Mas fuerte es el caballero por sus virtudes que por la lanza y la espada.
Ramón Lull, “Libro de Proverbios”
Para concluir esta serie de entradas sobre la masculinidad, me gustaría hablar sobre el ideal caballeresco, un ideal que es, a mi parecer, el más adecuado para que los hombres contemporáneos puedan ser más plenamente hombres. Este ideal ofrece, además, la ventaja de que los caballeros medievales siguen representando un ejemplo de virilidad y hombría. Habrá, sin embargo, que corregir algunas de las percepciones erradas que se tienen sobre este ideal y que debemos a una cultura abiertamente hostil hacia todo lo proveniente de aquella gran era de la humanidad que fue la Edad Media.
Podrá parecer que el ideal caballeresco está en abierta contradicción con el otro ideal de hombría que defendí en una pasada ocasión: el del cordero. ¿Cómo reconciliar al caballero medieval, el guerrero por excelencia, con la pasividad y mansedumbre del cordero? ¿No prefereriría cualquier caballero, mas bien, ser asemejado a un león? Aquí encontramos la primera de varias concepciones erradas sobre el ideal caballeresco. El objetivo del ideal caballeresco no era que el caballero alcanzara la gloria, la fama o el poder. Su objetivo tampoco era fomentar la violencia o alabar la fortaleza física. La exaltación del uso de las armas era consecuencia del contexto histórico en que se desarrolló este ideal. Recordemos que la Edad Media nació con las invasiones germanas y la destrucción del Imperio Romano de Occidente. Los invasores eran bárbaros poco civilizados en la mayoría de los casos. El objetivo del ideal caballeresco era domar a estos leones germánicos para convertirlos en corderos y hacerlos dignos herederos de la nobleza y grandeza de la Roma cristiana. La violencia y la fuerza debían ser usadas para mantener la paz y para proteger al débil: a las viudas, a los huérfanos, a los pobres. Es más, en aquellos casos en que era necesaria la violencia, buscaba regularla. De esa forma consideraba poco honorable atacar al enemigo por la espalda o rematar al que yacía herido.
Lo que buscaba en realidad era que el caballero fuera un hombre de bien. Todo el ideal gira en torno a las virtudes que hacen a un hombre un santo, no un guerrero. Colocaba entre las principales virtudes del caballero la humildad: el respeto y amor a Dios y a la autoridad terrenal legítimamente establecida. Por su parte, la fortaleza y la valentía debían existir para que el caballero aprendiera a ser dueño de sí mismo. No estaban limitadas al campo de batalla. Ambas virtudes debían de estar al servicio de la Verdad y de la Justicia. Su boca no debía pronunciar mentira alguna y debía evitar la maledicencia. La fortaleza y la valentía son dos virtudes que hacen mucha falta en los hombres modernos, pues desde pequeños se les educa en la cobardía y la debilidad de la autoindulgencia. Donde no hay templanza y moderación en la comida, la bebida o en el uso de la lengua, no puede haber un hombre auténtico.
Otra exigencia del ideal caballeresco era que demandaba un respeto absoluto al honor de las mujeres, al grado de que un caballero podía matar o morir por defender ese honor. Por lo mismo, exigía las virtudes de la castidad y de la fidelidad en el matrimonio como frenos contra la lujuria, principal forma en que los hombres deshonran a las mujeres. La caballerosidad y la cortesía eran esenciales pues eran muestra de la nobleza de un hombre y lo distinguían de las bestias. ¡Cuánta falta hace ese ideal entre los hombres de hoy! ¡Cuánta valentía y fortaleza exige!
En pocas palabras, el ideal caballeresco es un ideal de servicio: servicio a Dios, servicio al prójimo (especialmente el más débil) y servicio al bien común. Es un ideal que exige mucho sacrificio pues requiere dominio de uno mismo y la entrega de todo el ser. Es, sin duda alguna, el ideal que deberíamos abrazar y hacer nuestro.
No podemos olvidar que el caballero medieval se consideraba, a pesar de todas sus fallas y debilidades humanas, un seguidor y siervo del Cordero perfecto y ese Cordero representaba su ideal de hombre. Sólo así podemos entender que Godofredo, conquistador de Jerusalén, se haya negado a ser nombrado rey ahí donde el Rey verdadero fue coronado con espinas. Que San Fernando rey de Castilla y León, el rey guerrero, músico y poeta, temiera más la maldición de una anciana pobre de su reino que a todos los ejércitos moros de África. O que San Luis rey de Francia compartiera su mesa con leprosos y mendigos. Esos hombres, que fueron verdaderos hombres, aceptaron ser como corderos y por eso, hoy los recordamos como leones.
A Knight is stronger because of his virtues, not because of his lance and sword.
Raymond Lully, “Book of Proverbs”
To end this series of posts about manhood, I would like to talk about the knightly ideal, an ideal which I believe to be the best one so that modern men can become more fully men. This ideal also has the advantage that medieval knights remain an example of manliness. I must, however, clarify some erroneous perceptions about the knightly ideal that we owe to a culture hostile to all things born in that great era of mankind which were the Middle Ages.
It might seem like the knightly ideal is in open contradition with that other ideal of manhood which I defended in the past: the ideal of the lamb. How can we reconcile the medieval knight, the warrior par excellence, with the meekness of the lamb? Wouldn't any knight prefer to be refered to as a lion? Here we can find the first of various misunderstandings of the knightly ideal. The objective of this ideal was not to have the knight reach glory, fame or power. Its objective was not to promote violence or worship physical strength either. The exaltation of the use of weapons was a consequence of the historical context in which this ideal was born. We must remember that the Middle Ages began with the invasion and destruction of the Western Roman Empire. The invaders were mostly uncivilized barbarians and society as a whole was cast into chaos. The objective of the knightly ideal was to tame these germanic lions and to turn them into lambs worthy of inheriting the traditions and culture of Christian Rome. Violence and the use of force were to be used only to maintain peace and to protect the weak: widows, orphans and the poor. When violence was required, this ideal seeked to regulate it. That's why it considered attacking an enemy from behind or killing the wounded as non-honorable actions.
What this ideal really aimed at was to transform the knight into a man of good, into a godly man. The whole ideal refers constantly to virtues that will make a man a saint, not a warrior. It placed humility as a most important virtue: to respect and to love God and the Church and to obey legitimate earthly authority. Fortitude and courage were required so the knight could learn to master himself. They weren't limited to the battlefield. Both had to be at the service of Truth and justice. A knight was not supposed to lie and had to avoid all malice in his words. Fortitude and courage are two virtues which modern men lack because they are raised in cowardice and in the weakness of self-indulgence. There can't be a real man where there is no temperance and moderation in eating, drinking and use of tongue.
The knightly ideal also demands an absolute respect for the honor of women, to the point where a knight could kill or die in defense of it. Therefore, it demands the virtues of chastity and fidelity in marriage as walls to stop lust, which is the main way in which men dishonor women. Chivalry and courtesy are also considered to be essential since they are a proof of nobility and they separate man from beast. How much good could we get if this ideal were the ideal of all men of our time! Yet it demands so much strength and courage!
In a few words, the knightly ideal is an ideal of service to others: to God, to neighbor (specially those who are weakest of all) and to the common good. It's an ideal that demands sacrifice because it requires self dominion and the giving of oneself. It is, without a doubt, the ideal that we should embrace and make ours. Do we have what it takes to do that?
One last thing: we can't forget that the medieval knight thought of himself as, despite all his human weaknessess and failures, a follower and servant of the perfect Lamb and this Lamb represented his ideal of manhood. Only by knowing that can we understand why Godfrey, the conqueror of Jerusalem, rejected being named king where the True King had been crowned in thorns. Or that Saint Ferdinand, the undefeated warrior, poet and musician king of Castille and Leon, feared the curse of an old poor woman from his kingdom more than the whole muslim armies of Africa. Or that Saint Louis, king of France would share his table with beggars and lepers. These men, who were real men, accepted to be like the Lamb and that's why we remember them as great lions.
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