Una de las virtudes a la que menos importancia le damos es a la modestia en el vestir o pudor. Es una virtud silenciosa y discreta y por ello la consideramos tan insignificante. A pesar de su pequeñez y de su debilidad (por caracterizarla de alguna manera), es una de las piedras angulares necesarias para restaurar el lugar que la mujer debe ocupar en la sociedad. Es esencial para que las mujeres puedan reclamar su dignidad.
Esta modestia en el vestir exalta la dignidad de la mujer desde tres niveles distintos: uno en su relación con los hombres, otro en relación consigo misma y otro en relación con Dios.
El primero de estos niveles es por mucho el más evidente. Su objetivo es proteger a la mujer, no sólo de las inclemencias del clima (es increíble ver a mujeres en pleno invierno con escotes como para contraer una neumonía) sino, sobre todo, de la lujuria masculina. No pretendo excusar a los hombres libidinosos, ni mucho menos. Sin embargo, controlar la mirada (y el pensamiento) es una de las cosas más difíciles para cualquier hombre y son pocos los que han sido educados para hacerlo. Es una guerra constante contra uno mismo que sólo concluirá con la muerte. Por ello, las mujeres deberían de ver en el pudor no sólo una protección sino también un auxilio que le pueden brindar a los hombres en esa lucha diaria, ¿para qué hacer más difícil lo que ya es difícil?
La modestia en el vestir protege la dignidad de la mujer porque la mirada lujuriosa la degrada hasta el punto de convertirla en un objeto. La vilifica. Si una mujer vestida de forma provocativa pudiera, aunque fuera por un instante, ver lo que los hombres que la rodean piensan, buscaría inmediatamente con qué cubrirse. Quizá huiría asqueada porque se vería convertida en un objeto sexual para satisfacer el apetito más bajo del hombre, ese apetito que C.S. Lewis llamaba tan acertadamente “la prosa y no la poesía de la carne”.
El segundo de estos niveles tiene que ver con la mujer y cómo se concibe a sí misma. Es triste ver a una mujer que cree que si no viste de forma provocativa no podrá atraer a ningún hombre. Lo único que logra es no atraer a un hombre que valga la pena. ¿Qué mujer considera que lo único valioso que tiene es su cuerpo? ¿No vale más por su inteligencia, por su personalidad y por la belleza de su alma? Buscar atraer a un hombre exponiendo su cuerpo es aspirar a mucho menos de lo que vale. Es prestarse a ser tratada como si valiera menos. La cultura contemporánea, con su ideal de belleza creada artificialmente, vendida a través del cine y de la televisión, ha sido causante, en gran parte, de esta disminución del autoestima femenino. Si esas mujeres “perfectas” deben recurrir a la falta de modestia para obtener a los hombres “perfectos” ¿qué otro recurso le puede quedar a la mujer “promedio”? La realidad es que no hay nada más atractivo para un hombre (o por lo menos para un hombre verdadero) que una mujer que viste con discreción pues con ello demuestra que vale más por lo que es y no sólo por su cuerpo.
El tercer y último de estos niveles es el más alto pues se encuentra en el plano espiritual. Aquí, la modestia en el vestir es como un velo que sirve para cubrir aquello que es sagrado. El cuerpo es, en el plan divino, algo sagrado y como tal debe ser tratado. La dignidad de la mujer es algo sagrado y debe ser protegida con la misma devoción y esfuerzo con que se protege lo sagrado. Este velo impide que ojos poco dignos se posen sobre aquello que es de Dios. Lo que ocultamos tras un velo lo colocamos ahí para evitar que sea usado como algo que no corresponda con su naturaleza sagrada. Si algo se vela es porque se considera tan importante como para venir directamente de Dios y cualquier otro uso que se le dé es considerado un sacrilegio.
De la misma forma, el cuerpo femenino debe ser protegido de la mirada indiscreta y sacrílega que lo utilice para un fin inferior al que merece. Así como el sumo sacerdote debía purificarse antes de poder traspasar el velo del templo de Jerusalén, así un hombre debería de mostrarse digno y puro antes de poder posar sus ojos en aquello que oculta el velo de la modestia de una mujer. Lo que se oculta está oculto para poder ser revelado a aquél que lo merece, no para ser tomado por el primero que pase por ahí. De esa manera, el cuerpo de la mujer se oculta para que sólo al hombre que se comprometa a amar y cuidar, no sólo el cuerpo sino también el alma de esa mujer, le sea revelado completamente. Cuando no sucede así, son muchos los hombres que lo toman (aunque sea en la imaginación) y cometen el sacrilegio de tratar lo sagrado como basura.
One of the virtues to which we give the least importance is the virtue of modesty in dress. It is a silent and discrete virtue and that is why we consider it so insignificant. Despite its apparent smallness and weakness, this virtue is one of the corner stones required in order to restore the position of women in society. It is essential so that women can reclaim their dignity.
This modesty in dress extols the dignity of women in three distinct levels: one in relationship with men, another one in relationship with themselves and the last one in relationship with God.
The first one of these levels is by far the most evident and easy to grasp. Its objective is to protect women, not only from the inclemencies of the weather (I find it shocking to see women with really low-cut necklines on cold days, exposing enough of them to contract pneumonia), but, above all, from the lust of men. I do not seek to excuse lustful men but controlling one's eyes and thoughts is one of the most difficult things to achieve, especially when so few have been raised to do it. It is a constant war that will only end with death. Therefore, women should see in modesty not only a protection against this lust, but also a means of helping men in their daily struggle against it. Why make something that is already hard even harder?
Modesty in dress protects the dignity of women because a lustful glance degrades a woman by transforming her into an object. It vilifies her. If a woman dressed in a provocative manner could see, at least for a second, what goes through men's minds when they look at her, she would immediately look for something to cover herself with. She would probably run away, nauseated because she would see herself converted into a sexual object used to satisfy the lowest of men's appetites, that appetite that C.S. Lewis called “the prose and not the poetry of the flesh”.
The second of these levels has to do with how a woman sees herself. It is sad to see a woman who thinks that she cannot attract a man unless she dresses provocatively. The only thing she achieves is to not attract worthy men. What woman thinks that the only worthy part of her being is her body? Isn't she worthy because of her intelligence, her personality and the beauty of her soul as well? Trying to attract men by exposing her own body is aspiring to much less than what she deserves. It is lending herself to be treated as if she were worth less. Contemporary culture, with it's ideal of artificially created beauty sold to us through cinema and television is responsible, to a large extent, in lowering female self-esteem. If the “perfect” women have to expose their bodies in order to get the “perfect” men, then with what else are “average” women left to achieve the same thing? The truth is that there is nothing more attractive for a man (at least for a real man) than a modestly dressed woman because by dressing that way she is proving to be worthy for what she is and not just for her body.
The third and last of these levels is also the highest since it is to be found in the spiritual realm. Here, modesty in dress is like a veil that is used to hide that which is sacred. The body is, in the divine plan, a sacred thing and should be treated as such. The dignity of women is something sacred and should be protected with the same devotion and effort with which we protect the sacred. This veil avoids unworthy eyes of seeing that which is of God. What is hidden behind a veil is placed there so that it is not used for something that goes against its holy nature. If something is veiled it is because its considered so important as to come directly from God. Any other use for that sacred object is considered a sacrilege.
In the same way, the female body should be protected from the indiscrete and sacrilegious gaze that seeks to use it for a lesser end than it deserves. Just like the high priest had to be purified before being allowed to cross the veil in the temple of Jerusalem, so should a man prove to be worthy and pure before placing his eyes upon that which is veiled by a woman's modesty. What is hidden is hidden so that it can be revealed to him who is worthy of it, and to avoid being taken by any passerby. In that manner, a woman's body should be hidden so it can be fully revealed only to the man who vows to love and protect not only that woman's body, but also her soul. When the opposite happens, many men take that body (even if its only in their imaginations) and commit the sacrilege of treating that which is sacred as garbage.