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viernes, 2 de abril de 2010

Viernes Santo / Good Friday


Cuando ciertos ateos (o "secularistas", como les gusta llamarse ahora) salen en los medios diciendo que la religión debería desaparecer porque sólo ha traído males a la humanidad, lo único que hacen es demostrar una ignorancia abismal.  Parecen olvidar (o simplemente ignoran) que la religión logra sacar lo mejor de  muchos hombres, como lo muestran las más obras de arte con motivos religiosos.  Quiero compartir sólo dos ejemplos, que, además, están relacionados con la celebración del Viernes Santo, en el cual se conmemora la Crucifixión y Muerte de Cristo.  Ambas obras proceden de la España del siglo XVII, es decir, de la época más "fanática" del Catolicismo español.

La pintura se titula Cristo crucificado y es obra de Diego Velázquez y actualmente se encuentra en el Museo del Prado en Madrid.  Fue pintada alrededor de 1632.  El soneto es considerado como una de los más bellos ejemplos de la poesía mística española.  Es de autor desconocido.  

No creo que sea una coincidencia que el máximo esplendor de las artes y la cultura en España corresponda con la época de mayor radicalismo en la defensa de la fe. 

Soneto a Cristo crucificado

No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido;
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, señor; muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme ver tu cuerpo tan herido;
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque cuanto espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

When certain atheists (or "secularists" as they like to call themselves now) go out on the media saying that religion should dissapear because it has only brought evils to mankind, the only thing they do is show  their abysmal ignorance.  They seem to forget (or maybe they simply do not know) that religion has brought out the best in men, as can be seen in the great works of art that have a religious motive.  I want to share two examples that are related to the celebration of Good Friday, the day in which we remember the Crucifixion and Death of Jesus Christ.  Both come from seventeenth century Spain, that is, from the most "fanatical" age of Spanish Catholicism (and in which they evangelized a whole continent, something no other Catholic nation has ever done).

The painting is titled Christ crucified and is the work of Diego Velazquez.  It can be found in the Museo del Prado in Madrid.  It was painted around 1632.  The sonnet is considered to be one of the most beautiful examples of Spanish mystical poetry.  It is of an unknown author.  Unfortunately, some of the beauty of the poem is lost in the translation.

I do not think it a coincidence that the maximum splendor of Spanish art and culture corresponds to the time of most radical defense of the faith.

Sonnet to Christ Crucified

I am not moved, my God, to give you love
by thoughts of heaven that you've promised me;
nor am I moved by thoughts of dreaded hell
for that alone, to cease offending thee.

You are what moves me, Lord; I'm moved to see
you on a cross and mocked with every breath;
I'm moved to see your body racked with wounds;
I'm moved by your affronts and by your death.

I'm moved, in sum, by love for you so great
that I would love you were not heaven there,
and I would fear you, if there were no hell.

You need give me no prize to love you thus,
for even if what I hope I hoped not,
as I now love you I would love you still.

viernes, 29 de mayo de 2009

La Verdad sobre Miguel Ángel

Aunque no soy conocedor del arte, desde siempre he sido un gran admirador de Miguel Ángel Buonarroti. Para mí, sus obras, tanto pictóricas, como escultóricas, representan lo más grandioso del arte universal. Haber visto algunas de esas obras en vivo fue una experiencia como pocas. Por ello encuentro muy molesto que en nuestros días, haya ciertos “estudiosos” que quieren ver en sus obras y en su vida cosas que no vienen ni al caso. Pretenden tomarlo como bandera de movimientos contemporáneos, tal como sucede con el movimiento homosexual que quiere adueñarse de este extraordinario artista.

Por esa razón, encontré el siguiente artículo de lo más interesante. Lo escribió Elizabeth Lev, profesora de arte cristiano de la Universidad de Duquesne, en su campus italiano. La traducción es mía, por lo que pido disculpas por cualquier error y por ello les dejo la liga para que puedan consultar el artículo original: http://www.zenit.org/article-26017?l=english

Claramente católico

Quizá hayas escuchado hablar de la llamada Prueba del Pato, ideada por el poeta J. Whitcomb Riley. Va así: si parece un pato, nada como un pato y grazna como un pato, entonces, muy probablemente sea un pato. Este sentido común, sin embargo, parece haberse perdido entre muchos de los modernos intérpretes de Miguel Ángel. De acuerdo con la más reciente “erudición”, las palabras, las obras y la piedad católicas de Miguel Ángel eran, en realidad, un camuflaje para una agenda protestante, cabalística y/o homosexual.

Claro que ninguna de estas teorías conspiratorias se sustenta en documentación verificable sombre las prácticas personales o devocionales de Miguel Ángel, sino que son extraídas de imaginaciones hiperactivas. Muchos de estos libros y artículos simplemente observan una pintura, escogen una teoría y hacen que los hechos encajen, descartando los demás. Esto se ha vuelto equivalente a un curso en historia del arte, pero, lo que realmente me molestó fue, de entre todas las cosas, el abstract de una disertación académica que defendía estas viejas teorías tipo Dan Brown.

El objeto de este tratado “académico” es “El Juicio Final” de Miguel Ángel, pintado en el altar de la Capilla Sixtina de 1534 a 1541 y discernida por el autor del artículo como una obra secretamente protestante. Para respaldar esta noción, el investigador toma elementos de diversos estudios gnósticos y de estudios de género, pero veamos tres elementos que indican que este fresco es precisamente lo que aparenta ser: una pintura católica extraordinaria.

1. El artista y su espacio

Aquellos que intentan ver a Miguel Ángel como adherente de alguna religión disidente subterránea, olvidan sus prácticas espirituales. Mientras que Miguel Ángel sólo puede ser tenuemente vinculado a cualquier tipo de secta protestante, es sabido que perteneció a la Tercera Orden Franciscana.

Durante los años en que pintaba el Juicio Final participó en la visita de las Siete Iglesias con el fin de obtener una indulgencia. La mejor evidencia de la devoción de Miguel Ángel hacia la Iglesia Católica fue su aceptación de completar la Basílica de San Pedro para, en sus propias palabras, “la gloria de Dios, el honor de San Pedro y la salvación de su propia alma”.

La Capilla Sixtina era el espacio en el que el Papa Pablo III, ocupado con la organización del Concilio de Trento, oraba con su corte, formada por los más brillantes teólogos de Europa. Estos teólogos y filósofos formaban la primera línea de respuesta a Lutero y, además, eran conocedores del arte. Pintar una obra subversiva en la capilla hubiera sido como pedir una cita con la Inquisición.

2. María, los Santos y la intercesión

La pintura de Miguel Ángel contiene 391 figuras, de las cuales, alrededor de la tercera parte están actuando como intercesores. Las enormes figuras de los santos, particularmente los mártires, rodean a Cristo en el cielo. El énfasis de Miguel Ángel en identificar a los mártires nos recuerda que la Iglesia Romana considera a éstos como parte de su tradición. En este periodo, los antiguos sitios de muerte y de entierro de los mártires fueron restaurados y decorados.

Miguel Ángel también pintó a hombres y mujeres no identificados que ayudan a los recién resucitados en su ascenso a los cielos. La idea de que gente en el cielo asista a otros es una noción esencialmente católica.

Sin embargo, María es la imagen fundamental de la obra. El Jesús de Miguel Ángel parece terriblemente distante, con su mano alzada y la cabeza volteada. En cambio, María, acurrucada al lado de Cristo, voltea hacia abajo, hacia las almas resucitadas. María está pintada junta a la herida del costado de Cristo. Esa herida, de la cual salió sangre y agua, dio origen a la Iglesia. María, como Eva saliendo de la costilla de Adán, representa a la Iglesia nacida del sacrificio de Cristo. A su vez, María (la Iglesia, la esposa de Cristo) es el camino hacia Jesús y su salvación. Como para resaltar la importancia de la devoción mariana, Miguel Ángel pintó, unos metros por debajo de María, a una pareja que es arrastrada hacia el cielo por su rosario.

3. Virtud heroica y cooperación

Miguel Ángel rompió con una antiquísima tradición de pintar a los santos en el cielo con largos vestidos color pastel y con grandes aureolas doradas al representar a sus mártires con enormes cuerpos desnudos. Tomado de la tradición clásica griega, el uso de la desnudez denota a un héroe, uno dotado de gran valentía y nobleza, celebrado por sus grandes hazañas y favorecido por los dioses. Para Miguel Ángel, inmerso en la cultura antigua, ¿qué mejor realización del héroe griego podía haber que el santo cristiano?

Los poderosos cuerpos pintados por Miguel Ángel transmiten la idea de grandes hazañas y sacrificios hechos por Cristo, por ello, estos santos son recompensados con cuerpos gloriosos después de la resurrección. Los hombres y mujeres que cooperan con la Gracia divina y viven vidas de “virtud heroica”, son los que merecen estos cuerpos gloriosos en el más allá. El tamaño, la grandeza y la desnudez de estas figuras sólo pueden representar una participación activa en el sacrificio redentor de Cristo.

Pintado en un espacio católico, por un artista católico, para una audiencia católica, “El Juicio Final” es por mucho, una pintura católica.



Lo que hace que estas interpretaciones espurias sean todavía más molestas es que, mientras Miguel Ángel pintaba su obra, en el norte de Europa estallaban rebeliones protestantes iconoclastas. En 1520, se habían destruido obras de arte en diversas ciudades de Alemania. El fervor iconoclasta no habría encontrado uso alguno para el arte de Miguel Ángel, pero hoy en día, algunos protestantes quieren reclamar a Miguel Ángel como propio.

Más aún, la prohibición de la fabricación de imágenes que representa el Primer Mandamiento evitó el surgimiento del arte figurativo judío durante el Renacimiento. ¿Por qué habría Miguel Ángel de gravitar hacia una religión cabalística que negara su misma razón de ser?

Enfrentémoslo: los católicos, con sus dos mil años de fascinación con el Verbo hecho carne, refinado con su defensa enérgica de las imágenes requerida por la Reforma, han hecho del arte una parte de su tradición espiritual. Pero aún más sorprendente que su atractivo estético, está su universalidad. Cualquiera puede verse reflejado en el arte de la Iglesia Católica. Así que al final del día, o, mejor dicho, al final de los días, estas falsas interpretaciones no son más que agua en la espalda de un pato.

domingo, 15 de marzo de 2009

El éxito del Barroco

La corriente artística que más me gusta es, sin duda alguna, la barroca. El arte Barroco, en todas sus vertientes, me fascina como ninguna otra corriente artística lo hace. No sé si mi simpatía hacia el barroco se deba a su pasión, su dramatismo, su realismo y su perfección o simplemente se deba a que, siendo mexicano, soy barroco por naturaleza. Sin embargo, y más allá de cualquier afinidad que sienta hacia el arte Barroco, nuestros antepasados de aquellos siglos nos dejaron una lección valiosísima que hoy deberíamos de aprovechar acerca de cómo influenciar la cultura para hacerla tender hacia el bien.

Recordemos que el Barroco surgió en una época de profundos cambios en Europa. La Reforma Protestante estaba cobrando enorme fuerza, por lo que la Iglesia Católica reaccionó con el Concilio de Trento, donde inició la llamada Contrarreforma. Ahora bien, una de las tantas formas en las que los Padres conciliares decidieron influir sobre la cambiante sociedad europea fue a través del arte y la cultura. Así, la Iglesia Católica se convirtió en la principal promotora del arte Barroco. La muestra más clara de esta influencia la observamos en los territorios que pertenecieron al Imperio Español, donde se erigieron infinidad de templos, conventos y monasterios barrocos, repletos de esculturas y pinturas que cautivaban y, a la vez, educaban a los feligreses. Esta actitud artística del catolicismo contrastaba fuertemente con la actitud iconoclasta de los protestantes y fue determinante en la evangelización de millones de personas.

Los Padres conciliares comprendían que para poder influir realmente en la sociedad, era necesario influir en la cultura. La sola fuerza del Estado o de la Iglesia no bastaba para detener el avance del protestantismo. Por tanto, sabían que mantener leyes que obligaran a la gente a permanecer fiel no bastaría para lograrlo, sino que era necesario ir más allá y hacer que las ideas del Concilio formaran parte de la cultura. Lo mismo hicieron los frailes misioneros en las colonias españolas: usaron el arte y la cultura para evangelizar a los indígenas. Hicieron que el catolicismo entrara en la América española a través del arte.

Hoy, casi cinco siglos después, nos encontramos nuevamente en una cruenta batalla cultural. El relativismo, el secularismo y la cultura de la muerte (que al final del día convergen en lo mismo) están teniendo avances nunca antes vistos. El desprecio a la dignidad de la Persona, su sumisión al totalitarismo científico-utilitarista, la intolerancia en nombre de la tolerancia, el hedonismo y todas las demás tendencias que se hacen cada vez más fuertes, están desplazando a la cultura de la Vida, aquella que considera al ser humano como el centro y fin de toda cultura y civilización. ¿Qué podemos hacer para detener estas tendencias culturales que representan el suicidio de Occidente? Yo propongo que repitamos la experiencia histórica del Barroco.

Es necesario que la cultura de la vida recupere el lugar que siempre ha ocupado en nuestra civilización, la cual surgió de la fusión de la tradición humanista judeo-cristiana con la tradición greco-latina. Una forma de hacerlo es teniendo a los mejores artistas e intelectuales. Es urgente que surjan nuevos Cervantes, Murillos o Churrigueras. Sin nuevos Sigüenzas y Góngora, Sor Juanas o Vivaldis, poco podremos lograr en el terreno cultural. Aquellos grandes genios alcanzaron la perfección en todas sus obras. Esa misma perfección técnica que ahora tienen los defensores de la cultura de la muerte y que hace que sean tan atractivas sus obras. Basta con comparar las películas de uno y otro bando. Son casos muy raros en los que una película buena (en el sentido moral) sea realmente de calidad. Por otro lado, cada año nos inundan una gran cantidad de películas de extraordinaria calidad cinematográfica pero con pésimos mensajes morales. ¿Cómo podremos difundir la cultura de la vida si no somos capaces de hacerla permear en la cultura de la sociedad a través de obras artísticas bien hechas?

Cualquiera que entre a una catedral virreinal quedará asombrado de cómo nuestros antepasados la construyeron cuidando hasta el último detalle. Su dominio de la técnica arquitectónica era fuera de lo común. Lo mismo ocurría con las demás artes: Velázquez dominaba la pintura, Bernini la escultura y Vivaldi la música. Ahí radica la trascendencia que han tenido sus obras: en que son obras maestras. Cuando la cultura de la vida tenga el respaldo de artistas e intelectuales que creen con cada obra una obra maestra, entonces tendremos garantizado un éxito como el que tuvo la cultura barroca.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

La Belleza como una política pública

México es un país rico en bellezas. Tenemos bellezas naturales de todo tipo: playas, montañas, bosques, lagos, desiertos… Muchos de nuestros antepasados se dedicaron a agregar a estas bellezas naturales las bellezas creadas por sus manos. Así, contamos con ciudades coloniales magníficas llenas de joyas arquitectónicas y con extraordinarias obras de arte.

Los seres humanos nos deleitamos en la contemplación de lo bello. Todas estas bellezas que nos rodean hacen que nuestra estancia en este mundo sea más agradable. Hacen que nuestro nivel de vida sea mayor. Es por todos conocido que un ambiente agradable hace que las personas trabajen mejor, sean más productivas y que sean más felices. Por tanto, una ciudad bella implica que sus habitantes vivan mejor.

Sin embargo, parece ser que para nuestros gobernantes la Belleza no importa (no más vean al que apodaron “Góber precioso”…). Desde que los grandes muralistas dejaron de decorar los edificios de gobierno parece que lo bello ha desaparecido de las obras públicas. Hoy tiene más importancia realizar una obra imponente en tamaño que se inaugure a tiempo para las elecciones, que realizarla bien. ¿Por qué no se realizan obras funcionales que a su vez sean agradables a la vista? Lo bello y lo práctico no están peleados. Es parte de la naturaleza humana desear que las cosas sean atractivas.

Yo por eso propongo que la Belleza se instaure como una política pública. Que toda obra que se construya, además de ser funcional y estar bien hecha, sea bella. Que el gobierno (y la ciudadanía) trabajemos por crear un ambiente agradable. Que la gente se sienta a gusto al caminar por su ciudad y por sus parques. Que los camellones se cuiden y se llenen del colorido que caracteriza al pueblo mexicano. No sólo tendríamos a una población más cómoda con su ambiente sino que se generarían fuentes de trabajo en la creación y mantenimiento de jardines y parques, de edificios, de obras públicas, etc. Los ciudadanos también tenemos que colaborar con este esfuerzo dándole mantenimiento a nuestras casas, pintándolas, cuidando las banquetas y jardines aledaños.

Estoy seguro que la mayoría de los ciudadanos queremos una ciudad hermosa. No es posible que la antes llamada “Ciudad de los Palacios” sea ahora la “Ciudad de los grafitis” o la “Ciudad de las obras inconclusas”. Veamos un ejemplo muy claro: el segundo piso del Periférico. Esta obra, orgullo del lopezobradorismo, es una construcción fea. Se trata de un enorme bloque de concreto. Los barandales están sin pintar y mantienen su horrible color metálico. Para colmo, las luces que lo iluminan por abajo en las noches son verdes y moradas, dándole un aspecto tenebroso como de antro de mala muerte. Como si eso no bastara, está inconcluso, con partes donde las varillas salidas disminuyen todavía más el casi nulo atractivo. Estar ahí atorado en el tráfico es más deprimente al ver el estado en el que se encuentra. Por otro lado, una ciudad como Zacatecas, que es una belleza colonial, se vuelve todavía más bella con la iluminación que se instaló en torno a todos los edificios del centro histórico. Ahí se supo utilizar la tecnología moderna para hacer todavía más notoria la belleza propia de la ciudad.

La ciudad de México tiene todo para ser una de las ciudades más bellas del mundo. Las soluciones a los complejos problemas modernos no deben interferir con la belleza que debe imperar en una ciudad como la nuestra. Debemos ser creativos e ingeniosos para ofrecer soluciones que resalten o que por lo menos no interfieran con los atractivos visuales ya existentes. Yo sueño con una Ciudad de México similar a la que se encontraron los españoles y que los dejó boquiabiertos. Yo sueño con una ciudad de México como la que ellos después construyeron y que era considerada la Venecia americana. Imaginen una ciudad donde se combine lo colorido de nuestra flora con nuestras construcciones. Imaginen una ciudad donde pueda fluir un río sin que lo llenemos de basura. Una ciudad donde lo natural y lo artificial se fundan de forma que la mano del hombre, más que interferir con la Creación, la embellezca más. Creo que tenemos el derecho a disfrutar una ciudad así.