La sociedad contemporánea tiene a la ciencia en un pedestal. Desde tiempos de Descartes hasta nuestros días se le ha tenido como la máxima autoridad. Vino pues, a sustituir a la religión como suprema fuente de la Verdad.
Sin embargo, existe un grave problema con las ciencias si no se les jerarquiza adecuadamente. Si las ciencias reguladoras, es decir, aquellas que tienen preponderancia sobre las demás debido a los objetos que estudian y que pueden corregirlas si yerran, desaparecen o se colocan en un nivel igual o inferior que otras ciencias supeditadas a ellas, entonces surgen infinidad de problemas. Precisamente esto sucedió cuando Descartes, Galileo, y los positivistas después de ellos quitaron a la Filosofía (especialmente a la Metafísica) de su lugar, y colocaron a otras ciencias (como la Matemática y la Física) ahí.
Muchos científicos modernos rechazan la importancia de las ciencias reguladoras y en consecuencia ven sólo a través de los ojos de su ciencia. Y, como la mayoría de estas ciencias estudian la realidad material, sólo ven lo material de la realidad. Lo que no pueden “ver” o medir, para ellos no existe. Más aún, son fieles creyentes en el determinismo científico. Es decir, creen que conociendo las “inmutables” leyes de la naturaleza, se puede conocer el estado de toda la realidad en un determinado momento. Si esto es cierto, y la realidad sólo consta de entes materiales, entonces no hay lugar alguno para la libertad. Menos aún para una Providencia o un dios capaz de modificar esa realidad.
Por eso hablo del totalitarismo de la ciencia. Un régimen totalitario busca imponer su verdad y suprime la libertad e iniciativa de los individuos, pisoteando su dignidad. Así, las ciencias, al no depender más de la Filosofía, han pretendido desaparecer la libertad y, en consecuencia, suprimir la dignidad humana.
El ejemplo más claro de esto se presenta en la biología. No es mi intención denigrar a esta ciencia sino colocarla en su debido lugar. Muchos biólogos han pretendido durante años reducir al ser humano a un conjunto de interacciones físico-químicas. Así, han buscado demostrar que la inteligencia y la voluntad (funciones esenciales para la libertad humana) no son más que producto de una serie de reacciones químicas que tienen lugar en el cerebro. Si esto fuera así, y aceptáramos al determinismo científico como cierto, habríamos eliminado por completo la voluntad de las personas porque no tendrían la capacidad real de escoger (ya que todo estaría determinado de antemano). Lo mismo sucedería con la Dignidad humana. Si lo que nos diferencia de los animales (la razón) no es más que el resultado de un proceso meramente físico y casual (y que, por tanto, podría llegar a desarrollar cualquier otro ser vivo) entonces no habría una diferencia real y válida. Así, no seríamos más que animales, con la misma dignidad que cualquiera de ellos (lo cual yo negaría, aunque fuera por puro orgullo).
Otro punto importante donde las ciencias tienden al totalitarismo es en su negativa a responderle a la Ética. Igual que cualquier dictador totalitario, las ciencias se han sentido superiores a la Ética. Quizá se deba a que, igual que como afirmaban Hitler o Stalin, lo que buscan es el “progreso” de la humanidad. Los efectos de esta actitud los hemos sufrido, especialmente con los grandes avances que ha habido en los últimos años. El uso de la ciencia sin regulación ética ha causado la muerte de millones de seres humanos. Ha llevado también a que miles sean utilizados como meros objetos con los que se puede experimentar libremente. Se convierten pues en instrumentos de los más poderosos para oprimir a los más débiles.
Por estas razones, es importante que restauremos la jerarquía de las ciencias. En la cabeza debe estar la ciencia cuyo objeto es la Verdad (así, en mayúscula) y el ser, es decir, la Filosofía. Es ella la que puede decir si lo que propone alguna ciencia inferior es cierto o no (ya que sólo puede existir una Verdad que no puede ser contradictoria consigo misma). Es también ella la que puede decir si lo que están haciendo los científicos es bueno o no. El día que eso ocurra, el desarrollo científico estará verdaderamente al servicio del Hombre.
Sin embargo, existe un grave problema con las ciencias si no se les jerarquiza adecuadamente. Si las ciencias reguladoras, es decir, aquellas que tienen preponderancia sobre las demás debido a los objetos que estudian y que pueden corregirlas si yerran, desaparecen o se colocan en un nivel igual o inferior que otras ciencias supeditadas a ellas, entonces surgen infinidad de problemas. Precisamente esto sucedió cuando Descartes, Galileo, y los positivistas después de ellos quitaron a la Filosofía (especialmente a la Metafísica) de su lugar, y colocaron a otras ciencias (como la Matemática y la Física) ahí.
Muchos científicos modernos rechazan la importancia de las ciencias reguladoras y en consecuencia ven sólo a través de los ojos de su ciencia. Y, como la mayoría de estas ciencias estudian la realidad material, sólo ven lo material de la realidad. Lo que no pueden “ver” o medir, para ellos no existe. Más aún, son fieles creyentes en el determinismo científico. Es decir, creen que conociendo las “inmutables” leyes de la naturaleza, se puede conocer el estado de toda la realidad en un determinado momento. Si esto es cierto, y la realidad sólo consta de entes materiales, entonces no hay lugar alguno para la libertad. Menos aún para una Providencia o un dios capaz de modificar esa realidad.
Por eso hablo del totalitarismo de la ciencia. Un régimen totalitario busca imponer su verdad y suprime la libertad e iniciativa de los individuos, pisoteando su dignidad. Así, las ciencias, al no depender más de la Filosofía, han pretendido desaparecer la libertad y, en consecuencia, suprimir la dignidad humana.
El ejemplo más claro de esto se presenta en la biología. No es mi intención denigrar a esta ciencia sino colocarla en su debido lugar. Muchos biólogos han pretendido durante años reducir al ser humano a un conjunto de interacciones físico-químicas. Así, han buscado demostrar que la inteligencia y la voluntad (funciones esenciales para la libertad humana) no son más que producto de una serie de reacciones químicas que tienen lugar en el cerebro. Si esto fuera así, y aceptáramos al determinismo científico como cierto, habríamos eliminado por completo la voluntad de las personas porque no tendrían la capacidad real de escoger (ya que todo estaría determinado de antemano). Lo mismo sucedería con la Dignidad humana. Si lo que nos diferencia de los animales (la razón) no es más que el resultado de un proceso meramente físico y casual (y que, por tanto, podría llegar a desarrollar cualquier otro ser vivo) entonces no habría una diferencia real y válida. Así, no seríamos más que animales, con la misma dignidad que cualquiera de ellos (lo cual yo negaría, aunque fuera por puro orgullo).
Otro punto importante donde las ciencias tienden al totalitarismo es en su negativa a responderle a la Ética. Igual que cualquier dictador totalitario, las ciencias se han sentido superiores a la Ética. Quizá se deba a que, igual que como afirmaban Hitler o Stalin, lo que buscan es el “progreso” de la humanidad. Los efectos de esta actitud los hemos sufrido, especialmente con los grandes avances que ha habido en los últimos años. El uso de la ciencia sin regulación ética ha causado la muerte de millones de seres humanos. Ha llevado también a que miles sean utilizados como meros objetos con los que se puede experimentar libremente. Se convierten pues en instrumentos de los más poderosos para oprimir a los más débiles.
Por estas razones, es importante que restauremos la jerarquía de las ciencias. En la cabeza debe estar la ciencia cuyo objeto es la Verdad (así, en mayúscula) y el ser, es decir, la Filosofía. Es ella la que puede decir si lo que propone alguna ciencia inferior es cierto o no (ya que sólo puede existir una Verdad que no puede ser contradictoria consigo misma). Es también ella la que puede decir si lo que están haciendo los científicos es bueno o no. El día que eso ocurra, el desarrollo científico estará verdaderamente al servicio del Hombre.
1 comentario:
Una disertación que engloba a toda la ciencia en el mismo saco, eso sería igual que meter a todas las verdades en el mismo. La ciencia, como todo lo que el ser humano llega a manejar siempre depende de quien lo haga, de la inteligencia del manipulador, de su sentido común, de su condición como ser humano y su interés por la empresa, de su ambición o de su disposición al servicio de la sociedad.
No existe una verdad inconfundible, aunque Descartes la encontrara, ( según él ) todas la ciencias y avances científicos dependen de su utilización y de quien, pero una cosa es cierta,la ciencia es imparable, el ser humano tiene el instinto innato de querer saber, conocer, la curiosidad que es intrínseca en nuestra mente. No se puede decir que los científicos han despreciado a nadie, ellos han aprendido de todo y de todos, y si alguien ha sido abucheado, amenazado, desprestigiado, boicoteado y hasta quemado vivo, han sido estos seres maravillosos de mente abierta llamados CIENTÍFICOS, esos a los que acudimos todos cuando estamos enfermos, que por cierto, gracias a ellos podemos comunicarnos en estos momentos,,,,,,,,,,,,,entre otra muchas cosas.
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