Mostrando las entradas con la etiqueta Civilización occidental. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Civilización occidental. Mostrar todas las entradas

lunes, 1 de noviembre de 2010

Meditación sobre el Logos / Meditation on the Logos

Decir que el cristianismo es irracional es no saber nada acerca de él. En todo caso, sería más adecuado decir que ciertas verdades acerca de la fe cristiana trascienden la razón. Pero incluso eso es sólo una verdad a medias. Trascienden la razón desde el punto de vista de la razón humana. Esto es, están por encima de nuestra razón. Nosotros no podemos comprenderlas. Eso, sin embargo, no significa que estén más allá de toda razón. Dios mismo es la fuente suprema de Razón y las verdades de fe no le son incomprensibles. Esto parecerá una sorpresa para aquellos que han sido adoctrinados a creer que la razón humana es la única razón. Nuestra sociedad parece no estar al tanto de que creer eso es una de las cosas más irrazonables que se puedan creer.

Podemos ver esta carencia de razón en las actitudes contradictorias que los enemigos de la Fe han tenido contra ella. El cristianismo ha sido y sigue siendo acusado de no ser racional o de ser demasiado racional según le convenga a sus enemigos. Nada los satisface. Y sin embargo, la realidad es que el cristianismo es quizá la única religión que puede unir fe y razón. Sólo dentro del cristianismo se puede desarrollar la razón al máximo. Esto es así porque es la religión del Logos. Pero, ¿eso qué significa?

El evangelio según San Juan comienza de esta forma: “En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.” “Palabra” es la traducción del latín Verbum, el cual, a su vez, es la traducción del griego Logos. Por tanto, Logos significa Palabra. Sin embargo, el término Logos significaba más de lo que el término “palabra” significa hoy en día. Para la mayoría de la gente de nuestro tiempo, una palabra es simplemente un instrumento de comunicación. Se le considera un arreglo arbitrario de sonidos al cual la sociedad le ha dado un significado. Una mente materialista no puede ver más allá de eso, probando una vez más que es el materialismo el que estrecha la mente, mientras que el cristianismo la amplía. La realidad es que las palabras son mucho más que simples medios de comunicación. Son signos de nuestra capacidad de raciocinio. La palabra nos permite comunicar a los demás esas cosas inmateriales que llamamos ideas. Las palabras son la encarnación de nuestras ideas. Por tanto, el término Logos apunta en la dirección de la racionalidad.

Ahora, Racionalidad sin Verdad no puede existir pues la razón requiere de un orden. No puede emerger del caos del relativismo. La Verdad, que va mano en mano con la realidad, es precisamente lo que nos provee de ese orden. En la medida en que algo posee existencia, esto es, en la medida en que algo es real, posee verdad. Usando el lenguaje de Aristóteles, podemos afirmar que la verdad de un ser es directamente proporcional a la actualidad del mismo. Cuando entramos al reino de los pensamientos y de las ideas, descubrimos que para que un pensamiento sea verdadero, debe corresponder con la realidad, de lo contrario es un pensamiento falso. En pocas palabras, la Verdad no depende de lo que pensemos o creamos, sino de la realidad misma. Un pensamiento falso será falso sin importar que creas con todo tu ser que es verdadero. Por tanto, si Logos apunta hacia la Racionalidad, también apunta hacia la Verdad y hacia la Existencia.

Aún hay más. La presencia de una razón implica una voluntad. Razón sin voluntad es inútil. La voluntad es lo que le permite a un ser racional actuar conforme a su razón. No es coincidencia, pues, que de la palabra latina verbum hayamos derivado el término “verbo”, el cual representa una acción. Dado que el Logos posee una voluntad, es capaz de actuar. Tanto razón como voluntad definen una personalidad. Sólo una persona puede poseer inteligencia y voluntad. Nuevamente, una mentalidad materialista cree que la personalidad sólo aplica a los seres humanos (y a veces creen que ni a ellos). La visión más amplia del cristianismo encuentra personalidad en otros seres como Dios o los ángeles. Pero ese no es el punto. Lo que importa es que el Logos no es únicamente una abstracción. El Logos es una persona. Esto significa que puede haber una relación con Él, y, sobre todo, que Él desea esa relación con nosotros.

Para los griegos, Logos se definía como el principio racional del universo. El cristianismo conservó ese significado pero también le añadió algo. Para los griegos el Logos era algo vago y más allá del entendimiento humano. Era el reconocimiento de algo infinitamente más allá de la humanidad. Este principio racional estaba más allá de nuestro alcance. Este es uno de los problemas al que nos enfrentamos hoy: si la Verdad existe, ¿es accesible a nosotros? En el cristianismo, el Logos, dada su personalidad, ha dejado de ser algo inalcanzable: “la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros.” Puesto que el Logos es una persona y tiene la capacidad de actuar, se ha inclinado hacia nosotros. Se ha puesto a nuestro alcance y nos ha revelado su propia naturaleza.

Dado el atributo de la simplicidad de Dios, el Logos, es decir, la razón de Dios, es Dios. Pero es la razón divina, no la razón humana la que es Dios. La razón humana encuentra su origen en la razón divina, pero son dos cosas distintas. Creer que la razón humana puede ser deificada fue el error de los filósofos de la Ilustración. Mientras el cristianismo siempre ha enseñado que el hombre fue creado a imagen de Dios, la Ilustración hizo a Dios a imagen del hombre. Nosotros no somos la Palabra, sino ecos de la Palabra. Somos imágenes suyas. Salimos de Ella y a Ella hemos de volver. Cuando este orden es cambiado, la razón humana es puesta en una posición que está más allá de sus capacidades y cae víctima de esta locura. Pronto, esta misma razón, que es la que nos distingue de los brutos, se vuelve contra sí misma. Sin el Logos, nuestra razón pierde su posición privilegiada dentro de la creación. Se convierte en el resultado de una larga serie de coincidencias, en algo que bien se pudo haber desarrollado en cualquier otra especie. Ahora es común escuchar a gente decir que los seres humanos no somos distintos a los demás animales. Algunos incluso buscan darles los mismos derechos que nosotros poseemos. Con la abolición de la razón, se ha abolido también la Dignidad de la Persona Humana. El reconocimiento de la dignidad inalienable de los seres humanos, dignidad que tiene su fundamento en el hecho de que somos imágenes del Logos, es rechazado e intercambiado por ideologías que ven a los seres humanos como objetos. El rechazo de esta dignidad, causado por el rechazo del Logos, es lo que tienen en común el comunismo, el nazismo, el capitalismo radical y todas las demás formas de pensamiento materialista. Cuando el orden del Logos desaparece, el relativismo toma su lugar, el cual puede ser usado para justificar cualquier forma de totalitarismo. Este caos no es benéfico para el desarrollo de la razón humana, es, más bien, perjudicial.

Dentro del cristianismo, la razón humana encuentra su lugar dentro del orden del mundo. Nuestra razón no es Dios, pero proviene de Él. Cuando ésta se somete a la razón divina, puede crecer y desarrollar su máximo potencial, pues, como ya dije, se vuelve más amplia. De lo contrario, se estrecha, se corrompe y puede fácilmente convertirse en un instrumento de opresión o de desesperanza. El orden del mundo testifica a favor de la existencia del Logos. Sin el Logos, el universo sólo puede ser una enorme contradicción. ¿Cómo puede un universo ordenado surgir de la nada? Sin un principio racional, el universo no puede ser entendido de forma racional. Sin el Logos, no podemos entender nuestra propia existencia y eso es algo que a todos nos debería de aterrar.

La civilización occidental siempre ha sido la civilización de la razón. Sin embargo, la unión entre la filosofía de Grecia y la sabiduría de Israel de la cual nació esta civilización sólo pudo ocurrir porque el Logos se hizo hombre. En el Logos está la raíz de Occidente y sólo regresando a Él que es “la Verdad, el Camino y la Vida” podremos salvarlo.



To say that Christianity is irrational is to know nothing about it. In any case, it would be more adequate to say that certain truths about the Christian faith are suprarational or that they transcend reason. But even that is only a partial truth. They are suprarational from the standpoint of human reason. That is, they are above our reason. We cannot comprehend them. That, however, does not mean that they are beyond all reason. God Himself is the ultimate source of Reason and the truths of faith are not incomprehensible to Him. This might come as a surprise to people who have been raised to believe that human reason is the only reason. Our society seems to be unaware that believing that is one of the most unreasonable things of all.

We can see this unreasonableness in the contradictory attitudes that the enemies of the Faith have had towards it. Christianity has been accused of not being rational but also of being too rational, depending on what is most convenient to its enemies. They seem to never be satisfied. The truth is that Christianity is perhaps the only religion that can unite faith and reason. Only in Christianity can reason be developed to its fullest. This is so because it is the religion of the Logos. But what does that mean?

The gospel of John starts thus: “In the beginning was the Word, and the Word was with God and the Word was God.” “Word” is a translation of the Latin Verbum which in turn is a translation of the Greek Logos. Hence, Logos means Word. However, the term “Logos” was meant to convey much more than what the term “Word” conveys to us today. For most of the people of our time, a word is simply an instrument for communication. It is considered an arbitrary arrangement of sounds to which society has attached a meaning. A materialistic mindset cannot see beyond that, proving, once more, that it is materialism that narrows one's mind, while Christianity broadens it. The reality is that words are much more than simple means of communication. They are a sign of our capacity to reason. A word allows us to communicate to others those immaterial things that are called ideas. Words are the incarnation of our ideas. Therefore, the term Logos points us in the direction of rationality.

Now, rationality without Truth cannot exist, for rationality requires order and order cannot emerge from the chaos of Relativism. Truth, which goes hand in hand with reality, is precisely what provides this order. In the degree in which something possesses fullness of being, that is, in the degree in which it is real, it possesses truth. Using the language of Aristotle, we could say that truth is directly proportional to the actuality of a being. When we move into the realm of thoughts, we discover that for a thought to be true, it must correspond to reality, otherwise it is false. In conclusion, Truth does not depend on what we think or believe, but on reality itself. A false thought will be false no matter how much you believe it to be true. Therefore, if Logos is pointing towards rationality, then it is also pointing towards Truth, and hence, to Existence.

There is more to this. The presence of Reason implies also a Will. Reason without will is useless. Will is what allows a rational being to act according to its reason. It is not a coincidence that from the Latin word verbum we have derived the term “verb” which represents an action. Because the Logos possesses a will, it is capable of action. Both reason and will define personhood. Only a person has reason and will. Again, a narrow materialistic mindset can only see personhood as applied to human beings (and sometimes, not even to them). A broader Christian mindset can see personality in other beings, such as God and the angels. But that is not the point. What matters is that the Logos is not simply an abstract thing. The Logos is a person. This means that there can be a relationship with Him and, above all, that He desires that relationship with us.

For the Greeks, Logos was defined as the rational principle of the universe. Christianity preserved that meaning but also added to it. For the Greeks it was something vague and beyond human understanding. It was the recognition of something infinitely beyond mankind. This ultimate principle of rationality was beyond our reach. This is one of the problems that we face today: is Truth, if it exists, accessible to us? In Christianity, the Logos, because of His personhood, is no longer something unreachable: “the Word became flesh and made his dwelling among us.” Because the Logos is a person and can act, He reaches down towards us. He comes within our grasp and reveals to us His very nature.

Because of the attribute of Divine simplicity, the Logos, God's reason, is God. But it is Divine Reason, not human reason that is God. Human reason finds its origin in Divine Reason, but they are different things. To believe that human reason should be deified was the mistake of the philosophers of the Enlightenment. While Christianity spoke of Man being the image of God, the Enlightenment made God in the image of Man. We are not the Word but simply echoes of the Word. We are images of it. We came forth from the Word and are meant to return to it. When this order is changed, human reason is put in a situation which it cannot handle and it becomes the first victim of this madness. Soon, that very reason, which is what distinguishes us from the brutes, turns against itself. Without the Logos, our reason loses its privileged spot within creation. It becomes the result of a long series of coincidences, in something that could have well developed in any other species. It has become common to hear people say that human beings are not different from animals. Some even try to give animals the same rights that humans have. With the abolition of reason has come also an abolition of the dignity of the Human Person. Recognition of the inalienable dignity of human beings, dignity which is rooted in the fact that we are images of the Logos, is rejected and exchanged for ideologies that see human beings as objects. What Communism, Nazism, radical Capitalism and all other forms of materialistic ideologies have in common is their rejection of this dignity because of their rejection of the Logos. When the order of the Logos disappears, its place is taken by the insanity of Relativism which can then justify any form of totalitarianism. This chaos is not beneficial for the development of human reason; it is clearly detrimental for it.

Within Christianity, human reason finds its proper place in the order of the world. Our reason is not God, but comes from Him. When it is submitted to the Divine Reason, it can grow and develop to its full potential because, as I have already said, it is broadened. Otherwise, it narrows, withers and easily becomes an instrument of oppression or despair. The order of the world testifies in favor of the existence of the Logos. Without Him, the universe can only be one huge contradiction. How can an ordered universe emerge from nothing? Without a rational principle, the universe cannot be understood in a rational way. Without the Logos, we cannot understand our own existence and that is a very terrifying idea.

Western civilization has always been the civilization of reason. However, the union between the philosophy of Greece and the wisdom of Israel from which it was born could only take place because the Logos became man. In the Logos lie the roots of the West; only by returning to Him who is “the Truth, the Life and the Way” will our civilization be saved.

jueves, 7 de octubre de 2010

Lepanto

El 7 de octubre de 1571, una flota cristiana, comandada por Juan de Austria, derrotó a la flota turca en una de las batallas más importantes de la historia de Occidente. La derrota de los turcos en la batalla de Lepanto salvó a Europa de ser invadida por los musulmanes y cambió definitivamente el sentido de la guerra entre Cristiandad y el Islam. El Papa pidió que el día de la batalla todos los fieles rezaran el Rosario para pedir que, por intercesión de la Virgen María, las fuerzas cristianas triunfaran. Una vez obtenida la victoria, se declaró el 7 de octubre como el día de “Nuestra Señora de la Victoria”. Años después, se cambió la fiesta a la de “Nuestra Señora del Rosario”, para recordarle a todos el poder de esta oración. G.K. Chesterton escribió un poema épico en conmemoración de esta batalla (la traducción es de Jorge Luis Borges):

Blancos los surtidores en los patios del sol;
El Sultán de Estambul se ríe mientras juegan.
Como las fuentes es la risa de esa cara que todos temen,
Y agita la boscosa oscuridad, la oscuridad de su barba,
Y enarca la media luna sangrienta, la media luna de sus labios,
Porque al más íntimo de los mares del mundo lo sacuden sus barcos.
Han desafiado las repúblicas blancas por los cabos de Italia,
Han arrojado sobre el León del Mar el Adriático,
Y la agonía y la perdición abrieron los brazos del Papa,
Que pide espadas a los reyes cristianos para rodear la Cruz.
La fría Reina de Inglaterra se mira en el espejo;
La sombra de los Valois bosteza en la Misa;
De las irreales islas del ocaso retumban los cañones de España,
Y el Señor del Cuerno de Oro se está riendo en pleno sol.
Laten vagos tambores, amortiguados por las montañas,
Y sólo un príncipe sin corona, se ha movido en un trono sin nombre,
Y abandonando su dudoso trono e infamado sitial,
El último caballero de Europa toma las armas,
El último rezagado trovador que oyó el canto del pájaro,
Que otrora fue cantando hacia el sur, cuando el mundo entero era joven.
En ese vasto silencio, diminuto y sin miedo
Sube por la senda sinuosa el ruido de la Cruzada.
Mugen los fuertes gongs y los cañones retumban,
Don Juan de Austria se va a la guerra.
Forcejean tiesas banderas en las frías ráfagas de la noche,
Oscura púrpura en la sombra, oro viejo en la luz,
Carmesí de las antorchas en los atabales de cobre.
Las clarinadas, los clarines, los cañones y aquí está él.
Ríe Don Juan en la gallarda barba rizada.
Rechaza, estribando fuerte, todos los tronos del mundo,
Yergue la cabeza como bandera de los libres.
Luz de amor para España ¡hurrá!
Luz de muerte para África ¡hurrá!
Don Juan de Austria
Cabalga hacia el mar.

Mahoma está en su paraíso sobre la estrella de la tarde
(Don Juan de Austria va a la guerra.)
Mueve el enorme turbante en el regazo de la hurí inmortal,
Su turbante que tejieron los mares y los ponientes.
Sacude los jardines de pavos reales al despertar de la siesta,
Y camina entre los árboles y es más alto que los árboles,
Y a través de todo el jardín la voz es un trueno que llama
A Azrael el Negro y a Ariel y al vuelo de Ammon:
Genios y Gigantes,
Múltiples de alas y de ojos,
Cuya fuerte obediencia partió el cielo
Cuando Salomón era rey.
Desde las rojas nubes de la mañana, en rojo y en morado se precipitan,
Desde los templos donde cierran los ojos los desdeñosos dioses amarillos;
Ataviados de verde suben rugiendo de los infiernos verdes del mar
Donde hay cielos caídos, y colores malvados y seres sin ojos;
Sobre ellos se amontonan los moluscos y se encrespan los bosques grises del

Salpicados de una espléndida enfermedad, la enfermedad de la perla;
Surgen en humaredas de zafiro por las azules grietas del suelo,-
Se agolpan y se maravillan y rinden culto a Mahoma.
Y él dice: Haced pedazos los montes donde los ermitaños se ocultan,
Y cernid las arenas blancas y rojas para que no quede un hueso de santo
Y no déis tregua a los rumíes de día ni de noche,
Pues aquello que fue nuestra aflicción vuelve del Occidente.

Hemos puesto el sello de Salomón en todas las cosas bajo el sol
De sabiduría y de pena y de sufrimiento de lo consumado,
Pero hay un ruido en las montañas, en las montañas y reconozco
La voz que sacudió nuestros palacios -hace ya cuatro siglos:
¡Es el que no dice "Kismet"; es el que no conoce el Destino,
Es Ricardo, es Raimundo, es Godofredo que llama!
Es aquel que arriesga y que pierde y que se ríe cuando pierde;
Ponedlo bajo vuestros pies, para que sea nuestra paz en la tierra.
Porque oyó redoblar de tambores y trepidar de cañones.
(Don Juan de Austria va a la guerra)
Callado y brusco -¡hurrá!
Rayo de Iberia
Don Juan de Austria
Sale de Alcalá.

En los caminos marineros del norte,
San Miguel está en su montaña.
(Don Juan de Austria, pertrechado, ya parte)
Donde los mares grises relumbran y las filosas marcas se cortan
Y los hombres del mar trabajan y las rojas velas se van.
Blande su lanza de hierro, bate sus alas de piedra;
El fragor atraviesa la Normandía; el fragor está solo;
Llenan el Norte cosas enredadas y textos y doloridos ojos
Y ha muerto la inocencia de la ira y de la sorpresa,
Y el cristiano mata al cristiano en un cuarto encerrado
Y el cristiano teme a Jesús que lo mira con otra cara fatal
Y el cristiano abomina de María que Dios besó en Galilea.
Pero Don Juan de Austria va cabalgando hacia el mar,
Don Juan que grita bajo la fulminación y el eclipse,
Que grita con la trompeta, con la trompeta de sus labios,
Trompeta que dice ¡ah!
¡Domino Gloria!
Don Juan de Austria
Les está gritando a las naves.

El rey Felipe está en su celda con el Toisón al cuello
(Don Juan de Austria está armado en la cubierta)
Terciopelo negro y blando como el pecado tapiza los muros
Y hay enanos que se asoman y hay enanos que se escurren.
Tiene en la mano un pomo de cristal con los colores de la luna,
Lo toca y vibra y se echa a temblar
Y su cara es como un hongo de un blanco leproso y gris
Como plantas de una casa donde no entra la luz del día,
Y en ese filtro está la muerte y el fin de todo noble esfuerzo,
Pero Don Juan de Austria ha disparado sobre el turco.
Don Juan está de caza y han ladrado sus lebreles-
El rumor de su asalto recorre la tierra de Italia.
Cañón sobre cañón, ¡ah, ah!
Cañón sobre cañón, ¡hurrá!
Don Juan de Austria
Ha desatado el cañoneo.

En su capilla estaba el Papa antes que el día o la batalla rompieran.
(Don Juan está invisible en el humo)
En aquel oculto aposento donde Dios mora todo el año,
Ante la ventana por donde el mundo parece pequeño y precioso.
Ve como en un espejo en el monstruoso mar del crepúsculo
La media luna de las crueles naves cuyo nombre es misterio.
Sus vastas sombras caen sobre el enemigo y oscurecen la Cruz y el Castillo
Y velan los altos leones alados en las galeras de San Marcos;
Y sobre los navíos hay palacios de morenos emires de barba negra;
Y bajo los navíos hay prisiones, donde con innumerables dolores,
Gimen enfermos y sin sol los cautivos cristianos
Como una raza de ciudades hundidas, como una nación en las ruinas,
Son como los esclavos rendidos que en el cielo de la mañana
Escalonaron pirámides para dioses cuando la opresión era joven;

Son incontables, mudos, desesperados como los que han caído o los que huyen
De los altos caballos de los Reyes en la piedra de Babilonia.
Y más de uno se ha enloquecido en su tranquila pieza del infierno
Donde por la ventana de su celda una amarilla cara lo espía,
Y no se acuerda de su Dios, y no espera un signo-
(¡Pero Don Juan de Austria ha roto la línea de batalla!)
Cañonea Don Juan desde el puente pintado de matanza.
Enrojece todo el océano como la ensangrentada chalupa de un pirata,
El rojo corre sobre la plata y el oro.
Rompen las escotillas y abren las bodegas,
Surgen los miles que bajo el mar se afanaban
Blancos de dicha y ciegos de sol y alelados de libertad.
¡Vivat Hispania!
¡Domino Gloria!
¡Don Juan de Austria
Ha dado libertad a su pueblo!

Cervantes en su galera envaina la espada
(Don Juan de Austria regresa con un lauro)
Y ve sobre una tierra fatigada un camino roto en España,
Por el que eternamente cabalga en vano un insensato caballero flaco,
Y sonríe (pero no como los Sultanes), y envaina el acero...
(Pero Don Juan de Austria vuelve de la Cruzada.)



On October 7th, 1571, a Christian fleet, led by Don Juan de Austria, defeated a Turkish fleet in one of the most important battles of Western history. The defeat of the Turks in the Battle of Lepanto saved Europe from being invaded by the Muslims and definitively changed the direction of the war between Christendom and Islam. The Pope had asked all the faithful to pray the Rosary to beg, through the intercession of the Virgin Mary, for the triumph of the Christian forces. Once the victory was obtained, this day was declared the feast of “Our Lady of Victory”. Years later, the name of the feast was changed to “Our Lady of the Rosary”, to remind us of the power of this prayer. G.K. Chesterton wrote an epic poem in remembrance of this battle:

White founts falling in the Courts of the sun,
And the Soldan of Byzantium is smiling as they run;
There is laughter like the fountains in that face of all men feared,
It stirs the forest darkness, the darkness of his beard;
It curls the blood-red crescent, the crescent of his lips;
For the inmost sea of all the earth is shaken with his ships.
They have dared the white republics up the capes of Italy,
They have dashed the Adriatic round the Lion of the Sea,
And the Pope has cast his arms abroad for agony and loss,
And called the kings of Christendom for swords about the Cross.
The cold queen of England is looking in the glass;
The shadow of the Valois is yawning at the Mass;
From evening isles fantastical rings faint the Spanish gun,
And the Lord upon the Golden Horn is laughing in the sun.

Dim drums throbbing, in the hills half heard,
Where only on a nameless throne a crownless prince has stirred,
Where, risen from a doubtful seat and half attainted stall,
The last knight of Europe takes weapons from the wall,
The last and lingering troubadour to whom the bird has sung,
That once went singing southward when all the world was young.
In that enormous silence, tiny and unafraid,
Comes up along a winding road the noise of the Crusade.
Strong gongs groaning as the guns boom far,
Don John of Austria is going to the war,
Stiff flags straining in the night-blasts cold
In the gloom black-purple, in the glint old-gold,
Torchlight crimson on the copper kettle-drums,
Then the tuckets, then the trumpets, then the cannon, and he comes.
Don John laughing in the brave beard curled,
Spurning of his stirrups like the thrones of all the world,
Holding his head up for a flag of all the free.
Love-light of Spain--hurrah!
Death-light of Africa!
Don John of Austria
Is riding to the sea.

Mahound is in his paradise above the evening star,
(Don John of Austria is going to the war.)
He moves a mighty turban on the timeless houri's knees,
His turban that is woven of the sunsets and the seas.
He shakes the peacock gardens as he rises from his ease,
And he strides among the tree-tops and is taller than the trees;
And his voice through all the garden is a thunder sent to bring
Black Azrael and Ariel and Ammon on the wing.
Giants and the Genii,
Multiplex of wing and eye,
Whose strong obedience broke the sky
When Solomon was king.

They rush in red and purple from the red clouds of the morn,
From the temples where the yellow gods shut up their eyes in scorn;
They rise in green robes roaring from the green hells of the sea
Where fallen skies and evil hues and eyeless creatures be,
On them the sea-valves cluster and the grey sea-forests curl,
Splashed with a splendid sickness, the sickness of the pearl;
They swell in sapphire smoke out of the blue cracks of the ground,--
They gather and they wonder and give worship to Mahound.
And he saith, "Break up the mountains where the hermit-folk can hide,
And sift the red and silver sands lest bone of saint abide,
And chase the Giaours flying night and day, not giving rest,
For that which was our trouble comes again out of the west.
We have set the seal of Solomon on all things under sun,
Of knowledge and of sorrow and endurance of things done.
But a noise is in the mountains, in the mountains, and I know
The voice that shook our palaces--four hundred years ago:
It is he that saith not 'Kismet'; it is he that knows not Fate;
It is Richard, it is Raymond, it is Godfrey at the gate!
It is he whose loss is laughter when he counts the wager worth,
Put down your feet upon him, that our peace be on the earth."
For he heard drums groaning and he heard guns jar,
(Don John of Austria is going to the war.)
Sudden and still--hurrah!
Bolt from Iberia!
Don John of Austria
Is gone by Alcalar.

St. Michaels on his Mountain in the sea-roads of the north
(Don John of Austria is girt and going forth.)
Where the grey seas glitter and the sharp tides shift
And the sea-folk labour and the red sails lift.
He shakes his lance of iron and he claps his wings of stone;
The noise is gone through Normandy; the noise is gone alone;
The North is full of tangled things and texts and aching eyes,
And dead is all the innocence of anger and surprise,
And Christian killeth Christian in a narrow dusty room,
And Christian dreadeth Christ that hath a newer face of doom,
And Christian hateth Mary that God kissed in Galilee,--
But Don John of Austria is riding to the sea.
Don John calling through the blast and the eclipse
Crying with the trumpet, with the trumpet of his lips,
Trumpet that sayeth ha!
Domino gloria!
Don John of Austria
Is shouting to the ships.

King Philip's in his closet with the Fleece about his neck
(Don John of Austria is armed upon the deck.)
The walls are hung with velvet that is black and soft as sin,
And little dwarfs creep out of it and little dwarfs creep in.
He holds a crystal phial that has colours like the moon,
He touches, and it tingles, and he trembles very soon,
And his face is as a fungus of a leprous white and grey
Like plants in the high houses that are shuttered from the day,
And death is in the phial and the end of noble work,
But Don John of Austria has fired upon the Turk.
Don John's hunting, and his hounds have bayed--
Booms away past Italy the rumour of his raid.
Gun upon gun, ha! ha!
Gun upon gun, hurrah!
Don John of Austria
Has loosed the cannonade.

The Pope was in his chapel before day or battle broke,
(Don John of Austria is hidden in the smoke.)
The hidden room in man's house where God sits all the year,
The secret window whence the world looks small and very dear.
He sees as in a mirror on the monstrous twilight sea
The crescent of his cruel ships whose name is mystery;
They fling great shadows foe-wards, making Cross and Castle dark,
They veil the plumèd lions on the galleys of St. Mark;
And above the ships are palaces of brown, black-bearded chiefs,
And below the ships are prisons, where with multitudinous griefs,
Christian captives sick and sunless, all a labouring race repines
Like a race in sunken cities, like a nation in the mines.
They are lost like slaves that sweat, and in the skies of morning hung
The stair-ways of the tallest gods when tyranny was young.
They are countless, voiceless, hopeless as those fallen or fleeing on
Before the high Kings' horses in the granite of Babylon.
And many a one grows witless in his quiet room in hell
Where a yellow face looks inward through the lattice of his cell,
And he finds his God forgotten, and he seeks no more a sign--
(But Don John of Austria has burst the battle-line!)
Don John pounding from the slaughter-painted poop,
Purpling all the ocean like a bloody pirate's sloop,
Scarlet running over on the silvers and the golds,
Breaking of the hatches up and bursting of the holds,
Thronging of the thousands up that labour under sea
White for bliss and blind for sun and stunned for liberty.

Vivat Hispania!
Domino Gloria!
Don John of Austria
Has set his people free!

Cervantes on his galley sets the sword back in the sheath
(Don John of Austria rides homeward with a wreath.)
And he sees across a weary land a straggling road in Spain,
Up which a lean and foolish knight for ever rides in vain,
And he smiles, but not as Sultans smile, and settles back the blade....
(But Don John of Austria rides home from the Crusade.)

martes, 24 de marzo de 2009

Benedicto XVI y los condones

“No queremos una religión que esté bien cuando nosotros estemos bien. Lo que queremos es una religión que esté bien cuando nosotros estemos mal”
G.K. Chesterton
En su vuelo hacia África, el papa Benedicto XVI dio una conferencia de prensa en la que respondió a una pregunta respecto a la lucha contra el SIDA con una observación profunda y sensata pero que, por no ir conforme a las ideas de la mayoría, causó que los medios internacionales, varias organizaciones no gubernamentales y muchos políticos se rasgaran las vestiduras y se indignaran. Esta pregunta tenía que ver con la repartición de condones en países devastados por el SIDA.

Para evitar confusiones y malos entendidos (o malas interpretaciones), lo mejor es reproducir la cita textualmente (no como los medios masivos de comunicación que prefieren manipular la información) y analizar, con el texto a la mano, lo que se dijo y lo que realmente significa.

La pregunta la realizó el periodista francés Philippe Visseyrias: “Santidad, entre los muchos males que afligen a África, está en particular el de la difusión del SIDA. La postura de la Iglesia católica sobre el modo de luchar contra él es considerada a menudo no realista ni eficaz. ¿Usted afrontará este tema, durante el viaje?”

La respuesta del papa es, no sólo sensata sino que va más allá de las respuestas superficiales y demagógicas que dan los políticos y los “intelectuales” posmodernos: “Yo diría lo contrario: pienso que la realidad más eficiente, más presente en el frente de la lucha contra el Sida es precisamente la Iglesia católica, con sus movimientos, con sus diversas realidades. Pienso en la comunidad de San Egidio que hace tanto, visible e invisiblemente, en la lucha contra el SIDA, en los Camilos, en todas las monjas que están a disposición de los enfermos... Diría que no se puede superar el problema del SIDA sólo con eslóganes publicitarios. Si no está el alma, si no se ayuda a los africanos, no se puede solucionar este flagelo sólo distribuyendo profilácticos: al contrario, existe el riesgo de aumentar el problema. La solución puede encontrarse sólo en un doble empeño: el primero, una humanización de la sexualidad, es decir, una renovación espiritual y humana que traiga consigo una nueva forma de comportarse uno con el otro, y segundo, una verdadera amistad también y sobre todo hacia las personas que sufren, la disponibilidad incluso con sacrificios, con renuncias personales, a estar con los que sufren. Y estos son factores que ayudan y que traen progresos visibles. Por tanto, diría, esta doble fuerza nuestra de renovar al hombre interiormente, de dar fuerza espiritual y humana para un comportamiento justo hacia el propio cuerpo y hacia el prójimo, y esta capacidad de sufrir con los que sufren, de permanecer en los momentos de prueba. Me parece que ésta es la respuesta correcta, y que la Iglesia hace esto y ofrece así una contribución grandísima e importante. Agradecemos a todos los que lo hacen.”

Ahora, el escándalo surgió porque el Papa se atrevió a decir que la repartición de condones no bastaba para solucionar el problema del SIDA. Yo no entiendo por qué se indignó tanta gente, siendo que es por todos sabido que la Iglesia Católica siempre ha estado en contra del uso del condón. Si la indignación surgió porque, como argumentaron algunos, se criticó la hasta ahora fallida práctica de repartir condones, tampoco entiendo. Repartir condones y dar supuesta educación “sexual” (que de educación no tiene nada) no basta para erradicar el SIDA. Si así fuera, éste ya habría desaparecido en los países desarrollados, cosa que no ha sucedido. Si la indignación se debe a que afirmó que existe el riesgo de que aumente el mal, nuevamente no entiendo. Es cuestión de sentido común comprender que el condón, al “quitarle el peligro” a las relaciones sexuales “irregulares” (por llamarlas de alguna forma), las hace más atractivas. Por tanto, las hace más comunes y, en consecuencia, más susceptibles a un posible contagio. En pocas palabras, en lugar de terminar con el problema, lo aumenta, como afirmó el Papa. Por otro lado, el hecho de usar condón no te hace automáticamente una persona que lleva una vida sexual responsable (aunque la televisión te diga lo contrario). Por ejemplo, una persona promiscua, que tiene múltiples parejas sexuales no deja de ser irresponsable sólo porque usa condón. Eso sería equivalente a decir que alguien que maneja a más de 200 kilómetros por hora pero usa cinturón de seguridad es un conductor responsable. Eso es, a todas luces, una estupidez.

Lo que también rebasa mis limitadas capacidades intelectuales es por qué, si Occidente es tan tolerante con tanta insensatez que abunda en el mundo, no es igualmente tolerante con una postura realmente inteligente y que tiene sentido.

Bien dijo Chesterton que lo que necesitamos es una religión que esté bien cuando nosotros nos equivoquemos. Este caso es paradigmático de cómo la Iglesia está bien aún cuando todo el mundo está equivocado y se niega a aceptarlo. Benedicto XVI, a diferencia de sus detractores, está proponiendo una solución real, aunque no nos guste reconocerlo.

miércoles, 21 de enero de 2009

Cobardía

En el corto pero revelador libro Sin Raíces, (Without Roots: The West, Relativism, Christianity, Islam) se lleva a cabo un diálogo entre el filósofo y político ateo Marcello Pera y el entonces Cardenal Joseph Ratzinger. Este diálogo pretende demostrar cómo, gracias al relativismo y al abandono de las ideas que le dieron origen, Europa (y en general Occidente) ha perdido sus raíces (de ahí el título) y, por tanto, no sabe hacia dónde va.

Pera menciona que uno de los rasgos esenciales y únicos de Occidente es su capacidad de autocrítica. Sin embargo, denuncia que esta autocrítica ha llegado al extremo de convertirse en un sentimiento de culpa. Así, los supuestos aspectos negativos de nuestra civilización han, en apariencia, superado a los grandes logros y aportaciones que hemos hecho a la humanidad. Por lo mismo, y a pesar de que para el relativismo todas las formas de pensamiento y todas las creencias valen lo mismo (en teoría), los valores occidentales son despreciados y vistos con desagrado. Como ejemplo de esto, afirma Ratzinger: “cualquiera que deshonre la fe de Israel, su imagen de Dios o sus grandes figuras está obligado a pagar una multa. Lo mismo sucede para cualquiera que deshonre al Corán y las convicciones del Islam. Pero cuando se trata de Jesucristo y de lo que es sagrado para los cristianos, en cambio, la libertad de expresión se vuelve el bien supremo.” Esto demuestra que ese sentimiento de culpa se ha convertido en un sentimiento de odio de Occidente hacia sí mismo, sentimiento por demás patológico.

En el caso particular de México, este sentimiento de auto-desprecio es muy patente entre los católicos. Nos han dicho tantas veces que la sumisión de nuestro pueblo se debe a la opresión de la Iglesia, que la corrupción y la ignorancia son producto de tantos años de complicidad entre las autoridades eclesiásticas y las civiles, que tanto derramamiento de sangre se ha debido al “fanatismo” de los católicos que ya hasta nos la creemos. Nos avergonzamos tanto de nuestro pasado (o más bien, de la imagen negativa que nos han pintado de nuestro pasado) que preferimos fingir que somos algo distinto.

Parece ser que el miedo a la opinión de la sociedad ha llegado a tener más peso que el mandato de Cristo de ser “sal de la tierra” y “fermento en la masa”. Este sentimiento de miedo nos ha llevado a una parálisis cultural y social que la ha hecho mucho daño a nuestro país. Ya hablaba de ello Carlos Castillo Peraza en su artículo Conservadores y Pieles Rojas (Vuelta, num. 92, julio de 1984) respecto a las élites católicas. Definía el complejo de pieles rojas como la actitud de que “en la reservación nos ponemos las plumas y los mocasines, danzamos e invocamos al Gran Espíritu. Luego, derrotados por la modernidad liberal, nos disfrazamos de blancos para vivir tranquilos, sin temor a la burla y al adjetivo”, es decir, en nuestras casas somos muy creyentes, pero en la calle dejamos de serlo. Somos católicos hasta donde termina nuestra casa y empieza la vía pública.

Gracias a esa cobardía que no ha sabido defender nuestras raíces, resulta que ahora es bien visto arreglar tu casa siguiendo las enseñanzas del Feng Shui, pero colocar un crucifijo o una imagen religiosa no por no parecer “intolerante”. Puedes leer los horóscopos y regir tu vida por los astros sin problema alguno, pero pedirle un “milagrito” a la Virgen de Guadalupe o a algún santo no es más que superstición. Practicar yoga es una excelente manera de relajarte y de “estar en armonía contigo mismo” (¿qué significa eso?), pero irte de retiro es algo propio de un fanático. Repetir mantras como un ejercicio de meditación es una muestra de que eres una persona en contacto con su lado espiritual, pero repetir Aves Marías al rezar el rosario sólo demuestra que eres un “mocho” que cree que la religión sólo son los rituales.

Marcello Pera sostiene que a Occidente le ha sido declarada la guerra. Lo mismo podemos decir respecto al Cristianismo y, en consecuencia, a nuestra cultura mexicana, tan profundamente cristiana. Desgraciadamente, parece que los occidentales (y muchos católicos) preferiremos morir como cobardes encerrados en nuestros propios temores. Huimos de la idea de combatir como nuestros antepasados lo hicieron en las Cruzadas. Ni nos pasa por la cabeza morir dando testimonio de la Verdad como lo hicieron los mártires cristianos en el Coliseo romano. Para nuestra generación, parece que la mejor opción es dejarse morir sin pena ni gloria, morir en la más absoluta mediocridad.

¿Qué podemos hacer para dejar atrás esa cobardía y luchar por el futuro de nuestra cultura y nuestra civilización? Siguiendo a Castillo Peraza, debemos superar el complejo de pieles rojas. Debemos pues, constituir “minorías creativas” (como señala Ratzinger) que salgan a transformar la cultura desde adentro. Minorías preparadas que no tengan miedo a debatir y a defender lo que consideran que es lo verdadero. Estas minorías se convertirán en los liderazgos sociales y culturales que se necesitan para ir transformando (a través de su ejemplo) la forma de pensar de la sociedad. Sólo a través de una verdadera lucha cultural podremos triunfar. El padre Cantalamessa dejó muy en claro que la pretensión de imponer el pensamiento cristiano a través de leyes está condenada al fracaso. En cambio, si se transforma a la sociedad en su misma estructura, las leyes que existen se irán transformando para adecuarse a esa nueva realidad social. Esto no es nuevo ya que así fue como el Cristianismo llegó a triunfar sobre el paganismo romano.

Al igual que con Occidente en general, México está perdiendo sus raíces. Cada vez tenemos una sociedad más consumista, más hedonista, más carente de valores trascendentes. Hemos abandonado todos aquellos valores y principios que nos hacían mexicanos, que nos daban una razón de ser. El “México siempre fiel” parece estar dejando de ser fiel. Los católicos estamos llamados a defender nuestra cultura y nuestras tradiciones. No podemos seguir siendo cobardes. El futuro de nuestra cultura mexicana, el futuro de nuestra civilización occidental, depende de nuestra respuesta.