Todo mundo sabe que la cultura mexicana es una cultura machista. Contrario a lo que todos opinan, soy de la idea de que el machismo denigra más al hombre que a la mujer. Esta es una afirmación muy fuerte, pero es mi intención demostrar su veracidad. Para ello, me basaré en un análisis de varias actitudes propias del machismo.
Empecemos con las ideas que rigen a esta mentalidad respecto al comportamiento. Para el machista, es perfectamente aceptable que un hombre diga groserías y vulgaridades, que se embriague y que haga estupideces para demostrar su “virilidad”. En cambio, se le prohíbe (so pena de verse muy afeminado) mostrar sensibilidad, ya sea social o artística, y mucho menos puede ser sentimental (recuerden que “los hombres no lloran”). En el caso de las mujeres, lo contrario es lo cierto: lo que está permitido para los hombres, no lo está para las mujeres y lo que les está prohibido a los hombres, es lo propio de las mujeres.
En lo referente a la sexualidad, esta mentalidad sostiene que los hombres tienen derecho a tener la cantidad de parejas sexuales que deseen, mientras que las mujeres deben ser fieles a “su” hombre. Es decir, un hombre que “tiene” muchas mujeres es “muy hombre” mientras que una mujer que “tiene” muchos hombres es, en el mejor de los casos, una mujer fácil. Esto se justifica diciendo que los hombres “no pueden” controlar sus impulsos sexuales.
En pocas palabras, en un medio machista, los hombres tenemos que ser muy “machos”. Tenemos que ser violentos y peleoneros. No debemos recurrir al diálogo sino a los golpes. La razón no debe caracterizarnos, sino la impulsividad. Si nos detenemos a pensar un poco en lo que implican estos comportamientos, sólo podemos concluir que los hombres, en una sociedad machista, en lugar de ser “superiores” somos denigrados. ¿Por qué? Porque se nos deja comportarnos sin ningún límite racional. Podemos y debemos comportarnos como animales para ser aceptados entre los “machos alfa”.
En cambio, las mujeres son protegidas de este animalismo a través de normas sociales estrictas. Desgraciadamente, se perdió de vista el origen y razón de ser de estas normas y se les ve ahora sólo como un medio de opresión, siendo que son una forma de liberación. Mientras que los hombres andábamos “libres” como animales por todos lados, las mujeres se quedaban en el hogar y eran “obligadas” a comportarse como seres humanos.
Por otro lado, en cuanto a la cuestión laboral, queda muy claro que cuando ésta da privilegios a los hombres, en realidad los está denigrando. Si los hombres realmente fueran superiores a las mujeres, no requerirían de ayuda. Si las mujeres fueran inferiores a los hombres, serían ellas las que necesitarían ayuda, no nosotros. Este handicap lo único que hace es resaltar que los hombres necesitan de apoyo para lograr algo que una mujer puede lograr sin él. Por tanto, el machismo en realidad muestra al hombre como inferior a la mujer.
Como estos ejemplos existen muchos más, pero con estos basta para demostrar mi afirmación inicial. Desgraciadamente, el movimiento feminista, en vez de ayudar a que las mujeres vivan plenamente como seres humanos, ha logrado lo contrario. Las fundadoras de este movimiento veían con envidia a los hombres que se “animalizaban” y desearon lo mismo para sí. Ahora, como resultado, tenemos una sociedad en que tanto hombres como mujeres andamos transitando por la vida como animales. La equidad de género se ha logrado, sólo que en lugar de que ambos vivamos dignamente como seres humanos, lo hacemos sumidos en el fango de la bestialidad.
El movimiento feminista, en lugar de haber denigrado a las mujeres para que fueran iguales a los hombres, debió haber “humanizado” a los de mi sexo. Nos debió haber levantado de nuestra condición de bestias para que nos comportáramos como personas. Sólo así, estando hombres y mujeres al mismo nivel de humanidad, habríamos podido establecer relaciones entre los sexos equitativas, humanas y realmente complementarias.
Empecemos con las ideas que rigen a esta mentalidad respecto al comportamiento. Para el machista, es perfectamente aceptable que un hombre diga groserías y vulgaridades, que se embriague y que haga estupideces para demostrar su “virilidad”. En cambio, se le prohíbe (so pena de verse muy afeminado) mostrar sensibilidad, ya sea social o artística, y mucho menos puede ser sentimental (recuerden que “los hombres no lloran”). En el caso de las mujeres, lo contrario es lo cierto: lo que está permitido para los hombres, no lo está para las mujeres y lo que les está prohibido a los hombres, es lo propio de las mujeres.
En lo referente a la sexualidad, esta mentalidad sostiene que los hombres tienen derecho a tener la cantidad de parejas sexuales que deseen, mientras que las mujeres deben ser fieles a “su” hombre. Es decir, un hombre que “tiene” muchas mujeres es “muy hombre” mientras que una mujer que “tiene” muchos hombres es, en el mejor de los casos, una mujer fácil. Esto se justifica diciendo que los hombres “no pueden” controlar sus impulsos sexuales.
En pocas palabras, en un medio machista, los hombres tenemos que ser muy “machos”. Tenemos que ser violentos y peleoneros. No debemos recurrir al diálogo sino a los golpes. La razón no debe caracterizarnos, sino la impulsividad. Si nos detenemos a pensar un poco en lo que implican estos comportamientos, sólo podemos concluir que los hombres, en una sociedad machista, en lugar de ser “superiores” somos denigrados. ¿Por qué? Porque se nos deja comportarnos sin ningún límite racional. Podemos y debemos comportarnos como animales para ser aceptados entre los “machos alfa”.
En cambio, las mujeres son protegidas de este animalismo a través de normas sociales estrictas. Desgraciadamente, se perdió de vista el origen y razón de ser de estas normas y se les ve ahora sólo como un medio de opresión, siendo que son una forma de liberación. Mientras que los hombres andábamos “libres” como animales por todos lados, las mujeres se quedaban en el hogar y eran “obligadas” a comportarse como seres humanos.
Por otro lado, en cuanto a la cuestión laboral, queda muy claro que cuando ésta da privilegios a los hombres, en realidad los está denigrando. Si los hombres realmente fueran superiores a las mujeres, no requerirían de ayuda. Si las mujeres fueran inferiores a los hombres, serían ellas las que necesitarían ayuda, no nosotros. Este handicap lo único que hace es resaltar que los hombres necesitan de apoyo para lograr algo que una mujer puede lograr sin él. Por tanto, el machismo en realidad muestra al hombre como inferior a la mujer.
Como estos ejemplos existen muchos más, pero con estos basta para demostrar mi afirmación inicial. Desgraciadamente, el movimiento feminista, en vez de ayudar a que las mujeres vivan plenamente como seres humanos, ha logrado lo contrario. Las fundadoras de este movimiento veían con envidia a los hombres que se “animalizaban” y desearon lo mismo para sí. Ahora, como resultado, tenemos una sociedad en que tanto hombres como mujeres andamos transitando por la vida como animales. La equidad de género se ha logrado, sólo que en lugar de que ambos vivamos dignamente como seres humanos, lo hacemos sumidos en el fango de la bestialidad.
El movimiento feminista, en lugar de haber denigrado a las mujeres para que fueran iguales a los hombres, debió haber “humanizado” a los de mi sexo. Nos debió haber levantado de nuestra condición de bestias para que nos comportáramos como personas. Sólo así, estando hombres y mujeres al mismo nivel de humanidad, habríamos podido establecer relaciones entre los sexos equitativas, humanas y realmente complementarias.
2 comentarios:
Que interesante! Me gusta mucho sus ideas y pienso que ellas son mucho mas bonita en su idioma. Nunca he leido su blog, pero ahora voy a leerlo poco a poca. Por favor perdoname para la gramatica mala y la falta de accentos. No se como hacer signos de puntuacion.
¡Muchas gracias!
No te preocupes por la gramática, eso sólo es cuestión de práctica. Intentaré escribir algo en inglés de vez en cuando, pero no se me da tan fácilmente.
¡Me da mucho gusto que te gusten mis ideas locas!
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