sábado, 27 de septiembre de 2008

Sobre la Política

La política es demasiado importante como para dejársela a los políticos. Konrad Adenauer

Es frecuente que me pregunten por qué estoy metido en la política, sobre todo cuando la gente se entera de que soy ingeniero. Les parece algo anormal o raro e invariablemente me preguntan que por qué no estudié Ciencia política. Sé que podría responder simplemente que lo hago porque me gusta, pero la realidad es que es algo que va más allá del simple gusto.

Me parece importante definir primeramente lo que entiendo por política. Esta definición me parece la más adecuada y es la que han utilizado los políticos humanistas alrededor del mundo. Para nosotros, política es la gestión del bien común. Como pueden ver, se trata de una definición muy general y que abarca infinidad de actividades. Sin embargo, eso es la política.

Para Aristóteles los hombres somos “animales políticos”. Él entendía perfectamente que somos seres sociales por naturaleza. Nos guste o no, tenemos que vivir con otros seres humanos y por ese solo hecho tenemos que participar en la solución de los problemas que nos acechan. Podemos decir, junto con el dicho popular que “si no eres parte de la solución, eres parte del problema”. Es decir, todos tenemos que trabajar para alcanzar el bien común.

Como se puede ver de estas definiciones, la política va más allá de las elecciones o de la grilla. La política debe ser un trabajo constante en búsqueda del bien común. Pero, ¿qué es el bien común? El bien común se entiende como todas aquellas condiciones que permiten a las personas desarrollarse plenamente. Esto es claramente una tarea que va más allá de los deberes (y posibilidades) del gobierno. Todos los ciudadanos tenemos el deber de participar en este esfuerzo. A mi parecer, el gobierno debe ser ante todo un organizador o coordinador de esfuerzos. Es decir, debe, en cierta medida, dirigir o encaminar las acciones de los distintos grupos de la sociedad civil. No tiene por qué realizar todo el trabajo. Stuart Mill decía que el gobierno es el peor administrador y no podría estar más de acuerdo con él (nada más vean las condiciones de todas nuestras paraestatales). Por tanto, debemos buscar que haya el “menor gobierno y la mayor sociedad posibles”.

Aquí también es importante tocar un tema fundamental al hablar de política. Me refiero a la ética. El concepto que se tiene entre la ciudadanía de los políticos es que son corruptos, mentirosos y que sólo buscan su propio bien. Quisiera poder defender la posición contraria, pero la mayoría de nuestros políticos lo demuestran día tras día. A pesar de ello, eso no quiere decir que la política en sí sea mala y corrupta. La política, como toda actividad humana, debe estar regida por la ética. Decía Efraín González Luna que “la política es la obra de la inteligencia y de la voluntad, presididas por la ética. La política no puede ser sino doctrinaria y de profundo sentido moral.” Esto es evidente, ya que anteriormente decíamos que la política debe gestionar el bien común. Para poder alcanzar ese bien común, es necesario que los políticos actúen con un alto sentido moral que los guíe a alcanzar esa meta. Los que sólo buscan su propio bien (o el de su partido) atentan contra este bien común. Por ello, no deberíamos de llamarlos políticos, deberíamos llamarlos por su nombre: ratas.

Mucha gente no se mete en la política porque no quieren “ensuciarse”. Me parece muy preocupante esta actitud. ¿Cómo queremos que la política sea “limpia” y honesta si las personas honradas no participamos en ella? Si no participamos nosotros, le dejamos el campo abierto a todas las lacras que ahora están ahí. Es decir, nuestra apatía es causa de que haya tanta corrupción. Nuevamente cito a Efraín González Luna: “El estribillo imbécil: `yo soy hombre honrado, yo no me mancho con labores políticas´ debe ser proscrito con asco, con remordimiento. Este estribillo, señores, moneda falsa que todos, en mayor o menor medida hemos acuñado y puesto en circulación; este miserable estribillo, esta cosa fraudulenta a que me estoy refiriendo es una de tantas cortinas de humo tras las que se esconden el egoísmo y la cobardía. Lo sucio, señores, lo innoble, lo absurdo, es precisamente considerar que no las manos limpias, sino las manos sucias, son las que tienen a su cargo la función pública”.

Como pueden ver, la política es una actividad primordial en nuestra sociedad. Es una actividad en la que todos tenemos que participar, ya sea desde la sociedad civil, el empresariado o el gobierno. Todos somos responsables de alcanzar el bien común. Es una cuestión de elemental justicia. No podemos estar con los brazos cruzados mientras tantas personas viven en la miseria. Decía Manuel Gómez Morín que debíamos trabajar para erradicar el “dolor evitable”, es decir, todas aquellas formas de sufrimiento que causábamos unos a otros a raíz de nuestra ineficacia para organizar las cuestiones humanas. Creo que el México de hoy es una muestra clara de ineficacias en la organización. Esas ineficacias han traído mucho sufrimiento a nuestra gente y me parece que ya es tiempo de que hagamos algo para cambiarlas.

Si están interesados en saber más acerca de la política humanista, les recomiendo a los siguientes autores: Carlos Castillo Peraza, Manuel Gómez Morín, Efraín González Luna, Jacques Maritain (sus obras político-sociales, aunque las filosóficas son extraordinarias también). También son interesantísimas las biografías de estos autores y de otros grandes políticos como Santo Tomás Moro, Konrad Adenauer, Alcide de Gasperi, Robert Schumann (el político, no el músico), Giorgio La Pira. Por otro lado, si ya de plano le quieren entrar con todo a este rollo de la política humanista, hay que recurrir tanto a Aristóteles como a Santo Tomás de Aquino y pasar por toda la doctrina social de la Iglesia (desde las encíclicas de León XIII hasta los escritos de Benedicto XVI). En ese caso, mejor recurran al Compendio de Doctrina Social de la Iglesia que tiene todo resumido.

martes, 23 de septiembre de 2008

La Verdad os hará Libres.

Actualmente vivimos en un mundo en el que se pregona a los cuatro vientos que la Verdad no existe. Para demostrar racionalmente que la verdad existe, basta la siguiente cita de Santo Tomás de Aquino: “Que existe la verdad es evidente por sí mismo, puesto que quien niega que la verdad existe está diciendo que la verdad existe; pues si la verdad no existe, es verdadero que la verdad no existe. Pero para que algo sea verdadero, es necesario que exista la verdad” (Suma Teológica I, cuestión 2, artículo 1). No se diga más.

domingo, 14 de septiembre de 2008

¿Se está perdiendo la guerra contra el narcotráfico?

Todos los días escuchamos en los medios que el gobierno federal está perdiendo la batalla contra el narco. Nos repiten continuamente la cantidad de muertos que ha habido a lo largo de este sexenio. Los editorialistas y reporteros se muestran sorprendidos ante la oleada de violencia que azota al país. Por alguna razón todos concluyen lo mismo: el gobierno está perdiendo. Luego aparece en primera plana nuestro “Presidente Legítimo” diciendo que toda la violencia es culpa del PAN y del PRI por mantener al pueblo en la pobreza. Como si el hecho de ser pobre te obligara a ser violento (que buen concepto de los pobres tiene aquél que decía que “primero los pobres”).

No tengo los elementos suficientes para afirmar que la guerra contra el narcotráfico se está ganando, pero tampoco los que existen para afirmar lo contrario no me parecen lo suficientemente válidos. Yo veo claras señales de esperanza. ¿Cómo puedo decir eso si cada día nos enteramos de tiroteos y matanzas? Por una razón muy sencilla: tanta violencia era de esperarse. Sí, en el momento en que se le declaró abiertamente la guerra a los narcos, era evidente que éstos iban a responder. Y, ¿de qué otra forma habrían de responder si no era con violencia? Era obvio que no se iban a quedar con los brazos cruzados. Son muy ingenuos los que no veían esta ola de violencia venir. El mismo presidente Calderón lo advirtió al iniciar las acciones militares en los distintos estados del país. Estábamos entrando en una guerra y en las guerras siempre hay bajas.

Si nos ponemos a ver las cifras, inmediatamente nos horrorizamos ante la gran cantidad de muertos (ya van más de 3 mil en este año) y nos parece que esta es otra indicación de que se está perdiendo la guerra. No lo creo. Hay que detenernos y ver cuántas bajas son de “ellos” y cuántas son “nuestras” (militares y policías). En ese momento descubrimos que la gran mayoría de los muertos son sicarios y gente relacionada con el narco. La última vez que chequé, una guerra la pierde aquél que tiene más bajas… Ahora bien, ¿qué podemos sacar de estos datos? Simplemente que los distintos cárteles están disputando entre sí, se están matando entre ellos. El ejército debería de recurrir a la antigua táctica del “divide y vencerás”. Mientras más se peleen los narcos entre sí, más fácil le resultará al gobierno acabarlos.

La estrategia de ataque directo era (y sigue siendo) la única opción viable. No se puede negociar con los narcotraficantes. Tampoco se les puede convencer por las buenas a renunciar a sus negocios (¿quién renunciaría libremente a los millones de dólares que ganan?) y legalizar las drogas sólo haría legal algo que destruye miles de vidas. Ahora bien, junto con ese ataque frontal contra los cárteles, hace falta una estrategia de atención y rehabilitación de los consumidores de drogas. De parte del gobierno, me he enterado que se están inaugurando los centros de atención Nueva Vida (o algo así…). Eso es bueno, pero yo creo que sería más benéfico que fuera la sociedad civil la que se encargara de tratar a los adictos. Los centros no gubernamentales no solo tienen mejor preparación y experiencia sino que se dedican de lleno a esta actividad. ¿Para qué darle al gobierno más responsabilidades de las que ya tiene? Si la sociedad civil no se suma a este esfuerzo por acabar con la plaga que representa el narcotráfico, no hay forma de que triunfemos.

¿Qué pasa con las noticias “positivas” que se escuchan con cierta frecuencia? Casi todos los días nos enteramos de decomisos, detenciones, quemas de sembradíos, etc. Los medios deberían de darles mayor difusión a estas noticias. No he hecho el cálculo, pero no me sorprendería descubrir que en este sexenio han sido mayores las sumas de dinero decomisado (no más con el “coopelas o cuello” se obtuvieron USD 205 millones), las cantidades de drogas capturadas (las 5 toneladas del submarino, por ejemplo) y la cantidad de sicarios detenidos (recordemos a los capos deportados a E.U.). Como en toda guerra, hay que mantener la moral de la gente lo más alto posible. Si nos bombardean todos los días diciéndonos que vamos perdiendo, que no hay esperanza, ¿cómo esperan que ganemos? Como ciudadanos hay que insistir en que los medios cumplan con su deber de informar debidamente y que los políticos no quieran usar este tema como un arma contra el gobierno.

Por último, hay que tomar en cuenta que esta lucha tomará años ganarla. Vean cuanto llevan los colombianos peleando contra el narco y las FARC. Allá la situación estaba peor que la que hay aquí y, después de diez años de guerra abierta, se empiezan a ver resultados. Yo quiero pensar que Calderón está siguiendo el ejemplo del Presidente Uribe y que se están utilizando las estrategias que allá funcionaron. Me parece que, al igual que en Colombia, necesitamos cerrar filas en torno a nuestras autoridades. Los ciudadanos debemos participar activamente en este esfuerzo, vigilando y exigiendo a nuestros gobernantes. Si no hacemos nada, ¿cómo les pedimos que cumplan? Si alguna táctica no nos parece adecuada, propongamos una nueva, pero con argumentos válidos. Hasta ahorita sólo oímos críticas y nada de propuestas. Es importante que olvidemos banderas políticas por ahora. Lo importante es ganar esta guerra.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Paradojas...

Qué paradójico que en países “avanzados” como España (y ahora en Brasil) se discuta si se deberían de proteger los “derechos humanos” de los chimpancés por compartir el 99% de nuestro código genético, mientras que nadie protege los derechos de los bebés no nacidos, que poseen el 100% del ADN humano…

Qué paradójico que en todos lados se critique la barbarie de los canadienses al matar a las focas recién nacidas y nadie critique la barbarie de matar humanos que aún no nacen…

Qué paradójico que tantos condenen la tortura de los toros en las corridas y que nadie condene la auténtica tortura que tienen que sufrir millones de bebés al ser abortados…

Qué paradójico que muchos se amarren a las anclas de los barcos para evitar la caza de ballenas pero nadie se amarre a las entradas de las clínicas donde se “caza” a los no nacidos…

Qué paradójico que los gobiernos condenen la recolección, venta y consumo de huevos de tortuga y tan pocos condenen la destrucción de seres humanos en formación…

Qué paradójico que tantos prefieran no asesinar a un animal aunque afecte su estilo de vida pero sí se deshagan de un bebé porque interfiere con su “plan de vida”…

Qué paradójico, pues, que nos esforcemos tanto en proteger a otras especies y no queramos hacer lo mismo con la nuestra.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Inquisición sobre la Inquisición

Me parece excelente que, publico una entrada y empieza la polémica. Ese es el objetivo de este blog. Como respuesta a mi entrada de ayer, recibí un comentario que dio origen a esta nueva entrada. Otros puntos acerca de ese comentario serán tratados en un futuro cercano, por ahora me enfocaré en uno muy interesante.

Nuevamente tomé el título de la obra de otro autor (reconozco ser poco original con los títulos): un ensayo de Alfonso Junco. Así, me propongo discutir un tema siempre controversial como lo fue la Santa Inquisición. Cuando hablo de la Inquisición, me refiero, claro está, a la Inquisición Española, es decir, la versión más “cruel”, “sanguinaria” e “inhumana” de las que existieron. Pretendo con estas líneas desmentir algunos de los mitos que existen en torno a esta temible institución, considerada símbolo de la barbarie.

Antes de empezar, quiero aclarar que no considero que la Inquisición fuera buena o que debería de reinstituirse (lejos de mí semejante idea). Sin embargo, me parece que es una cuestión de justicia histórica aclarar cómo fue en realidad y tratar de entender el fenómeno desde los ojos de los que lo vivieron.

No podemos juzgar a gente de otras épocas con las ideas de la nuestra. Lo primero que debemos hacer es situarnos en el contexto histórico y cultural en que surgió y tuvo su apogeo la Inquisición. La Inquisición como tal surgió a fines del siglo XV. En España, los Reyes Católicos lograron finalmente terminar la Reconquista (1492). El siguiente paso lógico que debían seguir era unificar al país, un país diverso en todos los aspectos: cultural, racial, de idiomas y religioso. Sabiendo que no podrían conciliar las distintas nacionalidades que existían (es fecha que no se ha logrado) optaron por una unificación religiosa. Esta fue la razón por la que los Reyes Católicos decretaron la expulsión de los musulmanes y los judíos. Para detener a los “falsos conversos”, que eran particularmente subversivos contra el Estado, nació la Inquisición.

Aquí conviene recalcar que una característica propia de la época era que no existía lo que hoy llamamos “separación de la Iglesia y el Estado”. Sin embargo, esta relación no era como nos la pintan (la Iglesia tomando todas las decisiones importantes del gobierno, eliminando a sus enemigos haciendo uso de los poderes del Estado, etc.) En realidad, el conflicto que existía desde la Edad Media (llamado el Conflicto de las Investiduras) consistía en que el Estado tenía demasiado dominio sobre la Iglesia. En el caso específico de España, existía el llamado Patronato o Patronazgo que permitía a los reyes prácticamente poner y quitar obispos, párrocos e intervenir directamente en las decisiones de la Iglesia (por ello, la separación de la Iglesia y el Estado ha sido más benéfica para la Iglesia que para el Estado), así como cobrar el diezmo. Este fenómeno, con diferentes matices, se daba en toda Europa.

En la segunda mitad del siglo XVI, tuvo lugar, en Alemania, la Reforma Protestante. Su triunfo en ese y en otros países se debió en gran parte a factores políticos o de capricho de los gobernantes (el caso de Inglaterra es clarísimo). Recordemos que la religión era una parte fundamental del Estado y, por lo tanto, un cambio en la religión implicaba importantes cambios políticos. Como resultado de esta Reforma, surgieron enfrentamientos muy violentos en países como Francia, Alemania y los Países Bajos. En Francia, por ejemplo, la situación llegó a ser una guerra civil. Para evitar que esto ocurriera, los distintos países procedieron a prohibir las religiones “contrarias” en sus territorios. En España, pues, la Santa Inquisición se dedicó a defender la integridad de la doctrina católica.

Procedamos ahora a hablar propiamente del actuar de este tribunal. Aquí me gustaría citar directamente a aquél de quien tomé el título de esta entrada:

“¿Usted cree que la Inquisición obligaba a las gentes a hacerse católicas? Es como si usted creyera que México obliga a los extranjeros a hacerse mexicanos. México sólo obliga al mexicano a que no sea traidor a la patria. Y gravísimamente castiga –como todas las naciones y con aplauso unánime‒ ese delito.
“Así la Inquisición –tribunal con jueces eclesiásticos y sanciones civiles‒ obligaba al católico a no ser traidor a su religión. En ella se veía el nervio y la médula de la patria. Todo el mundo estaba entonces de acuerdo en que se castigara la traición a la religión como un enorme delito.
“¿Eran horribles los tormentos inquisitoriales? Sí, eran horribles. Pero muchísimo menos horribles que los usados por todos los demás tribunales de su tiempo… Cuando la tortura era práctica universal, la Inquisición la usó con más moderación que nadie. Y la Inquisición fue el primer tribunal del mundo que abolió de hecho la tortura…”

¿La Inquisición abolió la tortura? Sí. Y, ¿qué tal los miles de herejes e indígenas que murieron quemados en la hoguera? Resulta que, en casi 300 años de existencia de la Inquisición en México, sólo fueron ejecutadas 43 personas. Ahí no para la cosa, resulta también que la Inquisición no tenía jurisdicción sobre los indígenas, es decir, no podían ser juzgados por este tribunal. No busco con esto afirmar que la Inquisición era la versión antigua de las hermanas de la Caridad, pero no era como nos han dicho.

Regresemos al tema tan polémico de la tortura. No me queda duda (ni pretendo negar) de que la Inquisición recurriera a ella con frecuencia. Sin embargo, la principal diferencia que existía entre la Inquisición y los tribunales civiles de los demás países radicaba en que, en el caso de la Inquisición, la tortura estaba regulada y por lo tanto, limitada. Efectivamente, existían reglamentos que señalaban no sólo cómo debía ejecutarse la tortura de la forma menos cruel posible, sino que la limitaban. Por ejemplo, en las Instrucciones de Valencia de 1561 se prohibía expresamente hacer uso de carbones encendidos; también se prohibía que la tortura durara más de una hora y no podía repetirse. La mayor parte de las veces, no se llegaba a aplicar, sino que sólo se amenazaba con ella al acusado. Incluso las ejecuciones se intentaban realizar de la forma menos cruel posible. Aquellos que eran condenados a la hoguera no morían quemados (excepto los casos más extremos) sino que eran rápidamente estrangulados y, una vez muertos eran quemados. También es importante señalar que todos los castigos que impartía la Inquisición se realizaban bajo supervisión oficial y todo detalle del proceso (desde el juicio hasta el castigo) quedaba registrado. Es decir, había todo un sistema judicial que hasta cierto punto “protegía” a los acusados. En cambio, en otros países (nuevamente cito el ejemplo de Inglaterra) esto no sucedía y la tortura se efectuaba sin limitaciones y sin supervisión.

Los juicios que llevaba a cabo el Santo Oficio eran también “ejemplares” comparados con los que se llevaban a cabo por otros tribunales. Por ejemplo, cuando se acusaba a algún individuo, se le pedía que escribiera una lista de aquellas personas con las cuales tenía problemas, de forma que, si esas personas atestiguaban en su contra, se desechaba su testimonio. Otra mentira que se ha repetido durante siglos se refiere a las condiciones de las cárceles de la Inquisición. No eran las terribles mazmorras donde los presos vivían en peores condiciones que las ratas. Todo lo contrario, comparadas con las cárceles civiles, las de la Inquisición eran infinitamente mejores aunque, cabe aclarar, tampoco eran el paraíso.

Entonces, ¿por qué nos han llegado tan terribles testimonios acerca de la Inquisición? ¿Por qué tantos escritos narran las inhumanas prácticas que llevaba a cabo? La gran mayoría de éstos fueron parte de una campaña de propaganda de guerra. Recordemos que durante el siglo XVI y XVII, España se encontraba en constante conflicto con Inglaterra. No había mejor forma de desprestigiar a España (y de paso a la Iglesia Católica) que exagerando las crueldades que se cometían ahí. Era parecida a la mentira que circulaba durante la Primera Guerra Mundial de que los alemanes se comían a los bebés. La mejor manera de motivar a tu pueblo a odiar a otro es pintándolo como un pueblo inhumano, sanguinario y dispuesto a matar a todo el mundo.
Aquél que esté interesado en leer un poco más al respecto, puede leer “La Leyenda Negra en Inglaterra” de William S. Maltby, editado por el Fondo de Cultura Económica. El libro hace referencias a los principales documentos que hablan de la Inquisición y explica no sólo su origen, sino el contexto en que fueron escritos. También desmiente muchos de los mitos que giran en torno a la Inquisición.

Dejé fuera muchos puntos interesantes por cuestiones de espacio, pero creo que con esto se distingue un panorama bastante distinto del que siempre hemos conocido. Por lo menos, espero despertar en ustedes un poco de interés por investigar más a fondo cómo fue la Inquisición en realidad.

Para concluir, no niego que el Santo Oficio fuera una institución cruel y que cometiera muchos atropellos y excesos. Aún así, fue bastante moderada comparada con las que existían en su época. Las mentiras que nos han llegado acerca de ella son producto de viejos conflictos ya superados. Creo que es momento de que se investigue, de forma seria y sin sesgos ideológicos o religiosos todo lo que sucedió en realidad y que se le enseñe a las nuevas generaciones. Los primeros pasos ya se han dado: Juan Pablo II pidió perdón por los abusos cometidos y el Vaticano publicó hace poco varios volúmenes que contienen la historia de este tribunal, basado en los documentos que aún se preservan (y que son muchos).

Quisiera cerrar con un comentario que hizo Felipe II en una carta, después de que se le acusara de querer introducir la Inquisición española en los Países Bajos. Negando los hechos afirma que eso es completamente irrazonable “porque la que usan allí es más severa que la de aquí.”

viernes, 5 de septiembre de 2008

Fides et Ratio

Hoy en día se oyen multitud de voces que claman que la religión (específicamente la religión católica) no es más que una tradición o costumbre primitiva. Arguyen que esto es así porque la religión (o la Iglesia) insiste en imponer verdades de fe que son contrarias a la razón. Nos repiten una y otra vez que la única luz que debemos seguir los seres humanos es la luz de la razón y no la de la fe. Y concluyen que toda la tradición cristiana se ha edificado sobre la mentira (con fines de dominio) y sobre misterios casi mágicos.

No hay nada más alejado de la verdad. Desde sus inicios, la fe cristiana buscó constantemente conciliarse con la razón. Se buscaba constantemente usar argumentos racionales para explicar las verdades de fe (en la medida en que la razón podía abarcarlas) a aquellos que no la compartían. Esto se dio sobre todo con los griegos, pueblo conocido por su amor a la filosofía. El caso más claro y evidente de estos primeros años es San Pablo y su famoso discurso en el Areópago de Atenas. El caso de San Pablo es único entre los primeros misioneros cristianos. Era un judío educado en la tradición helénica, con una formación intelectual envidiable y comparable con la de los intelectuales griegos. Al convertirse, se dedicó a predicar el evangelio entre los no judíos, siempre haciendo uso de todas las herramientas que la filosofía había puesto a su disposición.

En estos primeros siglos, también surgieron otros grandes intelectuales cristianos. Era tal la formación filosófica de éstos, que en esa época se decía que la filosofía era “previa institución a la fe cristiana”, “preludio y auxilio del cristianismo” y “pedagoga del Evangelio”. Los llamados Padres de la Iglesia destacan entre los más grandes pensadores de la época. Éstos se caracterizaron por sus ardientes defensas de la fe ante las grandes herejías que surgieron en sus días (y que, irónicamente, son bastante parecidas a las actuales). Entre ellos destacan hombres tan reconocidos (incluso por no cristianos) como San Ambrosio de Milán, San Agustín, San Gregorio Magno y San Jerónimo. Fueron hombres que, más allá de las creencias religiosas, poseían una estatura intelectual que ya quisieran tantos filósofos anti-cristianos (y sí, me refiero especialmente a Nietsche, Marx, etc.).

Después vino la Edad Media. Aquella época que, según nos dicen ahora, se caracterizó por su atraso cultural, por ser una época de oscurantismo, donde la Iglesia ponía y disponía de todo, oprimiendo a la gente y restringiendo el desarrollo de la razón. Nuevamente, no hay nada más alejado de la verdad. Fue durante la Edad Media que gran parte de los idiomas actuales tomaron forma (recordemos que el poema del Mío Cid es de esta etapa histórica, el primer poema en lengua española), nacieron las primeras ciudades y con ellas las primeras universidades (en las cuales había mucha más tolerancia de la que existen en muchas de las actuales). En esta época fue cuando san Anselmo de Canterbury inició la filosofía escolástica con su famoso: “Fides Querens Intellectum” (la fe que busca a la razón). A él le debemos el argumento ontológico para demostrar la existencia de Dios.

Es durante el siglo XII que se recupera en Europa el Aristotelismo. Con esa recuperación se inicia una revolución intelectual que cambiaría la faz de Occidente por siempre. Durante este siglo se sentarían las bases para el gran siglo XIII. El siglo XIII no sólo contó con grandes líderes religiosos (San Francisco de Asís o Santo Domingo de Guzmán), sino con extraordinarios líderes políticos (San Fernando Rey en Castilla y San Luis Rey en Francia). Pero, sobre todo, contó con el más grande filósofo (y quizá el único que realmente ha comprendido a Aristóteles): Santo Tomás de Aquino. Fue él quien logró unir finalmente, en forma sistematizada, la filosofía griega con la filosofía cristiana. Fue él quien dejó asentado, de una vez por todas, que fe y razón no estaban peleadas, y que no existe una “verdad de la razón” opuesta a la “verdad de la fe”. Esta tesis había sido sostenida por Averroes, el gran comentarista árabe de Aristóteles y Santo Tomás se encargó de descalificarla completamente. Entre sus grandes logros filosófico-teológicos están la demostración racional de la existencia de Dios (mediante sus famosas cinco vías) así como una descripción lógica de los principios esenciales del cristianismo. Todo esto lo logró sin recurrir a las verdades reveladas (la Sagrada Escritura, la tradición de la Iglesia, etc.) Sus razonamientos lógicos son impresionantes y comparables con los que utilizan hoy en día los matemáticos para demostrar sus teoremas. A pesar de todo, Santo Tomás siempre reconoció que existen verdades que están más allá de nuestra razón y son aquellas que hemos recibido por Revelación. Se refiere sobre todo a aquellas verdades acerca de la naturaleza misma de Dios. Esto no tiene nada de irracional, sino todo lo contrario. Incluso, Santo Tomás nos da una extraordinaria demostración de por qué es necesaria la Revelación (lean la Suma contra los Gentiles).

Podría seguir escribiendo páginas y páginas acerca de la grandiosidad de la filosofía tomista, pero no es mi meta en este momento (quizá algún día me atreva a hacerlo…). Existen bastantes libros al respecto. Recomiendo sobre todo la biografía de Santo Tomás escrita por G.K. Chesterton (otro grandioso intelectual católico).

Por ahora, debo seguir con este breve recuento del intelectualismo cristiano. Durante el Renacimiento hubo una decadencia de la filosofía escolástica, razón por la cual se le desacreditó después (sin razón alguna, sólo había que regresar a sus grandes exponentes para reconocer su grandeza) Esta época se recuerda principalmente por sus geniales logros artísticos y a avances en otras áreas del conocimiento. Terminando el Renacimiento surgieron los movimientos reformistas dentro de la Iglesia (recuerden a Lutero, Calvino…) los cuales eran completamente opuestos al uso de la razón (sólo basta leer las ideas de Lutero al respecto). Como respuesta, la Iglesia inició la Contrarreforma. En estos años nació la orden jesuita, que de ahí hasta mediados del siglo XX sería una de las órdenes religiosas más avanzadas en materia intelectual (con importantes científicos, filósofos, teólogos…). Destacados pensadores de esta época fueron Francisco de Vitoria y Francisco Suárez, ambos frailes franciscanos. Tampoco podemos olvidar a los frailes misioneros que evangelizaron América. No sólo fueron geniales organizadores sociales (como Vasco de Quiroga) sino personajes interesados en aprender y asimilar las culturas prehispánicas que se encontraron.

Llegamos ahora al “siglo de las luces”. Ese siglo en que los “grandes filósofos” redescubrieron el poder de la razón y se dieron cuenta de que la humanidad había vivido en el “error de la fe”. A pesar del odio contra la religión cristiana, surgieron importantes filósofos creyentes como el padre del modernismo: René Descartes. No olvidemos que era católico, aunque su filosofía, errada por cierto, trajo grandes males después. Otro destacado pensador cristiano de estos años, que además era un extraordinario matemático y científico, fue Blaise Pascal.

Tanto esta época como el siglo XIX fueron tiempos difíciles para el pensamiento cristiano. Existía una abierta hostilidad hacia todo lo que tuviera “olor a religión” (muy parecido a nuestros días). Muchos de los prejuicios que existen hoy en día surgieron en aquellos años. Por esa razón, en 1879, el papa León XIII escribió la encíclica Aeterni Patris, en la cual llamaba a todos los católicos a retomar el estudio de la filosofía, especialmente la filosofía de Santo Tomás de Aquino (se las recomiendo, además, no es muy larga). Se podría decir que a partir de este momento, la filosofía tomista se convirtió en la filosofía “oficial” de la Iglesia. Este encíclica dio lugar a un resurgimiento del tomismo, sobre todo en Francia con filósofos como Jacques Maritain (otro de mis ídolos), Étienne Gilson o Emmanuel Mounier, los cuales estuvieron activos durante la primera mitad del siglo XX. Su pensamiento fue un aire renovador para el catolicismo, sobre todo en su vertiente político-social y habría de influir grandemente en el nacimiento de la Democracia-Cristiana. Me parece importante resaltar el hecho de que Maritain fue el principal redactor de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (los cuales son aportación del cristianismo).

Hasta aquí llega mi breve recuento, el cual no pretendía ser exhaustivo (porque me reconozco ignorante en este tema tan vasto) sino una pequeña introducción a una historia fascinante en la búsqueda continua de la Verdad. Esta búsqueda no está siquiera cerca de concluir, sino que continuamente se renueva y toma nuevos bríos. En nuestros días hemos tenido a fabulosos pensadores, un ejemplo de ello fue el papa Juan Pablo II. Como muestra está su encíclica Fides et Ratio, de donde tomé el nombre de este breve escrito. En ella defiende (de mucha mejor forma que yo) esa unión complementaria que existe entre la fe y la razón. Y qué decir de nuestro actual papa Benedicto XVI, un destacado filósofo con una inteligencia fuera de lo común.

Concluyo recordándoles que no mencioné ni siquiera a la décima parte de todos los filósofos cristianos más importantes. Si desean acercarse un poco más a este tema de la historia del pensamiento cristiano, sé que la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC) tiene una serie de libros referentes a la misma. Claro, siempre es mejor acercarse a las fuentes originales y beber directamente de su sabiduría.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Estoy de vuelta...

Les informo que estoy de vuelta... reconozco que había dejado abandonado este blog, más que nada por falta de tiempo (y de interés también...). Sin embargo, dados los recientes eventos nacionales (el aborto, la inseguridad, entre otros) ha renacido en mí la necesidad de expresarme y publicar mis opiniones.

Eso por un lado, por el otro, siento que tengo un deber de defender la Verdad (recuerden el nombre de este blog...) y de luchar contra el error. Sobre todo en una época como la nuestra, donde el relativismo ha cobrado tanta fuerza (siendo contradictorio desde su origen) y donde tanta gente vive confundida o simplemente sin interés en las verdades trascendentes.

Por último, considero que Internet es una maravillosa herramienta para transmitir ideas. Es un instrumento que debemos usar para hacer ver a los demás que los que pertenecemos a la "derecha" poseemos una tradición intelectual valiosísima. Hace unos días pude experimentar el potencial de Internet al compartir una entrevista en mi perfil de Facebook. Al día siguiente había recibido bastantes comentarios favorables y pude hacerle llegar a otros un punto de vista que no conocían y que han llegado a apreciar.

En conclusión, estoy de vuelta. Por lo pronto, tengo dos o tres temas sobre los que he estado pensando bastante, pero que falta todavía darles forma para publicarlos aquí. Espérenlos pronto.