lunes, 1 de diciembre de 2008

La Ortodoxia como alternativa radical

Constantemente se escucha en los medios que la Iglesia Católica está perdiendo fieles y que existe una enorme crisis por la falta de vocaciones religiosas. Los “expertos” (y con ello me refiero a todos aquellos que, sin ser católicos, opinan constantemente acerca de lo que debemos hacer los que sí somos católicos) culpan de esto a que la Iglesia se ha negado a “modernizarse.” ¿Cómo puede retener fieles una organización retrógrada, oscurantista y, que además, atenta contra la naturaleza humana?

Veamos y analicemos algunas de las causas que, según estos conocedores, han provocado esta crisis:

Dicen que la falta de vocaciones se debe a que los jóvenes no están dispuestos a vivir un voto de castidad. Que es algo que va más allá de las posibilidades humanas. Y, no sólo es la causa de que no haya vocaciones, sino que, al reprimir sus instintos naturales, los religiosos se convierten en candidatos perfectos a ser abusadores de menores (tema tan de moda en estos tiempos).

Otro argumento consiste en sostener que los jóvenes ya no se interesan en la Iglesia porque sus enseñanzas se basan en dogmas y no en la razón. Como si el posmodernismo o el relativismo tuvieran un sólido fundamento racional.

La lista de argumentos continúa: ¿qué interés pueden tener los jóvenes en una institución que lleva dos mil años y que mantiene ritos de hace siglos? No sólo eso, sino que se trata de rituales aburridos, completamente carentes de significado.

¿Y cómo querría un joven convertirse en sacerdote si éstos no son más que unos ignorantes sin la más mínima formación intelectual? Que además, como se mencionó anteriormente, desconocen totalmente la naturaleza humana y se dedican a reprimir necesidades básicas del hombre.

Finalmente, consideran que nadie en su sano juicio querría renunciar a todos sus bienes materiales para vivir un voto de pobreza. Claro que al mismo tiempo critican a las órdenes o movimientos de “ricos” como los Legionarios de Cristo o el Opus Dei que, dicen, se dedican a enriquecerse a costa de los fieles.

En fin, la solución que proponen es que la Iglesia abandone siglos de tradición y se deje llevar por “el siglo”. Es decir, que se entregue a las costumbres actuales para que sea aceptada por los jóvenes modernos. Proponen que se convierta en una especie de club social.

¿Acaso es esa la solución? Yo no lo creo. Por ello, procedo a refutar los argumentos que nos proponen y doy una alternativa que realmente ayudará a que haya un resurgimiento en las vocaciones y que evitará la salida de más católicos de la Iglesia.

Para empezar, cuando los “expertos” dan sus opiniones sobre lo que debería de hacer la Iglesia para no desaparecer, parecen olvidar que ésta tiene más de dos mil años de existencia. Eso es más que cualquier otra institución humana. No sólo tiene dos milenios, sino que ha mantenido una continuidad fuera de lo normal. Doscientos sesenta y cuatro papas se han sucedido sin interrupción durante todo ese tiempo. Si le añadimos los periodos de persecución (que además han tenido lugar en todo el mundo), los periodos de expansión, de crisis, de corrupción (recordemos a los papas del Renacimiento) y de crecimiento no nos queda más que aceptar que si hay una institución que ha aprendido a sobrevivir, es la Iglesia Católica.

En cuanto al primer argumento, lo que podemos decir es lo siguiente: el voto de castidad no es imposible de cumplir. Sin duda es muy difícil pero no imposible. Ahora bien, si lo vemos desde una perspectiva positiva, podemos concluir que cualquier persona sacrificaría algo inferior por un bien superior. En el caso de un religioso, el amor a Dios representa algo superior al amor que le puede brindar una persona del sexo opuesto. Esto podrá parecer extraño para alguien que no cree en Dios. Sin embargo, existen testimonios de ese amor que son bastante convincentes de que se trata de algo real. Al respecto se puede leer a San Juan de la Cruz (que además es uno de los poetas más destacados de la lengua española) o el libro bíblico del Cantar de los Cantares. En ambos casos se muestra el amor de Dios como algo muy real y se hace uso de imágenes muy humanas para tratar de compartir esa experiencia. Como estos, existen muchos más testimonios de los místicos cristianos. Por ende, abolir el voto de castidad no es la solución.

La respuesta al segundo argumento ya la he dicho en otras ocasiones. La doctrina católica siempre ha tenido un sustento racional. Los dogmas de fe son verdades que van más allá de los alcances de nuestra razón, pero, una vez revelados, son capaces de ser entendidos y explicados por medios racionales. Es más, ningún dogma de fe ha sido proclamado sin antes haber sido objeto de intensas discusiones y debates entre teólogos y filósofos. Por tanto, decir que la falta de racionalidad de la religión ahuyenta a los jóvenes es una mentira. Si los jóvenes creen que la religión católica es contraria a la razón es porque no conocen la verdad al respecto.

El tercer argumento es igualmente falso. Las celebraciones propias del catolicismo no sólo son llenas de significado sino también de belleza. Todos y cada uno de los ritos y oraciones tienen una razón de ser. Todos los utensilios y vestimentas también. Igualmente las decoraciones y los símbolos que se utilizan representan algo. Si estos rituales no tuvieran sentido, entonces los más grandes artistas no se habrían tomado la molestia de hacerlos todavía más bellos. Mozart no habría compuesto su Misa de Réquiem o Miguel Ángel no habría decorado la Capilla Sixtina. En fin, los rituales están llenos de significado. Sólo es cuestión de que un joven los conozca para que descubra la verdad y pueda entender el por qué de su existir. Esto nos lleva a concluir que este argumento tampoco puede ser la causa de esta crisis.

El cuarto argumento es fácilmente refutable. Para ser sacerdote, es necesario estudiar cuatro años de filosofía y cuatro de teología. En estos momentos está bajo consideración la posibilidad de que se tengan que estudiar otros dos años. Esto significa que para poder ser sacerdote se tienen que estudiar ocho años de las dos ciencias más difíciles. Más aún, muchos sacerdotes tienen estudios en otras áreas que van desde las ciencias y las ingenierías hasta las humanidades. Además, su trabajo constante con la gente los hace expertos en el tema de la naturaleza humana. El confesionario es quizá la mejor escuela de humanidad que existe. Con esto demostramos la falsedad del argumento propuesto.

El quinto y último argumento es similar al del voto de castidad. La pobreza elegida parece una locura a los ojos modernos. Parece imposible de lograr. Sin embargo, en nuestra época tuvimos un ejemplo muy claro de que la pobreza se puede convertir en una opción de vida. Este ejemplo fue el de la Madre Teresa. A ella le quedó muy claro que vivir al servicio de los demás, aún cuando implicara abandonar todo, era mejor que todas las riquezas del mundo. Otro ejemplo es el de San Francisco de Asís. Si la idea de abandonar todo sirve para desalentar a los jóvenes a optar por la vida religiosa, entonces ¿por qué miles de jóvenes dejaron todo para seguir a estos dos “locos”? La existencia de las órdenes religiosas fundadas por estos dos santos demuestra que la pobreza no es la razón para no optar por la vida consagrada a Dios.

Reconozco que existe un problema de falta de vocaciones, pero a su vez he refutado los argumentos que supuestamente explican ese problema. Entonces, ¿a qué atribuyo esta falta de generosidad? La atribuyo precisamente a lo que nos proponen como su solución. Es decir, el que la Iglesia se deje llevar por las costumbres de moda desmotiva a los jóvenes a optar por ella. ¿Cómo es esto posible? La respuesta es muy sencilla. Los jóvenes buscamos alternativas a un mundo en ruinas. Las opciones que nos ofrece la sociedad moderna no nos satisfacen. A veces buscamos satisfacción en el alcohol, las drogas o el sexo, pero después de un rato descubrimos que no nos llenan. Si la Iglesia se convierte en una institución más de las que ya existen en el mundo, entonces deja de ser una opción viable para la juventud. Si se deja llevar por las modas y no ofrece nada nuevo, entonces no tiene caso cumplir con sus exigencias. Por eso la ortodoxia, la vuelta a la tradición, es la verdadera solución a la crisis de vocaciones. Los jóvenes buscamos alternativas radicales al mundo moderno y si la Iglesia quiere atraernos, es necesario que represente esa opción radical.

El cristianismo representó una alternativa completamente nueva al fatigado mundo pagano y por eso triunfó. Hoy, veinte siglos después, debe representar un camino opuesto al del agotado mundo moderno para volver a triunfar. Así lo hizo en sus inicios y seguramente así lo hará hoy, 2 mil años después.

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