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jueves, 11 de diciembre de 2008

Indignación bis

Hoy me encontré con otra noticia que me indignó: los diputados recibirán como concepto de aguinaldo y bonos navideños alrededor de $252 mil porque la Cámara Baja absorberá el Impuesto sobre la renta de esos ingresos. Esto es un abuso. Es indignante que mientras el resto de los ciudadanos estamos recortando gastos por la crisis, nuestros representantes se estén despachando con cuchara grande.

Indignado como estoy, decidí enviar un correo electrónico a los dirigentes de las bancadas panistas en el Senado y en la Cámara de Diputados. Les comparto el contenido de ese correo para que ustedes mis dos lectores hagan algo semejante. Es hora de que los ciudadanos presionemos a nuestros representantes, ellos están ahí para respondernos a nosotros, no a sí mismos.

Las direcciones de correo electrónico son:
Senador Gustavo Madero: gustavo.madero@senado.gob.mx
Diputado Héctor Larios: hector.larios@congreso.gob.mx


Estimado Senador Madero, estimado Diputado Larios:

Como miembro activo, juvenil del PAN, me dirijo a ustedes a causa de las recientes noticias publicadas respecto a los ingresos que tendrán tanto diputados como senadores en esta época Navideña.

Me parece que los aguinaldos, bonos y demás beneficios que obtendrán son no sólo excesivos sino ofensivos para la gran mayoría de los mexicanos que en estos momentos estamos apretando nuestros cinturones para hacer frente a la crisis económica. Como si eso no fuera suficiente, leo en el periódico de hoy que el impuesto sobre estos beneficios será absorbido por el Congreso. Esto es indignante, sobre todo cuando los ciudadanos comunes pagamos puntualmente nuestros impuestos a cambio de malos servicios.

Les escribo a ustedes porque, siendo los presidentes de nuestros grupos parlamentarios, tienen una influencia sobre el resto de nuestros representantes. Les escribo a ustedes porque creo que los diputados y senadores del PAN deben ser un ejemplo de servidores públicos éticos y congruentes con los principios de Doctrina de nuestro partido. Estos principios señalan claramente que el servidor público panista debe servir a la ciudadanía y no servirse de su puesto.

Por ello, les pediría que se redujeran esos ingresos al mínimo. Si eso no fuera posible, que se regresaran o que se donaran. Eso sería un acto de congruencia y demostraría que los diputados y senadores del PAN son servidores públicos éticos. Sería además un ejemplo para los jóvenes panistas que ingresamos al partido no por el afán de poder, sino porque vemos en el servicio público una forma de servir a nuestro país y a aquellos de nuestros conciudadanos menos afortunados.

Estos momentos de crisis no son momentos para aprovecharse de una situación benéfica. Son momentos para tener altura y demostrar que la solidaridad no es palabra muerta, sino que tiene una aplicación real en la vida política y social. Es hora de que los diputados y senadores del PAN se solidaricen con el resto de los mexicanos que no tenemos el privilegio de despachar desde San Lázaro o Xicoténcatl.

Les agradezco su atención y espero que mis palabras no caigan en oídos sordos. Espero que demuestren ser líderes dignos del partido que orgullosamente tuvo entre sus filas a hombres íntegros como Don Manuel Gómez Morín, Don Efraín Gozález Luna, Don Adolfo Christlieb Ibarrola entre otros tantos. Hombres que supieron vivir y servir en forma ética y congruente con sus principios. ¿Qué pensarían de nosotros si todavía vivieran?

Atte.
Alejandro Terán Somohano

martes, 25 de noviembre de 2008

Para acabar con la corrupción...

En una de las pocas cosas en que México ocupa los primeros lugares mundiales es en corrupción. Nuestros gobernantes siempre se han caracterizado por ser corruptos y ladrones. En las últimas semanas, el Operativo Limpieza del Gobierno Federal ha sacado a la luz a diversos funcionarios de alto nivel que se dejaron corromper por el narcotráfico. Ante estas noticias, la sociedad en general se ha indignado (justamente) y uno que otro ha intentado capitalizar políticamente con ello.

La corrupción del gobierno es un problema gravísimo que no hemos podido erradicar. Sin embargo, la corrupción que existe en toda la sociedad me parece que es más grave porque sirve de alimento a la corrupción gubernamental. Lo más preocupante de la corrupción social es que muchísimas personas la practican sin querer admitirlo. No podremos acabar con la corrupción si no reconocemos que somos corruptos. Si no reconocemos nuestras fallas no podemos corregirlas.
Este tipo de corrupción la vivimos todos los días: desde las mordidas a los policías (aunque sean de 20 pesos), pasando por las tareas copiadas hasta los que alteran las balanzas de sus negocios o sus libros de contabilidad. La sociedad mexicana vive bajo el credo de que “el que no transa no avanza” y todo mundo lo ve como normal. Recuerdo que en la secundaria nos obligaban a asistir a cinco conciertos de música clásica y que existía un enorme negocio en torno a los boletos y libretos que debíamos entregar como muestra de que habíamos ido al concierto. Lo peor del caso era que los padres de familia eran los que incitaban a sus hijos a verse “listos”. En cambio, viviendo en Estados Unidos me encontré con que copiar una tarea se consideraba como cheating, es decir, como hacer trampa, y que existían castigos muy severos para quienes lo hacían. Esto es un ejemplo de una actitud social diametralmente opuesta a la nuestra.

Los ciudadanos no podemos exigir al gobierno que sea honesto si no empezamos por nosotros mismos. No podemos esperar que los policías sean honrados si lo primero que hacemos al ser detenidos es darles dinero para que nos dejen ir. No será fácil dejar de recibir ese dinero extra obtenido en negocios turbios o tener que esperar durante unas horas por la ineficacia de nuestra burocracia o reprobar un examen para el que no estudiamos, pero creo que son incomodidades que bien valen la pena. El bien común depende de que seamos capaces de sacrificar ciertos bienes individuales. Cuando en México aprendamos a respetar las reglas y las leyes y a actuar con honestidad, todo empezará a cambiar.

La corrupción forma un círculo vicioso en que el gobierno contamina a la sociedad y ésta contamina al gobierno (porque el gobierno está formado por integrantes de la sociedad). Como todo círculo vicioso, es necesario romperlo e iniciar un círculo virtuoso. Este rompimiento se debe dar tanto desde el gobierno como desde la sociedad. Debe ser un esfuerzo conjunto. Sin embargo, si nuestras autoridades no hacen nada por romperlo, somos los ciudadanos los que debemos hacerlo. No podemos sentarnos a esperar a que el gobierno solucione todo.
Para poder acabar con la corrupción, debemos empezar por casa, con nosotros mismos y con nuestros hijos para después poder salir a la calle y exigir lo mismo de los demás. Cuando la ciudadanía viva de forma recta y honesta, tendremos toda la autoridad moral para demandar lo mismo de nuestros dirigentes.