domingo, 8 de noviembre de 2009
Las mujeres como inspiración en "El Señor de los Anillos" / Women as inspiration in "The Lord of the Rings"
lunes, 15 de junio de 2009
No todos los políticos son nefastos
El hombre no puede separarse de Dios, ni la política de la moralidad.
Juan Pablo II
Aunque muchas veces creamos lo contrario (y muchos parezcan demostrarlo), no todos los políticos son nefastos. O, por lo menos, no todos los políticos que han existido han sido nefastos. A lo largo de la historia ha habido ejemplos de políticos realmente preocupados por el Bien Común, políticos que han entregado su vida (algunos literalmente) al servicio de los demás y éstos son los que han cambiado al mundo, aunque luego el mundo los olvide.
En todas las escuelas de ciencia política se estudia a Maquiavelo y a otros “grandes” personajes de la política y, sin embargo, nunca se estudia a los humanistas demócrata-cristianos, a pesar de que fueron estos políticos los que reconstruyeron Europa después de la Segunda Guerra Mundial. No sólo eso, sino que fueron políticos que ejercieron su labor pública de forma ejemplar, con una profunda preocupación por los más necesitados y, además, con gran éxito.
El desconocimiento que tenemos de estos hombres quizá se deba a que, a diferencia de otros, nunca tuvieron aspiraciones de grandeza ni buscaban su propia exaltación. Nunca se mandaron construir arcos triunfales ni tenían sus propios programas de televisión o radio para que el pueblo estuviera constantemente escuchando lo bueno que eran sus dirigentes. Simple y sencillamente hicieron bien su trabajo.
El secreto de estos extraordinarios políticos radica en que siempre supieron darle su lugar a las cosas. Es decir, tenían muy clara su jerarquía de valores y actuaban en congruencia con ella. Así, por ejemplo, supieron poner al Estado al servicio de las personas, sin caer en paternalismos; supieron poner el anhelo de paz por encima del orgullo nacionalista y, más importante aún, supieron poner el interés nacional por encima de su interés personal. De esa forma, personajes como Adenauer, Schuman o De Gasperi, vivieron de forma austera a pesar de ser los hombres más importantes y poderosos de sus respectivos países. No se enriquecieron a costa del erario público.
Su estilo de vida nos sorprende, sobre todo cuando lo comparamos con el que llevan nuestros políticos. Una reflexión profunda acerca de sus vidas nos lleva a la inevitable conclusión de que sólo pudieron resistir las tentaciones del dinero y del poder, por su profundo amor a la pobreza y a la humildad. Concluimos que sólo puede ser un buen gobernante aquél que ve en la política una forma de servicio a los demás, es decir, una forma de entrega, de sacrificio y de renuncia. Sólo puede ser buen gobernante aquél que deja sus propios afanes de gloria y de riqueza a un lado y abraza la humildad y la sencillez.
Mucho más se podría decir de estos grandes hombres, y espero poder hablar de ellos a su tiempo. Por ahora, les dejo una biografía de otro de estos políticos humanistas: Giorgio La Pira. Aunque la edición no es la mejor que se podría tener y los subtítulos dejan mucho que desear, el video nos da una muestra del tipo de hombre que gobernó Florencia en los años 50, que es, sin duda, el tipo de hombre que quisiéramos que nos gobernara en México. Sin embargo, a mí me inquieta la siguiente interrogante: ¿merecemos un político de su talla?
jueves, 21 de mayo de 2009
Humanismo: un estilo de vida
En el centro mismo del Humanismo Trascendente está el respeto irrestricto a la dignidad de la Persona Humana (de ahí el nombre de humanismo). Esto implica que todo ser humano, sin importar su condición social, económica, su sexo o su religión, debe ser, siguiendo la máxima kantiana, un fin en sí mismo y nunca un medio. Como consecuencia lógica, se sigue que un humanista no debe pisotear la dignidad de otro ser humano en ninguna actividad de su vida, tanto pública como privada. Muchas veces creemos que para respetar la dignidad humana basta con no hacer el mal a los demás, o no hacer algo que los lastime o no hacer nada que ellos no permitan. Sin embargo, la dignidad humana exige mucho más que eso. Exige que busquemos el bien del otro. No basta con una actitud pasiva de no hacer el mal, sino que demanda una actitud activa de hacer el bien.
En esa confusión está, a mi parecer, la causa de que tantos “humanistas” caigan en acciones opuestas al humanismo. Un caso muy común con el que me he topado es el de la asistencia de personas identificadas con el humanismo a los famosos table dance. Este es un ejemplo perfecto para describir la diferencia entre el humanismo light de “no hacer el mal” y el humanismo auténtico de buscar el bien del otro.
Si partimos del supuesto de que para respetar la dignidad humana basta con no hacer daño o no hacer nada que no quiera la otra persona, entonces, efectivamente, acudir a estos lugares no sería, al menos en teoría, contrario al humanismo. Por lo general se argumenta que las mujeres que trabajan ahí lo hacen porque quieren y que, al final del día, no se les puede hacer nada que ellas no quieran. Sin embargo, como aclaré más arriba, esto no es suficiente para respetar la dignidad humana.
En primer lugar, estos lugares denigran al ser humano, particularmente a las mujeres que ahí “trabajan”, porque éstas son usadas como medios para satisfacer una necesidad. Es decir, los hombres que van ahí no ven en las bailarinas un fin en sí mismo, sino un medio para desahogar sus impulsos sexuales. Por tanto, están usando y, en consecuencia, denigrando a estas mujeres, lo cual atenta claramente contra el humanismo.
Además, es sabido que en estos lugares “laboran”, la mayor parte de las veces, mujeres que llegaron ahí a través de redes de trata de personas y que son explotadas por sus patrones para obtener dinero. En pocas palabras, se les usa para obtener tanto placer como dinero, lo cual, repito, va contra los principios humanistas. Esto sin mencionar que muchas veces llegan privadas de su libertad, en condiciones inhumanas y sin la posibilidad de regresar a sus hogares, lo cual no sólo va contra el humanismo sino contra cualquier sentido de humanidad.
Ahora bien, no sólo las mujeres son las denigradas en estos lugares, sino los mismos hombres que asisten a ellos. Los dueños de estos establecimientos están denigrando a sus clientes al fomentar que se dejen llevar por sus más bajos impulsos. Los están usando para ganar dinero.
Este es sólo un ejemplo de cómo el humanismo es mucho más demandante de lo que muchos creen. En términos iguales podemos hablar de la economía, de las relaciones personales, de la política, etc. y demostrar que, en todas ellas, el humanismo exige lo más noble y más elevado de los seres humanos para con sus semejantes.
Es terrible ver cómo el humanismo es malinterpretado por muchos porque entonces se convierte en un sinsentido que, por lo mismo de parecer un absurdo, deja de ser atractivo para tantas personas. Es terrible porque el único camino para que el ser humano se desarrolle plenamente, se convierte entonces en un camino que no lleva a nada y que, por tanto, no vale la pena recorrer.