Qué paradójico que en países “avanzados” como España (y ahora en Brasil) se discuta si se deberían de proteger los “derechos humanos” de los chimpancés por compartir el 99% de nuestro código genético, mientras que nadie protege los derechos de los bebés no nacidos, que poseen el 100% del ADN humano…
Qué paradójico que en todos lados se critique la barbarie de los canadienses al matar a las focas recién nacidas y nadie critique la barbarie de matar humanos que aún no nacen…
Qué paradójico que tantos condenen la tortura de los toros en las corridas y que nadie condene la auténtica tortura que tienen que sufrir millones de bebés al ser abortados…
Qué paradójico que muchos se amarren a las anclas de los barcos para evitar la caza de ballenas pero nadie se amarre a las entradas de las clínicas donde se “caza” a los no nacidos…
Qué paradójico que los gobiernos condenen la recolección, venta y consumo de huevos de tortuga y tan pocos condenen la destrucción de seres humanos en formación…
Qué paradójico que tantos prefieran no asesinar a un animal aunque afecte su estilo de vida pero sí se deshagan de un bebé porque interfiere con su “plan de vida”…
Qué paradójico, pues, que nos esforcemos tanto en proteger a otras especies y no queramos hacer lo mismo con la nuestra.
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