viernes, 22 de enero de 2010

El relativismo y la familia / Relativism and the family

En repetidas ocasiones he escrito acerca del rol de la familia como el núcleo de la sociedad, así como de su importancia en la vida de los individuos. También he insistido en que el principal enemigo de la familia es el individualismo. Ahora bien, el individualismo hace uso del relativismo para minar todo aquello que se le oponga, empezando por la familia.

En mi entrada pasada, escribí acerca del relativismo cultural y de su nefasta influencia. Además, como refutación a la falacia del relativismo, propuse como medida de comparación entre las distintas culturas el respeto a la dignidad humana. De esta forma quedó demostrado que sí existen diferencias significativas entre las culturas y que, por tanto, es posible jerarquizarlas y declarar a unas mejores que otras. Pretendo hacer algo similar con los “modelos alternos” de familia.

Primero, sin embargo, es necesario aclarar algunas cuestiones respecto a lo que es la familia. La familia es una institución natural, es decir, no nace como parte de un pacto social o de alguna ley, sino que es inherente a la naturaleza humana. Lo que distingue a las familias humanas de las familias animales es que en las familias humanas, precisamente por ser humanas, la libertad juega un rol primordial. Sin esta libertad es imposible el amor, que es el principio creador y unificador de nuestras familias. Por amor, un hombre se casa con una mujer. Por amor, tiene hijos, por los cuales se sacrifica en su crianza y preparación para su ingreso a la vida comunitaria. Así, la familia colabora con la preservación de la especie no sólo dándole vida a nuevos individuos, sino también manteniendo la vida social, sin la cual ningún individuo puede subsistir.

Una vez hechas estas aclaraciones, podemos regresar al tema del relativismo y la familia. Aquí, como en todo aquello en que el relativismo está presente, encontramos una contradicción. Por un lado, el relativismo pretende crear toda una serie de “modelos alternativos” de familia, dando una impresión de diversidad, pero por el otro afirma que entre todos estos modelos no hay diferencias significativas. Al declarar a todos igualmente valiosos, en realidad está diciendo que no tienen ningún valor. Esto es falso. Suponiendo (por cuestiones argumentativas) que estos “modelos alternos” de familia se pudieran considerar como alternativas reales a la familia, podemos encontrar razones suficientes para sostener que el “modelo tradicional” (por llamarlo de alguna manera) es superior a los demás y que, por lo mismo, debería de ser protegido y fomentado por la sociedad en su conjunto.

Para poder evaluar estos modelos, usaré dos medidas distintas: el respeto a la dignidad humana y el grado de cumplimiento de las funciones de una familia. Me parece que estas dos medidas son razonables y válidas, pues cualquier persona sensata aceptaría que una institución que no cumpla con ellas no puede ser llamada familia (por más que nuestros legisladores así la definan).

Es evidente que sólo la familia formada por un hombre y una mujer es capaz de procreación (esto no lo digo yo, ni lo dice la Iglesia, así funciona la naturaleza). Si esta es una de las funciones básicas de la familia, entonces aquellas uniones que por su naturaleza misma son incapaces de ello ya llevan una seria desventaja. El uso de técnicas artificiales de procreación atentan abiertamente contra la dignidad humana por lo que no pueden ser consideradas como válidas en nuestro análisis.

En cuanto a la educación de la prole, es necesario antes dejar algo muy en claro. Las diferencias entre los sexos son una realidad. No importa qué tan masculina sea una mujer, no dejará por ello de ser mujer y, por lo mismo, jamás podrá experimentar lo que es ser hombre. Lo mismo ocurre en dirección contraria. La única forma en que hombres y mujeres pueden llegar a entenderse mutuamente es a través de una relación complementaria. Esto es un hecho, no depende de nosotros cambiarlo. Por ello, un niño necesita de un padre para desarrollarse como hombre y de una madre para aprender cómo son las mujeres (los hermanos y hermanas también son de gran ayuda, por cierto). De igual forma, una niña requiere de su madre para aprender a ser mujer y de su padre para aprender acerca de los hombres. Teniendo un padre y una madre es la mejor forma de lograr esto. Asimismo, es importante que tanto el padre como la madre estén presentes a lo largo del crecimiento y educación de los hijos, por la sencilla razón de que un padre (o madre) ausente es incapaz de enseñarle algo a sus hijos. Esta es parte de la justificación de que el matrimonio sea indisoluble y aquí, otra vez, la familia tradicional lleva la ventaja.

Por último queda por ver la cuestión de la dignidad humana. Es importante recordar que el respeto a la dignidad humana está por encima incluso que la misma libertad de los individuos. No hay ningún derecho que se pueda considerar como tal si atenta contra esta dignidad. En este sentido, la unión monógama e indisoluble es la que mejor cumple con este requisito. Monógama e indisoluble porque la dignidad de una mujer demanda que sea tratada como una persona y no como un objeto, tentación en la cual cae todo hombre que mantiene relaciones sexuales con distintas mujeres. La indisolubilidad del matrimonio es así una forma de protección pues esa “exclusividad” honra la dignidad tanto del hombre como de la mujer.

La familia tradicional, es decir, aquella basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer cuya unión es indisoluble es, sin duda alguna, la única que alcanza la calificación más alta de acuerdo a las medidas propuestas. Podrá tener sus defectos y podrá no ser perfecta, pero no cabe duda de que es la mejor opción que tenemos. Me parece ridículo que sólo porque la hemos ido destruyendo y ahora no funcione como debería, creamos que es conveniente fomentar otros “modelos” que sólo resultan más disfuncionales aún.



I have written quite often about the role that the family plays as the nucleus of society, as well as about its importance in the life of individuals. I have also insisted that the worse enemy of the family is Individualism. Individualism makes use of Relativism in order to undermine all that which opposes it, starting by the family.

In my last post, I wrote about Cultural Relativism and its terrible influence. As a refutation of this nefarious belief, I proposed that the respect of human dignity be used as a measure of comparison between different cultures. In that manner, it was proven that there are significant differences between cultures and that it is possible to establish a hierarchy and to declare some to be better than others. I seek to do the same with the “alternative models” of families.

First, however, it is necessary to clarify certain things about the family. The family is a natural institution, that is, it is not born of a social pact or of any law, but rather it is part of human nature. What distinguishes human families from animal “families” is that in human families, precisely because of their humanity, freedom plays a significant role. Without this freedom, love is impossible and love is the creative and unifying principle in our families. Out of love, a man marries a woman. Out of love, they have children and sacrifice many things in order to raise them and help them integrate into the communal life. In that way, the family collaborates with the preservation of our species, not only by giving life to new individuals, but also by maintaining the social life, without which no individual can survive.

Once this has been made clear, we can return to the subject at hand: the family and Relativism. Here, as in every place where Relativism is present, we can find a contradiction. On one hand, Relativism seeks to create a whole series of “alternative models” of families, giving an impression of diversity. On the other hand it sustains that there are no significant differences between these models. By declaring them all equally valuable, it is just saying that they are not worth anything at all. This is false. Even supposing (for the sake of the argument) that these models could be considered as true alternatives to a family, we can find enough reasons to prove that the so-called “traditional model” is superior to them and, for that reason, should be protected by society as a whole.

To evaluate these models, I propose two different units of measure: the respect of human dignity and the degree of fulfillment of the functions of a family. I believe that these are quite reasonable and valid measures, since any sane person would accept that an institution that does not satisfy these cannot be called a family (even if our legislators define it as so).

It is evident that only the family formed by a man and a woman is capable of procreation (this is not something that I say, or that the Church says, it is the way nature works). If procreation is one of the basic functions of the family, then those unions which are incapable of reproduction because of their very nature are in a serious disadvantage. The use of artificial techniques goes openly against human dignity so they will not be considered in this analysis.

Before talking about the upbringing of offspring, it is important to set something straight. The differences between genders are a reality. It does not matter how masculine a woman is, she will never stop being a woman, so she will never be able to experience what it is to be a man. The same occurs in the opposite direction. The only way in which men and women can understand each other is through a complementary relationship. This is a fact and it does not depend on us to change it. Therefore, a boy need a father in order to develop fully as a man and he needs a mother to learn about how women are (siblings are useful in this as well). In the same way, a girl needs a mother to become fully a woman and she needs a father to learn about the nature of men. Having both a father and a mother is the best way to achieve this. It is also important that both the father and the mother be present during the whole development of their children for the simple reason that an absent father (or mother) is incapable of teaching them anything at all. This is part of the justification in favor of the indissolubility of marriage. Here, once again, the traditional family has the lead.

The question of human dignity is now to be addressed. It is vital to remember that the respect of human dignity is above the freedom of individuals. There is no right that can be considered as such if it goes against human dignity. In this sense, the monogamous and indissoluble union is the one that best satisfies this requisite. This is so because the dignity of women demands that she be treated as a person and not as an object, temptation in which men can easily fall when they have sexual relationships with different women. The indissolubility of marriage then becomes a sort of protection because this exclusivity honors the dignity of both men and women.

The traditional family, that is, that one which is based on the indissoluble marriage of one man and one woman is, without a doubt, the one that scores the highest according to the proposed measures. It might have its defects and it surely is not perfect but it is definitely our best option. I think it is ridiculous that only because we have destroyed it and hence, it does not work as it should, we should believe that it is good to foster other “models” which are even more dysfunctional.

1 comentario:

José Marín Saldívar Pizaña dijo...

Interesante el planteamiento acerca de la relación relativismo-familia y sus concecuencias intelectuales. Hasta ahora has considerado una perspectiva individualista, por tanto relativista, pero hay otros enfoques, por ejemplo el de la democracia moderna que resulta en sintesis del pensamiento indivudualista y el organicisita, esto es, una relación individuo-sociedad e inversa. Es a través del pensamiento democrático moderno (más allá de la cuestión "electorera" y más cercana a los valores fundacionales de ella)y sus consecuencias culturales que es posible pensar en custiónes (y no sólo la familia, la homosexualidad, el aborto, etcétera)tradicionalmente "fuera del canón". Tradición y naturaleza (que rige y prescribe) son conceptos bastante vulnerables en la lógica del pensamiento democrático. Un saludo y de nuevo, interesantes planteamientos, no coincido, pero es de loar el argumentar ideas sólidad y no meros alaridos como harían muchos en temas como estos.