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martes, 26 de mayo de 2009

Un auténtico bailout

“Administrar no es solamente una cuestión de ingresos y salidas. Es a los HOMBRES a quienes se debe considerar ante todo y al establecimiento de una solidaridad auténtica.”
Giorgio La Pira

Estos días de incertidumbre económica, en que incluso las grandes automotrices norteamericanas (el orgullo de la industria manufacturera estadounidense) están al borde de la quiebra, son una muestra más de que el sistema económico predominante está mal de raíz. La discusión en torno al posible rescate de estas compañías por parte del gobierno ha estado repleta de una retórica a favor de los trabajadores y, sin embargo, a los que menos se les ha visto en las negociaciones ha sido a los trabajadores.

Los congresistas norteamericanos se han reunido con los grandes directivos tanto de General Motors como de Chrysler, éstos han dialogado y negociado con los grandes inversionistas y accionistas de las empresas y los trabajadores, que son los más desprotegidos, se quedan sin un verdadero poder de decisión. La única protección que les ha obtenido el sindicato es un porcentaje de las acciones para garantizar la atención médica de sus futuros pensionados. Los acreedores han recibido una oferta de intercambio de deuda por acciones pero al parecer éstos la van a rechazar (porque claramente les importa más su dinero que el trabajo de tantas personas), con lo que la compañía se tendrá que ir a la bancarrota. Las soluciones que se han propuesta hasta el momento son las mismas que se han usado en otros casos y las mismas que han terminado en fracaso. Recordemos que estas mismas compañías automotrices tuvieron que ser rescatadas hace unos años. La aparente reestructuración de las empresas, condición necesaria para recibir dinero de los impuestos, sólo representa un cambio en los altos mandos, no en el funcionamiento mismo de las mismas.

¿Por qué no buscar una solución distinta que beneficie realmente a los más necesitados: los trabajadores? Al final del día, son éstos los que salen más afectados por la bancarrota de una empresa ya que ellos sí viven de su trabajo, a diferencia de los accionistas y los directivos. Pensando en esto, recordé un par de casos de rescates gubernamentales que realmente beneficiaron a los trabajadores y que realmente salvaron a las empresas y que son ejemplos perfectos de cómo debe ser la intervención estatal.

Estos casos ocurrieron en la década de los cincuenta, durante la reconstrucción europea, en un país que sufrió en carne propia la destrucción de la guerra: Italia. En aquellos años, el alcalde de Florencia, Giorgio La Pira, demostró que la economía sí puede estar al servicio del hombre y que en tiempos de crisis, la solidaridad es el mejor camino. “La Pignone” era un complejo industrial compuesto por dos fábricas, que, debido a un descenso en la demanda iban a ser clausuradas por sus dueños. Para evitar problemas con los trabajadores, los dueños prefirieron abandonarla dejando a los alrededor de 2 mil obreros desamparados. En ese momento, intervino el gobierno de La Pira y, con el respaldo del gobierno nacional de De Gasperi y de múltiples organizaciones sociales y religiosas, logró financiar una auténtica reestructuración de la empresa que pasó a estar en manos de los trabajadores. El préstamo gubernamental sirvió para reactivar la producción de la empresa, ahora llamada “Nuova Pignone”. Este rescate fue tan efectivo, que la nueva fábrica pronto produjo más que la anterior y creció de tal forma que después fue adquirida por General Electric.

Otro caso similar ocurrió con la empresa Delle Cure que cerró sus puertas dejando a sus trabajadores desprotegidos ya que estaba atrasada en su pago del seguro social y no les pagó el último mes de trabajo. La Pira organizó no sólo a los trabajadores, sino a la sociedad en general y, por medio de colectas y préstamos gubernamentales, reorganizó a la empresa en una cooperativa que, al igual que La Pignone, pronto empezó a producir más de lo que producía antes con lo que los trabajadores pudieron pagar su deuda con el gobierno.

No entiendo por qué los gobiernos actuales no pueden implementar medidas como las que usó La Pira. Obama ha hablado mucho de cambio pero sus políticas son iguales que las de sus antecesores. No hay nada nuevo en la propuesta de rescate que presentó su gobierno. En cambio, una alternativa como la de La Pira ya ha demostrado ser efectiva y beneficiaría a quienes más lo necesitan. Quizá nuestras sociedades estén demasiado casadas con el capitalismo para poder pensar de otra manera, y quizá sea esa la razón de nuestra actual crisis. Los dogmas del libre mercado y de la iniciativa individual nos impiden idear nuevas formas de organización más justas y más benéficas para la sociedad en su conjunto. Bien decía Giorgio La Pira:

“Las raíces últimas de esta crisis, son raíces de pensamiento... Las crisis, antes que económicas y políticas, tienen raíces de ideas...”

viernes, 23 de enero de 2009

El primer tropiezo de Obama

Lleva poco menos de dos días en el poder y ya cometió un gran error. Hoy, el flamante presidente de los Estados Unidos, Barack Obama firmó una orden ejecutiva revirtiendo un reglamento que prohibía el uso de dinero americano para financiar a organizaciones abortistas internacionales.

Me resulta extraño que mientras el gobierno americano tiene un déficit nunca antes visto, mientras que su economía se encuentra en una fuerte recesión, mientras que existen infinidad de problemas internos, el presidente decide darle dinero a organizaciones que realizan su “trabajo” fuera de ese país. Me pregunto qué pensarán los ciudadanos americanos de que su dinero, en vez de usarse para reactivar su economía, se esté usando para fomentar el aborto en otros países. Yo estaría muy enojado.

Encuentro todavía más curioso aún que los mismos que criticaron a Bush por su intervencionismo en otros países ahora defiendan el intervencionismo de Obama. Quizá alguno me reclame diciendo que no es lo mismo una guerra injusta que fomentar el aborto. Yo le respondería que estoy completamente de acuerdo: en una guerra existe la posibilidad de defensa, en el aborto no.

Comparemos la cantidad de muertes provocadas por Bush y su infame guerra y las que ha provocado el aborto sólo en Estados Unidos. Según algunas estimaciones realizadas por grupos opuestos a la guerra (y por tanto, muy probablemente exageradas), ha habido alrededor de 700 mil muertos (entre militares y civiles) tanto en Irak como en Afganistán. Del lado abortista, tenemos 1.3 millones de muertos sólo en el último año. Por tanto, si Obama mantiene su postura a favor del aborto, en menos de un año será responsable de más muertes que Bush. Eso sólo si tomamos en cuenta los abortos que se dan en Estados Unidos. Con su nueva orden ejecutiva, habría que contar los abortos que se presenten en otros países del mundo y que fueron pagados con dólares provenientes de los impuestos de los ciudadanos estadounidenses.

Que no nos quieran ver la cara diciendo que el aborto es parte de una política de salud pública. Un embarazo no es una enfermedad. Es la consecuencia natural de una relación sexual. No se puede comparar un embarazo con el SIDA por ejemplo. Claro que para Obama, esto no es así. Recordemos que en su campaña declaró que no estaba de acuerdo con que sus hijas fueran “castigadas por cometer un error”. Mejor debería enseñarles que lo natural es que después de una relación sexual haya un embarazo y que la sexualidad no es un juego. Eso lo ha sabido la humanidad desde siempre.

Ahora bien, ¿por qué ese interés de fomentar el aborto en otros países? Creo que Castillo Peraza tenía toda la razón al afirmar: “Los poderosos de la tierra son proabortistas por razón de poder”. Es más fácil (y más barato) para el gobierno de Estados Unidos fomentar la matanza de pobres en los países subdesarrollados que ayudarlos a salir de su miseria. En el caso de nuestro país, prefieren asegurarse de que cada vez haya menos mexicanos que luego quieran cruzarse, que trabajar conjuntamente con nuestro gobierno para lograr un auténtico crecimiento económico con el cual la emigración desaparecería. Chesterton señala en Eugenics and Other Evils (Eugenesia y otros males) que los grandes capitalistas que apoyaban a la eugenesia (que en su época eran el equivalente a los abortistas de hoy en día) lo hacían no por caridad con los más necesitados o buscando el bien de la humanidad, sino porque era la forma más fácil de “limpiar” el desastre que ellos mismos ocasionaron al oprimir a los más pobres. Me parece que el movimiento abortista internacional actúa igual. Dicen buscar el bien de las familias más pobres (porque para qué traer niños al mundo si sólo van a sufrir) pero en lugar de buscar formas de que superen su pobreza (como crear un sistema económico más justo por ejemplo) prefieren matarlos. Claro que para no parecer inhumanos no se refieren al bebé como bebé, sino como el “producto” (como si una persona fuera comparable con una cosa) y así, el aborto, en lugar de ser un asesinato pasa a ser algo tan trivial como tirar la basura.

Otro aspecto de la política proabortista de Obama que me resulta curioso tiene que ver con su afirmación de que busca reducir el número de abortos. Esa es una muy buena intención, pero no sé cómo busca reducirlos fomentándolos. Eso es una contradicción. Además, ya está demostrado que en todos los países donde se legaliza (o como los abortistas dirían: se “despenaliza”) el aborto, el número de éstos aumenta.

Afortunadamente, no todo está mal del otro lado del Río Bravo. Ayer, 22 de enero, en el trigésimo sexto aniversario del juicio Roe vs. Wade, con el cual se legalizó el aborto en Estados Unidos, se llevó a cabo la Marcha por la Vida (March for Life) en la que participaron miles de estadounidenses defensores de la vida. Esta marcha se viene realizando año con año y cada vez cobra mayor fuerza (aunque los medios no digan nada al respecto).

El movimiento pro-vida estadounidense tiene mucho que enseñarnos, sobre todo por la experiencia de tantos años de lucha que tienen. Es interesante, además, que dos de las personas que más influyeron en la legalización del aborto en aquél país, el Dr. Bernard Nathanson (médico que practicó infinidad de abortos, incluyendo el de su propio hijo) y Norma L. McCorvey (mejor conocida como Jane Roe, de donde se tomó el nombre del juicio antes mencionado) son ahora de los más importantes activistas defensores de la vida. Creo que habiendo vivido tan de cerca el aborto tienen mucho que decirnos sobre la realidad de esta terrible práctica que, desde 1973 ha cobrado la vida de más de 50 millones de estadounidenses (más que todas las guerras en las que han participado juntas).

Todo mundo esperaba que Obama actuara de forma distinta a su predecesor. Sin embargo, este primer paso sólo demuestra que es igual de asesino (o más) que George W. Bush.

lunes, 3 de noviembre de 2008

El cambio que Estados Unidos realmente necesita

Mañana son las elecciones en Estados Unidos. Muchos las han llamado las elecciones más importantes en su historia (lo mismo dijeron hace 4 años, hace 8 años, hace…). Tanto en México como en el resto del mundo, la gente está emocionada con la posibilidad de que gane Obama y de que traiga un “cambio” a Washington. En todos lados (incluido Estados Unidos) lo ven como el “salvador” y un baluarte de esperanza. Yo no estoy tan entusiasmado. En su campaña ha mostrado más de una vez que no representa un cambio real. No dudo que logre cambios en Estados Unidos pero el cambio en sí no es necesariamente bueno. A mi parecer, el cambio que Estados Unidos necesita no lo pueden lograr ni el partido Demócrata ni el partido Republicano. Se necesita una tercera opción.

Esta opción debe buscar ante todo el Bien Común y debe fundamentarse en el respeto a la Dignidad de la Persona Humana. En la elección actual, el tema de la economía se ha convertido en el tema central. No me cabe duda alguna de que la economía es crucial para que se alcance el Bien Común y para que las personas puedan vivir con dignidad. Sin embargo, existe otro tema que se ha visto relegado y que tiene mayor trascendencia que la economía: el derecho a la vida. No podemos hablar de la Dignidad de la Persona si ésta no tiene siquiera el derecho a vivir. No podemos hablar de Dignidad de la Persona cuando más de 50 millones de americanos no-nacidos han muerto desde Roe vs. Wade. No podemos hablar de Bien Común cuando se piensa aprobar la Freedom of Choice Act, en la cual se quitan todas las barreras legales que penalizan el aborto, permitiendo incluso el aborto por nacimiento parcial. Obama ha declarado públicamente que su primer acto como presidente sería aprobar esta ley. No olvidemos que las personas deben importar más que el dinero. La economía se puede arreglar, un niño muerto no.

El respeto a la Dignidad de la Persona también se ve pisoteado en las tantas guerras que está librando Estados Unidos en el extranjero. El caso de Irak es el más contundente por su injusticia. A pesar de ello, sería imprudente y más dañino que Estados Unidos se retirara sin un plan bien pensado. Este plan debe considerar antes que nada el bien y la seguridad de la gente de Irak. Los norteamericanos deben actuar con responsabilidad cuando llegue el momento de su retirada y deben asegurarse de que los iraquíes puedan, por sus propios medios, mantener la estabilidad de su propio país. Toda guerra atenta contra la Dignidad de la Persona Humana y en su entendimiento de esto, los republicanos están muy mal.

Por otro lado, esta opción nueva que propongo debe proclamar el principio de la subsidiariedad. Esto quiere decir que el Estado debe respetar la independencia y el actuar (mientras sea legal) de los cuerpos sociales intermedios e intervenir y apoyarlos cuando no puedan o quieran cumplir con su función social. En el caso de E.U., el health care, o seguridad social representa un excelente ejemplo. El acceso a la atención médica es un derecho de todo ser humano. En miras del Bien Común y del respeto a la Dignidad de la Persona, se debe proveer de este servicio a todos. Si hay gente que no puede pagarse un seguro médico, el Estado debe asegurarse de que reciban la atención médica adecuada si se enferman.

Lo mismo podemos decir de la economía. El Estado debe regular y supervisar los mercados. El libre mercado debe estar al servicio del hombre, no el hombre al servicio del libre mercado. E libre mercado es sólo un medio para producir más eficientemente, no un fin en sí mismo. Esto no significa que el Estado deba controlar o intervenir en todos los ámbitos de la economía y poseer los medios de producción. Eso atentaría contra el mismo principio de subsidiariedad. El Estado debe, en general, actuar como árbitro y supervisar que se respeten las reglas del juego. También debe velar para evitar abusos de parte de los ricos y poderosos en contra de los más desprotegidos. Un punto que muchas veces se pasa por alto es que la subsidiariedad exige que el Estado se retire cuando la sociedad civil o la iniciativa privada puedan reasumir su deber.

El último principio que debe regir a esta opción alternativa es la solidaridad. En cuanto a la sociedad civil norteamericana no hay mucho problema. Los americanos por naturaleza son solidarios. Basta con ver que Estados Unidos es el país que mayor ayuda humanitaria entrega a otros países. Basta con vivir ahí para percibir el clima de solidaridad que los ciudadanos tienen entre sí y para con sus comunidades. Ahora bien, en el caso del Estado, la solidaridad también debe existir. Éste debe incentivar a las empresas a que actúen con responsabilidad social. La función solidaria del Estado consiste en lograr que se provea a todos de lo necesario para vivir de forma digna. Esta es la meta de la Economía Social de Mercado. Se trata de una economía de mercado con un enfoque social.

Para vivir plenamente la solidaridad, tanto el Estado como la Sociedad deben ayudar (conforme al principio de la subsidiariedad) a los más necesitados y desprotegidos, es decir, deben tener una opción preferencial por los pobres. Esta opción preferencial no sólo debe existir hacia el interior del Estado, sino también hacia los países subdesarrollados (incluyendo a mi querido México). Tanto Estados Unidos como los países europeos tienen la responsabilidad de actuar solidariamente con los países pobres. Muchos de estos países fueron fundamentales para que Europa y Estados Unidos llegaran a ser lo que hoy son. Durante años les proveyeron de materias primas, de nuevos mercados, de mano de obra barata, etc. Por eso es cuestión de elemental justicia que ahora reciban algo en retorno. Sólo trabajando en conjunto se podrá acabar con la pobreza en estos países y sólo acabando con la pobreza se podrá terminar la inmigración ilegal que tanto les preocupa. Necesitamos que Estados Unidos tenga un estadista de la altura de Konrad Adenauer, Robert Schuman o Alcide de Gasperi quienes, dejando a un lado sus diferencias y nacionalismos, sentaron las bases de la Unión Europea.

El día en que Estados Unidos opte por esta alternativa “nueva”, realmente vivirán un cambio profundo que repercutirá en el mundo entero. En Estados Unidos no existe esta alternativa actualmente, pero las condiciones para que surja ya están presentes. La tercera parte de la población norteamericana es católica y los principios que acabo de enumerar son los de la Doctrina Social de la Iglesia. Este sector tan importante de la población norteamericana tiene mucha influencia en la sociedad americana, incluyendo en la política. Es hora de que el Humanismo Político que surgió de estos principios eche raíces en Estados Unidos. Esta alternativa no es realmente nueva ya que en todo el mundo existen partidos políticos inspirados en este humanismo y son los que han traído los cambios más significativos a nuestras sociedades modernas. Este humanismo es la esencia de la Democracia Cristiana. Sería extraordinario que un partido demócrata cristiano naciera en Estados Unidos. Todos lo agradeceríamos.