Mostrando las entradas con la etiqueta PAN. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta PAN. Mostrar todas las entradas

jueves, 9 de julio de 2009

Evaluación de las elecciones

Para nosotros, señores, ganar una elección o perderla no compromete la vida del partido; nosotros al día siguiente de una elección ganada o perdida tenemos seguramente más trabajo que en la víspera…
Efraín González Luna


Mucho se ha comentado en los medios acerca de la “debacle” del PAN en las elecciones del pasado domingo. La renuncia de nuestro jefe nacional ha aumentado las especulaciones acerca del futuro del partido, así como el futuro de la presidencia de Felipe Calderón y ha dado motivo a nuestros comentaristas políticos para hablar de que Acción Nacional fue el “gran perdedor” en esta elección.

Creo que nuestros “expertos en política” tienen una visión muy simplista de la realidad, con lo que nuevamente demuestran que no es lo mismo estar dentro del ruedo que ver la corrida desde las gradas. Lo que creo que es necesario, al igual que muchos compañeros panistas, es una reflexión y una autocrítica. Sin embargo, esta reflexión debe ser objetiva, sin la influencia de los autodenominados expertos (que abundan en nuestros medios de comunicación y entre la ciudadanía que, aunque “odia” la política, cree dominar el tema).

El primer análisis que debemos realizar, para saber en qué situación nos encontramos, tiene que ver con los datos duros de la elección. Me arriesgo a afirmar que los resultados en la elección de diputados federales no son una catástrofe sino el resultado de una tendencia que se viene siguiendo desde años atrás y que a continuación explicaré. Por otro lado, los resultados en las elecciones para gobernadores y municipios sí fueron desastrosas (aunque previsibles) y la causa de ese desastre no se halla únicamente en el Comité Ejecutivo Nacional, sino que tuvo mucho que ver con los pleitos locales que, como siempre, terminan llevando al partido a la derrota.

Veamos primero el caso de las elecciones federales. De 206 diputados con los que actualmente contamos, pasaremos a 143 según los resultados preliminares (este número podrá variar de acuerdo a los ajustes que se realicen en estos días tanto en el IFE como en Tribunal electoral). De entrada, el dato parece muy evidente: fue una enorme derrota para Acción Nacional. Sin embargo, si observamos los resultados electorales pasados podemos notar lo siguiente: en las elecciones del 2000, obtuvimos 207 escaños en el Congreso de la Unión, para 2003, este número descendió a 148. ¿Te resultan familiares estos números? Son prácticamente iguales a los que tuvimos en 2006 (206) y ahorita (143). Además, existe una clara correlación entre el aumento del abstencionismo y el descenso de votos para el PAN (en 2000, Vicente Fox tuvo 15.9 millones de votos contra 8.18 millones en la elección intermedia del 2003, en 2006, Felipe Calderón obtuvo 15 millones contra los 9.5 de este año, en ambas elecciones intermedias, el abstencionismo superó el 55%). Lo mismo se repite en elecciones anteriores. Por tanto, los resultados actuales son consistentes con esta tendencia. La única forma en que podremos superar estos resultados es logrando que más gente salga a votar en las elecciones intermedias.

Por su parte, la “gran victoria” del PRI no se debe a que haya recuperado la confianza de la ciudadanía, sino a su enorme estructura de movilización del voto. Veamos datos duros que confirman esto: en las últimas tres elecciones intermedias (1997, 2003 y 2009) el PRI ha tenido 11.3, 10.8 y 12.5 millones de votos respectivamente. Estas variaciones se pueden explicar con el crecimiento natural del padrón electoral, así como la transferencia de votos del PRD al PRI (porque es muy poco probable que se transfieran del PRD al PAN). No se observa ninguna variación significativa que muestre una mayor confianza del electorado hacia el PRI. Es, por tanto, una tendencia que se ha mantenido en las últimas elecciones intermedias.

La conclusión a la que podemos llegar después de ver esta información es la siguiente: los resultados que se obtuvieron siguen una tendencia que no ha variado. Por tanto, no se trata de una “derrota” de Acción Nacional como tal, ni se trata de una pérdida de confianza de la ciudadanía o de un voto de castigo al presidente Calderón (el cual tiene una aprobación del 67%, similar a la que tiene Barack Obama en E.U.).

En el nivel local la historia es distinta. De las gubernaturas que se disputaron, sólo se obtuvo la victoria en Sonora. Se perdieron dos bastiones panistas: San Luis Potosí y Querétaro. Se perdieron ciudades importantes como Cuernavaca y Guadalajara. En el Estado de México, la derrota fue absoluta. Todas estas derrotas tienen una explicación muy sencilla: los pleitos internos. En Jalisco, entre el gobernador y Francisco Ramírez Acuña, en San Luis entre el gobernador y el candidato (que además llevó una campaña deplorable, confiado totalmente en su victoria), en Querétaro igual, el Estado de México ha sido una fuente de conflictos interminable y, aunque no se hubieran designado candidatos, probablemente se habría perdido igualmente. De todos estos casos, el único en el que parece tener la culpa hasta cierto punto el CEN es en Nuevo León. Ahí la designación de Fernando Elizondo se presentó como un modo de evitar conflictos entre los principales contendientes. Desgraciadamente, eso no impidió que se presentaran estos conflictos que, además, se complementaron con una mala campaña llevada por Elizondo, gracias a lo cual no alcanzó la gubernatura.

De lo anterior podemos concluir que la responsabilidad no puede recaer únicamente sobre el CEN y Germán Martínez. Aquí la responsabilidad fue compartida. Germán cometió muchos errores: se abusó del mecanismo de la designación (igual que lo hizo Manuel Espino antes que él), faltó cercanía con la gente, no se brindó el apoyo a aquellos lugares que se consideraron casos perdidos (como el D.F., donde dimos la sorpresa) y no se intervino eficazmente para evitar las divisiones, pero, al final del día, la culpa debe recaer también sobre los liderazgos y militantes locales que, antes que pensar en el bien de sus estados y del partido, se dejaron llevar por sus intereses propios.

Germán ejecutó bien la estrategia de golpeteo al PRI, con lo que se logró evitar una derrota a nivel federal, pero falló en la conciliación de los liderazgos locales, con lo que se sufrieron importantes pérdidas en los estados. Hay que reconocerle el valor de renunciar al no lograr los éxitos electorales a los que se había comprometido. Ya quisiera ver a los candidatos que ofrecieron resultados o su renuncia cumplir con su palabra. Yo critiqué muchas cosas de las que hizo Germán, pero debo reconocerle este último gesto y espero que otros líderes tengan el valor cívico de asumir las consecuencias de sus actos.

El siguiente análisis a realizarse tiene que ver con los errores de comunicación que tuvieron nuestras campañas. Nuestra plataforma electoral incluía propuestas interesantes que después fueron abanderadas por la sociedad civil (reducción del número de diputados, reducción del dinero asignado a partidos políticos, reelección de diputados y presidentes municipales). Desgraciadamente, son pocas las personas que se enteraron de esto. Quizá hubiera sido conveniente repartir esta plataforma entre la ciudadanía o promoverla más en las entrevistas en los medios de comunicación. Es una importante lección que no debemos olvidar para los próximos procesos.

Aunque en parte esto es responsabilidad del partido, creo que los ciudadanos, y especialmente aquellos que piensan que “todos los partidos son iguales”, se debieron haber tomado la molestia de consultar esta plataforma antes de criticar y de tomar la completamente inútil decisión de anular su voto. Una lectura comparativa de las plataformas de los distintos partidos (que estuvieron disponibles en la página del IFE desde antes de que iniciaran las campañas) llevaría a cualquiera a concluir que los partidos no son iguales y que las diferencias entre ellos son muchos más profundas de lo que se podría imaginar. Siempre es más fácil quejarse de que los spots en televisión no tienen propuestas, a pesar de que son el medio menos adecuado para comunicarlas, que buscarlas en donde sí se pueden comunicar: documentos, entrevistas y reuniones con los candidatos.

Un tercer análisis a realizar tiene que ver con la nueva realidad política que hay en el país. Desde que con Fox se abolió el presidencialismo (otro de sus logros que pocos han querido ver), los núcleos de poder se han concentrado en los gobiernos estatales. Los gobernadores actúan como caciques en sus respectivos estados (Moreira en Coahuila, Herrera en Veracruz, Marín en Puebla, seguido de un largo etcétera). El consecuente debilitamiento del poder central hace que la lucha se tenga que llevar a cabo desde el nivel local. Ahí es donde falló Germán Martínez quien intentó triunfar desde el centro. Es necesario que regresemos a nuestras raíces municipalistas fortaleciendo a nuestros comités municipales y estatales. La fuerza del PAN siempre ha venido de sus bases, de los militantes que participan activamente en sus municipios. La lección por aprender es que al militante panista no le gusta la imposición. Ni de candidatos (aunque en ocasiones es necesaria y válida) ni de estrategias que, por lo general, son ajenas a la situación que se vive en la localidad. Si no fundamos nuestras futuras estrategias y campañas en las realidades locales, si no tomamos en cuenta el conocimiento y experiencia de los militantes y dirigentes municipales y estatales, seguiremos sufriendo derrota tras derrota. El rol del CEN es proveer de facilidades y de conocimientos que se complementen con los ya existentes en los estados. Sólo así, respetando uno de nuestros pilares doctrinales, la subsidiariedad, podremos revertir el escenario negativo al que nos enfrentamos actualmente.

Creo que no hay mejor reflexión que la que mira hacia los que nos antecedieron en busca de respuestas, por lo que me parece adecuado concluir con unas palabras de nuestro fundador, Manuel Gómez Morín: “que la derrota no paralice, sino instigue, que el simple apetito no se mezcle jamás con el propósito, que si falta un responsable haya muchos para substituirlo…”

jueves, 19 de febrero de 2009

Por qué no quiero que regrese el PRI

Hace unos días inicié una “causa” en Facebook llamada ¡No permitamos que regrese el PRI! Debido a un cuestionamiento que recibí al respecto, me gustaría aclarar por qué inicié este grupo y por qué creo que un posible regreso del PRI al poder sería nefasto para nuestro país.

Antes de ello, es necesario hacer un mea culpa. Como miembro activo del PAN, debo reconocer que nuestro partido no ha cumplido con lo que se esperaba de nosotros al entrar al gobierno. Generamos muchas expectativas entre la ciudadanía que depositó su esperanza en nosotros y no fuimos capaces de satisfacerlas. Esto no quiere decir que no se haya gobernado bien (hemos gobernado mejor que cualquier otro partido, sólo vean las estadísticas), o que no se hayan logrado cambios importantes, o que antes estábamos mejor. Quiere decir que no hemos hecho lo suficiente. México necesita más de lo que hemos realizado.

Una vez aclarado este punto, podemos entrar de lleno al tema. Muchos de los argumentos que uso los tomé de los escritos de Fredo Arias King, experto en transiciones, sobre todo en países de Europa oriental y quien fuera asesor de la campaña de Vicente Fox. Tanto su conocimiento del tema de las transiciones como su participación en la transición mexicana me parecen razones suficientes para leerlo y analizar su punto de vista. Sus escritos se pueden consultar en www.ariasking.com.

¿Por qué un regreso del PRI sería malo para el país? Porque no se ha logrado una transición plena. Arias King es muy duro (pero no por eso menos realista) al detallar por qué no se ha logrado una transición exitosa en México. La razón es muy sencilla: no se destruyó el sistema que había instaurado el PRI. Éste se mantuvo, aunque, sin duda alguna, se intentó corregir (y en muchas cosas sí se pudo corregir) usando las prácticas de “mejora continua” que a Fox le sirvieron en Guanajuato. La diferencia radicó en que en el caso de Guanajuato, Fox recibió el gobierno de un panista que ya había acabado con el sistema viejo, y al asumir la presidencia, recibió el gobierno del PRI, con la misma estructura del PRI.

Lo que Fox debió haber hecho es, en primer lugar, rodearse de panistas o de líderes sociales ajenos a los gobiernos anteriores. Esto no lo hizo, sino que incorporó a varios priistas cercanos a Labastida en su equipo. En cuanto a la burocracia que existía, tampoco se realizaron cambios significativos. El personal que había estado durante el gobierno del PRI, siguió en su lugar con el gobierno panista. Usando los términos de Fox: las “tepocatas, alimañas y víboras prietas” de los niveles bajos de la burocracia siguieron en el gobierno. Los cambios de personal a lo largo del sexenio se dieron, sobre todo, entre los mandos medios y superiores, pero el grueso de la burocracia siguió siendo la misma de siempre.

¿Cuáles son las consecuencias de mantener el sistema existente y no hacer cambios radicales en él? Existen dos posibilidades: una es que los ciudadanos consideren que el régimen anterior no era tan malo (porque si era tan malo, ¿por qué los nuevos lo siguen manteniendo?) o que el nuevo régimen se deje corromper por las costumbres del antiguo. Hoy en día podemos ver cómo estas dos situaciones se han presentado. Por un lado, hay multitud de voces que claman que “antes estábamos mejor”, que “con el PRI el narco no desafiaba al Estado” (porque estaban coludidos) y que los priistas “aunque tranzas sabían gobernar”. Por el otro, se ha observado en el PAN el surgimiento (que a los panistas auténticos nos preocupa bastante) de prácticas que antes se creía que jamás veríamos en el partido. Esto sucede porque muchos ex‒priistas que han ingresado al PAN, han traído consigo sus artimañas y prácticas clientelistas (una gran mayoría nos oponemos a ellas).

Una transición la podemos entender como la lucha de Hércules contra la Hidra. No te puedes conformar con cortarle un par de cabezas (porque por cada una que le cortes, le surgen otras dos), sino que tienes que asegurarte de matar al monstruo. Tienes que eliminar el sistema viejo e instaurar un nuevo sistema de instituciones en las que (hasta cierto punto) no importe la persona o partido en el gobierno. Así funciona en Estados Unidos por ejemplo. Allá hay cambios del partido en el poder a cada rato y, aunque cada uno instaura sus políticas públicas de acuerdo a su ideología, no pueden caer en excesos como los que observamos en muchos países latinoamericanos. El mismo sistema de instituciones (llamado de pesos y contrapesos) impide que el partido o la persona en el poder influyan de más en todo el marco institucional y puedan adueñarse, en forma absoluta, del poder.

Entonces el “pecado” de Fox y del PAN ha consistido en que han mantenido el sistema que construyó el PRI. Por lo mismo, los panistas que se han incorporado al gobierno no han sabido “manejar” bien el sistema. Es un sistema ajeno al panista. En cambio, los priistas se mueven como peces en el agua y desplazan con facilidad a cualquier otro burócrata bienintencionado. Por tanto, la ciudadanía se queda con la percepción de que el PRI sabe gobernar mejor que el PAN, cuando en realidad lo único que saben hacer mejor es manipular el sistema que ellos mismos crearon. Ahí radica mi principal preocupación sobre un posible regreso del PRI. Ellos saben aprovechar las estructuras existentes. Si regresan, podrán usar el sistema para aferrarse al poder. Arias King señala que esto sucedió claramente en Chihuahua, donde, después de un gobierno panista que no logró una transición real, el PRI recuperó el poder e implementó nuevas formas de “represión sutil” que lo han mantenido en el poder desde entonces.

En mi opinión personal, fallamos en destruir el sistema corrupto del PRI no por miedo, sino por una estrategia errónea. Nos equivocamos pues. Fox y su equipo quisieron reproducir los Pactos de Moncloa con los cuales se inició la transición española en 1977. En estos pactos, se sentaron todos los actores políticos españoles y se pusieron de acuerdo (dialogaron) para lograr el cambio que era necesario después de la muerte de Franco. La diferencia entre España y México es que los Pactos de Moncloa fueron parte de lo que Arias King llama la “liberación” y no de la transición propiamente dicha. En México, este diálogo tuvo lugar desde los años sesenta en los que, el entonces presidente de Acción Nacional, Adolfo Christlieb, inició el diálogo con el gobierno. Su culminación se dio con la instauración de un IFE ciudadano (gracias al diálogo constante de los presidentes del PAN con los gobiernos priistas) y con la elección del 2000. En el momento en que Fox asumió el poder, quedó atrás la etapa de liberación para dar inicio a la transición propiamente dicha. Esta etapa requería de acciones radicales que cambiaran el rumbo, no de un “diálogo” que los priistas nunca quisieron aceptar. Desgraciadamente, la estrategia que se implementó no fue la adecuada y las consecuencias las estamos viviendo actualmente.
En conclusión, un regreso del PRI representaría algo más que un simple regreso al pasado. Su regreso al poder vendría acompañado de un redoblado esfuerzo por mantenerlo (y no por las vías más legales). Esto no es una paranoia que yo tenga por ser panista. Es una realidad histórica que se ha vivido en otros países donde las transiciones no se realizaron adecuadamente. Aprendamos de las experiencias de otros pueblos y no dejemos que aquí suceda lo mismo.