jueves, 20 de enero de 2011

Abuso infantil y mal periodismo / Child abuse and bad journalism

Esta mañana, como todas las mañanas, prendí mi computadora, abrí mi navegador y entré a Reforma.com a leer las noticias de México. Me recibió el siguiente encabezado: “Revelan que Iglesia pidió ocultar abusos.” Sin estar sorprendido de encontrar aún otro intento por manchar la reputación de la Iglesia Católica, decidí leer el artículo para ver de qué nueva maldad estaban acusando al Papa y a sus secuaces.

He aquí un breve resumen del artículo: los medios de comunicación de Irlanda revelaron una carta enviada por el Vaticano en 1997 en la que a los obispos de Irlanda se les advirtió: “que no reportaran a la Policía todos los casos de supuesto abuso a menores por parte de sacerdotes.” La conclusión lógica de esto es obvia: “La carta contradice los argumentos de El Vaticano de que jamás se dio orden a los Obispos locales a ocultar pruebas o sospechas de delitos a la Policía”, y: “Grupos defensores de las víctimas la caracterizaron como la prueba contundente necesaria para demostrar que la sede de la Iglesia católica impuso una política mundial de encubrimiento.” CNN publicó un artículo sobre el mismo tema y lo encabezó: “Víctimas de Abuso Irlandesas 'asqueadas' por carta del Vaticano” y su analista de asuntos vaticanos lo llama: “una vergüenza para el Vaticano.” El asco estaría justificado, la vergüenza sería real, si y sólo si la premisa de estas acusaciones fuera cierta. Pero no lo es.

Ahora bien, pienso que sólo puede haber dos posibilidades para que estos reporteros publiquen esto. O son unos iletrados o son malintencionados. Si son iletrados, entonces podemos asumir que no entendieron lo que decía la carta, en cuyo caso, no deberían de estar escribiendo sobre ella. Si son malintencionados, uno sólo puede especular a qué intereses perversos sirven y por qué están tan prontos a beneficiarse del sufrimiento de las víctimas. En cualquier caso, estos periodistas (si les podemos llamar tales) fueron lo suficientemente ingenuos como para dejarnos la evidencia necesaria para probarlos equivocados: la carta misma. Para llegar a la verdad detrás de este asunto uno sólo necesita leerla.

Usaré la carta como la única fuente de información dado que es la única evidencia que los acusadores usaron. Primero, es necesario situar el contexto. De lo que dice la carta, uno puede ver que el Comité de Asesores de los Obispos Irlandeses publicó un documento titulado: “Child Sexual Abuse Framework for a Church Response”, que parece ser una serie de instrucciones sobre cómo manejar el abuso de menores. Entre estas instrucciones, hay una que ordena que se reporten, de forma obligatoria, tales casos. Este documento fue analizado por la Congregación para el Clero, una de las oficinas de la Curia Romana (el “gobierno” Vaticano, por llamarlo de una forma). La Congregación respondió diciendo que el documento contiene “procedimientos y disposiciones que parecen ser contrarias a la disciplina canónica.” Lo que esto significa es que los procedimientos y disposiciones contenidas en ese documento no están en concordancia con el Código de Derecho Canónico, la ley más alta de la Iglesia. En particular, los procedimientos de reporte obligatorio, según la congregación, caerían en esta categoría.

Por tanto, la Congregación está diciendo que es necesario cambiar esas disposiciones para que estén de acuerdo con el Derecho Canónico para así evitar la posibilidad de que el sacerdote acusado apele a una instancia de mayor jerarquía y quede exonerado debido a la invalidez de esos procedimientos. Eso es lo que quiere decir: “los procedimientos establecidos por el Código de Derecho Canónico deben ser seguidos meticulosamente bajo pena de invalidez de los actos involucrados si el sacerdote hiciera recurso jerárquico contra su Obispo.” En ningún momento se está ordenando ocultar a los sacerdotes abusadores, lo que se está haciendo es defender uno de los principios esenciales de cualquier sistema de derecho: la congruencia entre los distintos niveles de leyes.

Quizá un ejemplo tomado del Derecho secular pueda ayudar a entender esto. Supongamos que el abuso de niños fuera un acto que no está penalizado. Supongamos que se aprueba legislación que condena a cualquier sospechoso de abuso infantil a ser ejecutado sin juicio. Supongamos también que un hombre es arrestado en flagrante acto de abuso infantil, por lo que hay pruebas contundentes de su culpabilidad. Conforme a la legislación recién aprobada, este hombre debería ser ejecutado, aún si no hubiera pruebas de su culpa. Supongamos que este hombre apela a una instancia superior, por ejemplo, a la Suprema Corte de Justicia. La Suprema Corte dejaría a este hombre libre (aunque es culpable y hay pruebas de ello) porque la ley que lo condena es inconstitucional. En este caso hipotético, la Suprema Corte no estaría protegiendo al pederasta, sólo estaría protegiendo el derecho a un juicio que está garantizado por la Constitución. No sería culpa de la Suprema Corte el que este hombre quedara libre. Sería culpa de los legisladores que no promulgaron una ley válida.

La posición de la Congregación para el Clero es análoga a la de la Suprema Corte de nuestro ejemplo. El hecho de que exista una cláusula que ordena que se reporten los abusos a las autoridades no es lo que está mal. Lo que está mal es la implementación de esa cláusula pues se puede usar para beneficio del acusado. Si no se está en concordancia con el Derecho Canónico, el abusador podría apelar al Vaticano donde entonces quedaría absuelto por la invalidez de los procedimientos originales. Esto es lo que significa: “Si tales procedimientos fueran seguidos por los Obispos y se diera el caso de un recurso jerárquico ante la Santa Sede, los resultados serían muy vergonzosos y serían en detrimento de las mismas autoridades diocesanas.” El criminal sería declarado inocente, las autoridades se verían increíblemente ingenuas (de ahí el “resultados muy vergonzosos”) y las víctimas quedarían sin que se les hiciera justicia. En pocas palabras, la carta en realidad está pidiendo a los Obispos que corrijan sus políticas para que sacerdotes abusivos no se puedan escabullir entre los recovecos legales. Eso es muy distinto a “imponer una política mundial de encubrimiento.”

No sé que es lo que haya llevado a estos reporteros (e incluso a esos grupos de defensa de víctimas) a malinterpretar de tal forma la carta. No importa si es por estupidez, ignorancia o mala voluntad. Lo que importa es que las víctimas puedan conocer la Verdad pues sólo en ella podrán encontrar paz. Muchos de los abusadores han muerto y muchos de los casos prescribieron, por lo que ya es imposible hacer justicia. Lo menos que merecen las víctimas es saber lo que se hizo y lo que se está haciendo para evitar que tales tragedias ocurran. La libertad de expresión trae consigo la obligación de decir la verdad, no es un derecho que se puede ejercer sin responsabilidad alguna. Las víctimas de abusos deberían de estar asqueadas no con el Vaticano sino con los reporteros y medios de comunicación a los que les importa muy poco lo que realmente sucedió.



This morning, as I do every morning, I turned my computer on, opened my browser and directed it to Reforma.com to read the news from home. I was greeted with the following headline: “It is revealed that Church asked to hide abuses.” Not surprised at finding yet another attempt to smear the reputation of the Catholic Church, I decided to read the article and see what new devilry the Pope and his minions were being charged for.

The content of the article can be summarized thus: the media in Ireland has disclosed a 1997 letter from the Vatican in which the bishops of Ireland were “warned not to report all the cases of alleged abuse of minors by priests to the police.” The logical conclusion of this is obvious: “the letter contradicts the arguments made by the Vatican that it never gave orders to local bishops to hide evidence or suspicions of crimes from the police”, and “Victims defense groups characterized it as the forceful proof necessary to demonstrate that the see of the Catholic Church imposed a worldwide policy of cover-ups”. CNN titles its on-line article on the same topic as: “Irish abuse victims 'disgusted' at Vatican letter” and their Senior Vatican analyst calls it “an embarrassment for the Vatican”. This disgust would be justified, this embarrassment would be real, if only the basic premise of these claims, namely, that the Vatican letter ordered the cover-up of abusive priests, were true. But it is not.

Now, I can think of only two possibilities as to why these reporters published this. They are either stupid or ill-intentioned. If stupid, then we can assume that they were incapable of understanding what the letter said, in which case, they should most definitely not be writing about it. If ill-intentioned, one can only wonder as to what evil interests they serve and why they are so quick to make a profit out of the suffering of the victims. In any case, these journalists were naive enough to provide us with the necessary evidence to prove them wrong: the letter itself. To find out the truth of this matter, one needs only to read it.

I will use the letter, which I found in a low-resolution yet readable format, as the only piece of evidence, since that is the only evidence the accusers used. First of all, we need to place it in context. From what the letter says, one can see that the Irish Catholic Bishop's Advisory committee published a document titled: “Child Sexual Abuse Framework for a Church Response”, which seems to be a series of guidelines as to how to handle child abuse cases. Among these guidelines, there seems to be one that requires “mandatory reporting” of such cases. This document was then analyzed by the Congregation for the Clergy, a branch of the Roman Curia (the Vatican government, so to speak). The Congregation responded by saying that the document contains “procedures and dispositions which appear contrary to canonical discipline.” What this means is that the procedures and dispositions contained in the document contradict, at least in appearance, Canon Law, the highest law of the Church. In particular, the procedures on mandatory reporting, according to the Congregation, seem to fall in this category.

Therefore, the Congregation says that it is necessary to change those dispositions so that they are in accord with Canon Law to avoid the possibility of the accused priest of appealing to a higher instance and being exonerated because of the invalidity of those procedures. That is what is meant by: “the procedures established by the Code of Canon Law must be meticulously followed under pain of invalidity of the acts involved if the priest so punished were to make hierarchical recourse against his Bishop.” The order to cover-up abusive priests simply does not exist. This request is simply a defense of one of the essential principles that allows a decent legal system to exist: the congruence between different levels of laws.

Perhaps an example from secular law could help understand what this is saying. Suppose that child abuse were an issue that was not previously punished. Suppose that legislation is approved that condemns anyone suspicious of abusing a child to be executed without a trial. Suppose also that someone is arrested while abusing a child, and, therefore, with full proof of his guilt. According to the newly approved legislation, even without being proven guilty, this man would be executed. However, this man appeals to a higher court, all the way up to the Supreme Court. The Supreme Court would free this man (even though he is guilty and there is evidence to support that) on account of the first law being unconstitutional. In this hypothetical case, the Supreme Court would not be protecting the child molester, it would only be upholding the right to a fair trial which is guaranteed by the Constitution. It would not be the Supreme Court's fault that this man is set free, it would be the legislators' because they did not write a valid law.

The Congregation for the Clergy is in a situation analogous to that of the Supreme Court of our example. The fact that there is a mandatory reporting clause is not what is wrong. What is wrong is that the implementation of that clause can lend itself to benefit the abuser. Maybe it was not worded adequately. If not in accordance to Canon Law, the abuser can appeal to the Vatican who would then have to absolve him. This is what is meant by: “If such procedures were to be followed by the Bishops and there were cases of eventual hierarchical recourse lodged at the Holy See, the results would be highly embarrassing and detrimental to those same Diocesan authorities.” The criminal would be left free, the authorities who charged him would look like fools (hence, the “highly embarrassing”) and the victims would be left without justice. In a few words, the letter is actually telling the Bishops to fix their policies so that abusive priests cannot use these legal loopholes to get away with their crimes. That is very different from “imposing a world-wide policy of cover-ups.”

I do not know what led these reporters (and the groups that supposedly defend the victims) to so grossly misinterpret the letter. Whether it was stupidity, illiteracy or simply ill will, is not what matters. What matters is that the victims deserve to know the Truth because only in Truth will they find peace. Freedom of speech comes with the obligation of speaking the Truth, it is not a right that can be exercised without any responsibility. The victims of abuse should be disgusted not with the Vatican but with the reporters and the media that care little about what truly happened.

domingo, 2 de enero de 2011

Navidad y los Ateos / Christmas and Atheists

Hace unas semanas, un grupo de ateos pagó por poner un anuncio espectacular con un Nacimiento y la frase: “Sabes que es un mito. Esta temporada, celebra a la razón.” Hay algo que encuentro muy curioso acerca de todo esto. Resulta que este grupo de ateos tiene razón. Sin embargo, no la tienen en la forma en que ellos lo creen.

Los cristianos siempre han aceptado que la Navidad es un mito, pero no en el sentido de que sea una fantasía o un cuento de hadas. Los mitos se inventaron como explicaciones de una realidad. No buscan explicar las cosas de forma científica o lógica. Ese no es su propósito. Los mitos buscan la Verdad a través del arte y la belleza. Por eso siempre han sido presentados como historias, como poemas o como dramas. Siempre hay un elemento épico en los mitos y este elemento también se encuentra en el drama de la Navidad. Antiguas profecías finalmente cumplidas, grandes señales en el cielo, la inversión del orden del universo, son todos partes de la tradición navideña. En ninguna parte está más presente este sentimiento épico que en la proclamación solemne del nacimiento de Cristo que se recita durante la Misa de Navidad:

Hoy, veinticinco de diciembre, millones de años desde el tiempo en que Dios creó los cielos y la tierra y luego formó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza.
Miles de años después del diluvio, cuando Dios hizo resplandecer el arcoíris como signo de su alianza.
Veintiún siglos desde el tiempo de Abraham y Sarah; trece siglos después de que Moisés liberó al pueblo de Israel de Egipto.
Mil cien años desde los días de Ruth y los Jueces; mil años desde la unción de David como rey; en la semana sesenta y cinco de acuerdo con la profecía de Daniel.
En la ciento noventa y cuatro Olimpiada de Grecia; en el año setecientos cincuenta y dos de la fundación de Roma.
En el año cuarenta y dos del reinado de Octavio Augusto; estando el mundo entero en paz, Jesucristo, eterno Dios e Hijo eterno del Padre, deseando santificar el mundo con su misericordiosa venida, habiendo sido concebido por el Espíritu Santo y nueve meses después de su concepción, nació en Belén de Judá de la Virgen María.
Hoy es la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo según la carne.

La gran diferencia con todos los mitos previos es que el mito de la Navidad es, en las palabras de Chesterton, “demasiado bueno para ser cierto, excepto que es cierto.” Es demasiado bueno para ser cierto porque satisface el anhelo que los mitos no han logrado satisfacer. Esas maravillosas historias que fueron creadas por el instinto poético de los hombres eran incapaces de satisfacer nuestro deseo por la Verdad. Eran insuficientes, pues las palabras humanas eran insuficientes. Donde las palabras humanas fracasaron, la Palabra hecha Carne triunfó. El nuevo poema mitológico no lo escribió hombre alguno sino Dios mismo. El Logos, la Verdad misma, se volvió garante de que este nuevo mito no era simplemente una bella explicación de toda realidad, sino también una explicación verdadera.

Este grupo de ateos también está en lo correcto al decir que es una temporada en la que debemos celebrar a la razón. En lo que están mal es en asumir que no es lo que ya hacemos. La Navidad es la celebración de la racionalidad pues es la fiesta de la Palabra Encarnada, del Logos hecho Hombre. Celebramos la Razón que está detrás del orden del universo, la Razón en la cual nuestra razón tiene su origen. Mientras este grupo busca celebrar la limitada razón humana, los cristianos celebramos la Razón sin la cual la nuestra ni siquiera existiría. La razón que estos ateos están tan ansiosos de celebrar está limitada, principalmente, por tratarse de la razón humana, la cual, como la experiencia nos ha mostrado en repetidas ocasiones, es susceptible al error. Más aún, su visión de lo que es la razón humana es aún más estrecha pues sólo consideran como racional lo que es “científico”. Esto deja fuera tantas facetas de la razón humana que uno sólo puede reírse de la irracionalidad de esta creencia.

Así como el lado poético del hombre buscó satisfacción en la mitología, el lado intelectual del hombre buscó consuelo en la filosofía. La filosofía pretendía llegar a la Verdad a través de la razón y la lógica. Sin embargo, aún la mejor filosofía resultó incapaz de contestar las preguntas más apremiantes de la existencia humana. La ciencia no ha podido explicar el orden físico del mundo, menos aún podrá explicar las cuestiones con las cuales tiene que lidiar la filosofía. Si la filosofía no pudo satisfacer ese anhelo intelectual del hombre, tampoco lo podrá hacer la ciencia. En la misma forma en que la Palabra Divina fue requerida para escribir ese poema mítico perfecto, la Lógica Divina fue necesaria para mostrarnos el verdadero orden del mundo. El Logos garantiza la existencia de ese orden, su Encarnación nos lo hace accesible.

Tanto la mitología como la filosofía representan dos caminos para buscar la Verdad. Uno se manifiesta en la intuición del artista, el otro en la lógica del pensador. Representan dos deseos profundamente asentados en el alma humana: el deseo por la Belleza y el deseo de un Orden racional. En lo que la mitología fracasó artísticamente, la filosofía fracasó intelectualmente. La razón humana resultó insuficiente. Ambos deseos quedaron sin satisfacer. Quizá por la frustración que esto ha de haber causado, ambos entraron en conflicto. A los filósofos se les atacó por su falta de piedad, los mitos fueron desechados como mera superstición. El hecho es que ambos parecían irreconciliables. Al final, los hombres se quedaron con las manos vacías. Así, cuando todo parecía perdido; cuando la gente ya no creía en los mitos de la religión pagana; cuando la filosofía estaba dando paso al escepticismo; cuando la evidencia del fracaso de estos dos para llevar a los hombres a la Verdad estaba conduciendo a todos a la desesperación que caracterizó al final del mundo antiguo, Cristo nació. Fue en el Logos, en la Palabra hecha Carne, que los dos fueron finalmente unidos. En el Logos, Belleza y Razón hallaron reposo en la Verdad. Es en el misterio de la Encarnación que estos dos deseos son finalmente realizados. Los dos anhelos de la humanidad se satisfacen en Belén. En el portal de Belén, se encuentran arrodillados ante el Logos los pastores, creadores de mitos, y los Sabios de Oriente. Ante el Logos se postran la mitología y la filosofía.

Esto es lo que creemos los cristianos acerca de la Navidad. Al parecer, los ateos creen lo mismo.



Recently, a group of militant atheists paid to setup a billboard with a Nativity scene and the phrase: “You know it's a myth. This season, celebrate reason.” There is something that I find amusing about this billboard. As it turns out, this group of atheists is right. However, they are not right in the way they think they are.

Indeed, Christians accept Christmas to be a myth, but not in the sense of it being a fantasy or a fairytale. Myths were invented to explain things. However, they are not meant to explain things scientifically or even logically. That is not their purpose. Myths seek Truth through art and through beauty. That is why myths have always been presented as stories, as poems or as drama. There is always an element of the epic in myths and this element is also present in the drama of Christmas. Ancient prophecies finally fulfilled, great signs in heaven, the order of the universe inverted, are all a part of our Christmas tradition. Nowhere is this epic sentiment more present than in the proclamation of the birth of Christ that is recited during the Christmas Mass:

Today, the twenty–fifth day of December, unknown ages from the time when God created the heavens and the earth and then formed man and woman in his own image.
Several thousand years after the flood, when God made the rainbow shine forth as a sign of the covenant.
Twenty–one centuries from the time of Abraham and Sarah; thirteen centuries after Moses led the people of Israel out of Egypt.
Eleven hundred years from the time of Ruth and the Judges; one thousand years from the anointing of David as king; in the sixty–fifth week according to the prophecy of Daniel.
In the one hundred and ninety–fourth Olympiad; the seven hundred and fifty–second year from the foundation of the city of Rome.
The forty–second year of the reign of Octavian Augustus; the whole world being at peace, Jesus Christ, eternal God and Son of the eternal Father, desiring to sanctify the world by his most merciful coming, being conceived by the Holy Spirit, and nine months having passed since his conception, was born in Bethlehem of Judea of the Virgin Mary.
Today is the nativity of our Lord Jesus Christ according to the flesh.

The difference with all previous myths is that the myth of Christmas is, in the words of Chesterton, “too good to be true, except that it is true.” It is too good to be true because it satisfies the craving that myths failed to satisfy. Those wonderful stories that were created by the poetical instinct of men were not enough to satisfy our yearning for Truth. They were insufficient because human words were insufficient. And so, where human words failed, the Word made flesh succeeded. This new mythological poem was not written by any man but by God Himself. The Logos, Truth itself, became the guarantor that this new myth was to be not only a beautiful explanation of all reality, but a true explanation as well.

This group of atheists was also right in saying that this should be a season to celebrate reason. They were wrong in assuming we do not already. Christmas is the celebration of rationality because it is the celebration of the Incarnate Word, of the Logos made flesh. We celebrate the Reason behind the order of the universe, the Reason from which our own reason is derived. While this group seeks to celebrate the limited reason of man, Christians celebrate the Reason without which our reason would not even exist. The reason which these atheists are so eager to celebrate is limited, mainly, because it is the reason of man, which, as experience has shown us repeatedly, is quite prone to error. Furthermore, their vision of human reason is even narrower because the only consider as rational that which is “scientific”. This leaves out so many facets of human reason that one can only laugh at the irrationality of this belief.

Just like the poetic side of Man sought satisfaction in mythology, the intellectual side of Man sought comfort in philosophy. Philosophy tried to reach Truth through reason and logic. Yet even philosophy at its finest was insufficient to answer the most pressing questions of human existence. Science has not been capable of explaining the physical order of the world, let alone will it explain the many questions that philosophy raises. If philosophy could not satisfy that intellectual desire of mankind, science will not achieve it either. In the same way in which the Divine Word was needed to write that perfect mythical poem, the Divine Logic was needed to show us the true order of the world. The Logos guarantees the existence of this order; His Incarnation makes it accessible to us.

Both mythology and philosophy represent different ways of approaching Truth. One is made manifest in the intuition of the artist, the other in the logic of the thinker. They represent two of the deeply rooted desires of the human soul: the desire for Beauty and the desire for a rational order. Yet, where mythology failed artistically, philosophy failed intellectually. Human reason was proven to be insufficient. Both these desires were left unsatisfied. Perhaps due to the frustration caused by this, both found themselves in conflict with each other. Philosophers were attacked because of their impiety; myths were discarded as mere superstition. The fact was that they seemed irreconcilable. In the end, men were left with nothing. And then, when all seemed lost; when people no longer believed in the myths of the pagan religion; when philosophy was giving way to skepticism; when the evidence of the failure of these two in leading men to Truth was leading men into the despair that characterized the end of the ancient world, Christ was born. It was in the Logos, in the Word made flesh, that both were finally united. In the Logos, Beauty and Logic found repose in Truth. It is in the mystery of the Incarnation that these two desires were finally fulfilled. The two yearnings of mankind find their satisfaction in Bethlehem. In the manger are knelt before the Logos the shepherds, makers of myths, and the Wise men of Orient. Before the Logos are prostrate mythology and philosophy.

This is what we Christians believe about Christmas. It seems that atheists believe the same thing.