jueves, 18 de diciembre de 2008

La Biblia como un manual de política

La Biblia es quizá el libro más importante que exista. No sólo porque se trata del libro sagrado de la cristiandad, sino por su influencia sobre la formación y desarrollo de la civilización occidental. Sus enseñanzas han marcado la vida de millones de personas a lo largo de la historia. Yendo más allá de su contenido religioso, a lo que podríamos llamar su aspecto cultural, se puede ver en ella uno de los pilares fundamentales de Occidente (aunque muchos no lo quieran reconocer).

Entre la infinidad de enseñanzas que podemos encontrar en la Biblia, me he topado con muchas que han influido y que seguirán influyendo en mi vida de político. Me refiero a pasajes donde personajes bíblicos han demostrado sus habilidades políticas. Me parece que cualquier político (creyente o no creyente) podría aprender mucho de estos personajes para tener una carrera política ética y exitosa. Además, son una muestra de que el político creyente no tiene que ser dejado e ingenuo.

Arriesgándome a ser acusado de atentar contra el “Estado laico” y de querer mezclar política y religión, les presento los pasajes más significativos (para mí):

Salomón recibe la Sabiduría (2 Crónicas 1:7-12)

Aquella noche se apareció Dios a Salomón y le dijo: “Pídeme lo que quieras que te dé.” Salomón respondió a Dios: “Tú tuviste gran amor a mi padre David, y a mí me has hecho rey en su lugar. Ahora, pues, oh Yavé Dios, que se cumpla la promesa que hiciste a mi padre David, ya que tú me has hecho rey sobre un pueblo numeroso como el polvo de la tierra. Dame, pues, ahora sabiduría e inteligencia, para que sepa conducirme ante este pueblo tuyo tan grande.”
Respondió Dios a Salomón: “Ya que piensas esto en tu corazón, y no has pedido riquezas ni bienes ni gloria ni la muerte de tus enemigos; ni tampoco has pedido larga vida, sino que has pedido para ti sabiduría e inteligencia para saber juzgar a mi pueblo, por eso te son dadas la sabiduría y el entendimiento, y además te daré riqueza, bienes y gloria como no las tuvieron los reyes que fueron antes de ti, ni las tendrá ninguno de los que vengan después de ti.”

Lo primero que necesita cualquier político o gobernante ético es Sabiduría. Buscar el Bien Común es algo tan importante y afecta a tantas personas que se debe hacer con responsabilidad. La Sabiduría implica prudencia, inteligencia y conocimiento. Combinando estos elementos, se pueden tomar decisiones adecuadas. De nada sirve ser un extraordinario político si al llegar al gobierno eres incapaz de gobernar bien. En el sentido práctico, el gobernante debe desarrollar políticas públicas efectivas y eficaces que mejoren el nivel de vida de sus gobernados. Para eso necesitas saber de muchas ciencias como la Economía, el Derecho, la Sociología, etc.

Por eso, es importantísimo que nuestros gobernantes y políticos sean gente preparada. Que tengan estudios y que demuestren que saben de lo que están hablando. No es posible que nos gobiernen personas que no tienen los conocimientos necesarios para hacerlo. Platón decía que el gobernante ideal era el “Rey Filósofo”. Es decir, un gobernante sabio.

Pablo ante el Sanedrín (Hechos 23:1-11)

Pablo miró fijamente al Sanedrín y dijo: “Hermanos, yo me he portado con entera buena conciencia ante Dios, hasta este día”.
Pero el Sumo Sacerdote Ananías mandó a los que le asistían que le golpeasen en la boca.
Entonces Pablo le dijo: “¡Dios te golpeará a ti, pared blanqueada! ¿Tú te sientas para juzgarme conforme la Ley y mandas, violando la Ley, que me golpeen?”
Pero los que estaban a su lado le dijeron: “¿Insultas al Sumo Sacerdote de Dios?”
Pablo contestó: “No sabía, hermanos, que fuera el Sumo Sacerdote; pues está escrito: ‘No injuriarás al jefe de tu pueblo’”.
Pablo, dándose cuenta de que una parte eran saduceos y la otra fariseos, gritó en medio del Sanedrín: “Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseos; por esperar la resurrección de los muertos se me juzga”.
Al decir él esto, se produjo un altercado entre fariseos y saduceos y la asamblea se dividió. Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; mientras que los fariseos profesan todo eso.
Se levantó, pues, un gran griterío. Se pusieron en pie algunos escribas del partido de los fariseos y se oponían diciendo: “Nosotros no hallamos nada malo en este hombre. ¿Y si acaso le habló algún espíritu o un ángel?”
Como el altercado iba creciendo, temió el tribuno que Pablo fuese despedazado por ellos y mandó a la tropa que bajase, que le arrancase de entre ellos y le llevase al cuartel.


San Pablo demuestra en varias ocasiones que era un extraordinario político. El ejemplo que presento lo escogí porque muestra varias características del santo cuyo año celebramos:

Primero, es inocente de lo que lo acusan. Lo es, lo sabe y lo afirma. A diferencia de muchos políticos que no lo son, saben que no lo son pero afirman lo contrario. Como es congruente con su pensar, tiene toda la autoridad moral para acusar al Sumo Sacerdote.

Segundo, reconoce que por encima de él está la Ley. Por eso se disculpa de haber ofendido al Sumo Sacerdote (aunque lo había hecho con razón) con lo que además muestra una gran humildad. Qué diferencia tan grande con muchos políticos, gobernantes o incluso burócratas que se sienten exentos de cumplir con la ley. Qué diferencia tan grande con todos aquellos que al tener un poco de poder (en algunos casos, una cantidad ridícula de poder) se ensoberbecen y se creen superiores a los demás.

El tercer y último punto se refiere a la “malicia” o sagacidad que muestra San Pablo. Es la aplicación más evidente del clásico “divide y vencerás”. Conociendo a sus acusadores, los provoca para que se peleen entre ellos. Se aprovecha de esa situación para salir bien librado y nos muestra, de una vez por todas, que necesitamos tener una cierta “malicia” (por llamarla de alguna forma) cuando estemos lidiando con otros que muchas veces buscan dañarnos. En ningún momento mostró San Pablo ingenuidad, sabía perfectamente lo que estaba haciendo.

La mujer adúltera (Juan 8:1-11)

Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles.
Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?”
Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: “Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra”. E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio.


Este pasaje es extraordinario ya que nos muestra que Jesús, siendo verdadero Dios y verdadero Hombre, era, además, un excelente político. Por lo mismo, debería de ser el modelo a seguir de todos los que pretendemos ser políticos. Es el auténtico Maestro. Al igual que el pasaje anterior, tiene varios puntos de importancia:

En primer lugar, está la disposición de Jesús de atender al pueblo. El auténtico gobernante o político es, ante todo, un servidor público. Es decir, debe estar al servicio del pueblo. No al servicio de su bolsillo. Como dirigente, debe buscar el bien de su pueblo, así como Cristo busca el bien de su gente al enseñarles.

El segundo punto tiene que ver con la habilidad de Jesús de ver la malicia de los fariseos, los cuales buscaban tenderle una trampa. Cabe aclarar que Cristo tenía una ventaja sobre nosotros: era Dios y por tanto conocía las intenciones de los demás. Aunque nosotros no tenemos ese don, podemos intuir o deducir las intenciones de las personas al tratar con ellas o al conocerlas. Podemos saber si alguien tiene malas intenciones a través de sus actos o sus palabras. A veces basta con verles la mirada para saber qué pretenden. Debemos ser muy observadores de los demás para saber qué es lo que buscan. Nuevamente insisto en que no podemos ser ingenuos y creernos todo lo que nos dicen. Debemos ser críticos y objetivos para descubrir la Verdad.

En tercer lugar, está la calma que guarda Jesús ante una situación adversa. Los fariseos tienen todos los argumentos para apedrear a la mujer. Han pensado en todos los detalles para poder acusar a Jesús o de complicidad (si la perdona) o de no ser tan bueno como se decía (si la acusa). Tienen, según ellos, el plan perfecto. Además, traen piedras. Han acorralado, pues a Jesús. Sin embargo, Jesús no se inmuta, mantiene la cabeza fría y sigue dibujando en el piso.

Así llegamos al último punto en el que conviene resaltar la audacia de Cristo de “lanzarse al ruedo”. Cuando los fariseos insisten, tiene los pantalones (o, en su caso, la túnica) necesarios para enfrentarlos. Así, los desarma con una sola frase: “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. Es, además de todo, una respuesta inteligente si no es que genial. No hay forma de responderle. Lo único que les queda a los fariseos es retirarse.

Cuántos errores no han cometido nuestros políticos al dejarse llevar por el enojo o por la cobardía. Cuántas veces no han cedido los gobernantes ante presiones negativas para no afectar su reputación o su posición en las encuestas. Si mantuvieran la cabeza fría, podrían encontrar una solución favorable. Si fueran sabios, podrían aprovecharse de las adversidades para convertirlas en ventajas.
Estas son las lecciones que tenemos que aprender nosotros. Toda esta enseñanza política la podemos encontrar en un “manual” que tiene miles de años: la Biblia.

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