moderna) pudiera dirigir a la Iglesia.

Hoy, unos años después de su elección, ha mostrado lo equivocados que estaban todos. El “terrible” inquisidor ha mostrado más disposición al diálogo que muchos. Ha dialogado con musulmanes, protestantes, judíos, ortodoxos, ateos, etc. Así lo ha hecho porque, a diferencia de la gran mayoría de las personas, Benedicto XVI ha entendido lo que realmente es el diálogo. Para poder dialogar es necesario conocer lo que eres, lo que crees y lo que defiendes. No puedes dialogar si no sabes en dónde estás parado. Si no sabes qué defender o por qué defenderlo, no tiene caso dialogar porque no puedes encontrar ese terreno en común que existe con tu interlocutor. Si no sabes qué defender y por qué defenderlo, no tienes argumentos para cuestionar o apoyar lo que dice el otro. No tienes nada respecto a lo cual dialogar.

En ese sentido, Ratzinger ha sido extraordinario para el diálogo porque tiene muy claro quién es y qué es lo que cree. Porque sabe el por qué cree en lo que cree. Así, ha sabido detectar aquellas cosas que tiene, que tenemos, los católicos en común con los demás. Gracias a eso, ha sabido defender a ultranza las Verdades que poseemos y que son no negociables. El diálogo no es estar de acuerdo en todo, sino la capacidad de sentarnos a hablar de nuestras diferencias y de lo que nos une.

En ese sentido, captó muchísimo mi atención una nota que leí el otro día en el servicio de noticias Zenit: Marcello Pera, filósofo italiano, ateo y liberal (como él mismo se describe), presentó su libro Perché Dobbiamo Dirci Cristiani (Por qué debemos llamarnos Cristianos). El principal argumento de este libro es que Europa no se puede defender, ni puede dialogar ni puede enseñar a otros si no tiene claro qué es ni en qué cree. Es decir, Occidente no puede exigir el diálogo a otras culturas (específicamente a los musulmanes) si no tiene clara su identidad. En este punto coincide plenamente con Ratzinger al afirmar que Europa debe aceptar y reconocer sus raíces cristianas.

Esta no es la primera vez que Pera habla de esta situación. Hace un par de años escribió un libro junto con el entonces Cardenal Ratzinger titulado “Sin Raíces” donde se analizaban los problemas de Europa. Es evidente que este problema ha sido central para Pera y que ha encontrado en Benedicto XVI a su mejor interlocutor. La disposición al diálogo de ambos hombres es clara, a pesar de las enormes diferencias que existen entre ambos: uno, ateo, el otro, dirigente máximo de la Iglesia Católica.

Esta disposición al diálogo queda demostrada en la reseña que hace Pera de su encuentro con el Papa, el cual en lugar de preguntarle si creía o no en Dios, le preguntó: “¿Cómo alguien como tú, ateo, liberal, europeo occidental, justifica los principios y valores que considera básicos al punto de enorgullecerse de ellos? ¿Cómo estás preparado para justificarlos y compararte con otros?” A continuación le preguntó: “¿En qué terreno podemos tú, ateo, y yo, creyente, encontrarnos para defender estos principios y valores sin los cuales sabemos que nuestra civilización no existiría?”

Eso es auténtico diálogo.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Indignación bis

Hoy me encontré con otra noticia que me indignó: los diputados recibirán como concepto de aguinaldo y bonos navideños alrededor de $252 mil porque la Cámara Baja absorberá el Impuesto sobre la renta de esos ingresos. Esto es un abuso. Es indignante que mientras el resto de los ciudadanos estamos recortando gastos por la crisis, nuestros representantes se estén despachando con cuchara grande.

Indignado como estoy, decidí enviar un correo electrónico a los dirigentes de las bancadas panistas en el Senado y en la Cámara de Diputados. Les comparto el contenido de ese correo para que ustedes mis dos lectores hagan algo semejante. Es hora de que los ciudadanos presionemos a nuestros representantes, ellos están ahí para respondernos a nosotros, no a sí mismos.

Las direcciones de correo electrónico son:
Senador Gustavo Madero: gustavo.madero@senado.gob.mx
Diputado Héctor Larios: hector.larios@congreso.gob.mx


Estimado Senador Madero, estimado Diputado Larios:

Como miembro activo, juvenil del PAN, me dirijo a ustedes a causa de las recientes noticias publicadas respecto a los ingresos que tendrán tanto diputados como senadores en esta época Navideña.

Me parece que los aguinaldos, bonos y demás beneficios que obtendrán son no sólo excesivos sino ofensivos para la gran mayoría de los mexicanos que en estos momentos estamos apretando nuestros cinturones para hacer frente a la crisis económica. Como si eso no fuera suficiente, leo en el periódico de hoy que el impuesto sobre estos beneficios será absorbido por el Congreso. Esto es indignante, sobre todo cuando los ciudadanos comunes pagamos puntualmente nuestros impuestos a cambio de malos servicios.

Les escribo a ustedes porque, siendo los presidentes de nuestros grupos parlamentarios, tienen una influencia sobre el resto de nuestros representantes. Les escribo a ustedes porque creo que los diputados y senadores del PAN deben ser un ejemplo de servidores públicos éticos y congruentes con los principios de Doctrina de nuestro partido. Estos principios señalan claramente que el servidor público panista debe servir a la ciudadanía y no servirse de su puesto.

Por ello, les pediría que se redujeran esos ingresos al mínimo. Si eso no fuera posible, que se regresaran o que se donaran. Eso sería un acto de congruencia y demostraría que los diputados y senadores del PAN son servidores públicos éticos. Sería además un ejemplo para los jóvenes panistas que ingresamos al partido no por el afán de poder, sino porque vemos en el servicio público una forma de servir a nuestro país y a aquellos de nuestros conciudadanos menos afortunados.

Estos momentos de crisis no son momentos para aprovecharse de una situación benéfica. Son momentos para tener altura y demostrar que la solidaridad no es palabra muerta, sino que tiene una aplicación real en la vida política y social. Es hora de que los diputados y senadores del PAN se solidaricen con el resto de los mexicanos que no tenemos el privilegio de despachar desde San Lázaro o Xicoténcatl.

Les agradezco su atención y espero que mis palabras no caigan en oídos sordos. Espero que demuestren ser líderes dignos del partido que orgullosamente tuvo entre sus filas a hombres íntegros como Don Manuel Gómez Morín, Don Efraín Gozález Luna, Don Adolfo Christlieb Ibarrola entre otros tantos. Hombres que supieron vivir y servir en forma ética y congruente con sus principios. ¿Qué pensarían de nosotros si todavía vivieran?

Atte.
Alejandro Terán Somohano

lunes, 8 de diciembre de 2008

Indignación

Como recompensa por “tanto” trabajo, nuestros senadores recibirán hasta 740 mil pesos entre dietas, aguinaldos, bonos y compensaciones cada uno. Todo esto porque siempre pensando en sus representados, decidieron repartirse discrecionalmente 400 millones de pesos en “asignaciones a grupos parlamentarios”. Mientras tanto, los simples mortales tendremos que hacerle frente a la época navideña con una crisis económica mundial encima.

Como mínimo, espero de parte de los senadores panistas (ya que como panista espero y exijo más de ellos) que rechacen semejantes ingresos, o que los regresen o que los donen a una de tantas obras de caridad que existen. Además, sería bueno que pidieran una disculpa pública por habérseles ocurrido semejante infamia. Es una bofetada a los más de 40 millones de mexicanos pobres que nuestros políticos se embolsen tanto dinero de manera tan descarada. Es una bofetada a todos los mexicanos que trabajan y que viven al día por la mala situación económica que nos aqueja.

En el PAN siempre hemos dicho que no se puede concebir la política sin la ética. Espero que nuestros senadores sean congruentes con esta enseñanza y actúen en consecuencia. De los demás, ni hablar…

domingo, 7 de diciembre de 2008

El imperialismo de las tradiciones

El otro día tuve la oportunidad de ir al Centro Histórico de la Ciudad de México. Visitar el Zócalo es una maravilla. Estando ahí entiendes por qué se decía que nuestra ciudad era la “Ciudad de los Palacios”. Ese día se encontraba ya instalada la famosa pista de hielo (la más grande del mundo según nos presume el gobierno del Distrito Federal) y un tobogán de nieve natural. Por ahí se veían algunos iglúes y cabañas tipo alpino.

Más allá de que me parezca inadecuado que se realicen este tipo de eventos en la plancha del Zócalo (que es magnífico y no requiere de estas cosas para serlo), me resultó un poco fuera de lugar el tipo de montaje que se colocó ahí. Parecía montado por una reconocida tienda departamental que lleva años construyendo una “aldea navideña” afuera de su tienda de Insurgentes. Es más, parece que contrataron a otra conocida compañía transnacional de refrescos (la misma que inventó a Santa Clós) para que les diseñara todo el show.

Lo que más me llama la atención de toda esta situación es que fue montado por un gobierno de izquierda, que se dice defensor a ultranza de la soberanía nacional. Esos mismos que se erigen en protectores de los pueblos indígenas y de sus “usos y costumbres” y que rechazan cualquier intervención del “Imperio” (nombre con el que denotan a cualquier potencia capitalista extranjera, especialmente Estados Unidos) que pueda “manchar” nuestra cultura. ¿Por qué me parece contradictorio? Porque en todos los años que he vivido en México jamás he visto nieve (excepto en las montañas, donde no vive nadie…), ni me he topado con iglúes ni aldeas alpinas. Como mexicano, la idea de Navidad no tiene nada que ver con la nieve. La canción de “Blanca Navidad” no aplica en México. Lo que yo he visto en época navideña son las flores de Nochebuena, las posadas, las piñatas y los nacimientos. Sin embargo, nada de esto se puede observar en el montaje del Zócalo capitalino. No me tocó cuando estuve ahí, pero no me sorprendería que como música de fondo estuvieran tocando Jingle Bells en lugar de algún villancico mexicano.

Ahora bien, mi crítica no se limita al GDF (que además se está gastando una millonada en plena crisis económica) sino a la misma sociedad mexicana. Como sociedad hemos dejado que nuestras costumbres y tradiciones le cedieran el paso a estas boberías que las compañías extranjeras han traído como estrategia de mercadotecnia. Ahora resulta que a los niños les trae regalos Santa Clós en lugar del niño Dios o los Reyes Magos. Ahora se saben mejor la historia de Rodolfo el reno (que es una soberana estupidez) en lugar del significado de las piñatas. Mejor cantan infinidad de canciones navideñas que en realidad no tienen nada que ver con la Navidad que los tradicionales villancicos que han formado parte de nuestra cultura desde hace siglos. Ahora ves en todas las casas enormes figuras de Santa Clós o de hombres de nieve (¿qué diablos tiene que hacer un hombre de nieve en México?) en lugar de nacimientos. Ahora mejor vemos las tonterías de películas navideñas que nos mandan los vecinos del norte en lugar de ir a ver una pastorela.

El problema de fondo es que estamos cambiando tradiciones no sólo antiquísimas, sino llenas de significado por superficialidades. El hecho de que fuera el Niño Dios o los Reyes Magos los que les traen los regalos a los niños tiene una razón de ser. Santa Clós, en cambio, fue inventado por una compañía de refrescos (el traje rojo y blanco no es coincidencia) para vender más refrescos. Y, tristemente, hemos optado por elegir al gordo de rojo por encima del Niño Dios que es a quien deberíamos celebrar en la Navidad… Es algo muy semejante a lo que sucede con el Halloween. Hemos preferido celebrar una festividad que sólo sirve como excusa para que nos vendan porquería y media. En cambio, una fiesta milenaria y realmente mexicana como lo es el Día de Muertos, poco a poco se va dejando en el olvido…

Regresando a la Navidad (ya que estamos en plena época navideña) hay otro punto respecto al cual quisiera comentar algo y que está igualmente relacionado con este fenómeno de importación de “tradiciones” extranjeras. Como dije anteriormente, nuestras costumbres navideñas estaban llenas de significado, a diferencia de las que ahora están predominando. Por ejemplo, las piñatas tienen un significado muy claro: los picos representan los siete pecados capitales, y el romperla representa la lucha por vencerlos. Como recompensa, recibimos dulces que representan los dones que se obtienen de una vida virtuosa. Lo mismo sucede con las pastorelas que son obras de teatro en las que se representa el verdadero significado de la Navidad: el nacimiento de Jesús. En cambio, las películas gringas siempre se refieren al “verdadero significado de la Navidad”, pero en ellas se nos dice que éste es compartir y celebrar en familia, lo cual es falso. La Navidad es la celebración del nacimiento de Cristo y punto.

La consecuencia de esta invasión de tradiciones sin significado es que la fiesta que se celebra pierde su auténtico valor. Es decir, se trivializa. Nadie se molesta de que los niños celebren Halloween porque es una fiesta vacía que no representa nada. En cambio, la Navidad sí representa algo de enorme importancia. Por eso me preocupa que se trivialice. Porque entonces se intenta remover cualquier referencia a algo que sea más que el consumismo. Y así llegamos a extremos como en Estados Unidos donde en televisión ya no se dice Merry Christmas (Feliz Navidad) sino Happy Holidays (Felices Fiestas). En este extremo se pretende quitarle a la Navidad toda referencia al cristianismo, lo cual es quitarle todo significado…

Y así, a nuestra Navidad invitamos a Rodolfo el Reno, Santa Clós y Frosty, pero dejamos fuera a Jesucristo…

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Carlos Abascal: retrato de un político católico

¡Jóvenes!

Tomen clara conciencia de que son hijos de Dios, que están de
paso en la tierra y que lo que le da sentido a la vida es precisamente el
amor.

Asegúrense de que en cualquier decisión económica,
política, cultural o social, la persona esté en el centro para preservar y
promover su dignidad, pues ello forma parte del plan de salvación, pues cada
persona vale más que todo el universo creado y por eso fue pagada al precio de
la sangre de Cristo…

¡No tengamos miedo!

-Carlos María Abascal Carranza

Estas palabras, que fueron la despedida pública de Don Carlos Abascal, son una muestra del pensamiento claro de este gran hombre. En ellas vemos reflejado no sólo la profunda religiosidad de Abascal sino su perfecto entendimiento de la dignidad humana, así como su compromiso con la defensa de esta dignidad.

Podría dar un resumen de su biografía, señalando sus más importantes logros profesionales y políticos, pero eso no sería suficiente para tributar a un hombre que entregó su vida al servicio de los demás. Además, basta con abrir cualquier periódico del día de hoy para encontrar distintas reseñas de su vida. Yo, por el contrario, me quiero enfocar en la virtud que lo caracterizó y que todos aquellos cercanos a él han mencionado: su congruencia.

Está de sobra señalar que Carlos Abascal fue un católico hecho y derecho. Nunca ocultó su fe aunque ello le trajera críticas, señalamientos e incluso burlas (como bien señala Sergio Sarmiento en su columna de hoy). Siendo funcionario público, asistió a todas y cada una de las misas que se celebraban el día de Santo Tomás Moro, patrono de los políticos. Antes de cada reunión de trabajo rezaba una oración escrita por el Papa Clemente XI. Llevaba un retrato de la Virgen de Guadalupe a cada oficina en la que trabajaba. Sin duda alguna fue la religión uno de sus principales soportes no sólo durante sus años de trabajo sino incluso en los momentos de su enfermedad, la cual supo llevar con serenidad y entereza.

Como político supo conjuntar sus creencias religiosas con su trabajo. Su convicción de que es la Persona Humana la que debe estar en el centro de la política lo llevó a convertirse en un extraordinario político. Para él, la política “no debe perder, nunca, su sentido humano” como escribió hoy Germán Martínez. Siempre fue un hábil conciliador, abierto al diálogo. A pesar de que muchos lo consideraban un ultraderechista intransigente, dio sobradas muestras de estar dispuesto a sentarse a dialogar con quien fuera. El “extremista intolerante” demostró una y otra vez que era más tolerante que los que lo acusaban. Demostró ser más demócrata que muchos que se llaman demócratas y pudo dejar atrás (diga lo que diga Granados Chapa) la idea del integrismo católico, convirtiéndose en un auténtico defensor (en la práctica que es lo que más importa) del pluralismo.

No sólo en su entendimiento de la política demostró su congruencia. Incluso en la práctica de la misma demostró que ésta y la ética no están peleadas sino todo lo contrario. La política sin ética se convierte en una forma de opresión y de dominio. Los que trabajaron con él reconocen que era un hombre íntegro, que siempre realizó bien su trabajo. Además, era un hombre que levantaba la voz cuando veía algo con lo que no estaba de acuerdo. No tuvo miedo de “regañar” a Vicente Fox por ser incongruente al casarse con Martha Sahagún, cosa que ningún otro panista se atrevió a hacer. Siempre vivió con sencillez, sin ostentaciones ni entradas espectaculares como suelen hacerlo nuestros políticos. Se le podía ver con frecuencia en misa de 9 de la mañana en la Iglesia del Carmen (donde lo vi varias veces) con su familia o caminando por un centro comercial como cualquier ciudadano común y corriente, a pesar de que era el segundo hombre más poderoso del país.

Su vida es un testimonio de cómo debe ser un político humanista. Supo encarnar los principios del humanismo político y por ello debería de ser un ejemplo para todos los que nos llamamos humanistas. Su vida fue además el estereotipo perfecto del político católico. Cuando su Santidad Benedicto XVI habla de la importancia de que los laicos participen en la política, estoy seguro que tiene en mente hombres y mujeres que sean como Don Carlos Abascal. Seguro piensa en hombres y mujeres que sepan, a través del servicio público, ser testigos del Evangelio. Don Carlos demostró que se puede ser político y ser “sal de la tierra”, que se puede dar testimonio de Cristo en la vida pública. Por eso, si cuando yo muera se habla de mí como hoy se habla de Carlos Abascal, entonces sabré que fui un buen político y un buen católico.

lunes, 1 de diciembre de 2008

La Ortodoxia como alternativa radical

Constantemente se escucha en los medios que la Iglesia Católica está perdiendo fieles y que existe una enorme crisis por la falta de vocaciones religiosas. Los “expertos” (y con ello me refiero a todos aquellos que, sin ser católicos, opinan constantemente acerca de lo que debemos hacer los que sí somos católicos) culpan de esto a que la Iglesia se ha negado a “modernizarse.” ¿Cómo puede retener fieles una organización retrógrada, oscurantista y, que además, atenta contra la naturaleza humana?

Veamos y analicemos algunas de las causas que, según estos conocedores, han provocado esta crisis:

Dicen que la falta de vocaciones se debe a que los jóvenes no están dispuestos a vivir un voto de castidad. Que es algo que va más allá de las posibilidades humanas. Y, no sólo es la causa de que no haya vocaciones, sino que, al reprimir sus instintos naturales, los religiosos se convierten en candidatos perfectos a ser abusadores de menores (tema tan de moda en estos tiempos).

Otro argumento consiste en sostener que los jóvenes ya no se interesan en la Iglesia porque sus enseñanzas se basan en dogmas y no en la razón. Como si el posmodernismo o el relativismo tuvieran un sólido fundamento racional.

La lista de argumentos continúa: ¿qué interés pueden tener los jóvenes en una institución que lleva dos mil años y que mantiene ritos de hace siglos? No sólo eso, sino que se trata de rituales aburridos, completamente carentes de significado.

¿Y cómo querría un joven convertirse en sacerdote si éstos no son más que unos ignorantes sin la más mínima formación intelectual? Que además, como se mencionó anteriormente, desconocen totalmente la naturaleza humana y se dedican a reprimir necesidades básicas del hombre.

Finalmente, consideran que nadie en su sano juicio querría renunciar a todos sus bienes materiales para vivir un voto de pobreza. Claro que al mismo tiempo critican a las órdenes o movimientos de “ricos” como los Legionarios de Cristo o el Opus Dei que, dicen, se dedican a enriquecerse a costa de los fieles.

En fin, la solución que proponen es que la Iglesia abandone siglos de tradición y se deje llevar por “el siglo”. Es decir, que se entregue a las costumbres actuales para que sea aceptada por los jóvenes modernos. Proponen que se convierta en una especie de club social.

¿Acaso es esa la solución? Yo no lo creo. Por ello, procedo a refutar los argumentos que nos proponen y doy una alternativa que realmente ayudará a que haya un resurgimiento en las vocaciones y que evitará la salida de más católicos de la Iglesia.

Para empezar, cuando los “expertos” dan sus opiniones sobre lo que debería de hacer la Iglesia para no desaparecer, parecen olvidar que ésta tiene más de dos mil años de existencia. Eso es más que cualquier otra institución humana. No sólo tiene dos milenios, sino que ha mantenido una continuidad fuera de lo normal. Doscientos sesenta y cuatro papas se han sucedido sin interrupción durante todo ese tiempo. Si le añadimos los periodos de persecución (que además han tenido lugar en todo el mundo), los periodos de expansión, de crisis, de corrupción (recordemos a los papas del Renacimiento) y de crecimiento no nos queda más que aceptar que si hay una institución que ha aprendido a sobrevivir, es la Iglesia Católica.

En cuanto al primer argumento, lo que podemos decir es lo siguiente: el voto de castidad no es imposible de cumplir. Sin duda es muy difícil pero no imposible. Ahora bien, si lo vemos desde una perspectiva positiva, podemos concluir que cualquier persona sacrificaría algo inferior por un bien superior. En el caso de un religioso, el amor a Dios representa algo superior al amor que le puede brindar una persona del sexo opuesto. Esto podrá parecer extraño para alguien que no cree en Dios. Sin embargo, existen testimonios de ese amor que son bastante convincentes de que se trata de algo real. Al respecto se puede leer a San Juan de la Cruz (que además es uno de los poetas más destacados de la lengua española) o el libro bíblico del Cantar de los Cantares. En ambos casos se muestra el amor de Dios como algo muy real y se hace uso de imágenes muy humanas para tratar de compartir esa experiencia. Como estos, existen muchos más testimonios de los místicos cristianos. Por ende, abolir el voto de castidad no es la solución.

La respuesta al segundo argumento ya la he dicho en otras ocasiones. La doctrina católica siempre ha tenido un sustento racional. Los dogmas de fe son verdades que van más allá de los alcances de nuestra razón, pero, una vez revelados, son capaces de ser entendidos y explicados por medios racionales. Es más, ningún dogma de fe ha sido proclamado sin antes haber sido objeto de intensas discusiones y debates entre teólogos y filósofos. Por tanto, decir que la falta de racionalidad de la religión ahuyenta a los jóvenes es una mentira. Si los jóvenes creen que la religión católica es contraria a la razón es porque no conocen la verdad al respecto.

El tercer argumento es igualmente falso. Las celebraciones propias del catolicismo no sólo son llenas de significado sino también de belleza. Todos y cada uno de los ritos y oraciones tienen una razón de ser. Todos los utensilios y vestimentas también. Igualmente las decoraciones y los símbolos que se utilizan representan algo. Si estos rituales no tuvieran sentido, entonces los más grandes artistas no se habrían tomado la molestia de hacerlos todavía más bellos. Mozart no habría compuesto su Misa de Réquiem o Miguel Ángel no habría decorado la Capilla Sixtina. En fin, los rituales están llenos de significado. Sólo es cuestión de que un joven los conozca para que descubra la verdad y pueda entender el por qué de su existir. Esto nos lleva a concluir que este argumento tampoco puede ser la causa de esta crisis.

El cuarto argumento es fácilmente refutable. Para ser sacerdote, es necesario estudiar cuatro años de filosofía y cuatro de teología. En estos momentos está bajo consideración la posibilidad de que se tengan que estudiar otros dos años. Esto significa que para poder ser sacerdote se tienen que estudiar ocho años de las dos ciencias más difíciles. Más aún, muchos sacerdotes tienen estudios en otras áreas que van desde las ciencias y las ingenierías hasta las humanidades. Además, su trabajo constante con la gente los hace expertos en el tema de la naturaleza humana. El confesionario es quizá la mejor escuela de humanidad que existe. Con esto demostramos la falsedad del argumento propuesto.

El quinto y último argumento es similar al del voto de castidad. La pobreza elegida parece una locura a los ojos modernos. Parece imposible de lograr. Sin embargo, en nuestra época tuvimos un ejemplo muy claro de que la pobreza se puede convertir en una opción de vida. Este ejemplo fue el de la Madre Teresa. A ella le quedó muy claro que vivir al servicio de los demás, aún cuando implicara abandonar todo, era mejor que todas las riquezas del mundo. Otro ejemplo es el de San Francisco de Asís. Si la idea de abandonar todo sirve para desalentar a los jóvenes a optar por la vida religiosa, entonces ¿por qué miles de jóvenes dejaron todo para seguir a estos dos “locos”? La existencia de las órdenes religiosas fundadas por estos dos santos demuestra que la pobreza no es la razón para no optar por la vida consagrada a Dios.

Reconozco que existe un problema de falta de vocaciones, pero a su vez he refutado los argumentos que supuestamente explican ese problema. Entonces, ¿a qué atribuyo esta falta de generosidad? La atribuyo precisamente a lo que nos proponen como su solución. Es decir, el que la Iglesia se deje llevar por las costumbres de moda desmotiva a los jóvenes a optar por ella. ¿Cómo es esto posible? La respuesta es muy sencilla. Los jóvenes buscamos alternativas a un mundo en ruinas. Las opciones que nos ofrece la sociedad moderna no nos satisfacen. A veces buscamos satisfacción en el alcohol, las drogas o el sexo, pero después de un rato descubrimos que no nos llenan. Si la Iglesia se convierte en una institución más de las que ya existen en el mundo, entonces deja de ser una opción viable para la juventud. Si se deja llevar por las modas y no ofrece nada nuevo, entonces no tiene caso cumplir con sus exigencias. Por eso la ortodoxia, la vuelta a la tradición, es la verdadera solución a la crisis de vocaciones. Los jóvenes buscamos alternativas radicales al mundo moderno y si la Iglesia quiere atraernos, es necesario que represente esa opción radical.

El cristianismo representó una alternativa completamente nueva al fatigado mundo pagano y por eso triunfó. Hoy, veinte siglos después, debe representar un camino opuesto al del agotado mundo moderno para volver a triunfar. Así lo hizo en sus inicios y seguramente así lo hará hoy, 2 mil años después.