Decir que la crisis por la que está pasando la institución matrimonial es evidencia de que el matrimonio no es sagrado es una reverenda estupidez. La realidad es que la crisis del matrimonio se debe a que, desde hace ya bastantes años, se ha trivializado al grado de convertirlo en un simple contrato que puede ser terminado cuando una de las partes así lo quiera. Los altos índices de divorcios así como el gran número de familias destruidas se deben a que el matrimonio no ha sido considerado lo suficientemente sagrado. En este tema, como en muchos otros, la teología del cuerpo de Juan Pablo II nos ofrece una visión verdaderamente revolucionaria al respecto.
Para explicar las enseñanzas de Juan Pablo II sobre el matrimonio, conviene, como ya he hecho en otras ocasiones, recurrir a su fuente de inspiración: la poesía de San Juan de la Cruz.
Como amado en el amante
uno en otro residía,
y aquese amor que los une
en lo mismo convenía
con el uno y con el otro
en igualdad y valía.
Tres Personas y un amado
entre todos tres había,
y un amor en todas ellas
y un amante las hacía,
y el amante es el amado
en que cada cual vivía;
que el ser que los tres poseen
cada cual le poseía,
y cada cual de ellos ama
a la que este ser tenía.
Estos versos, que hablan del amor que existe entre las personas de la Trinidad, nos permiten entender una de las enseñanzas básicas de la teología del cuerpo. El libro del Génesis afirma que: “[...] creó Dios al hombre a su imagen. A imagen de Dios lo creó. Macho y hembra los creó.” (Gen, 1: 27) La enseñanza tradicional ha encontrado en este versículo el fundamento de la dignidad de cada persona, de cada individuo. Juan Pablo II ve en este versículo algo más. Hombre y mujer fueron creados a imagen y semejanza de Dios no sólo en su existir individual, sino en su existir juntos. El matrimonio, la comunión de amor entre un hombre y una mujer es la imagen de la comunión de amor que existe entre las tres personas divinas. El matrimonio es, pues, no sólo una institución humana, sino una institución sagrada porque es la imagen misma de Dios.
Este ser es cada una,
y éste solo las unía
en un inefable nudo
que decir no se sabía;
por lo cual era infinito
el amor que las unía,
porque un solo amor tres tienen
que su esencia se decía;
que el amor cuanto más uno,
tanto más amor hacía.
El amor es unitivo por naturaleza. Por lo mismo, Juan Pablo II nos refiere constantemente al libro del Génesis: “Por eso el hombre deja a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y pasan a ser una sola carne” (Gen, 2: 24). Así, cuando el hombre y la mujer se casan y forman “una sola carne” están reflejando la perfecta unión de la Santísima Trinidad que, siendo tres personas, forman un solo Dios. Por eso, tal como la unión divina es indisoluble, la unión matrimonial lo es. Pretender lo contrario es opuesto a la naturaleza misma del matrimonio. Ahí radica la oposición de la Iglesia al divorcio. ¡Qué distinta es esta concepción del matrimonio del que tiene la sociedad contemporánea!
Iré a buscar a mi esposa,
y sobre mí tomaría
sus fatigas y trabajos,
en que tanto padecía;
y porque ella vida tenga,
yo por ella moriría.
La teología del cuerpo habla siempre del matrimonio y del amor como una entrega mutua. Una entrega siempre implica un sacrificio y una renuncia al bien personal a cambio del bien del otro. El matrimonio así entendido es también una imagen de Dios: “Maridos, amen a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella” (Efesios, 5, 25).
Quizá lo que la falta a nuestra sociedad sea una re-lectura de San Juan de la Cruz. Su Romance sobre el Evangelio In Principio Erat Verbum, del cual tomé los versos de esta entrada, podría servirnos como una buena guía para encontrar una solución a la actual crisis del matrimonio.
Saying that the current marriage crisis is evidence that marriage is not holy is plain stupid. The truth is that this crisis exists because, for several years now, marriage has been trivialized and converted into a simple contract that can be ended when one of the parts decides to end it. The high divorce rates as well as the enormous amount of broken homes exist because marriage has not been considered holy enough. In this matter, as in many others, the Theology of the Body of John Paul II offers a truly revolutionary vision.
To explain John Paul II's views on marriage, it is convenient, as I have done in other ocassions, to go back to his source of inspiration: the poetry of Saint John of the Cross.
As the lover in the beloved
each lived in the other,
and the Love that unites them
is one with them,
their equal, excellent as
the One and the Other:
Three Persons, and one Beloved
among all three.
One love in them all
makes of them one Lover,
and the Lover is the Beloved
in whom each one lives.
For the being that the three possess
each of them possesses,
and each of them loves
him who bears this being.
These verses, which speak of the love between the persons of the Trinity, allow us to understand one of the basic teachings of the Theology of the Body. The book of Genesis affirms: “God created man in his image; in the divine image he created him; male and female he created them” (Genesis, 1:27). Traditional teachings have found in this verse the foundation of the dignity of each person, of each individual. John Paul II sees something more. Man and woman were created in the image and likeness of God not only in their individual existence, but also in the existing together. Marriage, as a communion of love between a man and a woman is the image of the communion of love which exists between the three divine persons. Marriage is, therefore, not only a human institution, but a sacred institution because it is the image of God himself.
Each one is this being,
which alone unites them,
binding them deeply,
one beyond words.
Thus it is a boundless Love that unites them,
for the three have one love
which is their essence;
and the more love is one
the more it is love.
Love is unitive by nature. Because of that, John Paul II refers us constantly to the book of Genesis: “That is why a man leaves his father and mother and clings to his wife, and the two of them become one body” (Genesis, 2: 24). That way, when man and woman marry and become “one body” they are reflecting the perfect union of the Holy Trinity that, being three distinct persons, forms a single God. Just as the divine unity is undissolvable so is the marital bond. Seeking the opposite goes against the very nature of marriage. It's because of this that the Church opposes divorce. What a different understanding of marriage from the one contemporary society has!
I will go seek my bride
and take upon myself
her weariness and labors
in which she suffers so;
and that she may have life,
I will die for her,
and lifting her out of that deep,
I will restore her to you".
The Theology of the Body always talks of marriage and love as a mutual gift of self. This always implies a certain sacrifice and giving up of the personal good in order to achieve the good of the other. Marriage understood in that manner is also an image of God: “Husbands, love your wives, even as Christ loved the church and handed himself over for her ” (Ephesians, 5: 25).
Maybe what our society need is to re-read Saint John of the Cross. His Romance on the Gospel Text In Principio Erat Verbum, from which I took the verses for this post, could serve us as a good guide for overcoming our current marriage crisis.
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