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domingo, 6 de septiembre de 2009

Las diferencias entre las derechas cristianas

Siempre he pensado que intentar clasificar las distintas tendencias políticas en “izquierdas y derechas” o en “conservadores y liberales” es una simplificación exagerada de la realidad. Esta clasificación generalmente está basada en cosas tan superficiales como “libre mercado contra intervención estatal”, por lo que llega a juntar en una misma categoría a formas de pensamiento político completamente dispares.

Esto se hace evidente no solo en aquellos casos en que los liberales resultan más conservadores que los conservadores o cuando la izquierda se adueña de las ideas de la derecha (sobra decir que cambiándolas al punto de echarlas a perder…) sino en un caso muy particular y en el que pocos de los expertos políticos han reparado: el de las “derechas” cristianas.

El agrupar a todas las formas de política cristiana en una misma categoría parece algo evidente, pero ello implicaría un muy grave error. Tan grave como equiparar el pensamiento de Lutero con el del Papa. Existen diferencias abismales entre el pensamiento político católico y el pensamiento político protestante. Está de más decir que el rompimiento del Protestantismo con el Catolicismo no fue un rompimiento meramente externo: fue un cambio profundo (y yo añadiría: un retroceso) incluso en la forma de entender al ser humano. Como ya he afirmado en otras ocasiones: un cambio en la concepción antropológica lleva a cambios en todo lo demás, especialmente en las cuestiones políticas y sociales.

Por ello, la posición política de los católicos en Estados Unidos nunca ha sido bien entendida por el resto de la población. Les parece contradictorio que sean “liberales” en lo económico pero “conservadores” en lo social. Hasta hace unos años, el electorado católico se inclinaba definitivamente por el partido demócrata. Hoy, a causa de la postura de ese partido en temas como el aborto, la eutanasia y el matrimonio entre homosexuales, ese mismo electorado se ha dividido. Aún así, el voto católico no encaja realmente en los ideales de ninguno de los dos partidos. Ni siquiera con el partido republicano, el cual tiene el monopolio sobre el “voto cristiano”. La pregunta es: ¿por qué?

La clave está, como mencioné más arriba, en las diferencias del concepto de ser humano que tienen el Catolicismo y el Protestantismo.

El Protestantismo es, por su misma naturaleza, individualista. Los dos pilares sobre los que Lutero fundó su movimiento así lo demuestran. El Sola Fides (creencia de que sólo basta creer en Jesucristo para ser salvado, sin necesidad de buenas obras) y Sola Scriptura (creencia de que la Biblia es la única fuente de revelación y que, por lo tanto, su interpretación es accesible a cualquiera) prácticamente permiten que un individuo se salve sin la necesidad de los demás.

En el Catolicismo, en cambio, no se puede entender a la persona sin la comunidad. Ideas como la Comunidad de los Santos, la salvación a través del amor al prójimo y la idea misma de “Iglesia” (proveniente de la palabra griega ekklesía, es decir, asamblea) como unión de todos los fieles en el Cuerpo místico de Cristo, apuntan a la necesidad del otro para poder alcanzar la salvación. Para el católico, nadie se puede salvar solo.

Con estas diferencias en mente, es fácil entender la divergencia de las posturas políticas. El protestante cree sobre todo en el mérito individual y, en sus ramas calvinistas, en que los pobres son pobres por maldición de Dios. El protestantismo exalta la iniciativa individual y encontró en el capitalismo su máxima expresión económica. El individuo es el centro de su política, el gobierno y la sociedad deben supeditarse a él. Se trata, pues, de una estructura jerárquica rígida en las relaciones entre niveles deben quedar reducidas a un mínimo.

El catolicismo encuentra su expresión económica en la responsabilidad social, la economía social de mercado y en la protección de los desamparados. Entiende al ser humano como un ser social. El individuo está inmerso en la sociedad y, por tanto, todo lo que hace (incluso en el ámbito privado) tiene una repercusión social. La estructura social no es jerárquica sino orgánica, donde las relaciones entre niveles deben estar reguladas por el principio de la subsidiariedad (esto da suficiente material para otra ocasión).

Aunque en muchos temas ambas posturas convergen, en el fondo son muy distintas. Tan distintas como las diferencias entre las religiones.


The differences among the Christian Right

I’ve always thought that trying to classify different political tendencies into “left and right” or “conservatives and liberals” is an oversimplification of reality. This classification is usually based on things as irrelevant as “free market versus state intervention” or other similar trivialities. As a consequence, most of the time, radically distinct political views are grouped into one same category.

This becomes evident not only in those cases in which liberals turn out to be more conservative than conservatives or when the left steals ideas from the right (completely messing them up), but especially in one case which political pundits rarely (if ever) talk about: that of the Christian right.

Grouping all forms of Christian politics seems something evident, but it implies quite a big mistake. A mistake as big as equaling the ideas of Luther to those of the Pope. There are abysmal differences between Catholic political thought and Protestant political thought. The fracture between Catholicism and Protestantism was more than a merely external rupture: it contained a deep break that changed the very way in which people understood man. As I’ve said in other occasions, a change in anthropological understanding brings with it a change in everything else, including social and political issues.

For that very reason, the political stance of Catholics in the U.S. is so often misunderstood. To many people it might seem contradictory to be economically “liberal” and socially “conservative”. Until some years ago, most of the Catholic vote would go to the Democrat party. Today, because of the Democrat position on issues such as abortion and gay rights, that electorate has become divided. Nonetheless, the Catholic vote doesn’t really “fit” in any of both parties’ ideals. Not even with the Republican Party which holds the monopoly on the “Christian vote”. Why is that so?

The answer to this question lies in what I said before: the differences in the understanding of what man is.

Protestantism is, by its very nature, individualistic. The two pillars on which Luther started his movement are a proof of this. Sola Fides and Sola Scriptura practically allow a person to be saved with no need of anybody else.

Catholicism, on the other hand, cannot understand the person without the community. Ideas such as the Communion of Saints, salvation through love of others and the very idea of “Church” as the community of faithful united in Christ’s Body, point to the need of others to be saved. For a catholic, nobody can be saved just by himself.

With these differences in mind, it’s easy to understand the divergence in political positions. A protestant believes, above all, in individual merit and, in its Calvinist branches, in the poor being poor because a sort of curse from God. Protestantism exalts individual initiative and found in Capitalism its maximum economical expression. That way, the individual becomes the center of all politics. Government and society are not more than necessary evils which must submit to the individual. That way, the social structure becomes a rigid hierarchy where contact between different levels must be reduced to a minimum.

Catholicism finds its economical expression in social responsibility, such as the social market economy and in helping the weakest members of society. It understands the human being as a social being. The individual is immersed in society and, therefore, anything he does (even in privacy) has a social repercussion. The social structure is not hierarchic but organic and relationships between levels must be regulated by the principle of subsidiarity (more on that on some other post).

Though both positions meet on certain issues, they are profoundly different. As different as the differences between religions.

lunes, 15 de junio de 2009

No todos los políticos son nefastos

El hombre no puede separarse de Dios, ni la política de la moralidad.
Juan Pablo II

Aunque muchas veces creamos lo contrario (y muchos parezcan demostrarlo), no todos los políticos son nefastos. O, por lo menos, no todos los políticos que han existido han sido nefastos. A lo largo de la historia ha habido ejemplos de políticos realmente preocupados por el Bien Común, políticos que han entregado su vida (algunos literalmente) al servicio de los demás y éstos son los que han cambiado al mundo, aunque luego el mundo los olvide.

En todas las escuelas de ciencia política se estudia a Maquiavelo y a otros “grandes” personajes de la política y, sin embargo, nunca se estudia a los humanistas demócrata-cristianos, a pesar de que fueron estos políticos los que reconstruyeron Europa después de la Segunda Guerra Mundial. No sólo eso, sino que fueron políticos que ejercieron su labor pública de forma ejemplar, con una profunda preocupación por los más necesitados y, además, con gran éxito.

El desconocimiento que tenemos de estos hombres quizá se deba a que, a diferencia de otros, nunca tuvieron aspiraciones de grandeza ni buscaban su propia exaltación. Nunca se mandaron construir arcos triunfales ni tenían sus propios programas de televisión o radio para que el pueblo estuviera constantemente escuchando lo bueno que eran sus dirigentes. Simple y sencillamente hicieron bien su trabajo.

El secreto de estos extraordinarios políticos radica en que siempre supieron darle su lugar a las cosas. Es decir, tenían muy clara su jerarquía de valores y actuaban en congruencia con ella. Así, por ejemplo, supieron poner al Estado al servicio de las personas, sin caer en paternalismos; supieron poner el anhelo de paz por encima del orgullo nacionalista y, más importante aún, supieron poner el interés nacional por encima de su interés personal. De esa forma, personajes como Adenauer, Schuman o De Gasperi, vivieron de forma austera a pesar de ser los hombres más importantes y poderosos de sus respectivos países. No se enriquecieron a costa del erario público.

Su estilo de vida nos sorprende, sobre todo cuando lo comparamos con el que llevan nuestros políticos. Una reflexión profunda acerca de sus vidas nos lleva a la inevitable conclusión de que sólo pudieron resistir las tentaciones del dinero y del poder, por su profundo amor a la pobreza y a la humildad. Concluimos que sólo puede ser un buen gobernante aquél que ve en la política una forma de servicio a los demás, es decir, una forma de entrega, de sacrificio y de renuncia. Sólo puede ser buen gobernante aquél que deja sus propios afanes de gloria y de riqueza a un lado y abraza la humildad y la sencillez.

Mucho más se podría decir de estos grandes hombres, y espero poder hablar de ellos a su tiempo. Por ahora, les dejo una biografía de otro de estos políticos humanistas: Giorgio La Pira. Aunque la edición no es la mejor que se podría tener y los subtítulos dejan mucho que desear, el video nos da una muestra del tipo de hombre que gobernó Florencia en los años 50, que es, sin duda, el tipo de hombre que quisiéramos que nos gobernara en México. Sin embargo, a mí me inquieta la siguiente interrogante: ¿merecemos un político de su talla?




martes, 10 de marzo de 2009

¿Sabrán en lo que se están metiendo?

Oficialmente iniciaron las precampañas políticas. Son muchas las personas interesadas en obtener un puesto en la Asamblea Legislativa, en el Congreso de la Unión o en una delegación o presidencia municipal. El problema no radica en que esas personas estén buscando ocupar un puesto (cualquiera que, como yo, milita en un partido político aspira a eventualmente llegar a un puesto del gobierno) sino en por qué lo buscan.

El servicio público es, como su nombre lo indica, una forma de servir. De servir a los demás, a los ciudadanos, no a tus amigos ni a ti mismo. Por tanto, llegar a un puesto en el gobierno implica una enorme responsabilidad. Esta responsabilidad se vuelve mayor cuando tienes que gobernar en un país tan injusto como México. Creo que las palabras de Efraín González Luna son más que claras al respecto: “En cuanto a llegar al poder, baste recordar cuántos lo han alcanzado para el mal o cuántos lo han tenido para no hacer nada. Lo importante no es el poder, sino aquello para lo cual debe servir el poder”.

¿Para qué debe servir el poder? ¿Para enriquecerte? ¿Para enriquecer a los que te apoyaron? ¿Para dominar a los demás? No. El poder debe servir. Es decir, debe usarse como servicio. Dicen que la política es la mejor forma de ayudar a la mayor cantidad de personas. Por ello, el poder debe usarse para ayudar a los más desprotegidos. El poder existe para generar ese conjunto de condiciones que permiten a todos los seres humanos desarrollarse como tales. En pocas palabras, existe para administrar el Bien Común.

Ahora bien, generar estas condiciones que conocemos como Bien común no es una tarea fácil. Requiere de un líder que sea capaz de “mover almas” (en palabras de Gómez Morín), de organizar a la ciudadanía a colaborar con el esfuerzo. Debe también tener el conocimiento técnico necesario para cambiar las realidades sociales, económicas y políticas. El mismo Gómez Morín sostenía que la técnica debía ser una herramienta para transformar a la sociedad. Una herramienta que debía estar al servicio del ser humano y no, como sucede con frecuencia hoy en día, una herramienta que usa al ser humano.

Además del conocimiento técnico, la administración del Bien común requiere de un liderazgo moral. El poder siempre trae consigo la posibilidad de la corrupción. Los poderosos deben enfrentar continuamente la tentación del enriquecimiento y del abuso del poder. Si partimos de la definición del mal que sostiene que éste es la ausencia de bien, podemos concluir que a mayor posibilidad de bien, también hay una mayor posibilidad de mal. Por ende, si la política es la mejor forma de hacer el bien a la mayor cantidad de personas, también es la “mejor” forma de hacer el mal a la mayor cantidad de personas. Si la política y la ética no van de la mano, entonces nos encontramos con que la política se vuelve un instrumento de corrupción y de generación de sufrimiento tremendo. No debemos, pues, olvidar nunca la Ética. Citando nuevamente a Efraín González Luna: “Acción Política es una formación de conciencia y de fuerza política; no sólo la participación en una elección... Esto es precisamente lo que nos pierde; el olvidar los valores esenciales y fundamentales, por las circunstancias, por los accidentes”.

Lo que Don Efraín defendía era la primacía de la Ética. Cuán común se ha vuelto encontrar a gente que actúa de forma poco ética bajo la excusa de “buscar un mal menor”. Con tal de ganar una elección, por “las circunstancias”, se corrompen y luego buscan justificarse. El poder corrompe de una manera tan eficaz, que el acto torcido más pequeño abre la puerta a todas las demás formas de corrupción. La mejor forma de convencer a la gente de apoyarte, la mejor forma de “mover almas” es demostrando un comportamiento recto y honrado. Cualquier otra forma de obtener apoyo (corporativismo, compra de votos, etc.) podrá funcionar mejor para una determinada elección, pero a la larga, terminará volviéndose en contra de quien la ejercía. Por eso decía Don Manuel Gómez Morín que “las ideas y los valores del alma son nuestras únicas armas; no tenemos otras, pero tampoco las hay mejores”.

Cuando volteo a ver a todos los precandidatos cuyas lonas y posters pululan por toda la ciudad, me pregunto si estarán al tanto del deber al que se están, por lo menos en teoría, comprometiendo. El ejercicio del poder requiere de humildad, preparación, trabajo constante, sobriedad y austeridad. Si, además, consideramos que lo mejor suele ser lo que más trabajo cuesta, podemos concluir que ser un buen gobernante es quizá de las cosas más difíciles de lograr en esta vida. ¿Sabrán los precandidatos en lo que se están metiendo?

domingo, 22 de febrero de 2009

El fantasma del populismo acecha de nuevo

Ya iniciaron las campañas políticas (las precampañas sólo son una excusa para hacer campaña antes de tiempo) que culminarán con la elección intermedia de este año. Como siempre, las campañas nos dan una indicación de por dónde se mueven los distintos partidos y nos dejan entrever las preocupaciones de la ciudadanía.

En esta ocasión, trataré acerca de un tema que estuvo muy presente en las elecciones presidenciales del 2006 y que muchos esperábamos que muriera con la derrota de López Obrador: el populismo. Este populismo que ha tomado mucha fuerza en Latinoamérica y que, dada la actual crisis económica, tiene elementos de sobra para mantenerse en el poder en otros países y para reaparecer en México.

Para ver en qué forma el PRD ha intentado resucitar la retórica populista de López Obrador, recurriré al único medio disponible para conocer las propuestas de este partido: su publicidad. Digo que es el único medio porque su plataforma electoral no está disponible en su página web ni en la del IFE. Por ello, sólo podemos conocer sus ideas a partir de los anuncios espectaculares que han colocado en casi cada esquina de la Ciudad de México.

En estos espectaculares se presentan dos tipos de frases: unas presumen los supuestos logros de los gobiernos perredistas y otras representan ciertas “propuestas” de este partido.

Las primeras son válidas en cuanto a que todo partido debe presentar los logros de los gobiernos emanados de sus filas, aunque resulta curioso que el PRD ahora haga lo que hace un par de semanas criticaba del PAN. No olvidemos que el populista se caracteriza por criticar lo que hagan sus oponentes pero si eso mismo le sirve para sus propios intereses, lo hace sin el menor remordimiento.

Un ejemplo de estos espectaculares es el que dice: “La distancia más corta entre un problema y una solución es el metrobús.” Este tipo de comerciales son válidos, siempre y cuando lo que digan es cierto. Sobre el metrobús hablaré más a profundidad en otra ocasión (ya que yo fui víctima directa de su construcción y mantenimiento) pero creo que los ciudadanos estamos de acuerdo en que sus grandes beneficios no se han hecho presentes. Teniendo todo el potencial para ser una obra extraordinaria, quedó en una obra mediocre a causa de la pésima planeación y administración del gobierno del Distrito Federal.

Un caso similar es el que dice: “Menos politiquería y más servidores públicos”. Qué curioso que sean precisamente los “servidores públicos” del PRD los que, antes que los de cualquier otro partido, hayan solicitado licencia para dejar sus cargos y buscar su siguiente hueso. Esto lo hemos visto con una gran mayoría de los delegados perredistas. Además, no olvidemos que los procesos internos del PRD se han caracterizado por ser los más sucios de todos. Su división en distintas corrientes o tribus es una muestra de que el PRD es un partido de pura politiquería y no un partido institucional.

Ahora bien, el segundo tipo de espectaculares que colocó el PRD son los que, a mi parecer, son más preocupantes. Son preocupantes porque son un reflejo claro de que el PRD sigue siendo el partido populista que le vendió su alma a López Obrador. Demuestran que este partido no ha sido capaz de convertirse en un partido de izquierda propositiva y medianamente moderno. Sigue anclado en la década de los sesenta del siglo pasado. Veamos dos ejemplos:

“Aumento del 12% en sueldos. La crisis requiere acciones rápidas, el hambre no espera.” Estoy de acuerdo con que la crisis requiere que el gobierno y la sociedad actúen de forma rápida y eficaz. Efectivamente, el hambre no espera y no podemos quedarnos con los brazos cruzados en espera de que la economía se recupere solita. Sin embargo, querer aumentar 12% los sueldos es una propuesta no sólo irrealizable sino que acabaría por matar a las empresas que, con dificultades, se están manteniendo a flote. Es irrealizable porque el gobierno no tiene la facultad (ni debería de tenerla) de obligar a las empresas a subir los sueldos cuando éstas no tienen la capacidad económica de hacerlo. Si el gobierno quisiera subsidiar ese 12% adicional, estaría endeudándose de una manera poco prudente en medio de una crisis económica. Es decir, por cualquier lado que se vea, esta propuesta es una insensatez. Es un intento poco ético de comprar a los más necesitados prometiéndoles cosas que no se les podrá dar. Es un ejemplo claro de “dar atole con el dedo”. Esa es una de las prácticas más bajas que han tenido nuestros políticos. No se vale jugar con las esperanzas de los más pobres. Qué ironía que esto lo haga el partido que decía que primero deben estar los pobres. Esto demuestra que eso no es cierto.

El segundo ejemplo es aquél que dice: “Más pistas de hielo, conciertos y museos gratuitos. Menos bla bla bla.” Nuevamente el populismo presente. Aquí se trata de un caso clásico de darle al pueblo “pan y circo”. Qué descaro que quieran comprarnos con cosas tan triviales. Quieren distraernos de los problemas reales que existen en el país con el “bla bla bla” de sus eventos gratuitos. Prefieren gastarse millones de pesos del erario en estos eventos populistas, en lugar de invertirlos en cosas más importantes. Eso es muy grave. La situación no está para que andemos desperdiciando recursos en cosas que no benefician a nadie (mas que a los políticos que se adueñan de una curul y del fuero).

La tentación del populismo es muy fuerte, sobre todo en momentos de crisis. Sin embargo, no debemos olvidar que detrás del populismo se esconden las verdaderas intenciones de los que lo defienden (vean al dictadorzuelo Chávez). Para salir de una crisis se necesita mucho trabajo y sacrificio, no promesas falsas ni quimeras inalcanzables. ¡No nos dejemos engañar!

jueves, 19 de febrero de 2009

Por qué no quiero que regrese el PRI

Hace unos días inicié una “causa” en Facebook llamada ¡No permitamos que regrese el PRI! Debido a un cuestionamiento que recibí al respecto, me gustaría aclarar por qué inicié este grupo y por qué creo que un posible regreso del PRI al poder sería nefasto para nuestro país.

Antes de ello, es necesario hacer un mea culpa. Como miembro activo del PAN, debo reconocer que nuestro partido no ha cumplido con lo que se esperaba de nosotros al entrar al gobierno. Generamos muchas expectativas entre la ciudadanía que depositó su esperanza en nosotros y no fuimos capaces de satisfacerlas. Esto no quiere decir que no se haya gobernado bien (hemos gobernado mejor que cualquier otro partido, sólo vean las estadísticas), o que no se hayan logrado cambios importantes, o que antes estábamos mejor. Quiere decir que no hemos hecho lo suficiente. México necesita más de lo que hemos realizado.

Una vez aclarado este punto, podemos entrar de lleno al tema. Muchos de los argumentos que uso los tomé de los escritos de Fredo Arias King, experto en transiciones, sobre todo en países de Europa oriental y quien fuera asesor de la campaña de Vicente Fox. Tanto su conocimiento del tema de las transiciones como su participación en la transición mexicana me parecen razones suficientes para leerlo y analizar su punto de vista. Sus escritos se pueden consultar en www.ariasking.com.

¿Por qué un regreso del PRI sería malo para el país? Porque no se ha logrado una transición plena. Arias King es muy duro (pero no por eso menos realista) al detallar por qué no se ha logrado una transición exitosa en México. La razón es muy sencilla: no se destruyó el sistema que había instaurado el PRI. Éste se mantuvo, aunque, sin duda alguna, se intentó corregir (y en muchas cosas sí se pudo corregir) usando las prácticas de “mejora continua” que a Fox le sirvieron en Guanajuato. La diferencia radicó en que en el caso de Guanajuato, Fox recibió el gobierno de un panista que ya había acabado con el sistema viejo, y al asumir la presidencia, recibió el gobierno del PRI, con la misma estructura del PRI.

Lo que Fox debió haber hecho es, en primer lugar, rodearse de panistas o de líderes sociales ajenos a los gobiernos anteriores. Esto no lo hizo, sino que incorporó a varios priistas cercanos a Labastida en su equipo. En cuanto a la burocracia que existía, tampoco se realizaron cambios significativos. El personal que había estado durante el gobierno del PRI, siguió en su lugar con el gobierno panista. Usando los términos de Fox: las “tepocatas, alimañas y víboras prietas” de los niveles bajos de la burocracia siguieron en el gobierno. Los cambios de personal a lo largo del sexenio se dieron, sobre todo, entre los mandos medios y superiores, pero el grueso de la burocracia siguió siendo la misma de siempre.

¿Cuáles son las consecuencias de mantener el sistema existente y no hacer cambios radicales en él? Existen dos posibilidades: una es que los ciudadanos consideren que el régimen anterior no era tan malo (porque si era tan malo, ¿por qué los nuevos lo siguen manteniendo?) o que el nuevo régimen se deje corromper por las costumbres del antiguo. Hoy en día podemos ver cómo estas dos situaciones se han presentado. Por un lado, hay multitud de voces que claman que “antes estábamos mejor”, que “con el PRI el narco no desafiaba al Estado” (porque estaban coludidos) y que los priistas “aunque tranzas sabían gobernar”. Por el otro, se ha observado en el PAN el surgimiento (que a los panistas auténticos nos preocupa bastante) de prácticas que antes se creía que jamás veríamos en el partido. Esto sucede porque muchos ex‒priistas que han ingresado al PAN, han traído consigo sus artimañas y prácticas clientelistas (una gran mayoría nos oponemos a ellas).

Una transición la podemos entender como la lucha de Hércules contra la Hidra. No te puedes conformar con cortarle un par de cabezas (porque por cada una que le cortes, le surgen otras dos), sino que tienes que asegurarte de matar al monstruo. Tienes que eliminar el sistema viejo e instaurar un nuevo sistema de instituciones en las que (hasta cierto punto) no importe la persona o partido en el gobierno. Así funciona en Estados Unidos por ejemplo. Allá hay cambios del partido en el poder a cada rato y, aunque cada uno instaura sus políticas públicas de acuerdo a su ideología, no pueden caer en excesos como los que observamos en muchos países latinoamericanos. El mismo sistema de instituciones (llamado de pesos y contrapesos) impide que el partido o la persona en el poder influyan de más en todo el marco institucional y puedan adueñarse, en forma absoluta, del poder.

Entonces el “pecado” de Fox y del PAN ha consistido en que han mantenido el sistema que construyó el PRI. Por lo mismo, los panistas que se han incorporado al gobierno no han sabido “manejar” bien el sistema. Es un sistema ajeno al panista. En cambio, los priistas se mueven como peces en el agua y desplazan con facilidad a cualquier otro burócrata bienintencionado. Por tanto, la ciudadanía se queda con la percepción de que el PRI sabe gobernar mejor que el PAN, cuando en realidad lo único que saben hacer mejor es manipular el sistema que ellos mismos crearon. Ahí radica mi principal preocupación sobre un posible regreso del PRI. Ellos saben aprovechar las estructuras existentes. Si regresan, podrán usar el sistema para aferrarse al poder. Arias King señala que esto sucedió claramente en Chihuahua, donde, después de un gobierno panista que no logró una transición real, el PRI recuperó el poder e implementó nuevas formas de “represión sutil” que lo han mantenido en el poder desde entonces.

En mi opinión personal, fallamos en destruir el sistema corrupto del PRI no por miedo, sino por una estrategia errónea. Nos equivocamos pues. Fox y su equipo quisieron reproducir los Pactos de Moncloa con los cuales se inició la transición española en 1977. En estos pactos, se sentaron todos los actores políticos españoles y se pusieron de acuerdo (dialogaron) para lograr el cambio que era necesario después de la muerte de Franco. La diferencia entre España y México es que los Pactos de Moncloa fueron parte de lo que Arias King llama la “liberación” y no de la transición propiamente dicha. En México, este diálogo tuvo lugar desde los años sesenta en los que, el entonces presidente de Acción Nacional, Adolfo Christlieb, inició el diálogo con el gobierno. Su culminación se dio con la instauración de un IFE ciudadano (gracias al diálogo constante de los presidentes del PAN con los gobiernos priistas) y con la elección del 2000. En el momento en que Fox asumió el poder, quedó atrás la etapa de liberación para dar inicio a la transición propiamente dicha. Esta etapa requería de acciones radicales que cambiaran el rumbo, no de un “diálogo” que los priistas nunca quisieron aceptar. Desgraciadamente, la estrategia que se implementó no fue la adecuada y las consecuencias las estamos viviendo actualmente.
En conclusión, un regreso del PRI representaría algo más que un simple regreso al pasado. Su regreso al poder vendría acompañado de un redoblado esfuerzo por mantenerlo (y no por las vías más legales). Esto no es una paranoia que yo tenga por ser panista. Es una realidad histórica que se ha vivido en otros países donde las transiciones no se realizaron adecuadamente. Aprendamos de las experiencias de otros pueblos y no dejemos que aquí suceda lo mismo.

sábado, 7 de febrero de 2009

La controversia de los spots

La polémica generada por la transmisión de spots de partidos políticos que interrumpieron el show de medio tiempo del Super Bowl, así como algunos juegos de futbol de la liga mexicana sólo demuestra el nivel tan bajo que tiene el debate político en nuestro país. Los comentaristas de la vida política mexicana inmediatamente reaccionaron y condenaron, con una visión por demás simplista, el hecho. Los más sensatos de entre todos ellos esperaron un par de días para hacer sus comentarios y lo hicieron con una visión más amplia. Sin embargo, mucho les faltó por decir.

Todos fueron unánimes en su condena de los partidos políticos, de sus senadores y diputados que aprobaron el bodrio que es la nueva ley electoral. Las condenas al IFE también fueron compartidas por una gran mayoría, pero sólo hasta tiempo después iniciaron las quejas contra las televisoras que, es más que evidente, actuaron de mala fe. A pesar de que todos son responsables en menor o mayor medida, hay otro gran responsable al que nadie ha mencionado: la ciudadanía.

Me responderán que la ciudadanía no es responsable, sino víctima de los grandes poderes que dominan al país. Yo no estoy de acuerdo con esa visión. Creo que la ciudadanía es la principal responsable de que esos poderes sean lo que son, gracias a su apatía. La ciudadanía es la auténtica depositaria del poder público, pero debido a su indiferencia, ha dejado ese poder a otros para que lo ejerzan según su conveniencia.

¿Qué hizo la ciudadanía cuando se aprobó la ley electoral actual? Una ley que atenta abiertamente contra la libertad de expresión, impidiendo al ciudadano (o a cualquier organización) llamar a un político corrupto ladrón, aún cuando haya evidencia de que lo sea. Una ley electoral que, en aras de una supuesta equidad electoral (como la llama el senador Manlio Fabio Beltrones en su entrevista para la revista Bien Común, septiembre de 2008), amordazan a los ciudadanos para que no puedan criticar a los candidatos o partidos, aún cuando se lo merezcan. Fuera de la controversia constitucional presentada por el Consejo Coordinador Empresarial, la ciudadanía permaneció impasible.

¿Qué hizo la ciudadanía cuando los partidos políticos deshicieron y luego rehicieron (a su medida) al IFE? Nada. El único momento en que los diputados y los senadores se pusieron de acuerdo fue para despojarnos de uno de los pocos organismos auténticamente ciudadanos que teníamos. Nadie dijo nada en su momento. Para mí es una vergüenza que mi partido haya sido partícipe de este atraco a los ciudadanos. Me pregunto qué dirían tantos de nuestros antecesores que lucharon por hacer del IFE un instituto ciudadano y autónomo.

¿Qué hizo la ciudadanía para evitar que las televisoras adquirieran el poder que ahora tienen? Nada. Al contrario, cuando tienes una población que ve 4 horas diarias de televisión en promedio y que según las encuestas más optimistas lee menos de 3 libros al año, descubres el origen del poder del duopolio televisivo. Su poder radica en el pueblo. Pero en un pueblo ignorante e incapaz de pensar por sí mismo. Un pueblo que necesita que López Dóriga, Loret de Mola o Javier Alarcón le digan lo que debe creer y lo que debe hacer. En pocas palabras: un pueblo sumiso.

¿Qué hizo la ciudadanía para evitar que los zánganos que tenemos como representantes hayan llegado al poder? Nada. Con un abstencionismo superior al 40% en la elección federal del 2006 (en la cual hubo “mucha” participación) y con un abstencionismo superior previsto para la próxima elección, no podemos esperar que lleguen los mejores candidatos al Congreso. Si la ciudadanía no sale a votar, gana el que tiene la mayor maquinaria de acarreo y movilización del voto (el PRD en el Distrito Federal, el PRI en todo el país), no el que tenga las mejores propuestas y los mejores candidatos.

En todas esas ocasiones, la ciudadanía permaneció en silencio. No fue sino hasta que se les ocurrió a nuestros políticos interrumpir el sagrado pasatiempo del futbol que la ciudadanía se indignó. Cuando se les ocurrió interrumpir por unos momentos aquello que más nos apasiona (más que la búsqueda del bien del país), pero que carece totalmente de trascendencia (porque, nos guste o no, el futbol es intrascendente), nos rasgamos las vestiduras para reclamar la violación a nuestro derecho a ver un futbol mediocre. Yo no sé con qué cara podemos exigirles a los partidos políticos, a las televisoras y al IFE que sean competentes cuando nosotros hemos mostrado, una y otra vez, ser unos incompetentes.

jueves, 18 de diciembre de 2008

La Biblia como un manual de política

La Biblia es quizá el libro más importante que exista. No sólo porque se trata del libro sagrado de la cristiandad, sino por su influencia sobre la formación y desarrollo de la civilización occidental. Sus enseñanzas han marcado la vida de millones de personas a lo largo de la historia. Yendo más allá de su contenido religioso, a lo que podríamos llamar su aspecto cultural, se puede ver en ella uno de los pilares fundamentales de Occidente (aunque muchos no lo quieran reconocer).

Entre la infinidad de enseñanzas que podemos encontrar en la Biblia, me he topado con muchas que han influido y que seguirán influyendo en mi vida de político. Me refiero a pasajes donde personajes bíblicos han demostrado sus habilidades políticas. Me parece que cualquier político (creyente o no creyente) podría aprender mucho de estos personajes para tener una carrera política ética y exitosa. Además, son una muestra de que el político creyente no tiene que ser dejado e ingenuo.

Arriesgándome a ser acusado de atentar contra el “Estado laico” y de querer mezclar política y religión, les presento los pasajes más significativos (para mí):

Salomón recibe la Sabiduría (2 Crónicas 1:7-12)

Aquella noche se apareció Dios a Salomón y le dijo: “Pídeme lo que quieras que te dé.” Salomón respondió a Dios: “Tú tuviste gran amor a mi padre David, y a mí me has hecho rey en su lugar. Ahora, pues, oh Yavé Dios, que se cumpla la promesa que hiciste a mi padre David, ya que tú me has hecho rey sobre un pueblo numeroso como el polvo de la tierra. Dame, pues, ahora sabiduría e inteligencia, para que sepa conducirme ante este pueblo tuyo tan grande.”
Respondió Dios a Salomón: “Ya que piensas esto en tu corazón, y no has pedido riquezas ni bienes ni gloria ni la muerte de tus enemigos; ni tampoco has pedido larga vida, sino que has pedido para ti sabiduría e inteligencia para saber juzgar a mi pueblo, por eso te son dadas la sabiduría y el entendimiento, y además te daré riqueza, bienes y gloria como no las tuvieron los reyes que fueron antes de ti, ni las tendrá ninguno de los que vengan después de ti.”

Lo primero que necesita cualquier político o gobernante ético es Sabiduría. Buscar el Bien Común es algo tan importante y afecta a tantas personas que se debe hacer con responsabilidad. La Sabiduría implica prudencia, inteligencia y conocimiento. Combinando estos elementos, se pueden tomar decisiones adecuadas. De nada sirve ser un extraordinario político si al llegar al gobierno eres incapaz de gobernar bien. En el sentido práctico, el gobernante debe desarrollar políticas públicas efectivas y eficaces que mejoren el nivel de vida de sus gobernados. Para eso necesitas saber de muchas ciencias como la Economía, el Derecho, la Sociología, etc.

Por eso, es importantísimo que nuestros gobernantes y políticos sean gente preparada. Que tengan estudios y que demuestren que saben de lo que están hablando. No es posible que nos gobiernen personas que no tienen los conocimientos necesarios para hacerlo. Platón decía que el gobernante ideal era el “Rey Filósofo”. Es decir, un gobernante sabio.

Pablo ante el Sanedrín (Hechos 23:1-11)

Pablo miró fijamente al Sanedrín y dijo: “Hermanos, yo me he portado con entera buena conciencia ante Dios, hasta este día”.
Pero el Sumo Sacerdote Ananías mandó a los que le asistían que le golpeasen en la boca.
Entonces Pablo le dijo: “¡Dios te golpeará a ti, pared blanqueada! ¿Tú te sientas para juzgarme conforme la Ley y mandas, violando la Ley, que me golpeen?”
Pero los que estaban a su lado le dijeron: “¿Insultas al Sumo Sacerdote de Dios?”
Pablo contestó: “No sabía, hermanos, que fuera el Sumo Sacerdote; pues está escrito: ‘No injuriarás al jefe de tu pueblo’”.
Pablo, dándose cuenta de que una parte eran saduceos y la otra fariseos, gritó en medio del Sanedrín: “Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseos; por esperar la resurrección de los muertos se me juzga”.
Al decir él esto, se produjo un altercado entre fariseos y saduceos y la asamblea se dividió. Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; mientras que los fariseos profesan todo eso.
Se levantó, pues, un gran griterío. Se pusieron en pie algunos escribas del partido de los fariseos y se oponían diciendo: “Nosotros no hallamos nada malo en este hombre. ¿Y si acaso le habló algún espíritu o un ángel?”
Como el altercado iba creciendo, temió el tribuno que Pablo fuese despedazado por ellos y mandó a la tropa que bajase, que le arrancase de entre ellos y le llevase al cuartel.


San Pablo demuestra en varias ocasiones que era un extraordinario político. El ejemplo que presento lo escogí porque muestra varias características del santo cuyo año celebramos:

Primero, es inocente de lo que lo acusan. Lo es, lo sabe y lo afirma. A diferencia de muchos políticos que no lo son, saben que no lo son pero afirman lo contrario. Como es congruente con su pensar, tiene toda la autoridad moral para acusar al Sumo Sacerdote.

Segundo, reconoce que por encima de él está la Ley. Por eso se disculpa de haber ofendido al Sumo Sacerdote (aunque lo había hecho con razón) con lo que además muestra una gran humildad. Qué diferencia tan grande con muchos políticos, gobernantes o incluso burócratas que se sienten exentos de cumplir con la ley. Qué diferencia tan grande con todos aquellos que al tener un poco de poder (en algunos casos, una cantidad ridícula de poder) se ensoberbecen y se creen superiores a los demás.

El tercer y último punto se refiere a la “malicia” o sagacidad que muestra San Pablo. Es la aplicación más evidente del clásico “divide y vencerás”. Conociendo a sus acusadores, los provoca para que se peleen entre ellos. Se aprovecha de esa situación para salir bien librado y nos muestra, de una vez por todas, que necesitamos tener una cierta “malicia” (por llamarla de alguna forma) cuando estemos lidiando con otros que muchas veces buscan dañarnos. En ningún momento mostró San Pablo ingenuidad, sabía perfectamente lo que estaba haciendo.

La mujer adúltera (Juan 8:1-11)

Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles.
Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?”
Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: “Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra”. E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio.


Este pasaje es extraordinario ya que nos muestra que Jesús, siendo verdadero Dios y verdadero Hombre, era, además, un excelente político. Por lo mismo, debería de ser el modelo a seguir de todos los que pretendemos ser políticos. Es el auténtico Maestro. Al igual que el pasaje anterior, tiene varios puntos de importancia:

En primer lugar, está la disposición de Jesús de atender al pueblo. El auténtico gobernante o político es, ante todo, un servidor público. Es decir, debe estar al servicio del pueblo. No al servicio de su bolsillo. Como dirigente, debe buscar el bien de su pueblo, así como Cristo busca el bien de su gente al enseñarles.

El segundo punto tiene que ver con la habilidad de Jesús de ver la malicia de los fariseos, los cuales buscaban tenderle una trampa. Cabe aclarar que Cristo tenía una ventaja sobre nosotros: era Dios y por tanto conocía las intenciones de los demás. Aunque nosotros no tenemos ese don, podemos intuir o deducir las intenciones de las personas al tratar con ellas o al conocerlas. Podemos saber si alguien tiene malas intenciones a través de sus actos o sus palabras. A veces basta con verles la mirada para saber qué pretenden. Debemos ser muy observadores de los demás para saber qué es lo que buscan. Nuevamente insisto en que no podemos ser ingenuos y creernos todo lo que nos dicen. Debemos ser críticos y objetivos para descubrir la Verdad.

En tercer lugar, está la calma que guarda Jesús ante una situación adversa. Los fariseos tienen todos los argumentos para apedrear a la mujer. Han pensado en todos los detalles para poder acusar a Jesús o de complicidad (si la perdona) o de no ser tan bueno como se decía (si la acusa). Tienen, según ellos, el plan perfecto. Además, traen piedras. Han acorralado, pues a Jesús. Sin embargo, Jesús no se inmuta, mantiene la cabeza fría y sigue dibujando en el piso.

Así llegamos al último punto en el que conviene resaltar la audacia de Cristo de “lanzarse al ruedo”. Cuando los fariseos insisten, tiene los pantalones (o, en su caso, la túnica) necesarios para enfrentarlos. Así, los desarma con una sola frase: “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. Es, además de todo, una respuesta inteligente si no es que genial. No hay forma de responderle. Lo único que les queda a los fariseos es retirarse.

Cuántos errores no han cometido nuestros políticos al dejarse llevar por el enojo o por la cobardía. Cuántas veces no han cedido los gobernantes ante presiones negativas para no afectar su reputación o su posición en las encuestas. Si mantuvieran la cabeza fría, podrían encontrar una solución favorable. Si fueran sabios, podrían aprovecharse de las adversidades para convertirlas en ventajas.
Estas son las lecciones que tenemos que aprender nosotros. Toda esta enseñanza política la podemos encontrar en un “manual” que tiene miles de años: la Biblia.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Indignación

Como recompensa por “tanto” trabajo, nuestros senadores recibirán hasta 740 mil pesos entre dietas, aguinaldos, bonos y compensaciones cada uno. Todo esto porque siempre pensando en sus representados, decidieron repartirse discrecionalmente 400 millones de pesos en “asignaciones a grupos parlamentarios”. Mientras tanto, los simples mortales tendremos que hacerle frente a la época navideña con una crisis económica mundial encima.

Como mínimo, espero de parte de los senadores panistas (ya que como panista espero y exijo más de ellos) que rechacen semejantes ingresos, o que los regresen o que los donen a una de tantas obras de caridad que existen. Además, sería bueno que pidieran una disculpa pública por habérseles ocurrido semejante infamia. Es una bofetada a los más de 40 millones de mexicanos pobres que nuestros políticos se embolsen tanto dinero de manera tan descarada. Es una bofetada a todos los mexicanos que trabajan y que viven al día por la mala situación económica que nos aqueja.

En el PAN siempre hemos dicho que no se puede concebir la política sin la ética. Espero que nuestros senadores sean congruentes con esta enseñanza y actúen en consecuencia. De los demás, ni hablar…

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Un socialista a favor de la vida

El 14 de noviembre, el presidente de Uruguay, Dr. Tabaré Vázquez, vetó una ley que legalizaba el aborto en ese país. En lo personal, lo que más me agradó de la noticia (que de por sí es extraordinaria) es que el Dr. Vázquez pertenece a una coalición de izquierda y que vetó esta ley que propuso su propio partido. Más aún, su discurso de veto es una muestra de que el derecho a la vida trasciende al espectro ideológico. Este discurso debería de servir a tantos líderes de la derecha que o por ignorantes o por cobardes no han sido capaces de levantar la voz en defensa de la vida. De igual forma, debería de servir para nuestros gobernantes izquierdosos que creen que defender el aborto es un requisito para ser socialista.

A continuación, les comparto este discurso que no por breve carece de profundidad. Al contrario, en pocas líneas da una defensa apasionada de la vida con argumentos sólidos y que, en teoría, deberían de aplicar en todo el mundo:

TEXTO DEL VETO DEL PRESIDENTE DE URUGUAY, TABARÉ VÁZQUEZ, A LA LEY DE DESPENALIZACIÓN DEL ABORTO

Montevideo, 14 de noviembre de 2008

Señor Presidente de la Asamblea General:

El Poder Ejecutivo se dirige a ese Cuerpo en ejercicio de las facultades que le confiere el artículo 137 y siguientes de la Constitución de la República a los efectos de observar los Capítulos II, III y IV, artículos 7 a 20, del proyecto de ley por el que se establecen normas relacionadas con la salud sexual y reproductiva sancionado por el Poder Legislativo.

Se observan en forma total por razones de constitucionalidad y conveniencia las citadas disposiciones por los fundamentos que se exponen a continuación.

Hay consenso en que el aborto es un mal social que hay que evitar. Sin embargo, en los países en que se ha liberalizado el aborto, éstos han aumentado. En los Estados Unidos, en los primeros diez años, se triplicó, y la cifra se mantiene: la costumbre se instaló. Lo mismo sucedió en España.

La legislación no puede desconocer la realidad de la existencia de vida humana en su etapa de gestación, tal como de manera evidente lo revela la ciencia. La biología ha evolucionado mucho. Descubrimientos revolucionarios, como la fecundación in vitro y el ADN con la secuenciación del genoma humano, dejan en evidencia que desde el momento de la concepción hay allí una vida humana nueva, un nuevo ser. Tanto es así que en los modernos sistemas jurídicos -incluido el nuestro- el ADN se ha transformado en la "prueba reina" para determinar la identidad de las personas, independientemente de su edad, incluso en hipótesis de devastación, o sea cuando prácticamente ya no queda nada del ser humano, aun luego de mucho tiempo.

El verdadero grado de civilización de una nación se mide por cómo se protege a los más necesitados. Por eso se debe proteger más a los más débiles. Porque el criterio no es ya el valor del sujeto en función de los afectos que suscita en los demás, o de la utilidad que presta, sino el valor que resulta de su mera existencia.

Esta ley afecta el orden constitucional (artículos 7º, 8º, 36º, 40º, 41º, 42º, 44º, 72º y 332º) y compromisos asumidos por nuestro país en tratados internacionales, entre otros el Pacto de San José de Costa Rica, aprobado por la Ley Nº 15.737 del 8 de marzo de 1985 y la Convención Sobre los Derechos del Niño aprobada por la Ley Nº 16.137 del 28 de setiembre de 1990.

En efecto, disposiciones como el artículo 42 de nuestra Carta, que obliga expresamente a proteger a la maternidad, y el Pacto de San José de Costa Rica -convertido además en ley interna como manera de reafirmar su adhesión a la protección y vigencia de los derechos humanos- contiene disposiciones expresas, como su artículo 2º y su artículo 4º, que obligan a nuestro país a proteger la vida del ser humano desde su concepción. Además, le otorgan el estatus de persona.

Si bien una ley puede ser derogada por otra ley, no sucede lo mismo con los tratados internacionales, que no pueden ser derogados por una ley interna posterior. Si Uruguay quiere seguir una línea jurídico-política diferente a la que establece la Convención Americana de Derechos Humanos, debería denunciar la mencionada Convención (Art. 78 de la referida Convención).

Por otra parte, al regular la objeción de conciencia de manera deficiente, el proyecto aprobado genera una fuente de discriminación injusta hacia aquellos médicos que entienden que su conciencia les impide realizar abortos, y tampoco permite ejercer la libertad de conciencia de quien cambia de opinión y decide no realizarlos más.

Nuestra Constitución sólo reconoce desigualdades ante la ley cuando se fundan en los talentos y virtudes de las personas. Aquí, además, no se respeta la libertad de pensamiento de un ámbito por demás profundo e íntimo.

Este texto también afecta la libertad de empresa y de asociación, cuando impone a instituciones médicas con estatutos aprobados según nuestra legislación, y que vienen funcionando desde hace más de cien años en algún caso, a realizar abortos, contrariando expresamente sus principios fundacionales.

El proyecto, además, califica erróneamente y de manera forzada, contra el sentido común, el aborto como acto médico, desconociendo declaraciones internacionales como las de Helsinki y Tokio, que han sido asumidas en el ámbito del Mercosur, que vienen siendo objeto de internalización expresa en nuestro país desde 1996 y que son reflejo de los principios de la medicina hipocrática que caracterizan al médico por actuar a favor de la vida y de la integridad física.
De acuerdo a la idiosincrasia de nuestro pueblo, es más adecuado buscar una solución basada en la solidaridad que permita promocionar a la mujer y a su criatura, otorgándole la libertad de poder optar por otras vías y, de esta forma, salvar a los dos.

Es menester atacar las verdaderas causas del aborto en nuestro país y que surgen de nuestra realidad socio-económica. Existe un gran número de mujeres, particularmente de los sectores más carenciados, que soportan la carga del hogar solas. Para ello, hay que rodear a la mujer desamparada de la indispensable protección solidaria, en vez de facilitarle el aborto.

El Poder Ejecutivo saluda a ese Cuerpo con su mayor consideración,
Dr. Tabaré Vázquez
Presidente de la República

martes, 25 de noviembre de 2008

Para acabar con la corrupción...

En una de las pocas cosas en que México ocupa los primeros lugares mundiales es en corrupción. Nuestros gobernantes siempre se han caracterizado por ser corruptos y ladrones. En las últimas semanas, el Operativo Limpieza del Gobierno Federal ha sacado a la luz a diversos funcionarios de alto nivel que se dejaron corromper por el narcotráfico. Ante estas noticias, la sociedad en general se ha indignado (justamente) y uno que otro ha intentado capitalizar políticamente con ello.

La corrupción del gobierno es un problema gravísimo que no hemos podido erradicar. Sin embargo, la corrupción que existe en toda la sociedad me parece que es más grave porque sirve de alimento a la corrupción gubernamental. Lo más preocupante de la corrupción social es que muchísimas personas la practican sin querer admitirlo. No podremos acabar con la corrupción si no reconocemos que somos corruptos. Si no reconocemos nuestras fallas no podemos corregirlas.
Este tipo de corrupción la vivimos todos los días: desde las mordidas a los policías (aunque sean de 20 pesos), pasando por las tareas copiadas hasta los que alteran las balanzas de sus negocios o sus libros de contabilidad. La sociedad mexicana vive bajo el credo de que “el que no transa no avanza” y todo mundo lo ve como normal. Recuerdo que en la secundaria nos obligaban a asistir a cinco conciertos de música clásica y que existía un enorme negocio en torno a los boletos y libretos que debíamos entregar como muestra de que habíamos ido al concierto. Lo peor del caso era que los padres de familia eran los que incitaban a sus hijos a verse “listos”. En cambio, viviendo en Estados Unidos me encontré con que copiar una tarea se consideraba como cheating, es decir, como hacer trampa, y que existían castigos muy severos para quienes lo hacían. Esto es un ejemplo de una actitud social diametralmente opuesta a la nuestra.

Los ciudadanos no podemos exigir al gobierno que sea honesto si no empezamos por nosotros mismos. No podemos esperar que los policías sean honrados si lo primero que hacemos al ser detenidos es darles dinero para que nos dejen ir. No será fácil dejar de recibir ese dinero extra obtenido en negocios turbios o tener que esperar durante unas horas por la ineficacia de nuestra burocracia o reprobar un examen para el que no estudiamos, pero creo que son incomodidades que bien valen la pena. El bien común depende de que seamos capaces de sacrificar ciertos bienes individuales. Cuando en México aprendamos a respetar las reglas y las leyes y a actuar con honestidad, todo empezará a cambiar.

La corrupción forma un círculo vicioso en que el gobierno contamina a la sociedad y ésta contamina al gobierno (porque el gobierno está formado por integrantes de la sociedad). Como todo círculo vicioso, es necesario romperlo e iniciar un círculo virtuoso. Este rompimiento se debe dar tanto desde el gobierno como desde la sociedad. Debe ser un esfuerzo conjunto. Sin embargo, si nuestras autoridades no hacen nada por romperlo, somos los ciudadanos los que debemos hacerlo. No podemos sentarnos a esperar a que el gobierno solucione todo.
Para poder acabar con la corrupción, debemos empezar por casa, con nosotros mismos y con nuestros hijos para después poder salir a la calle y exigir lo mismo de los demás. Cuando la ciudadanía viva de forma recta y honesta, tendremos toda la autoridad moral para demandar lo mismo de nuestros dirigentes.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

La Belleza como una política pública

México es un país rico en bellezas. Tenemos bellezas naturales de todo tipo: playas, montañas, bosques, lagos, desiertos… Muchos de nuestros antepasados se dedicaron a agregar a estas bellezas naturales las bellezas creadas por sus manos. Así, contamos con ciudades coloniales magníficas llenas de joyas arquitectónicas y con extraordinarias obras de arte.

Los seres humanos nos deleitamos en la contemplación de lo bello. Todas estas bellezas que nos rodean hacen que nuestra estancia en este mundo sea más agradable. Hacen que nuestro nivel de vida sea mayor. Es por todos conocido que un ambiente agradable hace que las personas trabajen mejor, sean más productivas y que sean más felices. Por tanto, una ciudad bella implica que sus habitantes vivan mejor.

Sin embargo, parece ser que para nuestros gobernantes la Belleza no importa (no más vean al que apodaron “Góber precioso”…). Desde que los grandes muralistas dejaron de decorar los edificios de gobierno parece que lo bello ha desaparecido de las obras públicas. Hoy tiene más importancia realizar una obra imponente en tamaño que se inaugure a tiempo para las elecciones, que realizarla bien. ¿Por qué no se realizan obras funcionales que a su vez sean agradables a la vista? Lo bello y lo práctico no están peleados. Es parte de la naturaleza humana desear que las cosas sean atractivas.

Yo por eso propongo que la Belleza se instaure como una política pública. Que toda obra que se construya, además de ser funcional y estar bien hecha, sea bella. Que el gobierno (y la ciudadanía) trabajemos por crear un ambiente agradable. Que la gente se sienta a gusto al caminar por su ciudad y por sus parques. Que los camellones se cuiden y se llenen del colorido que caracteriza al pueblo mexicano. No sólo tendríamos a una población más cómoda con su ambiente sino que se generarían fuentes de trabajo en la creación y mantenimiento de jardines y parques, de edificios, de obras públicas, etc. Los ciudadanos también tenemos que colaborar con este esfuerzo dándole mantenimiento a nuestras casas, pintándolas, cuidando las banquetas y jardines aledaños.

Estoy seguro que la mayoría de los ciudadanos queremos una ciudad hermosa. No es posible que la antes llamada “Ciudad de los Palacios” sea ahora la “Ciudad de los grafitis” o la “Ciudad de las obras inconclusas”. Veamos un ejemplo muy claro: el segundo piso del Periférico. Esta obra, orgullo del lopezobradorismo, es una construcción fea. Se trata de un enorme bloque de concreto. Los barandales están sin pintar y mantienen su horrible color metálico. Para colmo, las luces que lo iluminan por abajo en las noches son verdes y moradas, dándole un aspecto tenebroso como de antro de mala muerte. Como si eso no bastara, está inconcluso, con partes donde las varillas salidas disminuyen todavía más el casi nulo atractivo. Estar ahí atorado en el tráfico es más deprimente al ver el estado en el que se encuentra. Por otro lado, una ciudad como Zacatecas, que es una belleza colonial, se vuelve todavía más bella con la iluminación que se instaló en torno a todos los edificios del centro histórico. Ahí se supo utilizar la tecnología moderna para hacer todavía más notoria la belleza propia de la ciudad.

La ciudad de México tiene todo para ser una de las ciudades más bellas del mundo. Las soluciones a los complejos problemas modernos no deben interferir con la belleza que debe imperar en una ciudad como la nuestra. Debemos ser creativos e ingeniosos para ofrecer soluciones que resalten o que por lo menos no interfieran con los atractivos visuales ya existentes. Yo sueño con una Ciudad de México similar a la que se encontraron los españoles y que los dejó boquiabiertos. Yo sueño con una ciudad de México como la que ellos después construyeron y que era considerada la Venecia americana. Imaginen una ciudad donde se combine lo colorido de nuestra flora con nuestras construcciones. Imaginen una ciudad donde pueda fluir un río sin que lo llenemos de basura. Una ciudad donde lo natural y lo artificial se fundan de forma que la mano del hombre, más que interferir con la Creación, la embellezca más. Creo que tenemos el derecho a disfrutar una ciudad así.

lunes, 10 de noviembre de 2008

El verdadero peligro de legalizar las drogas

Hace unas semanas, se presentó en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal una iniciativa de ley que pretendía legalizar el consumo de mariguana en la Ciudad de México. La iniciativa la presentó Víctor Círigo, conocido diputado del PRD. Esta polémica iniciativa fue rechazada de inmediato por amplios sectores de la sociedad y por el propio Jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard. Días después, otro destacado perredista presentó una iniciativa similar al Senado de la República. Todo esto para demostrarle a la ciudadanía que sí trabajan…

Más allá de si esa sea una solución al problema del narcotráfico o no, y más allá de si es lo mejor que podemos hacer para combatir a las drogas (lo cual es evidentemente falso), yo quiero enfatizar un punto al que se le hizo muy poco caso pero que me parece importantísimo. Según esa iniciativa, el gobierno se encargaría de vender (en dosis limitadas supuestamente) la droga. Al leer ese punto sentí un escalofrío. Como si no fuera suficiente que el gobierno se quede con toda la renta petrolera, con todos los ingresos que se obtienen de la generación de energía en el país y con todos los impuestos que nos cobra, ahora se quieren quedar con el lucrativo negocio de las drogas. Es decir, el gobierno ahora se enriquecería a costa del suicidio de los ciudadanos. ¡Esa iniciativa es un coqueteo con el totalitarismo!

Me parecería terrible que le diéramos semejante poder al gobierno y más a tan nefastos gobiernos como los que hemos padecido en el Distrito Federal. Imaginen el daño tan grave que causarían a nuestra ciudad si tuvieran acceso directo a los miles de millones de dólares que genera el narcotráfico. Si ahorita, con solo controlar a los vendedores ambulantes, a los invasores de predios y a los taxistas piratas el PRD hace y deshace a voluntad en la ciudad, imaginen el poder que tendrían controlando las drogas. El poder que ahorita tienen los grandes cárteles se lo transferiríamos al gobierno. Eso debería de tenernos a todos temblando de miedo. Y más si tomamos en cuenta la clase de gobernantes megalómanos que hemos tenido en el Distrito Federal.

Les pongo un ejemplo que quizá suene exagerado pero que es muy probable que se dé si se aprobara semejante ley. Supongan una cantidad de adictos que regularmente adquieran su dosis (supuestamente limitada). Supongan que fueran unos 10 mil, por decir un número. Se acerca un año electoral y entonces los vendedores oficiales empiezan a limitarles la dosis. Siendo adictos, su desesperación irá en aumento a medida que no puedan satisfacer su necesidad. Entonces los vendedores les condicionan la venta de estupefacientes a cambio de participar en marchas, protestas e incluso a que otorguen su voto a un partido determinado (que siendo este negocio dependiente del gobierno, sería el partido en el poder). Muchos podrán decir que este escenario es una exageración mía y que jamás podría ocurrir. Esto ya ocurre con los invasores de predios. Me consta. He hablado con gente víctima de extorsiones de este tipo. Me han contado cómo funciona y cómo hay personas desalmadas que abusan de la gente pobre. Por eso sé que lo de “primero los pobres” siempre ha sido una grandísima mentira.

También creo que los que apoyan esta iniciativa tienen otras oscuras intenciones. Las mismas que los llevan a “defender” a PEMEX a ultranza. Saben que si el gobierno controla estos negocios y ellos están en el gobierno, podrán despacharse con la cuchara grande. Si no es a través del gobierno, a través de los sindicatos. Imaginen un nuevo SNTE (Sindicato Nacional de Trabajadores de Estupefacientes) dirigido por un caudillo como Romero Deschamps o Elba Esther Gordillo. Sólo pensarlo me provoca pavor. Estos políticos corruptos sólo piensan en sí mismos y en cómo aprovecharse del país.

Por ello, los ciudadanos debemos estar atentos a las propuestas de nuestros representantes. Debemos vigilar que no quieran asumir poderes que no les corresponden. Debemos cumplir con nuestra función de contrapesos de los gobernantes. No olvidemos que en una democracia, nosotros somos los que mandamos. Los funcionarios públicos de todos los niveles (electos y designados) son sólo representantes nuestros. Son nuestros empleados. No dejemos que se aprovechen de la apatía o del miedo de la ciudadanía.

El combate al narcotráfico es parte de una guerra sin cuartel que ya cobró y seguirá cobrando muchas vidas. Sin embargo, es un combate en el cual no podemos rendirnos. La soberanía nacional depende de que triunfemos en esta guerra. Legalizar la droga quizá podría acabar con los cárteles de droga, pero el narcotráfico no es el problema de fondo. El problema de fondo es que miles si no es que millones de nuestros niños, jóvenes y adultos encuentran una salida falsa a través de las drogas (incluyendo el alcohol). Ese es el problema que realmente debemos atacar y legalizar las drogas no nos ayuda a resolverlo.

lunes, 3 de noviembre de 2008

El cambio que Estados Unidos realmente necesita

Mañana son las elecciones en Estados Unidos. Muchos las han llamado las elecciones más importantes en su historia (lo mismo dijeron hace 4 años, hace 8 años, hace…). Tanto en México como en el resto del mundo, la gente está emocionada con la posibilidad de que gane Obama y de que traiga un “cambio” a Washington. En todos lados (incluido Estados Unidos) lo ven como el “salvador” y un baluarte de esperanza. Yo no estoy tan entusiasmado. En su campaña ha mostrado más de una vez que no representa un cambio real. No dudo que logre cambios en Estados Unidos pero el cambio en sí no es necesariamente bueno. A mi parecer, el cambio que Estados Unidos necesita no lo pueden lograr ni el partido Demócrata ni el partido Republicano. Se necesita una tercera opción.

Esta opción debe buscar ante todo el Bien Común y debe fundamentarse en el respeto a la Dignidad de la Persona Humana. En la elección actual, el tema de la economía se ha convertido en el tema central. No me cabe duda alguna de que la economía es crucial para que se alcance el Bien Común y para que las personas puedan vivir con dignidad. Sin embargo, existe otro tema que se ha visto relegado y que tiene mayor trascendencia que la economía: el derecho a la vida. No podemos hablar de la Dignidad de la Persona si ésta no tiene siquiera el derecho a vivir. No podemos hablar de Dignidad de la Persona cuando más de 50 millones de americanos no-nacidos han muerto desde Roe vs. Wade. No podemos hablar de Bien Común cuando se piensa aprobar la Freedom of Choice Act, en la cual se quitan todas las barreras legales que penalizan el aborto, permitiendo incluso el aborto por nacimiento parcial. Obama ha declarado públicamente que su primer acto como presidente sería aprobar esta ley. No olvidemos que las personas deben importar más que el dinero. La economía se puede arreglar, un niño muerto no.

El respeto a la Dignidad de la Persona también se ve pisoteado en las tantas guerras que está librando Estados Unidos en el extranjero. El caso de Irak es el más contundente por su injusticia. A pesar de ello, sería imprudente y más dañino que Estados Unidos se retirara sin un plan bien pensado. Este plan debe considerar antes que nada el bien y la seguridad de la gente de Irak. Los norteamericanos deben actuar con responsabilidad cuando llegue el momento de su retirada y deben asegurarse de que los iraquíes puedan, por sus propios medios, mantener la estabilidad de su propio país. Toda guerra atenta contra la Dignidad de la Persona Humana y en su entendimiento de esto, los republicanos están muy mal.

Por otro lado, esta opción nueva que propongo debe proclamar el principio de la subsidiariedad. Esto quiere decir que el Estado debe respetar la independencia y el actuar (mientras sea legal) de los cuerpos sociales intermedios e intervenir y apoyarlos cuando no puedan o quieran cumplir con su función social. En el caso de E.U., el health care, o seguridad social representa un excelente ejemplo. El acceso a la atención médica es un derecho de todo ser humano. En miras del Bien Común y del respeto a la Dignidad de la Persona, se debe proveer de este servicio a todos. Si hay gente que no puede pagarse un seguro médico, el Estado debe asegurarse de que reciban la atención médica adecuada si se enferman.

Lo mismo podemos decir de la economía. El Estado debe regular y supervisar los mercados. El libre mercado debe estar al servicio del hombre, no el hombre al servicio del libre mercado. E libre mercado es sólo un medio para producir más eficientemente, no un fin en sí mismo. Esto no significa que el Estado deba controlar o intervenir en todos los ámbitos de la economía y poseer los medios de producción. Eso atentaría contra el mismo principio de subsidiariedad. El Estado debe, en general, actuar como árbitro y supervisar que se respeten las reglas del juego. También debe velar para evitar abusos de parte de los ricos y poderosos en contra de los más desprotegidos. Un punto que muchas veces se pasa por alto es que la subsidiariedad exige que el Estado se retire cuando la sociedad civil o la iniciativa privada puedan reasumir su deber.

El último principio que debe regir a esta opción alternativa es la solidaridad. En cuanto a la sociedad civil norteamericana no hay mucho problema. Los americanos por naturaleza son solidarios. Basta con ver que Estados Unidos es el país que mayor ayuda humanitaria entrega a otros países. Basta con vivir ahí para percibir el clima de solidaridad que los ciudadanos tienen entre sí y para con sus comunidades. Ahora bien, en el caso del Estado, la solidaridad también debe existir. Éste debe incentivar a las empresas a que actúen con responsabilidad social. La función solidaria del Estado consiste en lograr que se provea a todos de lo necesario para vivir de forma digna. Esta es la meta de la Economía Social de Mercado. Se trata de una economía de mercado con un enfoque social.

Para vivir plenamente la solidaridad, tanto el Estado como la Sociedad deben ayudar (conforme al principio de la subsidiariedad) a los más necesitados y desprotegidos, es decir, deben tener una opción preferencial por los pobres. Esta opción preferencial no sólo debe existir hacia el interior del Estado, sino también hacia los países subdesarrollados (incluyendo a mi querido México). Tanto Estados Unidos como los países europeos tienen la responsabilidad de actuar solidariamente con los países pobres. Muchos de estos países fueron fundamentales para que Europa y Estados Unidos llegaran a ser lo que hoy son. Durante años les proveyeron de materias primas, de nuevos mercados, de mano de obra barata, etc. Por eso es cuestión de elemental justicia que ahora reciban algo en retorno. Sólo trabajando en conjunto se podrá acabar con la pobreza en estos países y sólo acabando con la pobreza se podrá terminar la inmigración ilegal que tanto les preocupa. Necesitamos que Estados Unidos tenga un estadista de la altura de Konrad Adenauer, Robert Schuman o Alcide de Gasperi quienes, dejando a un lado sus diferencias y nacionalismos, sentaron las bases de la Unión Europea.

El día en que Estados Unidos opte por esta alternativa “nueva”, realmente vivirán un cambio profundo que repercutirá en el mundo entero. En Estados Unidos no existe esta alternativa actualmente, pero las condiciones para que surja ya están presentes. La tercera parte de la población norteamericana es católica y los principios que acabo de enumerar son los de la Doctrina Social de la Iglesia. Este sector tan importante de la población norteamericana tiene mucha influencia en la sociedad americana, incluyendo en la política. Es hora de que el Humanismo Político que surgió de estos principios eche raíces en Estados Unidos. Esta alternativa no es realmente nueva ya que en todo el mundo existen partidos políticos inspirados en este humanismo y son los que han traído los cambios más significativos a nuestras sociedades modernas. Este humanismo es la esencia de la Democracia Cristiana. Sería extraordinario que un partido demócrata cristiano naciera en Estados Unidos. Todos lo agradeceríamos.

jueves, 23 de octubre de 2008

Ah, pero sigan votando por el PRD... ¡y por el PRI!

Hoy se debería de estar aprobando la “reforma energética” en el Senado. La propuesta original de Calderón (que ya era bastante light) quedó reducida a una reforma que no reforma nada. En vez de mejorar la situación de PEMEX, la empeoran. Todo por esa cerrazón ideológica que tienen los legisladores del PRI y del PRD de impedir que la iniciativa privada participe en la extracción y refinación del petróleo.

Como si la incompetencia de nuestros legisladores no bastara para ofender al pueblo mexicano, nos encontramos a Andrés Manuel López Obrador dirigiendo a sus huestes a protestar contra el “saqueo”. Sólo como una muestra de la esquizofrenia en que vive este sujeto basta recordar que hace un par de días dijo que la reforma que se iba a aprobar era un triunfo para su movimiento. Ahora resulta que, dos días después está protestando para impedir que se apruebe. Si eso no es estar loco, entonces yo no sé qué lo sea… Para colmo, aparece muy sonriente mientras sus borreguitos se enfrentan con la policía federal.

Mientras tanto, dentro de la sede alterna del Senado en la Torre del Caballito, diputados perredistas (qué vergüenza de representantes tenemos…) intentan entrar por la fuerza a interrumpir la sesión de los senadores. Cuando el presidente del Senado, senador Gustavo Madero, pide la entrada de fuerzas federales para evitar que estos simios hagan de las suyas, se ponen a protestar por la “represión”. El fuero impide que estos delincuentes terminen en la cárcel pero no debe ser motivo para que los federales no les metan unos buenos macanazos. Creo que cualquier mexicano sensato apoyaría esto.

Para seguir con la lista de barbaridades que cometen nuestros representantes, resulta que el senador Dante Delgado se puso como loco cuando entró la policía a la sala de sesiones y empezó una riña con el senador Felipe González, del PAN. La riña se detuvo con la intervención de otros senadores panistas que le pusieron un alto a Felipe González. Yo la verdad lo hubiera dejado, sabiendo lo bravo que es, seguro ponía a Dante Delgado en su lugar.

Ahora, lo que más me enoja es que al final del día, los priístas se van a colgar la medalla de ser los “más decentes” y “civilizados” y de privilegiar el diálogo. Como si ellos no le hubieran puesto candados a una reforma tan importante para el país. Como si no fuera precisamente por los nefastos gobiernos del PRI por los que estamos como estamos. Como si no hubieran sido ellos los que permitieron que los sindicatos de maestros y petroleros (entre tantos otros) consiguieran todo el poder que ahora tienen. Como si no fueran ellos los que han permitido y fomentado tanta corrupción en nuestro país. Como si todos los perredistas no hubieran sido priístas en algún momento…

Mientras los ciudadanos sigamos quejándonos nada más y no participando activamente en la política, esta bola de salvajes seguirá dirigiendo a nuestro país…

martes, 21 de octubre de 2008

"Artistas" en defensa del petróleo

La gran noticia del día de hoy es el spot en el que aparecen varios actores y actrices defendiendo la “propuesta ciudadana” del Frente Amplio Progresista en contra de la privatización del petróleo. La última vez que revisé, en las escuelas de actuación no enseñan economía, administración de empresas o análisis de políticas energéticas, por tanto, no sé qué conocimientos tendrán estas personas para criticar una reforma de naturaleza técnica. Pero bueno, haciendo uso de su libertad de expresión, salen a decirnos que defendamos el petróleo de “los que quieren dominar el petróleo [que] son los que pretenden controlar el mundo” (cita textual). Me pregunto quiénes serán esos que quieren controlar el mundo…

Regresando al tema, encuentro realmente ofensivo que estos individuos se erijan ahora en defensores del “pueblo” y de los pobres siendo que artistas como ellos no se caracterizan por una vida de humildad y pobreza. Es fácil defender al pobre cuando por aparecer en una película (sin importar lo mala que sea) te pagan cientos de miles, si no es que millones de pesos. A cambio de ese dinero, inundan nuestras televisiones y pantallas cinematográficas de basura que sólo sirve para corromper más a la niñez y juventud del país… Es prácticamente nula la aportación que hacen a la sociedad… Como si no hicieran ya suficiente daño con eso, pretenden usar su “fama” para influir en una de las reformas más necesarias para nuestro país. Yo espero que el pueblo mexicano sea lo suficientemente inteligente para no hacerle caso a estos personajes…

Por otro lado, me parece realmente preocupante la actitud que tienen no sólo estos artistas sino los “defensores del petróleo” en general. En la esquina de mi casa hay un “comité popular” donde colgaron una manta que dice que la “privatización” de PEMEX representa la “venta del futuro de nuestros hijos”. Si el futuro de nuestros hijos es el petróleo, entonces estamos realmente jodidos. Se privatice o no, el petróleo se va a acabar. Por ende, poner el futuro de nuestros hijos en el petróleo es una reverenda idiotez. El futuro de nuestros hijos debe estar en la educación que les demos, en que los preparemos para enfrentar un mundo hostil y lleno de problemas. Debe estar en que los capacitemos para resolver esos problemas (la pobreza, la desigualdad, la injusticia, la inseguridad, etc.) de forma que sean ingeniosos, creativos e innovadores y que no se rindan ante estas dificultades. Ahí radica el verdadero futuro de nuestros hijos. No sé a quién se le ocurrió la maravillosa idea de decir que radica en una empresa paraestatal que está al borde de la quiebra…

Lo mismo se puede decir del argumento de que el petróleo representa la “soberanía del país”. ¿Por qué quieren hacernos depender de cosas externas? Simplemente porque si nuestra “soberanía” y nuestro futuro dependen del petróleo (o cualquier otra cosa, como la electricidad, el maíz…), el que lo controle nos controla a todos. ¿No es eso lo que siempre han hecho los gobiernos totalitarios? La verdadera riqueza y soberanía de México radica en su gente. Enfrentemos la realidad y busquemos soluciones nuevas a los problemas del país. No vivamos más en esa actitud de sumisión y de espera a que el gobierno haga todo por nosotros, ¡eso no va a suceder! ¡Setenta años de “atole con el dedo” deberían de habernos enseñado a no esperar todo del gobierno!

Si podemos arreglar PEMEX, modernizarlo y hacerlo eficiente, ¡hagámoslo! Si eso implica dejar entrar a la iniciativa privada, ¿por qué no hacerlo? En todo caso se limita a que sólo sean empresas mexicanas (para no “venderlo a extranjeros”). Ahora que si PEMEX no se puede arreglar y es un lastre para todos nosotros; si no es más que un foco de corrupción, entonces ¡deshagámonos de PEMEX! Cualquier empresario medianamente inteligente, si tiene una empresa (así sea la empresa familiar cuya dirección ha pasado de padre a hijo durante generaciones) que no le está dando utilidades, se deshace de ella a la primera oportunidad. ¿Por qué el gobierno tiene que estar manteniendo empresas ineficientes? Recuerden que lo hace con nuestro dinero. Yo preferiría que ese dinero se invirtiera en educación, en hospitales, en carreteras o en cualquier otro servicio público que realmente nos beneficie a todos y no en empresas que podrían funcionar mejor en otras manos.

Mejor dejémonos de discusiones inútiles acerca de cosas tan abstractas como la “soberanía nacional” y desechemos tanto mito que ha servido para tenernos sometidos y no para progresar. Hagamos algo que realmente cambie a nuestro país. ¡Los casi 50 millones de mexicanos pobres así nos lo exigen!