Los grupos pro-aborto han recurrido desde siempre, para impulsar su agenda político-social, a la mentira. El testimonio más claro de esta práctica lo dejó el Dr. Bernard Nathanson, quien fuera uno de los principales impulsores del movimiento abortista en Estados Unidos, al escribir su libro La Mano de Dios. El alguna vez apodado “Rey del aborto” confiesa haber falseado estadísticas para darle mayor peso a sus argumentos a favor de la legalización del aborto. Práctica que hoy en día siguen usando muchos grupos para convencernos de que el aborto es un “mal menor”.
Siguiendo esta tendencia de mentir, me he topado con un argumento que claramente busca confundir a los católicos y oponerlos a sus dirigentes. Este argumento se basa en que, para Santo Tomás de Aquino, el aborto, antes de un cierto periodo, no representaba un homicidio. De ahí, dando un salto lógico injustificado, proceden a afirmar que Santo Tomás no creía que el aborto fuera malo y que, por lo tanto, no debería de ser malo para un católico.
Conviene aclarar, en primer lugar, que para Santo Tomás, el aborto, sin importar el momento en que se realizara, era una falta grave. El que no fuera homicidio antes de un periodo de tiempo determinado (como explicaré más adelante) no implicaba que no fuera un acto malo.
Ahora bien, el punto central, sobre todo cuando se discute la despenalización del aborto, tiene que ver no con la moralidad del acto (ya que la moralidad está fuera del alcance del Derecho) sino con el hecho de que sea o no un homicidio que pueda (y deba) ser penado por la ley. Por tanto, es importante discutir la postura de Santo Tomás en su época, por qué no consideraba al aborto en los primeros días como un homicidio y cuál sería su postura hoy en día.
Recordemos que Santo Tomás de Aquino vivió en el siglo XIII. La embriología de su época era bastante atrasada, ya que no contaban con los instrumentos necesarios para estudiar la vida humana dentro del seno materno. No poseían ultrasonidos ni “imágenes en 4-D”. Tomemos en cuenta también que el óvulo femenino fue descubierto hasta el siglo XIX, es decir, seis siglos después de que vivió Santo Tomás. Por ello, el conocimiento de la reproducción humana que poseía se basaba en los estudios más especulativos que experimentales de Aristóteles. Según Aristóteles, el esperma masculino era el principio activo de la reproducción. La mujer sólo contribuía con una materia orgánica (llamada menstruo) que era transformada en un cuerpo humano como consecuencia de la acción del esperma. Basado en este conocimiento y en congruencia con su enseñanza metafísica, Santo Tomás dedujo que el embrión, en sus primeras fases de desarrollo recibiría un alma nutritiva, luego recibiría un alma nutritiva y sensitiva para, finalmente, recibir un alma intelectiva, sensitiva y nutritiva, una vez que el esperma concluyera su labor formativa. Esto ocurriría alrededor del día 40 en el caso de un hombre y en el día 90 en el caso de una mujer. El por qué de la diferencia entre sexos y el por qué de ese número de días lo desconozco, pero intentaré averiguarlo.
Según Santo Tomás, el ser humano propiamente dicho existiría hasta el momento en que se le infundiera un alma intelectiva. Por tanto, un aborto anterior al día 40 ó 90 (dependiendo del sexo) no sería homicidio propiamente dicho (aunque, como señalé con anterioridad, no por eso deja de ser moralmente malo). Este razonamiento se debía a la metafísica tomista que señala que no se puede infundir una forma en una materia no dispuesta para recibirla. Cabe señalar que al referirme a la “forma” estoy hablando de la forma en el sentido metafísico de la palabra, es decir, el principio intelectivo de un ser, que es la realidad inmaterial que abstraemos de un ente individual para poder conocer la esencia del mismo. Por ello, esa materia orgánica que se estaba transformando lentamente en un cuerpo humano, no sería capaz de recibir un alma intelectiva y, por tanto, no sería un ser humano. A pesar de ello, Santo Tomás probablemente se opondría al aborto temprano porque es imposible (incluso con los conocimientos y tecnologías actuales) determinar la edad exacta de un embrión. Por prudencia, optaría por prohibirlo para evitar homicidios “por error”.
Entonces, ¿qué diría Santo Tomás si viviera en el siglo XXI? Siendo congruente con su doctrina metafísica, sostendría que el aborto, en cualquier etapa del mismo sería un homicidio. Por la siguiente razón: hoy sabemos que en el momento de la fecundación, el espermatozoide y el óvulo, con sus 23 cromosomas respectivos, se fusionan dando lugar a una célula con 46 cromosomas distintos a los de los padres. Siendo que el ADN es lo que distingue a un individuo de otro individuo de su misma especie, sabemos que esta célula es un organismo nuevo porque su ADN es distinto al de los padres. Además, el ADN también distingue a un individuo de una especie de los individuos de otras especies por lo que este nuevo organismo es claramente un individuo de la especie humana. Un individuo unicelular, pero individuo al fin y al cabo. Por tanto, ya que se trata realmente de un organismo humano, es capaz de recibir el alma intelectiva propia de los seres humanos (y que es la forma de los seres humanos). No se trata de una sustancia orgánica que está siendo trabajada como un bloque de piedra por un escultor. Es un cuerpo humano que inicia su desarrollo, el cual será ininterrumpido hasta su muerte. Por ello, Santo Tomás sostendría que ya es un ser humano y que abortarlo sería un homicidio.
¿Qué podemos concluir de lo dicho? ¿Qué la metafísica tomista debe ser desechada por utilizar conocimientos científicos obsoletos? Para nada, y de eso discutiré otro día. Los principios metafísicos establecidos por Santo Tomás son perfectamente compatibles con la ciencia actual, como demostré con el caso específico del desarrollo embrionario. Lo que sí podemos concluir es que el movimiento abortista está recurriendo nuevamente a la mentira para propagar sus ideas. Se valen de una interpretación incorrecta o falseada de las enseñanzas de Santo Tomás para confundir a la gente, lo cual demuestra una clara deshonestidad intelectual, propia del que busca un objetivo distinto a la Verdad. Deshonestidad propia de aquellos que pretenden defender lo indefendible.
Siguiendo esta tendencia de mentir, me he topado con un argumento que claramente busca confundir a los católicos y oponerlos a sus dirigentes. Este argumento se basa en que, para Santo Tomás de Aquino, el aborto, antes de un cierto periodo, no representaba un homicidio. De ahí, dando un salto lógico injustificado, proceden a afirmar que Santo Tomás no creía que el aborto fuera malo y que, por lo tanto, no debería de ser malo para un católico.
Conviene aclarar, en primer lugar, que para Santo Tomás, el aborto, sin importar el momento en que se realizara, era una falta grave. El que no fuera homicidio antes de un periodo de tiempo determinado (como explicaré más adelante) no implicaba que no fuera un acto malo.
Ahora bien, el punto central, sobre todo cuando se discute la despenalización del aborto, tiene que ver no con la moralidad del acto (ya que la moralidad está fuera del alcance del Derecho) sino con el hecho de que sea o no un homicidio que pueda (y deba) ser penado por la ley. Por tanto, es importante discutir la postura de Santo Tomás en su época, por qué no consideraba al aborto en los primeros días como un homicidio y cuál sería su postura hoy en día.
Recordemos que Santo Tomás de Aquino vivió en el siglo XIII. La embriología de su época era bastante atrasada, ya que no contaban con los instrumentos necesarios para estudiar la vida humana dentro del seno materno. No poseían ultrasonidos ni “imágenes en 4-D”. Tomemos en cuenta también que el óvulo femenino fue descubierto hasta el siglo XIX, es decir, seis siglos después de que vivió Santo Tomás. Por ello, el conocimiento de la reproducción humana que poseía se basaba en los estudios más especulativos que experimentales de Aristóteles. Según Aristóteles, el esperma masculino era el principio activo de la reproducción. La mujer sólo contribuía con una materia orgánica (llamada menstruo) que era transformada en un cuerpo humano como consecuencia de la acción del esperma. Basado en este conocimiento y en congruencia con su enseñanza metafísica, Santo Tomás dedujo que el embrión, en sus primeras fases de desarrollo recibiría un alma nutritiva, luego recibiría un alma nutritiva y sensitiva para, finalmente, recibir un alma intelectiva, sensitiva y nutritiva, una vez que el esperma concluyera su labor formativa. Esto ocurriría alrededor del día 40 en el caso de un hombre y en el día 90 en el caso de una mujer. El por qué de la diferencia entre sexos y el por qué de ese número de días lo desconozco, pero intentaré averiguarlo.
Según Santo Tomás, el ser humano propiamente dicho existiría hasta el momento en que se le infundiera un alma intelectiva. Por tanto, un aborto anterior al día 40 ó 90 (dependiendo del sexo) no sería homicidio propiamente dicho (aunque, como señalé con anterioridad, no por eso deja de ser moralmente malo). Este razonamiento se debía a la metafísica tomista que señala que no se puede infundir una forma en una materia no dispuesta para recibirla. Cabe señalar que al referirme a la “forma” estoy hablando de la forma en el sentido metafísico de la palabra, es decir, el principio intelectivo de un ser, que es la realidad inmaterial que abstraemos de un ente individual para poder conocer la esencia del mismo. Por ello, esa materia orgánica que se estaba transformando lentamente en un cuerpo humano, no sería capaz de recibir un alma intelectiva y, por tanto, no sería un ser humano. A pesar de ello, Santo Tomás probablemente se opondría al aborto temprano porque es imposible (incluso con los conocimientos y tecnologías actuales) determinar la edad exacta de un embrión. Por prudencia, optaría por prohibirlo para evitar homicidios “por error”.
Entonces, ¿qué diría Santo Tomás si viviera en el siglo XXI? Siendo congruente con su doctrina metafísica, sostendría que el aborto, en cualquier etapa del mismo sería un homicidio. Por la siguiente razón: hoy sabemos que en el momento de la fecundación, el espermatozoide y el óvulo, con sus 23 cromosomas respectivos, se fusionan dando lugar a una célula con 46 cromosomas distintos a los de los padres. Siendo que el ADN es lo que distingue a un individuo de otro individuo de su misma especie, sabemos que esta célula es un organismo nuevo porque su ADN es distinto al de los padres. Además, el ADN también distingue a un individuo de una especie de los individuos de otras especies por lo que este nuevo organismo es claramente un individuo de la especie humana. Un individuo unicelular, pero individuo al fin y al cabo. Por tanto, ya que se trata realmente de un organismo humano, es capaz de recibir el alma intelectiva propia de los seres humanos (y que es la forma de los seres humanos). No se trata de una sustancia orgánica que está siendo trabajada como un bloque de piedra por un escultor. Es un cuerpo humano que inicia su desarrollo, el cual será ininterrumpido hasta su muerte. Por ello, Santo Tomás sostendría que ya es un ser humano y que abortarlo sería un homicidio.
¿Qué podemos concluir de lo dicho? ¿Qué la metafísica tomista debe ser desechada por utilizar conocimientos científicos obsoletos? Para nada, y de eso discutiré otro día. Los principios metafísicos establecidos por Santo Tomás son perfectamente compatibles con la ciencia actual, como demostré con el caso específico del desarrollo embrionario. Lo que sí podemos concluir es que el movimiento abortista está recurriendo nuevamente a la mentira para propagar sus ideas. Se valen de una interpretación incorrecta o falseada de las enseñanzas de Santo Tomás para confundir a la gente, lo cual demuestra una clara deshonestidad intelectual, propia del que busca un objetivo distinto a la Verdad. Deshonestidad propia de aquellos que pretenden defender lo indefendible.
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