En la semana pasada tuvieron lugar dos eventos que pusieron los reflectores sobre el tema de los erróneamente llamados matrimonios homosexuales, esto en ambos lados de la frontera entre México y Estados Unidos. El primero fue la votación, en la Suprema Corte de Justicia de México, sobre la constitucionalidad de las uniones homosexuales; el segundo, la revocación, por un juez federal, de la Proposition 8, una proposición que vetaba las uniones homosexuales en el estado de California y que fue aprobada por votación popular.
Este debate ha puesto al frente varias falacias sobre las cuales descansa toda la ideología homosexual y que, si se pretende tener una discusión seria, deben ser desenmascaradas y desechadas. Dado que son falacias, impiden que se lleve a cabo un debate auténticamente racional. Muchos de los defensores del matrimonio y de los valores tradicionales han fallado en el intento de quitar estos obstáculos y, en ocasiones, parecen no estar al tanto de que éstos existen. Se han dejado absorber por una discusión en la que el significado de muchos de los términos usados no está claro y en el que las palabras se han manipulado de forma tal que hacen ver a los defensores de la homosexualidad como tolerantes y racionales, y a sus oponentes como locos o incluso estúpidos (y eso que no niego que hay algunos que lo son).
Para poder explicar por qué la propuesta de redefinición del matrimonio es una falacia, debemos comenzar clarificando el significado de 'definición'. El propósito de definir algo es establecer qué es la cosa que se está definiendo. Según Aristóteles, una definición consiste de dos partes: lo que podríamos llamar la “categoría genérica” a la que pertenece el objeto (en latín: genus proximus) y todas aquellas características que hacen que el objeto sea distinto de todos los demás objetos que pertenecen a la misma categoría (differentia specifica). Usemos el ejemplo más común, la definición de hombre: el hombre es un animal racional. Aquí, la categoría sería animal y lo que diferencia al hombre de todos los demás animales es la posesión de razón. Definir es, pues, un proceso discriminatorio en el sentido de establecer las diferencias que existen entre las cosas. Si todo fuera lo mismo, no habría posibilidad de razonar. En este sentido, decir que las uniones homosexuales son algo distinto del matrimonio sí es discriminación, pero no hay nada de malo en ello.
Básicamente, podemos decir que el objetivo de definir algo es decir lo que esa cosa es en la realidad, no es decir lo que gente quiere que sea, o lo que la mayoría decida. Esto se hace distinguiendo el objeto a definir de todo lo demás. Por tanto, una definición que no corresponde con la realidad es falsa o incorrecta; una definición que fracasa en su intento de distinguir al objeto de todos los demás objetos es una mala definición. La propuesta de “redefinición” del matrimonio es, al mismo tiempo, una definición incorrecta y una mala definición. Al darle el mismo nombre a dos cosas distintas, hace que la palabra 'matrimonio' se vuelva ambigua, lo cual es totalmente opuesto a lo que una definición debe ser.
Para probar lo que acabo de decir, debemos analizar la definición de matrimonio para ver si las uniones homosexuales pueden ser definidas de la misma forma o no. Ahora bien, tanto el matrimonio como las uniones homosexuales comparten su genus proximus, pues ambas son una forma de relación entre seres humanos. Podemos incluso decir que ambas son relaciones humanas basadas en el amor, dado que nadie ha negado la posibilidad de que dos personas homosexuales se amen. Aún en este caso, seguimos en el genus proximus porque existen muchas otras relaciones humanas basadas en el amor, muchas de las cuales no son consideradas matrimonios, como la relación entre hermanos por ejemplo. Hasta este punto no hemos encontrado aún la differentia specifica requerida por nuestra definición.
De todas las relaciones humanas, hay una que existe para satisfacer una necesidad básica de la humanidad, la de la preservación de la especie. Esta necesidad, sin embargo, no se satisface únicamente a través de la reproducción, también requiere de la protección y crianza de los hijos. Todo esto demanda un tipo muy específico de relación humana: una relación de complementariedad. Esto nace del hecho, totalmente obvio, de que la reproducción sólo se puede dar entre hombre y mujer. La complementariedad requerida para criar a los hijos parece menos evidente, pero es fácilmente entendible cuando uno se da cuenta de que ningún hombre sabe (ni sabrá) lo que es ser mujer. De esto se sigue que un hombre jamás podrá enseñarle a una hija cómo ser mujer tan bien como lo haría una mujer; ni podrá enseñarle a un hijo muchas cosas sobre las mujeres que únicamente una mujer sabe. El mismo principio aplica en sentido contrario. Esto es algo demostrado por experiencia y es ridículo creer que se necesitan estudios científicos para probar una verdad tan simple.
Resulta que esta relación de complementariedad es precisamente lo que llamamos, y siempre hemos llamado, matrimonio. Hemos encontrado la differentia specifica que buscábamos. El matrimonio es una relación humana de complementariedad que nos permite formar una familia, célula básica de la sociedad. En consecuencia, las relaciones homosexuales no pueden ser llamadas matrimonio pues no satisfacen la differentia specifica, no son una relación complementaria. No importa que dos hombres o dos mujeres sientan que “son el uno para el otro”, tampoco importa cuánto se amen, el hecho de que sean del mismo sexo elimina la complementariedad requerida. Sus propios cuerpos la niegan. Esto es algo que fue determinado de esa forma ya sea por la evolución, el azar o Dios (para nuestros propósitos, da lo mismo quién o qué lo haya hecho). No está basado en dogmas religiosos sino en el dogma de una realidad factual.
No he recurrido a ninguna enseñanza cristiana para definir el matrimonio. Sólo he recurrido a la doctrina de Aristóteles (quien vivió muchos años antes de Cristo), un poco de sentido común y la lógica para llegar a la definición “tradicional” de matrimonio. Si esto coincide con lo que la Iglesia Católica llama matrimonio es porque es una definición verdadera y la revelación la confirma. La Verdad no se puede contradecir a sí misma. Aún cuando se evita usar principios cristianos, una defensa del matrimonio será acusada de ser una imposición de ideas religiosas. En nuestras supuestas sociedades democráticas (que son cada vez menos democráticas) eso se considera una ofensa contra la separación de la Iglesia y el Estado. Esta es la segunda falacia de la que he de hablar.
Two events have taken place in the past week that have put the issue of the erroneously called homosexual marriages on the spotlight on both sides of the Mexican-American border. One is the recent vote in the Mexican Supreme Court declaring the constitutionality of homosexual unions; the other, is the repealing by a federal judge of Proposition 8, a proposition banning homosexual unions in the state of California and which was approved by popular vote.
This debate has brought forth several fallacies on which the whole homosexual ideology rests upon and if any serious discussion is to take place, they must first be addressed and taken out of the way. Since they are fallacious reasonings, they impede a truly rational debate to exist. Most defenders of traditional family and traditional values have failed in removing these obstacles and at times it seems like they are not even aware of them. They have allowed themselves to be pulled into a discussion where the meaning given to the terms used is not clear and where words are being manipulated in such a way that they make the defenders of homosexuality seem tolerant and rational and their opponents either crazy or stupid.
In order to explain why the redefinition of marriage is a fallacy, we must begin by clarifying what 'definition' means. The purpose of defining something is to state what that thing is. According to Aristotle, a definition consists of two parts: what we could call the “general category” (in Latin: genus proximus) to which the thing belongs to; and those characteristics that make it different from all the other things in that category (differentia specifica). Let me use the most common example, the definition of Man: man is a rational animal. Here, the general category is animal and what differentiates man from all other animals is the possession of reason. Defining is a discriminatory process in the sense of stating the differences between things. Without this discriminatory process, no rational thought is even possible. If all things are the same, then there is no possibility of reasoning. In this sense, saying that homosexual unions are different from marriage is discriminatory, but there is nothing wrong about it.
Basically, we can say that the whole point of defining something is to say what the thing is in reality, not what people want it to be, or what the majority decides it to be. This is done by distinguishing it from everything else. Therefore, a definition that does not correspond to reality is a false or incorrect definition, and a definition that fails to distinguish the thing defined from other things is a bad definition. The proposed “redefinition” of marriage is both a false and a bad definition. By giving the same name to two different things, it is making the term 'marriage' ambiguous, which is exactly the opposite of what a definition is meant to be.
In order to prove what I have just said, let us analyze the definition of marriage to see if homosexual unions can be defined in the same way or not. Both marriage and homosexual unions share a genus proximus, because they are both a form of human relationship. We can go further and accept that both of them are human relationships based on love since no one has ever denied that homosexual persons can love each other. But even this is still the genus proximus, as there are many kinds of human relationships based on love, many of which cannot be called marriage, take the relationship between brothers as an example. Up to this point we are yet lacking the differentia specifica for our definition.
Now, of all human relationships, there is one that exists to fulfill a basic necessity of mankind, that of the preservation of the species. This necessity, however, is not satisfied by mere reproduction, it also requires the protection and upbringing of children. The satisfaction of these needs demands a very specific form of relationship: a relationship of complementarity. This stems from the very obvious fact that reproduction can only take place between a man and a woman. The complementarity required for the raising of children is less evident, at least in appearance, but can be easily seen when one realizes that a man does not know (nor will he ever know) what it is like to be a woman. Therefore, he cannot teach a daughter how to be a woman as well as a woman would, nor can he teach a son many things about women that only a woman would know. The same principle applies for women with respect to men. This is something proven by experience and it is ridiculous to believe that scientific studies are needed to show such simple truth.
It turns out that it is exactly this relationship of complementarity that we call, and always have called, marriage. So now we have found the differentia specifica that we were looking for. Marriage is the human relationship of complementarity which enables us to form a family, the building block of society. In consequence, homosexual unions cannot be called marriage because they do not satisfy the differentia specifica, they are not relationships of complementarity. It does not matter how much two men or two women feel that they “were made for one another” or even how much they love each other, the fact that they share the same sex voids their relationship of this complementarity. Their very bodies deny it. This is something that either evolution, or random chance, or God, or whatever you want (for our purposes it does not matter who or what did it) has determined for us. It is not based on religious dogma but on the dogma of factual reality.
I have not had recourse to any Christian teachings in order to define marriage. I have only resorted to the doctrine of Aristotle (who lived many years before Christ), some common sense and logic to reach what is called the “traditional” definition of marriage. If the Catholic understanding of marriage coincides with the one I have offered it is because it is true and Revelation supports it by confirming it. Truth cannot contradict itself. Even when Christian principles are not used, a defense of marriage will be accused of being an imposition of religious views. In our so-called democratic societies (which are less democratic by the minute) this is considered an attack on the separation of Church and State. That is the second fallacy that I will deal with.
2 comentarios:
For the most part, people seem to have a surface-level reasoning, of where they start backwards and form arguments to support their conclusions. I like how you started from the beginning, and took it from there. When we are attempting to "redefine" something, it shows me that we don't have a good grasp on what it is in the first place (and thus, how we believe we can arbitrarily change a definition). Good post!
Thanks Ruth!
I agree with you in saying that people do not bother to do some real thinking when talking of these issues. You cannot have a rational discussion if you do not clarify what things mean first. That is a basic principle of Logic.
I have come to believe that part of the strategy that is being used by defenders of homosexual unions is to generate confusion in the words being used. Altering definitions and meanings to fit what they want so their arguments may seem rational and everyone else's will seem crazy. This, I believe, is what we should be focused on correcting.
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