lunes, 2 de noviembre de 2009

Sobre el Día de Muertos / On the Day of the Dead



El Día de Muertos no tiene nada en común con Halloween. No faltará quien argumente que ambas festividades tienen mucho en común porque ambas están relacionadas con cosas tenebrosas. Sin embargo, si se entiende el verdadero significado del Día de Muertos, se descubre inmediatamente que no es una fiesta de lo macabro y lo terrible sino una fiesta de gran alegría y esperanza. Esto se volvió aún más cierto cuando la fiesta se cristianizó por la acción de los frailes misioneros.

Muchos creen que el Día de Muertos no tiene relación alguna con el cristianismo o que, en todo caso, se trata de una muestra más de la “superficialidad” con que el cristianismo se arraigó en México ya que no fue capaz de erradicar la antigua práctica pagana. Sin embargo, lo contrario es lo verdadero. El Día de Muertos es una muestra más de que el cristianismo arraigó profundamente en el alma del mexicano ya que la fiesta persistió precisamente porque se le pudo cristianizar (de lo contrario, los misioneros la habrían erradicado como hicieron con tantas otras costumbres prehispánicas). Esto se descubre fácilmente al analizar algunas de las prácticas que caracterizan a esta fiesta.

En primer lugar, el hecho de celebrar a la muerte es algo propio del cristianismo. La Iglesia Católica ya celebraba el primero de noviembre a Todos los Santos (todos los que han muerto y que ahora gozan de la visión beatífica) y el dos de noviembre a todos los fieles difuntos (aquellos que han fallecido y que están en el purgatorio). Los misioneros cambiaron la fecha de la celebración prehispánica para que coincidiera con la fiesta cristiana. Por tanto, celebrar a los difuntos no se trataba de una costumbre desconocida entre los pueblos cristianos.

Más aún, para el cristiano, es necesario morir para poder alcanzar la unión perfecta con Dios. De esa forma, son muchos los santos que esperaban la muerte con impaciencia, no en un sentido patológico, sino para poder, al fin, contemplar a Dios cara a cara (fin último de los seres humanos, según enseña Santo Tomás de Aquino). En un poema acerca de la ansiedad que le causaba no poder unirse perfectamente a su Creador aún, escribía San Juan de la Cruz:

Vivo sin vivir en mí
y de tal manera espero,
que muero porque no muero.



Un segundo aspecto del Día de Muertos que revela su raíz cristiana es la visita a los panteones para rezar por los difuntos. Aunque muchas religiones creen en la vida después de la muerte, son pocas las que tienen una enseñanza definida acerca de lo que sucede con el alma del difunto. Rezar por ellos no tiene mucho sentido porque no se sabe a ciencia cierta qué ha sido de ellos. En el cristianismo, en cambio, se reza por aquellos que están en el purgatorio para que pronto puedan disfrutar de Dios y se reza a los que ya están en la gloria eterna para que intercedan por nosotros. Es común que el ambiente en los panteones durante este día sea festivo, sin perder por ello la solemnidad, porque se espera que aquellos que se han adelantado ya estén disfrutando de Dios, lo cual debería de causarle alegría a los que quedamos atrás.

Por otro lado, las imágenes que se utilizan en este día están también cargadas de simbolismo cristiano. La representación de escenas de la vida cotidiana donde se muestran calaveras en lugar de personas nos recuerdan constantemente nuestra propia mortalidad y la fragilidad de nuestra existencia. Su objetivo no es asustarnos sino hacernos reflexionar sobre cómo estamos llevando nuestra vida que irremediablemente llegará a su fin y con base en la cual seremos juzgados. Tienen pues, el mismo objetivo que tenían los cráneos que conservaban en sus celdas los monjes medievales.



El pan de muerto y las calaveras de azúcar nos hablan de la dulzura que debe representar la muerte para nosotros. No porque sea el fin de una existencia miserable sino porque será el momento en que realmente empezaremos a vivir. Las calaveras con nuestro nombre nos enseñan que la muerte ya no es una experiencia amarga, sino una experiencia dulce porque Aquél que no tenía por qué morir murió y con ello venció a la muerte.

Por último, las calaveras (los poemas satíricos) nos buscan enseñar una virtud netamente cristiana: la humildad. Están para recordarles a los miembros más poderosos e importantes de la sociedad (y de paso a todos los demás) que ni la riqueza, ni el poder, ni la fama, son capaces de impedir la muerte y que a la tumba no se podrán llevar nada de lo que aquí poseen. Nos enseñan que a la hora de la muerte, todos los seres humanos somos iguales.

Para el hombre actual, la muerte representa un misterio terrible. No sabe cómo explicarse su significado. Ni los más grandes avances científicos bastan para impedirla ni para decir qué ocurre después. Por ello le aterroriza: porque es impotente ante ella. Es la prueba más fehaciente de que no es el dios que se cree y eso no le agrada. Por eso evita pensar en ella. Le es más fácil rodearse de monstruos, vampiros y creaturas tenebrosas que sabe que no existen que rodearse de la muerte que sabe que ya lo está esperando.

El Día de Muertos nos enseña que debemos aguardar a la muerte con esperanza porque con ella recibiremos la verdadera vida. Cuando entendamos eso podremos decir junto con San Juan de la Cruz:

¡Oh mi Dios! ¿cuándo será
cuando yo diga de vero:
vivo ya porque no muero?



The Day of the Dead has nothing in common with Halloween. Some people might say that both are related because they both deal with sinister and gloomy things. However, when the true meaning of the Day of the Dead is correctly understood, it is immediately discovered that it is not a feast of the macabre but one of great joy and hope. This became even more true when the feast was Christianized by the missionaries in the sixteenth century.

Many people think that the Day of the Dead has nothing to do with Christianity or that; in any case, it just proves how superficially Christianity settled in Mexico since it was incapable of eradicating this ancient pagan practice. However, the opposite is true. The Day of the Dead is yet another proof of how deeply Catholicism is rooted in the soul of the Mexican people. The feast persisted precisely because it was Christianized, otherwise, the missionaries would have eliminated it as they did with so many other pagan customs. This can be easily seen by analyzing some of the practices related to this celebration.


In the first place, celebrating death is something proper of Christianity. The Catholic Church already celebrated All Saint’s Day on November first and All Souls’ Day on November second before the Spaniards conquered Mexico. Both of these feasts celebrate those who have died, whether they are already in Heaven of whether they are still being purified in order to enter into Heaven. The missionaries simply changed the date of the native feast to make it coincide with the Christian one. Therefore, celebrating those who had already died was not an unknown custom to Christian people.

Even more, for a Christian, death is necessary in order to reach perfect union with God. In that manner, many saints lived waiting impatiently for death, not in a pathological way, but rather because they desired to be able to contemplate God face to face. In a poem about the anxiety that not being able to be united perfectly with his Creator caused him, Saint John of the Cross wrote:

I live without living in myself,
and my hopes are so high
that I'm dying because I do not die.

A second aspect of the Day of the Dead that reveals its Christian roots is the vigils held at graveyards where people pray for their dead. Though many religions believe in life after death, few of them have a defined teaching about what happens with the soul of the dead person. Praying for them makes no sense if you don’t know what has truly happened to them. In Christianity, we pray for those who are in Purgatory so they may be soon be admitted into God’s presence and we pray to those who are in Heaven so they may intercede for us. It’s also common to find a festive atmosphere in graveyards on this day, though the solemnity is not lost. This is so because we hope that those who have gone before us are already enjoying of eternal glory. That is a good enough reason to make those of us who are still around happy.



The imagery that is used on this day is also loaded with Christian symbolism. The representations of every day scenes where people are pictured as skeletons remind us constantly of our own mortality and the fragility of our own existence. Their objective is not to scare but to make us reflect on our lives, which will inevitably end and based on which we will be judged. They have the same objective that the skulls that medieval monks kept in their cells had.

The “Pan de Muerto” [sugar covered bread that is baked to resemble a pile of bones] and the sugar skulls talk about the sweetness that death should mean to us. Not because of it being the end of a miserable existence but because it’ll be the moment in which we will truly begin to live. The skulls with our name on them are there to remind us that death is no longer a bitter experience but rather a sweet one since He who had no reason to die died and with his resurrection defeated death.



And lastly the “Calaveras” [short satirical poems that humorously criticize the living, specially politicians and other renowned members of society] seek to teach us a purely Christian virtue: humility. They exist to remind the most powerful and important members of society (and the rest of us too) that neither riches, nor power, nor fame are capable of stopping death and that they will not be able to take any of their earthly belongings with them to the tomb. They teach us that death makes all human beings equal.

Death represents a terrible mystery for modern man. He knows not how to explain its meaning. Not even the greatest scientific achievements are enough to stop it or to tell him what will happen afterwards. That’s what terrifies him: he is impotent before it. It is the best proof that he is not the god he thinks he is and he doesn’t like that. That’s why he avoids thinking about it. It’s easier for him to surround himself with monsters, vampires and other frightful creatures which he knows don’t truly exist. Meanwhile, Death is there waiting for him.

The Day of the Dead teaches us to await death with hope because through it we shall receive true life. When we understand that, we can join Saint John of the Cross in saying:

Oh my God,
when will it be that I can really say:
I'm living now because I do not die?



2 comentarios:

Ruth dijo...

this is so cool. I think it's awesome to celebrate loved ones who have died, because they are closer to God now. I wish we had a similar hoilday (with all the traditions), or that maybe halloween would get us thinking about death a bit more. great post!!

Alejandro dijo...

Thanks! Well, I wrote this because it saddens me to see how the traditions are being lost. Now we have a sort of weird blend between Halloween and Day of the Dead, so the original meaning of the celebration is being lost. It's becoming a more commercial holiday and it's losing it's meaning because the large companies don't care about tradition, they only care about money and people are buying into it.

In December I will post something related to our Christmas traditions which are being lost too... what a shame...