domingo, 13 de septiembre de 2009

Bienaventuradas tortugas

Por: Carlos Castillo Peraza
Publicado en el periódico La Jornada, 3 de abril de 1989.

Las tortugas son reptiles del orden de los quelonios. Su característica más importante es la de contar con una concha que alberga sus órganos vitales y los protege de las agresiones del medio. Paradigma de la lentitud y de la longevidad, estos animales han sido víctimas de la depredación humana que ha llegado al exceso de acabar paulatinamente con ellos disponiendo de sus huevos. La televisión mexicana –con el patrocinio de agencias internacionales y nacionales, tanto privadas como públicas, incluida una famosa marca de motocicletas japonesas y otra de llantas– ha alertado del peligro de extinción de alguna de las subespecies.

La Armada de México, biólogos graduados, estudiantes y amantes de la naturaleza despliegan una intensa y loable actividad encaminada a proteger de la voracidad humana los huevos de la tortuga marina. Brigadas de voluntarios recorren las playas en que las hembras entierran con delicadeza y paciencia centenares de futuras tortugas que nacerán gracias a la acción del calor solar.

Al parecer nadie duda de que esos huevos fecundados serán en efecto tortugas. Si supusieran que de ellos saldrán perros o caballos no habría tal actividad de protección. No he sabido hasta la fecha de debate alguno en torno a la “tortuguidad” de esos productos, ni he oído argumentos a favor de los depredadores en el sentido de que, como las futuras tortugas todavía no se “tortuguizan” por completo, resulte aceptable disponer de tales objetos como si no fueran a ser lo que ya comenzaron a ser. En el límite, la más leve sospecha de que de cada huevo pueda surgir una tortuga mueve a miles de personas a prodigar cuidados, recursos y trabajo para salvarlos a todos y cada uno. Disponer de uno solo de ellos está penado por ley.

Tampoco me ha tocado escuchar discusión alguna en torno a tortugas no deseadas, ni en relación con los peligros que las tortuguitas recién brotadas correrán en el mar para justificar matarlas antes de que ellas mismas asuman el riesgo de vivir. Sería absurdo que alguien se erigiera en último y definitivo juez de la “tortuguidad” de los huevos de tortuga y, con base en su juicio, determinara qué huevo merece pasar al plato de algún sibarita. No hay quien se anime a proclamarse creador de tortugas-sujetos-del-derecho-a-vivir. Todo huevo de tortuga tiene derecho, por ser tal, a ser respetado.

¡Bienaventuradas tortugas! No hay quien afirme que sólo la libertad de matarlas las haría dignas de la vida. No dependen de las decisiones inapelables de seres más fuertes, más inteligentes, más dotados de recursos que ellas; les va mejor que a los judíos o a los gitanos bajo el régimen de Hitler; tienen más oportunidades que un disidente en tiempos de Stalin, que un negro bajo el régimen sudafricano, que un piel roja en los terrenos de Bufalo Bill. Tampoco están sometidas a aquel criterio del Marqués de Sade: “imaginar que no se puede destruir, si así se requiere, un poco de materia fecundada, es llevar demasiado lejos el respeto por ésta”.

¡Bienaventuradas tortugas! Parecen tener más defensores que algunos niños no nacidos.




Blessed turtles
By: Carlos Castillo Peraza
Published in La Jornada newspaper on April 3rd. 1989.

Turtles are reptiles of the order of the Chelonia. Their most important characteristic is that they possess a shell that encloses their vital organs and protects them from the aggressions of the environment. Paradigm of slowness and longevity, these animals are victims of human depredation, which has reached the excess of slowly wiping them out by disposing of their eggs. Mexican television, with the sponsorship of national and international agencies, private and public alike, including a famous Japanese motorcycle company as well as a brand of tires, has alerted about one subspecies being in danger of extinction.

The Mexican Navy, biologists, students and lovers of nature display an intense and laudable activity aimed at protecting sea turtle eggs from human voracity. Brigades of volunteers patrol the beaches where female turtles bury, with delicacy and patience, hundreds of future turtles that will be born thanks to the warmth of the sun.

It seems like nobody doubts that these fecundated eggs will certainly be turtles. If they thought that dogs or horses would come out of them, they would not protect them. I haven’t heard of any debate about the “turtleness” of these products, nor have I heard any arguments in favor of predators based on the fact that, since the future turtles haven’t “turtleized” completely, it’s acceptable to dispose of them as if they weren’t already what they have already begun to be. In the limit, the slightest suspicion that from each egg a turtle might be born moves thousands of individuals to offer protection, resources and work to save each and every one of them. Disposing of a single egg is against the law.

Neither have I heard any discussion about unwanted turtles nor discussions related to the dangers that newly born turtles will face in the ocean as a justification for killing them before they have taken the risk of living. It would be absurd if someone pretended to become the ultimate judge of the “turtleness” of turtle eggs and, based on his own judgment, determined which egg deserves to end in somebody’s plate. Nobody dares to proclaim her or himself creator of turtles-subject-to-the-right-of-living. Every turtle egg has a right to be protected, just because it is a turtle egg.

Blessed turtles! Nobody says that only the freedom of killing them would make them worthy of life. They don’t depend on the indisputable decisions of stronger, smarter and better equipped beings. They do better than the Jews or the Gypsies under Hitler’s regime; they have more chances than a dissident in the times of Stalin, than a black man in the Southafrican regime or than a redskin in Buffalo Bill’s lands. Nor are they subject to that criterion from the Marquis de Sade: “imagining that a bit of fecundated matter cannot be destroyed if needed, is taking the respect for it way too far”.

Blessed turtles! They seem to have more defenders than some unborn children.

2 comentarios:

CeeCee dijo...

This post is so interesting. What a startling concept!!!

Alejandro dijo...

I know! I think it reflects the contradiction of a society that has its values in the wrong order. It turns the value of animal life into an absolute value (just ask Greenpeace), but it turns human life into a relative value, subject to "freedom". That makes no sense at all!