El psicoanálisis es una confesión sin absolución.
G.K. Chesterton
G.K. Chesterton
Cualquier católico que se confiesa con cierta frecuencia y que lo hace saber a algún conocido, seguro se ha topado con la siguiente afirmación de parte de su interlocutor: “Yo no me confieso porque no tengo por qué contarle mis pecados a alguien que es igual o hasta más pecador que yo”. Dejando de lado el hecho de que afirmar eso es, por sí mismo, muestra de una soberbia tal que basta para declarar al que eso dice más pecador que el mayor de los pecadores; nos encontramos con una paradoja aún mayor. Esa paradoja (que es de tal magnitud que se vuelve un absurdo) es que estos individuos, si se presenta la necesidad (que en el mundo actual es casi en todos los casos), no tendrían inconveniente alguno en acudir a un psicólogo para revelarle sus más oscuros secretos.
Si en ese caso les señalaras que prácticamente se “confesaron” (aunque, como bien señala Chesterton, lo hicieron sin recibir una absolución), seguramente se reirían de tu ingenuidad y te contestarían que, a diferencia de las “supersticiones de la Iglesia” que existen para “esclavizar” al ser humano, su terapia los ha “liberado”.
Es precisamente en este punto donde se equivocan. El psicoanálisis no es liberador sino todo lo contrario. La confesión, por su parte, es la que realmente libera. Estoy casi seguro que el mismo Freud reconocería que el psicoanálisis no pretende liberar sino encontrar las causas científicas del comportamiento mostrado. Freud no creía en la libertad porque tenía una concepción determinista del mundo (de ahí su pesimismo). Ese determinismo lo condujo a creer que los seres humanos estaban condenados a constantemente causar sufrimiento al prójimo, sin la posibilidad de actuar de otra manera. En ese mundo no había lugar para la libertad (para conocer un poco más sobre las ideas de Freud y contrastarlas con una visión completamente distinta, recomiendo leer La pregunta acerca de Dios. C.S. Lewis y Sigmund Freud debaten acerca de Dios, el amor, el sexo y el significado de la vida, del Dr. Armand Nicholi publicado por la editorial Free Press. Desconozco si exista una edición en español…).
Por otro lado, la confesión tiene su raíz en la libertad y tiene, a su vez, un efecto auténticamente liberador. Está enraizada en la libertad porque de entrada, requiere que te consideres culpable de lo que confiesas. Sólo puedes ser culpable de algo si lo hiciste libremente y, por tanto, debes asumir la responsabilidad por lo hecho. Tiene un efecto liberador porque al confesarte, eres absuelto (es decir, perdonado): se trata de un “borrón y cuenta nueva”. Adicionalmente, siendo tú el responsable de lo que has hecho, eres también responsable de cambiar y mejorar. Como si eso no bastara, el creyente confía en que, al confesarse, recibe un auxilio divino para no volver a cometer los mismos errores. Si eso no es suficiente para generar un sentimiento liberador, no sé qué lo sea…
El psicoanálisis, en cambio, tiende a la supresión de la libertad. A todo acto que hagas le encuentra una justificación. La relación causa-efecto que establece entre las experiencias infantiles y los actos adultos es una relación de necesidad donde la libertad no tiene cabida. Si haces algo, no es porque libremente hayas decidido hacerlo sino porque en tu infancia sufriste un trauma que ha sido reprimido y que se manifiesta “obligándote” a hacer lo que ahora haces. El rol del psicólogo es escucharte y ayudarte a encontrar la causa de tu comportamiento. En pocas palabras, en el psicoanálisis, “confiesas tus pecados” pero no recibes el perdón sino una bonita excusa de por qué los cometiste. Así, puedes salir sabiendo a quién culpar de que te comportes como un animal pero no con la consciencia de que tú eres el animal y que, por lo mismo, eres el responsable de dejar de serlo. Siempre podrás culpar a alguien o algo, excepto a ti mismo.
Me queda claro que a una cultura que cree que libertad significa hacer lo que desees, sin temor a enfrentar ningún tipo de consecuencia, el psicoanálisis le queda como anillo al dedo. Sin embargo, si lo que queremos es una cultura que busque una mayor madurez entre sus miembros, quizá nos convenga regresar a las “supersticiones” del cristianismo…
Si en ese caso les señalaras que prácticamente se “confesaron” (aunque, como bien señala Chesterton, lo hicieron sin recibir una absolución), seguramente se reirían de tu ingenuidad y te contestarían que, a diferencia de las “supersticiones de la Iglesia” que existen para “esclavizar” al ser humano, su terapia los ha “liberado”.
Es precisamente en este punto donde se equivocan. El psicoanálisis no es liberador sino todo lo contrario. La confesión, por su parte, es la que realmente libera. Estoy casi seguro que el mismo Freud reconocería que el psicoanálisis no pretende liberar sino encontrar las causas científicas del comportamiento mostrado. Freud no creía en la libertad porque tenía una concepción determinista del mundo (de ahí su pesimismo). Ese determinismo lo condujo a creer que los seres humanos estaban condenados a constantemente causar sufrimiento al prójimo, sin la posibilidad de actuar de otra manera. En ese mundo no había lugar para la libertad (para conocer un poco más sobre las ideas de Freud y contrastarlas con una visión completamente distinta, recomiendo leer La pregunta acerca de Dios. C.S. Lewis y Sigmund Freud debaten acerca de Dios, el amor, el sexo y el significado de la vida, del Dr. Armand Nicholi publicado por la editorial Free Press. Desconozco si exista una edición en español…).
Por otro lado, la confesión tiene su raíz en la libertad y tiene, a su vez, un efecto auténticamente liberador. Está enraizada en la libertad porque de entrada, requiere que te consideres culpable de lo que confiesas. Sólo puedes ser culpable de algo si lo hiciste libremente y, por tanto, debes asumir la responsabilidad por lo hecho. Tiene un efecto liberador porque al confesarte, eres absuelto (es decir, perdonado): se trata de un “borrón y cuenta nueva”. Adicionalmente, siendo tú el responsable de lo que has hecho, eres también responsable de cambiar y mejorar. Como si eso no bastara, el creyente confía en que, al confesarse, recibe un auxilio divino para no volver a cometer los mismos errores. Si eso no es suficiente para generar un sentimiento liberador, no sé qué lo sea…
El psicoanálisis, en cambio, tiende a la supresión de la libertad. A todo acto que hagas le encuentra una justificación. La relación causa-efecto que establece entre las experiencias infantiles y los actos adultos es una relación de necesidad donde la libertad no tiene cabida. Si haces algo, no es porque libremente hayas decidido hacerlo sino porque en tu infancia sufriste un trauma que ha sido reprimido y que se manifiesta “obligándote” a hacer lo que ahora haces. El rol del psicólogo es escucharte y ayudarte a encontrar la causa de tu comportamiento. En pocas palabras, en el psicoanálisis, “confiesas tus pecados” pero no recibes el perdón sino una bonita excusa de por qué los cometiste. Así, puedes salir sabiendo a quién culpar de que te comportes como un animal pero no con la consciencia de que tú eres el animal y que, por lo mismo, eres el responsable de dejar de serlo. Siempre podrás culpar a alguien o algo, excepto a ti mismo.
Me queda claro que a una cultura que cree que libertad significa hacer lo que desees, sin temor a enfrentar ningún tipo de consecuencia, el psicoanálisis le queda como anillo al dedo. Sin embargo, si lo que queremos es una cultura que busque una mayor madurez entre sus miembros, quizá nos convenga regresar a las “supersticiones” del cristianismo…
The absurdity of psychoanalysis
Psychoanalysis is confession without absolution.
G.K. Chesterton
G.K. Chesterton
Any catholic that goes to Confession with certain regularity has probably heard the following statement after revealing that he does so: “I don’t go to Confession because I shouldn’t have to reveal my sins to someone who is probably much more a sinner than I am.” Leaving aside the fact that saying something like that proves such arrogance that would make you the worst among the worst of sinners; we find a rather absurd paradox. The paradox consists in that these individuals, if they found themselves in the need (which, in our modern world is pretty much always) of going to a psychologist, would have no problem at all in doing it and letting him know of even their darkest secrets.
If that were the case and you pointed out that they practically “confessed” their sins (though, as Chesterton rightly indicates: they did it without receiving an absolution), they would surely laugh at your naivety and would answer that, unlike the “superstitions of the Church” which exist to “enslave” mankind, their therapy has “set them free”.
It is precisely in this point where they are wrong. Psychoanalysis is not liberating, it is quite the opposite. Confession, on the other hand, is the one that truly liberates. Freud himself would admit that the goal of psychoanalysis is not to set people free but to explain, scientifically, their behavior. Freud didn’t believe in freedom because he had a deterministic conception of the world, which clearly explains his pessimism. That determinism led him to believe that men were doomed to cause pain to one another, without the possibility of acting differently. In that kind of world, freedom can’t exist (if you’re interested in learning more about Freud’s worldview and comparing it with a completely opposite worldview, I highly recommend reading The Question of God. C.S. Lewis and Sigmund Freud debate God, Love, Sex, and the Meaning of Life, by Dr. Armand Nicholi).
The sacrament of Confession is deeply rooted in the idea of freedom and it has an authentically liberating effect. It is rooted in freedom because it requires you to recognize your own guilt in what you confess. You cannot be guilty of something unless you have freely chosen to do it. Only if you do something freely can you be held responsible for its consequences. Confession has a liberating effect because you are absolved from your sins (they are forgiven); therefore, you get to start again: you get a “blank sheet”. Since you are responsible for what you have done, you are also responsible for changing and becoming better. Additionally, believers trust that they will receive divine assistance in not sinning again. If that’s not enough to cause a liberating feeling, then I have no idea what could…
Psychoanalysis tends to suppress freedom. It finds a justification for everything you do. It establishes a cause-and-effect relationship between your childhood experiences and your adult actions. This kind of relationship is one of necessity (in the sense that a cause will necessarily produce a determined effect), where freedom has no place. If you do something, it is not because you freely chose to do it, but rather because of some childhood trauma which you have repressed and that manifests itself by “making” you act in the way in which you do. The role of the therapist is to listen to you and help you find the causes of your behavior. In other words, during therapy, you “confess your sins” but instead of receiving forgiveness, you receive a nice excuse of why you committed them. That way, you can walk away knowing who (or what) to blame about your beastly behavior but not with the consciousness that you are the one acting like a beast and that, because of that, you’re responsible of not acting like one anymore. You always leave knowing who or what to blame, except yourself.
It is very clear to me that psychoanalysis fits perfectly in a culture that believes that freedom means doing whatever you want, without having to deal with the consequences of your actions. However, if what we want is a culture where its members grow in maturity, then it might be a good idea to go back to the “superstitions” of Christianity…
If that were the case and you pointed out that they practically “confessed” their sins (though, as Chesterton rightly indicates: they did it without receiving an absolution), they would surely laugh at your naivety and would answer that, unlike the “superstitions of the Church” which exist to “enslave” mankind, their therapy has “set them free”.
It is precisely in this point where they are wrong. Psychoanalysis is not liberating, it is quite the opposite. Confession, on the other hand, is the one that truly liberates. Freud himself would admit that the goal of psychoanalysis is not to set people free but to explain, scientifically, their behavior. Freud didn’t believe in freedom because he had a deterministic conception of the world, which clearly explains his pessimism. That determinism led him to believe that men were doomed to cause pain to one another, without the possibility of acting differently. In that kind of world, freedom can’t exist (if you’re interested in learning more about Freud’s worldview and comparing it with a completely opposite worldview, I highly recommend reading The Question of God. C.S. Lewis and Sigmund Freud debate God, Love, Sex, and the Meaning of Life, by Dr. Armand Nicholi).
The sacrament of Confession is deeply rooted in the idea of freedom and it has an authentically liberating effect. It is rooted in freedom because it requires you to recognize your own guilt in what you confess. You cannot be guilty of something unless you have freely chosen to do it. Only if you do something freely can you be held responsible for its consequences. Confession has a liberating effect because you are absolved from your sins (they are forgiven); therefore, you get to start again: you get a “blank sheet”. Since you are responsible for what you have done, you are also responsible for changing and becoming better. Additionally, believers trust that they will receive divine assistance in not sinning again. If that’s not enough to cause a liberating feeling, then I have no idea what could…
Psychoanalysis tends to suppress freedom. It finds a justification for everything you do. It establishes a cause-and-effect relationship between your childhood experiences and your adult actions. This kind of relationship is one of necessity (in the sense that a cause will necessarily produce a determined effect), where freedom has no place. If you do something, it is not because you freely chose to do it, but rather because of some childhood trauma which you have repressed and that manifests itself by “making” you act in the way in which you do. The role of the therapist is to listen to you and help you find the causes of your behavior. In other words, during therapy, you “confess your sins” but instead of receiving forgiveness, you receive a nice excuse of why you committed them. That way, you can walk away knowing who (or what) to blame about your beastly behavior but not with the consciousness that you are the one acting like a beast and that, because of that, you’re responsible of not acting like one anymore. You always leave knowing who or what to blame, except yourself.
It is very clear to me that psychoanalysis fits perfectly in a culture that believes that freedom means doing whatever you want, without having to deal with the consequences of your actions. However, if what we want is a culture where its members grow in maturity, then it might be a good idea to go back to the “superstitions” of Christianity…
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