La Edad Media es quizá la época menos apreciada de la historia humana. La imagen que tenemos de ella se debe más a los prejuicios de los hombres del siglo XIX que a un estudio riguroso e histórico. Nos han pintado a la Edad Media como una etapa oscura y caótica, consecuencia de la ignorancia y del caos interno de los individuos que vivieron en ella. Tan es así, que a la etapa que le sigue le llamamos el Renacimiento, como si la Edad Media hubiera sido un retroceso en la historia de la humanidad.
Es por ello que el libro El espíritu de la filosofía medieval del reconocido medievalista y filósofo Etienne Gilson resulta tan interesante. En él, Gilson nos muestra un rostro de los filósofos del Medioevo completamente distinto al que nos han descrito. Contraria a la suposición de que la filosofía medieval forzó una cristianización de la filosofía griega, nos muestra que los medievales la asimilaron, la interiorizaron y, basándose en sus principios, la desarrollaron más allá de lo que hubieran podido lograr los propios griegos. En lugar del bárbaro supersticioso, sometido por las autoridades eclesiásticas a la obediencia ciega, nos habla de un hombre inquieto y ansioso por entender todo lo que le rodea. No eran ignorantes y caóticos, sino hombres cultos, estudiosos y capaces de apreciar el orden que rige al universo (para lo cual sólo se requiere de sentido común).
Este orden, impuesto por la sabiduría divina, era central en la concepción medieval del universo. Gracias a él, el mundo, la historia y la propia vida humana tenían un sentido y una razón de ser. Dada la existencia de este orden, los hombres medievales podían encontrar su lugar en la jerarquía de la creación y actuar de acuerdo a ese lugar que ocupaban. Entendían a la perfección que no respetar este orden traía consecuencias graves tanto en los individuos como en las sociedades y la civilización en general.
Además, un orden universal es necesario para que exista la libertad. La esencia de la libertad consiste en elegir entre cosas de distinto valor (porque si valen lo mismo, elegir no tiene sentido), pero, para que las cosas tengan distinto valor, es necesario que exista un orden que determine esos valores. Ahora bien, ese orden debe ser externo a los individuos, porque si no fuera así, cada uno tendría su propio “orden” con lo cual se atentaría contra el concepto mismo de orden (ya que en realidad sería un caos). Esto para los medievales era evidente y, por ello, su filosofía pudo profundizar tanto en el estudio de la libertad humana.
Cuando comparamos esas ideas medievales con las del mundo actual, encontramos que son diametralmente opuestas. El mundo posmoderno es regido por el caos que trae consigo el relativismo. Cada quien decide qué es lo que vale y qué no, basados en sus preferencias personales, con lo que niegan la existencia de ese orden externo. Como mencioné en una ocasión anterior, esto atenta contra la idea de libertad, llegando a suprimirla por completo.
Por otro lado, al no reconocer un orden universal, el ser humano se ha colocado en un lugar que no le corresponde. Con el “Dios ha muerto” de Nietzsche, el hombre ha usurpado (o cree haber usurpado) el trono que le pertenecía a Dios, convirtiéndose en amo absoluto de la creación. Con ese supuesto poder, aunado a la fe en un progreso ilimitado y una confianza ciega en la técnica, lo único que ha logrado es traer desorden y destrucción al planeta en el que habita.
Al erigirse en dueño de la vida, sólo ha logrado la muerte de millones de seres humanos cuyas vidas fueron (y siguen siendo) destruidas por el capricho, la comodidad o la simple curiosidad. Si la Inquisición mataba a una persona, lo hacía en miras de lograr la salvación de su alma. Si el hombre contemporáneo mata a una persona, lo hace en miras de llenar sus bolsillos.
Los medievales consideraban a la raza humana como el centro del universo, pero se quedaron cortos comparados con el hombre actual que cree (a pesar de lo irracional e ilógico que es) que cada individuo es el centro del universo. Con lo cual, sólo ha logrado que esos “universos” colisionen entre sí, trayendo caos a nuestras sociedades.
En la Edad Media, todo tenía un significado. La vida, la muerte, el sufrimiento, la sociedad, todo tenía una razón de ser que hacía que los hombres le encontraran un sentido a su vida. Hoy, dada la negación de un orden en el mundo, nos encontramos a miles de individuos cuyas vidas están vacías y que no encuentran motivos suficientes para seguir viviendo. Nos encontramos a individuos que no valoran su propia existencia, y menos aún la de otros. Individuos que pueden entrar a escuelas y asesinar a niños para después suicidarse. Esto nos habla de un caos terrible que aqueja a Occidente.
Creo, junto con Gilson, que a la civilización contemporánea le haría bien un poco de ese orden que para la gente del “oscurantismo” era tan evidente.
sábado, 28 de febrero de 2009
El orden medieval
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
2 comentarios:
Este artículo es de una superficialidad que preocupa. So pretexto de revalorizar el medioevo,cae en una manipulación de las categorías tal, que termina sugiriendo un retroceso que muy lejos está la humanidad de experimentar.
Este artículo es de una superficialidad que preocupa. So pretexto de revalorizar el medioevo,cae en una manipulación de las categorías tal, que termina sugiriendo un retroceso que muy lejos está la humanidad de experimentar.
Publicar un comentario