Siempre he pensado que intentar clasificar las distintas tendencias políticas en “izquierdas y derechas” o en “conservadores y liberales” es una simplificación exagerada de la realidad. Esta clasificación generalmente está basada en cosas tan superficiales como “libre mercado contra intervención estatal”, por lo que llega a juntar en una misma categoría a formas de pensamiento político completamente dispares.
Esto se hace evidente no solo en aquellos casos en que los liberales resultan más conservadores que los conservadores o cuando la izquierda se adueña de las ideas de la derecha (sobra decir que cambiándolas al punto de echarlas a perder…) sino en un caso muy particular y en el que pocos de los expertos políticos han reparado: el de las “derechas” cristianas.
El agrupar a todas las formas de política cristiana en una misma categoría parece algo evidente, pero ello implicaría un muy grave error. Tan grave como equiparar el pensamiento de Lutero con el del Papa. Existen diferencias abismales entre el pensamiento político católico y el pensamiento político protestante. Está de más decir que el rompimiento del Protestantismo con el Catolicismo no fue un rompimiento meramente externo: fue un cambio profundo (y yo añadiría: un retroceso) incluso en la forma de entender al ser humano. Como ya he afirmado en otras ocasiones: un cambio en la concepción antropológica lleva a cambios en todo lo demás, especialmente en las cuestiones políticas y sociales.
Por ello, la posición política de los católicos en Estados Unidos nunca ha sido bien entendida por el resto de la población. Les parece contradictorio que sean “liberales” en lo económico pero “conservadores” en lo social. Hasta hace unos años, el electorado católico se inclinaba definitivamente por el partido demócrata. Hoy, a causa de la postura de ese partido en temas como el aborto, la eutanasia y el matrimonio entre homosexuales, ese mismo electorado se ha dividido. Aún así, el voto católico no encaja realmente en los ideales de ninguno de los dos partidos. Ni siquiera con el partido republicano, el cual tiene el monopolio sobre el “voto cristiano”. La pregunta es: ¿por qué?
La clave está, como mencioné más arriba, en las diferencias del concepto de ser humano que tienen el Catolicismo y el Protestantismo.
El Protestantismo es, por su misma naturaleza, individualista. Los dos pilares sobre los que Lutero fundó su movimiento así lo demuestran. El Sola Fides (creencia de que sólo basta creer en Jesucristo para ser salvado, sin necesidad de buenas obras) y Sola Scriptura (creencia de que la Biblia es la única fuente de revelación y que, por lo tanto, su interpretación es accesible a cualquiera) prácticamente permiten que un individuo se salve sin la necesidad de los demás.
En el Catolicismo, en cambio, no se puede entender a la persona sin la comunidad. Ideas como la Comunidad de los Santos, la salvación a través del amor al prójimo y la idea misma de “Iglesia” (proveniente de la palabra griega ekklesía, es decir, asamblea) como unión de todos los fieles en el Cuerpo místico de Cristo, apuntan a la necesidad del otro para poder alcanzar la salvación. Para el católico, nadie se puede salvar solo.
Con estas diferencias en mente, es fácil entender la divergencia de las posturas políticas. El protestante cree sobre todo en el mérito individual y, en sus ramas calvinistas, en que los pobres son pobres por maldición de Dios. El protestantismo exalta la iniciativa individual y encontró en el capitalismo su máxima expresión económica. El individuo es el centro de su política, el gobierno y la sociedad deben supeditarse a él. Se trata, pues, de una estructura jerárquica rígida en las relaciones entre niveles deben quedar reducidas a un mínimo.
El catolicismo encuentra su expresión económica en la responsabilidad social, la economía social de mercado y en la protección de los desamparados. Entiende al ser humano como un ser social. El individuo está inmerso en la sociedad y, por tanto, todo lo que hace (incluso en el ámbito privado) tiene una repercusión social. La estructura social no es jerárquica sino orgánica, donde las relaciones entre niveles deben estar reguladas por el principio de la subsidiariedad (esto da suficiente material para otra ocasión).
Aunque en muchos temas ambas posturas convergen, en el fondo son muy distintas. Tan distintas como las diferencias entre las religiones.
Esto se hace evidente no solo en aquellos casos en que los liberales resultan más conservadores que los conservadores o cuando la izquierda se adueña de las ideas de la derecha (sobra decir que cambiándolas al punto de echarlas a perder…) sino en un caso muy particular y en el que pocos de los expertos políticos han reparado: el de las “derechas” cristianas.
El agrupar a todas las formas de política cristiana en una misma categoría parece algo evidente, pero ello implicaría un muy grave error. Tan grave como equiparar el pensamiento de Lutero con el del Papa. Existen diferencias abismales entre el pensamiento político católico y el pensamiento político protestante. Está de más decir que el rompimiento del Protestantismo con el Catolicismo no fue un rompimiento meramente externo: fue un cambio profundo (y yo añadiría: un retroceso) incluso en la forma de entender al ser humano. Como ya he afirmado en otras ocasiones: un cambio en la concepción antropológica lleva a cambios en todo lo demás, especialmente en las cuestiones políticas y sociales.
Por ello, la posición política de los católicos en Estados Unidos nunca ha sido bien entendida por el resto de la población. Les parece contradictorio que sean “liberales” en lo económico pero “conservadores” en lo social. Hasta hace unos años, el electorado católico se inclinaba definitivamente por el partido demócrata. Hoy, a causa de la postura de ese partido en temas como el aborto, la eutanasia y el matrimonio entre homosexuales, ese mismo electorado se ha dividido. Aún así, el voto católico no encaja realmente en los ideales de ninguno de los dos partidos. Ni siquiera con el partido republicano, el cual tiene el monopolio sobre el “voto cristiano”. La pregunta es: ¿por qué?
La clave está, como mencioné más arriba, en las diferencias del concepto de ser humano que tienen el Catolicismo y el Protestantismo.
El Protestantismo es, por su misma naturaleza, individualista. Los dos pilares sobre los que Lutero fundó su movimiento así lo demuestran. El Sola Fides (creencia de que sólo basta creer en Jesucristo para ser salvado, sin necesidad de buenas obras) y Sola Scriptura (creencia de que la Biblia es la única fuente de revelación y que, por lo tanto, su interpretación es accesible a cualquiera) prácticamente permiten que un individuo se salve sin la necesidad de los demás.
En el Catolicismo, en cambio, no se puede entender a la persona sin la comunidad. Ideas como la Comunidad de los Santos, la salvación a través del amor al prójimo y la idea misma de “Iglesia” (proveniente de la palabra griega ekklesía, es decir, asamblea) como unión de todos los fieles en el Cuerpo místico de Cristo, apuntan a la necesidad del otro para poder alcanzar la salvación. Para el católico, nadie se puede salvar solo.
Con estas diferencias en mente, es fácil entender la divergencia de las posturas políticas. El protestante cree sobre todo en el mérito individual y, en sus ramas calvinistas, en que los pobres son pobres por maldición de Dios. El protestantismo exalta la iniciativa individual y encontró en el capitalismo su máxima expresión económica. El individuo es el centro de su política, el gobierno y la sociedad deben supeditarse a él. Se trata, pues, de una estructura jerárquica rígida en las relaciones entre niveles deben quedar reducidas a un mínimo.
El catolicismo encuentra su expresión económica en la responsabilidad social, la economía social de mercado y en la protección de los desamparados. Entiende al ser humano como un ser social. El individuo está inmerso en la sociedad y, por tanto, todo lo que hace (incluso en el ámbito privado) tiene una repercusión social. La estructura social no es jerárquica sino orgánica, donde las relaciones entre niveles deben estar reguladas por el principio de la subsidiariedad (esto da suficiente material para otra ocasión).
Aunque en muchos temas ambas posturas convergen, en el fondo son muy distintas. Tan distintas como las diferencias entre las religiones.
The differences among the Christian Right
I’ve always thought that trying to classify different political tendencies into “left and right” or “conservatives and liberals” is an oversimplification of reality. This classification is usually based on things as irrelevant as “free market versus state intervention” or other similar trivialities. As a consequence, most of the time, radically distinct political views are grouped into one same category.
This becomes evident not only in those cases in which liberals turn out to be more conservative than conservatives or when the left steals ideas from the right (completely messing them up), but especially in one case which political pundits rarely (if ever) talk about: that of the Christian right.
Grouping all forms of Christian politics seems something evident, but it implies quite a big mistake. A mistake as big as equaling the ideas of Luther to those of the Pope. There are abysmal differences between Catholic political thought and Protestant political thought. The fracture between Catholicism and Protestantism was more than a merely external rupture: it contained a deep break that changed the very way in which people understood man. As I’ve said in other occasions, a change in anthropological understanding brings with it a change in everything else, including social and political issues.
For that very reason, the political stance of Catholics in the U.S. is so often misunderstood. To many people it might seem contradictory to be economically “liberal” and socially “conservative”. Until some years ago, most of the Catholic vote would go to the Democrat party. Today, because of the Democrat position on issues such as abortion and gay rights, that electorate has become divided. Nonetheless, the Catholic vote doesn’t really “fit” in any of both parties’ ideals. Not even with the Republican Party which holds the monopoly on the “Christian vote”. Why is that so?
The answer to this question lies in what I said before: the differences in the understanding of what man is.
Protestantism is, by its very nature, individualistic. The two pillars on which Luther started his movement are a proof of this. Sola Fides and Sola Scriptura practically allow a person to be saved with no need of anybody else.
Catholicism, on the other hand, cannot understand the person without the community. Ideas such as the Communion of Saints, salvation through love of others and the very idea of “Church” as the community of faithful united in Christ’s Body, point to the need of others to be saved. For a catholic, nobody can be saved just by himself.
With these differences in mind, it’s easy to understand the divergence in political positions. A protestant believes, above all, in individual merit and, in its Calvinist branches, in the poor being poor because a sort of curse from God. Protestantism exalts individual initiative and found in Capitalism its maximum economical expression. That way, the individual becomes the center of all politics. Government and society are not more than necessary evils which must submit to the individual. That way, the social structure becomes a rigid hierarchy where contact between different levels must be reduced to a minimum.
Catholicism finds its economical expression in social responsibility, such as the social market economy and in helping the weakest members of society. It understands the human being as a social being. The individual is immersed in society and, therefore, anything he does (even in privacy) has a social repercussion. The social structure is not hierarchic but organic and relationships between levels must be regulated by the principle of subsidiarity (more on that on some other post).
Though both positions meet on certain issues, they are profoundly different. As different as the differences between religions.
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