Por esa razón, encontré el siguiente artículo de lo más interesante. Lo escribió Elizabeth Lev, profesora de arte cristiano de la Universidad de Duquesne, en su campus italiano. La traducción es mía, por lo que pido disculpas por cualquier error y por ello les dejo la liga para que puedan consultar el artículo original: http://www.zenit.org/article-26017?l=english
Claramente católico
Quizá hayas escuchado hablar de la llamada Prueba del Pato, ideada por el poeta J. Whitcomb Riley. Va así: si parece un pato, nada como un pato y grazna como un pato, entonces, muy probablemente sea un pato. Este sentido común, sin embargo, parece haberse perdido entre muchos de los modernos intérpretes de Miguel Ángel. De acuerdo con la más reciente “erudición”, las palabras, las obras y la piedad católicas de Miguel Ángel eran, en realidad, un camuflaje para una agenda protestante, cabalística y/o homosexual.
Claro que ninguna de estas teorías conspiratorias se sustenta en documentación verificable sombre las prácticas personales o devocionales de Miguel Ángel, sino que son extraídas de imaginaciones hiperactivas. Muchos de estos libros y artículos simplemente observan una pintura, escogen una teoría y hacen que los hechos encajen, descartando los demás. Esto se ha vuelto equivalente a un curso en historia del arte, pero, lo que realmente me molestó fue, de entre todas las cosas, el abstract de una disertación académica que defendía estas viejas teorías tipo Dan Brown.
El objeto de este tratado “académico” es “El Juicio Final” de Miguel Ángel, pintado en el altar de la Capilla Sixtina de 1534 a 1541 y discernida por el autor del artículo como una obra secretamente protestante. Para respaldar esta noción, el investigador toma elementos de diversos estudios gnósticos y de estudios de género, pero veamos tres elementos que indican que este fresco es precisamente lo que aparenta ser: una pintura católica extraordinaria.
1. El artista y su espacio
Aquellos que intentan ver a Miguel Ángel como adherente de alguna religión disidente subterránea, olvidan sus prácticas espirituales. Mientras que Miguel Ángel sólo puede ser tenuemente vinculado a cualquier tipo de secta protestante, es sabido que perteneció a la Tercera Orden Franciscana.
Durante los años en que pintaba el Juicio Final participó en la visita de las Siete Iglesias con el fin de obtener una indulgencia. La mejor evidencia de la devoción de Miguel Ángel hacia la Iglesia Católica fue su aceptación de completar la Basílica de San Pedro para, en sus propias palabras, “la gloria de Dios, el honor de San Pedro y la salvación de su propia alma”.
La Capilla Sixtina era el espacio en el que el Papa Pablo III, ocupado con la organización del Concilio de Trento, oraba con su corte, formada por los más brillantes teólogos de Europa. Estos teólogos y filósofos formaban la primera línea de respuesta a Lutero y, además, eran conocedores del arte. Pintar una obra subversiva en la capilla hubiera sido como pedir una cita con la Inquisición.
2. María, los Santos y la intercesión
La pintura de Miguel Ángel contiene 391 figuras, de las cuales, alrededor de la tercera parte están actuando como intercesores. Las enormes figuras de los santos, particularmente los mártires, rodean a Cristo en el cielo. El énfasis de Miguel Ángel en identificar a los mártires nos recuerda que la Iglesia Romana considera a éstos como parte de su tradición. En este periodo, los antiguos sitios de muerte y de entierro de los mártires fueron restaurados y decorados.
Miguel Ángel también pintó a hombres y mujeres no identificados que ayudan a los recién resucitados en su ascenso a los cielos. La idea de que gente en el cielo asista a otros es una noción esencialmente católica.
Sin embargo, María es la imagen fundamental de la obra. El Jesús de Miguel Ángel parece terriblemente distante, con su mano alzada y la cabeza volteada. En cambio, María, acurrucada al lado de Cristo, voltea hacia abajo, hacia las almas resucitadas. María está pintada junta a la herida del costado de Cristo. Esa herida, de la cual salió sangre y agua, dio origen a la Iglesia. María, como Eva saliendo de la costilla de Adán, representa a la Iglesia nacida del sacrificio de Cristo. A su vez, María (la Iglesia, la esposa de Cristo) es el camino hacia Jesús y su salvación. Como para resaltar la importancia de la devoción mariana, Miguel Ángel pintó, unos metros por debajo de María, a una pareja que es arrastrada hacia el cielo por su rosario.
3. Virtud heroica y cooperación
Los poderosos cuerpos pintados por Miguel Ángel transmiten la idea de grandes hazañas y sacrificios hechos por Cristo, por ello, estos santos son recompensados con cuerpos gloriosos después de la resurrección. Los hombres y mujeres que cooperan con la Gracia divina y viven vidas de “virtud heroica”, son los que merecen estos cuerpos gloriosos en el más allá. El tamaño, la grandeza y la desnudez de estas figuras sólo pueden representar una participación activa en el sacrificio redentor de Cristo.
Pintado en un espacio católico, por un artista católico, para una audiencia católica, “El Juicio Final” es por mucho, una pintura católica.
Lo que hace que estas interpretaciones espurias sean todavía más molestas es que, mientras Miguel Ángel pintaba su obra, en el norte de Europa estallaban rebeliones protestantes iconoclastas. En 1520, se habían destruido obras de arte en diversas ciudades de Alemania. El fervor iconoclasta no habría encontrado uso alguno para el arte de Miguel Ángel, pero hoy en día, algunos protestantes quieren reclamar a Miguel Ángel como propio.
Más aún, la prohibición de la fabricación de imágenes que representa el Primer Mandamiento evitó el surgimiento del arte figurativo judío durante el Renacimiento. ¿Por qué habría Miguel Ángel de gravitar hacia una religión cabalística que negara su misma razón de ser?
Enfrentémoslo: los católicos, con sus dos mil años de fascinación con el Verbo hecho carne, refinado con su defensa enérgica de las imágenes requerida por la Reforma, han hecho del arte una parte de su tradición espiritual. Pero aún más sorprendente que su atractivo estético, está su universalidad. Cualquiera puede verse reflejado en el arte de la Iglesia Católica. Así que al final del día, o, mejor dicho, al final de los días, estas falsas interpretaciones no son más que agua en la espalda de un pato.