jueves, 8 de octubre de 2009

Un cántico espiritual (y a la vez, corporal)

Generalmente cuando se habla de la Teología del Cuerpo se hace referencia a las diferentes corrientes filosóficas que le dieron origen. Se habla mucho de Descartes, de Kant, de Husserl, de sus sistemas filosóficos y de sus ideas y cómo influyeron en el pensamiento de Juan Pablo II. Sin embargo, como el mismo Juan Pablo II reconocía, una de las más importantes fuentes de inspiración que tuvo para formular su catequesis sobre la sexualidad no es de origen filosófica, sino poética. No halló su principal inspiración en los escritos filosóficos de estos grandes pensadores sino en los versos de un humilde monje carmelita: San Juan de la Cruz.

¿Cómo es posible que la poesía de este monje, cuyo tema constante es la unión del alma con Dios, esté relacionada con la sexualidad? ¿Qué tiene que ver la contemplación mística con el amor que puede experimentar un hombre hacia una mujer? Dejemos que sean los propios versos de San Juan de la Cruz los que nos iluminen al respecto:

En una noche oscura
con ansias en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada

A oscuras y segura
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa,
en secreto que nadie me veía
ni yo miraba cosa
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.

Aquesta me guiaba
más cierto que la luz de mediodía
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía
en parte donde nadie parecía.

¡Oh noche, que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!

En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba
allí quedó dromido
y yo le regalaba
y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la almena
cuando yo sus cabellos esparcía
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.

Quedéme y olvidéme;
el rostro recliné sobre el amado;
cesó todo, y dejéme
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.

A primera vista, podríamos considerarlo un simple, aunque bello, poema de amor. Jamás lo consideraríamos un poema religioso, sobre todo considerando su alto contenido erótico, como cuando en el punto culminante del poema dice:
¡Oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!

Sin embargo, como su propio autor afirma, lo que está describiendo es la unión del alma con Dios, el momento central de la experiencia mística. Entonces, ¿por qué recurre a estas imágenes sexuales para explicar una cuestión espiritual? Juan Pablo II comprende que si San Juan de la Cruz puede usar esas imágenes para describir el amor divino es porque el amor humano debe ser, precisamente, una imagen del amor divino. La intuición artística de San Juan de la Cruz revela lo que Juan Pablo II afirmará, casi quinientos años después, en sus catequesis: el amor humano es análogo al amor divino. El amor divino es el modelo que el amor humano debe imitar.

Posiblemente haya personas que no crean que un monje, alguien que ha renunciado al mundo y a su propia sexualidad pueda entender lo que es el amor, y, sin embargo, los poemas de San Juan de la Cruz parecen demostrar lo contario. ¿Quién puede leer los siguientes versos y aún pensar que el que los escribió no supiera lo que es el amor?

¿Por qué, pues has llagado
aqueste corazón, no le sanaste?
Y pues me le has robado,
¿por qué así le dejaste,
y no tomas el robo que robaste?



A spiritual (and at the same time bodily) canticle

When we speak about Theology of the Body, we usually refer to the different philosophical currents that led to it. We talk a lot about Descartes, Kant or Husserl, about their philosophical systems and their ideas and how they influenced John Paul II’s thought. But, as John Paul II himself would recognize, one of his most important sources of inspiration was not of philosophical origin, but poetic. He didn’t find his main inspiration in the philosophical writings of these great thinkers, but in the verses of a humble Carmelite monk: Saint John of the Cross.

How is it possible that the poetry of this monk, whose main theme is the union of the soul with God, could be related with sexuality? What does mystical contemplation have to do with the love a man can feel towards a woman? We should let the verses of Saint John of the Cross illuminate us:

One dark night,
fired with love's urgent longings
—ah, the sheer grace!—
I went out unseen,
my house being now all stilled.

In darkness, and secure,
by the secret ladder, disguised,
—ah, the sheer grace!—
in darkness and concealment,
my house being now all stilled.

On that glad night,
in secret, for no one saw me,
nor did I look at anything,
with no other light or guide
than the one that burned in my heart.

This guided me
more surely than the light of noon
to where he was awaiting me
—him I knew so well—
there in a place where no one appeared.

O guiding night!
O night more lovely than the dawn!
O night that has united
the Lover with his beloved,
transforming the beloved in her Lover.

Upon my flowering breast
which I kept wholly for him alone,
there he lay sleeping,
and I caressing him
there in a breeze from the fanning cedars.

When the breeze blew from the turret,
as I parted his hair,
it wounded my neck
with its gentle hand,
suspending all my senses.

I abandoned and forgot myself,
laying my face on my Beloved;
all things ceased; I went out from myself,
leaving my cares
forgotten among the lilies.

At first sight, we could consider it a simple, though beautiful, love poem. We would never think of it as a religious poem, given its explicit erotic content, such as the culminating point of the poem where it says:
O night that has united
the Lover with his beloved,
transforming the beloved in her Lover.

And yet, the author himself affirms that it is a description of the union of the soul with God, that is, the central moment of the mystical experience. So, why does he use these sexual images to describe a spiritual matter? John Paul II understands that if Saint John of the Cross can use these images to describe divine love it is because human love must be, precisely, an image of divine love. Saint John’s artistic intuition revealed what John Paul II would say, almost five hundred years later in his teachings on sexuality: human love is analogous to divine love. Divine love is the model which human love must imitate.

There might be people out there who don’t believe that a monk, someone who has given his own sexuality up could possibly understand what love is. Yet, Saint John of the Cross’ poems seem to prove otherwise. Who could read the following verses and still think that who wrote them didn’t know what love was?

Why, after wounding
This heart, have You not healed it?
And why, after stealing it,
Have You thus abandoned it,
And not carried away the stolen prey?

2 comentarios:

CeeCee dijo...

What a cool post. I had heard of those verses, but had never realized the link and inspiration to the theology of the body of JPII. How fascinating! How beautiful!

Alejandro dijo...

Did you know that JPII learned Spanish just so he could read St. John of the Cross in his own language? How awesome is that? And St. John of the Cross is now one of my favorite poets...