Muchos de nuestros expertos modernos han llegado a la conclusión irracional de que la familia “tradicional” está condenada a la desaparición porque es un obstáculo para la libertad individual. Algunos han llegado incluso a señalar que la familia es una creación artificial de la sociedad y que es una imposición del Cristianismo. Claro que rara vez presentan alguna prueba de lo que dicen. De lo que no se dan cuenta es de que, cuando la familia se rompe, también los individuos lo hacen. Un ejemplo de esto lo encontramos en los trágicos tiroteos que se han vuelto cada vez más comunes, no sólo en Estados Unidos, sino en todo el mundo desarrollado. Muchos de los analistas sociales atribuyen este comportamiento violento a algún desequilibrio psicológico pero dejan de lado el hecho de que estos desordenes son causas secundarias y no la causa primaria. La verdadera causa yace debajo, no escondida sino a la vista de todos, gritándole a una sociedad que no se preocupa por estas personas sino hasta que es demasiado tarde. La verdadera causa del colapso de estos individuos es una característica común entre todos ellos: que están desesperadamente solos.
Estos son, claro está, los casos más extremos de la locura que puede provocar la soledad. Sin embargo, en todas partes los individuos están padeciendo, en mayor o menor grado, de esta locura. Aún en nuestras inmensas y populosas ciudades, la gente vive encerrada en sus propios mundos, hechos a la medida, sin ninguna preocupación por los que los rodean. ¿Acaso no se define a la locura como el vivir en un mundo imaginario, desconectado de la realidad? No es bueno que el Hombre esté solo pues en la soledad pierde el juicio. Por esto existe la familia.
Esta locura alcanza proporciones épicas cuando el Estado y la sociedad entera deciden que, como la familia se está desintegrando, es mejor deshacerse de ella, en lugar de arreglarla. No sé qué tipo de lógica defectuosa los llevó a esta conclusión, pero parece ser la predominante en nuestros días. Esta tendencia perversa tiene, además, un grave defecto: es auto-destructiva. Una sociedad en la que las familias desaparecen o en la que son debilitadas es una sociedad condenada a su propia destrucción. Por tanto, la preservación de la familia es necesaria para el bien común y, por esa razón, debería de ser protegida por el Estado y por toda la sociedad.
Ahora bien, tenemos sociedades para ayudarnos los unos a los otros a sobrevivir. Puesto que este es el propósito de vivir en sociedad, podemos deducir que tenemos una obligación especial de proteger a los miembros más débiles de la misma. Todos podemos estar de acuerdo en que los miembros más débiles de la sociedad son los niños y los ancianos. La experiencia acumulada por milenios es que la mejor protección que pueden recibir estas personas se da dentro de una familia. Por ello, desde siempre, las viudas y los huérfanos han recibido (por lo menos en las sociedades más merecedoras del adjetivo de humanas) una atención especial pues no cuentan con la protección de una familia y se encuentran solos en el mundo. En nuestros días, en cambio, los niños crecen solos (educados por la televisión, como si no estuvieran lo suficientemente dementes) pues sus padres están ocupados en sus propios asuntos. Los ancianos, por lo general, son abandonados o enviados a asilos donde se les deja sufrir enfermedades y la muerte por sí solos. De esta manera, esta demencia social se perpetúa, mientras los adultos permanecen indiferentes ante ella, estando tan ocupados en tantas otras cosas.
Por otro lado, nos encontramos que, aunque las familias sean destruidas y la sociedad se derrumbe, no desaparece la necesidad que tenemos de vivir juntos, y, como consecuencia, es el Estado el que toma cargo de toda la vida social. No debemos olvidar que los Estados totalitarios siempre han visto a la desaparición de la familia como algo bueno. Los nazis, los soviéticos y todos los demás idólatras del Estado siempre han buscado formas de debilitar a la familia para poder así controlar a los individuos. Al arrebatarle sus hijos a los padres y eliminando a los ancianos, minaban el orden social para imponer sus creencias sobre todo el mundo. Nuestra moderna sociedad relativista no es tan diferente de aquellos totalitarios. La aparente cordura impuesta por una dictadura (aún una dictadura cultural, como lo es la dictadura del relativismo) parece una buena opción para aquél que ha perdido la razón. Yo todavía estoy lo suficientemente cuerdo para darme cuenta de que esto no es cierto.
Many of our Modern day experts have come to the irrational conclusion that the “traditional” family model is bound to disappear because it is not fitting for personal and individual freedom. Some go as far as saying that the family is an artificial creation of society and an imposition of Christianity. Of course, they rarely, if ever at all, present any proof of what they say (as most scientific dogmatists tend to do). What they do not realize is that because the family is breaking up, individuals are breaking down. There is a perfect example of this which is to be found in the tragic shootings that have become ever more common, not only in the United States, but around the developed world. Most social pundits attribute this violent behavior to psychological disorders but fail to notice that these are only secondary causes, not the true cause. The true cause lies beneath, not hidden but in the view of all, yelling out to a society that does not care about these people until it is too late. The real cause of these persons' breakdown is a common trait among all these killers: that they are desperately alone.
This is, of course, the most extreme case of the insanity which can be caused by solitude. However, everywhere individuals are victims in a lesser degree of this insanity. Even in our large and crowded cities, people live locked up in their own little custom-made worlds with an absolute disregard for those who surround them. And is not the definition of insanity to live in an imaginary world, disconnected from reality? It is not good for man to be alone for in loneliness he loses his sanity. That is why the family exists.
This insanity reaches epic proportions when the State and society at large decide that, since the family is broken, it is better to get rid of it instead of fixing it. What kind of defective logic led them to this conclusion, I do not know, but it seems to be predominant nowadays. This perverse tendency has an additional flaw which its supporters ignore: it is self-destructive. A society where families disappear or are weakened is a society condemned to it own destruction. Therefore, the preservation of the family is necessary for the common good and, for that reason, it should be protected by the State and by all society.
Now, the whole point of having a society is that we might help each other survive. Because this is the purpose of living in society, we can deduce that we have a special obligation to protect the weakest members. I am quite certain that we can all agree that the weakest members of society are the children and the elderly. It is proven by human experience over thousands upon thousands of years that the best protection they can receive is within a family. Hence, widows and orphans have always been treated (at least in truly humane societies) with special attention since they lack the protection of a family and are left alone in the world. In our days, children are growing lonely (and raised by television, as if they weren't quite insane already) since their parents are occupied in their own business. The elderly are usually abandoned or sent away to retirement homes where they are left to illness and death all by themselves. In this manner, the insanity perpetuates itself, while adults remain indifferent towards it, being busy as they are in their many occupations.
On the other hand, just because families are destroyed and society as a whole starts to crumble, the need to live together does not disappear, and, as a consequence, the State steps up and takes charge of all social life. We must never forget that totalitarian States have always seen the disappearance of the family as something good for them. The Nazis, the Soviets and all other State worshipers have always looked for ways to weaken the family so they can take control over individuals. By taking children away from their parents and by eliminating the elderly, they would undermine the social order so they could impose their beliefs over everybody. Our Modern relativist society is not that different from these totalitarians. The apparent sanity of order imposed by a dictatorship (even a cultural one, as is the dictatorship of relativism) seems like a good option when everyone has lost their mind. I am still sane enough to realize that this is not true.
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