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jueves, 28 de enero de 2010

En la fiesta de Santo Tomás de Aquino / On the feast day of Saint Thomas Aquinas

"En su momento de mayor furia, Tomás de Aquino entiende, lo que muchos defensores de la ortodoxia no entienden.  No tiene sentido decirle a un ateo que es ateo, o imputarle al negador de la inmortalidad la infamia de negarla, o imaginar que uno puede forzar a un oponente a admitir que está equivocado, probando que está mal según los principios de alguien más, pero no los suyos.

Siguiendo el gran ejemplo de Santo Tomás, el principio permanece, o siempre debió haber permanecido, de que no debemos discutir con un hombre, o debemos hacerlo en su terreno y no en el nuestro."

G.K. Chesterton, Santo Tomás de Aquino, el buey mudo.

Ahora bien: entre los Doctores escolásticos brilla grandemente Santo Tomás de Aquino, Príncipe y Maestro de todos, el cual, como advierte Cayetano, «por haber venerado en gran manera los antiguos Doctores sagrados, obtuvo de algún modo la inteligencia de todos» (25). Sus doctrinas, como miembros dispersos de un cuerpo, reunió y congregó en uno Tomás, dispuso con orden admirable, y de tal modo las aumentó con nuevos principios, que con razón y justicia es tenido por singular apoyo de la Iglesia católica; de dócil y penetrante ingenio, de memoria fácil y tenaz, de vida integérrima, amador únicamente de la verdad, riquísimo en la ciencia divina y humana, comparado al sol, animó al mundo con el calor de sus virtudes, y le iluminó con esplendor. No hay parte de la filosofía que no haya tratado aguda y a la vez sólidamente: trató de las leyes del raciocinio, de Dios y de las substancias incorpóreas, del hombre y de otras cosas sensibles, de los actos humanos y de sus principios, de tal modo, que no se echan de menos en él, ni la abundancia de cuestiones, ni la oportuna disposición de las partes, ni la firmeza de los principios o la robustez de los argumentos, ni la claridad y propiedad del lenguaje, ni cierta facilidad de explicar las cosas abstrusas.

Añádase a esto que el Doctor Angélico indagó las conclusiones filosóficas en las razones y principios de las cosas, los que se extienden muy latamente, y encierran como en su seno las semillas de casi infinitas verdades, que habían de abrirse con fruto abundantísimo por los maestros posteriores. Habiendo empleado este método de filosofía, consiguió haber vencido él solo los errores de los tiempos pasados, y haber suministrado armas invencibles, para refutar los errores que perpetuamente se han de renovar en los siglos futuros. Además, distinguiendo muy bien la razón de la fe, como es justo, y asociándolas, sin embargo amigablemente, conservó los derechos de una y otra, proveyó a su dignidad de tal suerte, que la razón elevada a la mayor altura en alas de Tomás, ya casi no puede levantarse a regiones más sublimes, ni la fe puede casi esperar de la razón más y más poderosos auxilios que los que hasta aquí ha conseguido por Tomás.

Por estas razones, hombres doctísimos en las edades pasadas, y dignísimos de alabanza por su saber teológico y filosófico, buscando con indecible afán los volúmenes inmortales de Tomás, se consagraron a su angélica sabiduría, no tanto para perfeccionarle en ella, cuanto para ser totalmente por ella sustentados. Es un hecho constante que casi todos los fundadores y legisladores de las órdenes religiosas mandaron a sus compañeros estudiar las doctrinas de Santo Tomás, y adherirse a ellas religiosamente, disponiendo que a nadie fuese lícito impunemente separarse, ni aun en lo más mínimo, de las huellas de tan gran Maestro. Y dejando a un lado la familia dominicana, que con derecho indisputable se gloria de este su sumo Doctor, están obligados a esta ley los Benedictinos, los Carmelitas, los Agustinos, los Jesuitas y otras muchas órdenes sagradas, como los estatutos de cada una nos lo manifiestan.

Y en este lugar, con indecible placer recuerda el alma aquellas celebérrimas Academias y escuelas que en otro tiempo florecieron en Europa, a saber: la parisiense, la salmanticense, la complutense, la duacense, la tolosana, la lovaniense, la patavina, la boloniana, la napolitana, la coimbricense y otras muchas. Nadie ignora que la fama de éstas creció en cierto modo con el tiempo, y que las sentencias que se les pedían cuando se agitaban gravísimas cuestiones, tenían mucha autoridad entre los sabios. Pues bien, es cosa fuera de duda que en aquellos grandes emporios del saber humano, como en su reino, dominó como príncipe Tomás, y que los ánimos de todos, tanto maestros como discípulos, descansaron con admirable concordia en el magisterio y autoridad del Doctor Angélico.

[...]

Últimamente, también estaba reservada al varón incomparable obtener la palma de conseguir obsequios, alabanzas, admiración de los mismos adversarios del nombre católico. Pues está averiguado que no faltaron jefes de las facciones heréticas que confesasen públicamente que, una vez quitada de en medio la doctrina de Tomás de Aquino, «podían fácilmente entrar en combate con todos los Doctores católicos, y vencerlos y derrotar la Iglesia» (35). Vana esperanza, ciertamente, pero testimonio no vano.

Aeterni Patris. Encíclica del Papa León XIII sobre la restauración de la filosofía cristiana.(1879)

Por esto y por mucho más, Santo Tomás de Aquino es el santo patrono de este blog.



"At the top of his fury, Thomas Aquinas understands, what so many defenders of orthodoxy will not understand. It is no good to tell an atheist that he is an atheist; or to charge a denier of immortality with the infamy of denying it; or to imagine that one can force an opponent to admit he is wrong, by proving that he is wrong on somebody else's principles, but not on his own.

After the great example of St. Thomas, the principle stands, or ought always to have stood established; that we must either not argue with a man at all, or we must argue on his grounds and not ours."

G.K. Chesterton, Saint Thomas Aquinas. The Dumb Ox.


Among the Scholastic Doctors, the chief and master of all towers Thomas Aquinas, who, as Cajetan observes, because "he most venerated the ancient doctors of the Church, in a certain way seems to have inherited the intellect of all."(34) The doctrines of those illustrious men, like the scattered members of a body, Thomas collected together and cemented, distributed in wonderful order, and so increased with important additions that he is rightly and deservedly esteemed the special bulwark and glory of the Catholic faith. With his spirit at once humble and swift, his memory ready and tenacious, his life spotless throughout, a lover of truth for its own sake, richly endowed with human and divine science, like the sun he heated the world with the warmth of his virtues and filled it with the splendor of his teaching. Philosophy has no part which he did not touch finely at once and thoroughly; on the laws of reasoning, on God and incorporeal substances, on man and other sensible things, on human actions and their principles, he reasoned in such a manner that in him there is wanting neither a full array of questions, nor an apt disposal of the various parts, nor the best method of proceeding, nor soundness of principles or strength of argument, nor clearness and elegance of style, nor a facility for explaining what is abstruse.

Moreover, the Angelic Doctor pushed his philosophic inquiry into the reasons and principles of things, which because they are most comprehensive and contain in their bosom, so to say, the seeds of almost infinite truths, were to be unfolded in good time by later masters and with a goodly yield. And as he also used this philosophic method in the refutation of error, he won this title to distinction for himself: that, single-handed, he victoriously combated the errors of former times, and supplied invincible arms to put those to rout which might in after-times spring up. Again, clearly distinguishing, as is fitting, reason from faith, while happily associating the one with the other, he both preserved the rights and had regard for the dignity of each; so much so, indeed, that reason, borne on the wings of Thomas to its human height, can scarcely rise higher, while faith could scarcely expect more or stronger aids from reason than those which she has already obtained through Thomas.

For these reasons most learned men, in former ages especially, of the highest repute in theology and philosophy, after mastering with infinite pains the immortal works of Thomas, gave themselves up not so much to be instructed in his angelic wisdom as to be nourished upon it. It is known that nearly all the founders and lawgivers of the religious orders commanded their members to study and religiously adhere to the teachings of St. Thomas, fearful least any of them should swerve even in the slightest degree from the footsteps of so great a man. To say nothing of the family of St. Dominic, which rightly claims this great teacher for its own glory, the statutes of the Benedictines, the Carmelites, the Augustinians, the Society of Jesus, and many others all testify that they are bound by this law.

And, here, how pleasantly one's thoughts fly back to those celebrated schools and universities which flourished of old in Europe - to Paris, Salamanca, Alcalá, to Douay, Toulouse, and Louvain, to Padua and Bologna, to Naples and Coimbra, and to many another! All know how the fame of these seats of learning grew with their years, and that their judgment, often asked in matters of grave moment, held great weight everywhere. And we know how in those great homes of human wisdom, as in his own kingdom, Thomas reigned supreme; and that the minds of all, of teachers as well as of taught, rested in wonderful harmony under the shield and authority of the Angelic Doctor.

[...]

A last triumph was reserved for this incomparable man-namely, to compel the homage, praise, and admiration of even the very enemies of the Catholic name. For it has come to light that there were not lacking among the leaders of heretical sects some who openly declared that, if the teaching of Thomas Aquinas were only taken away, they could easily battle with all Catholic teachers, gain the victory, and abolish the Church.(37) A vain hope, indeed, but no vain testimony.

Aeterni Patris. Encyclical of Pope Leo XIII on the Restoration of Christian Philosophy (1879)

For this and for much more, Saint Thomas Aquinas is the patron saint of this blog.

martes, 3 de marzo de 2009

¡Santo Tomás no era abortista!

Los grupos pro-aborto han recurrido desde siempre, para impulsar su agenda político-social, a la mentira. El testimonio más claro de esta práctica lo dejó el Dr. Bernard Nathanson, quien fuera uno de los principales impulsores del movimiento abortista en Estados Unidos, al escribir su libro La Mano de Dios. El alguna vez apodado “Rey del aborto” confiesa haber falseado estadísticas para darle mayor peso a sus argumentos a favor de la legalización del aborto. Práctica que hoy en día siguen usando muchos grupos para convencernos de que el aborto es un “mal menor”.

Siguiendo esta tendencia de mentir, me he topado con un argumento que claramente busca confundir a los católicos y oponerlos a sus dirigentes. Este argumento se basa en que, para Santo Tomás de Aquino, el aborto, antes de un cierto periodo, no representaba un homicidio. De ahí, dando un salto lógico injustificado, proceden a afirmar que Santo Tomás no creía que el aborto fuera malo y que, por lo tanto, no debería de ser malo para un católico.

Conviene aclarar, en primer lugar, que para Santo Tomás, el aborto, sin importar el momento en que se realizara, era una falta grave. El que no fuera homicidio antes de un periodo de tiempo determinado (como explicaré más adelante) no implicaba que no fuera un acto malo.

Ahora bien, el punto central, sobre todo cuando se discute la despenalización del aborto, tiene que ver no con la moralidad del acto (ya que la moralidad está fuera del alcance del Derecho) sino con el hecho de que sea o no un homicidio que pueda (y deba) ser penado por la ley. Por tanto, es importante discutir la postura de Santo Tomás en su época, por qué no consideraba al aborto en los primeros días como un homicidio y cuál sería su postura hoy en día.

Recordemos que Santo Tomás de Aquino vivió en el siglo XIII. La embriología de su época era bastante atrasada, ya que no contaban con los instrumentos necesarios para estudiar la vida humana dentro del seno materno. No poseían ultrasonidos ni “imágenes en 4-D”. Tomemos en cuenta también que el óvulo femenino fue descubierto hasta el siglo XIX, es decir, seis siglos después de que vivió Santo Tomás. Por ello, el conocimiento de la reproducción humana que poseía se basaba en los estudios más especulativos que experimentales de Aristóteles. Según Aristóteles, el esperma masculino era el principio activo de la reproducción. La mujer sólo contribuía con una materia orgánica (llamada menstruo) que era transformada en un cuerpo humano como consecuencia de la acción del esperma. Basado en este conocimiento y en congruencia con su enseñanza metafísica, Santo Tomás dedujo que el embrión, en sus primeras fases de desarrollo recibiría un alma nutritiva, luego recibiría un alma nutritiva y sensitiva para, finalmente, recibir un alma intelectiva, sensitiva y nutritiva, una vez que el esperma concluyera su labor formativa. Esto ocurriría alrededor del día 40 en el caso de un hombre y en el día 90 en el caso de una mujer. El por qué de la diferencia entre sexos y el por qué de ese número de días lo desconozco, pero intentaré averiguarlo.

Según Santo Tomás, el ser humano propiamente dicho existiría hasta el momento en que se le infundiera un alma intelectiva. Por tanto, un aborto anterior al día 40 ó 90 (dependiendo del sexo) no sería homicidio propiamente dicho (aunque, como señalé con anterioridad, no por eso deja de ser moralmente malo). Este razonamiento se debía a la metafísica tomista que señala que no se puede infundir una forma en una materia no dispuesta para recibirla. Cabe señalar que al referirme a la “forma” estoy hablando de la forma en el sentido metafísico de la palabra, es decir, el principio intelectivo de un ser, que es la realidad inmaterial que abstraemos de un ente individual para poder conocer la esencia del mismo. Por ello, esa materia orgánica que se estaba transformando lentamente en un cuerpo humano, no sería capaz de recibir un alma intelectiva y, por tanto, no sería un ser humano. A pesar de ello, Santo Tomás probablemente se opondría al aborto temprano porque es imposible (incluso con los conocimientos y tecnologías actuales) determinar la edad exacta de un embrión. Por prudencia, optaría por prohibirlo para evitar homicidios “por error”.

Entonces, ¿qué diría Santo Tomás si viviera en el siglo XXI? Siendo congruente con su doctrina metafísica, sostendría que el aborto, en cualquier etapa del mismo sería un homicidio. Por la siguiente razón: hoy sabemos que en el momento de la fecundación, el espermatozoide y el óvulo, con sus 23 cromosomas respectivos, se fusionan dando lugar a una célula con 46 cromosomas distintos a los de los padres. Siendo que el ADN es lo que distingue a un individuo de otro individuo de su misma especie, sabemos que esta célula es un organismo nuevo porque su ADN es distinto al de los padres. Además, el ADN también distingue a un individuo de una especie de los individuos de otras especies por lo que este nuevo organismo es claramente un individuo de la especie humana. Un individuo unicelular, pero individuo al fin y al cabo. Por tanto, ya que se trata realmente de un organismo humano, es capaz de recibir el alma intelectiva propia de los seres humanos (y que es la forma de los seres humanos). No se trata de una sustancia orgánica que está siendo trabajada como un bloque de piedra por un escultor. Es un cuerpo humano que inicia su desarrollo, el cual será ininterrumpido hasta su muerte. Por ello, Santo Tomás sostendría que ya es un ser humano y que abortarlo sería un homicidio.

¿Qué podemos concluir de lo dicho? ¿Qué la metafísica tomista debe ser desechada por utilizar conocimientos científicos obsoletos? Para nada, y de eso discutiré otro día. Los principios metafísicos establecidos por Santo Tomás son perfectamente compatibles con la ciencia actual, como demostré con el caso específico del desarrollo embrionario. Lo que sí podemos concluir es que el movimiento abortista está recurriendo nuevamente a la mentira para propagar sus ideas. Se valen de una interpretación incorrecta o falseada de las enseñanzas de Santo Tomás para confundir a la gente, lo cual demuestra una clara deshonestidad intelectual, propia del que busca un objetivo distinto a la Verdad. Deshonestidad propia de aquellos que pretenden defender lo indefendible.