sábado, 31 de octubre de 2009

La Teología-poesía del cuerpo, parte 2 / The Theology-poetry of the Body, part 2

Decir que la crisis por la que está pasando la institución matrimonial es evidencia de que el matrimonio no es sagrado es una reverenda estupidez. La realidad es que la crisis del matrimonio se debe a que, desde hace ya bastantes años, se ha trivializado al grado de convertirlo en un simple contrato que puede ser terminado cuando una de las partes así lo quiera. Los altos índices de divorcios así como el gran número de familias destruidas se deben a que el matrimonio no ha sido considerado lo suficientemente sagrado. En este tema, como en muchos otros, la teología del cuerpo de Juan Pablo II nos ofrece una visión verdaderamente revolucionaria al respecto.

Para explicar las enseñanzas de Juan Pablo II sobre el matrimonio, conviene, como ya he hecho en otras ocasiones, recurrir a su fuente de inspiración: la poesía de San Juan de la Cruz.

Como amado en el amante
uno en otro residía,
y aquese amor que los une
en lo mismo convenía
con el uno y con el otro
en igualdad y valía.
Tres Personas y un amado
entre todos tres había,
y un amor en todas ellas
y un amante las hacía,
y el amante es el amado
en que cada cual vivía;
que el ser que los tres poseen
cada cual le poseía,
y cada cual de ellos ama
a la que este ser tenía.

Estos versos, que hablan del amor que existe entre las personas de la Trinidad, nos permiten entender una de las enseñanzas básicas de la teología del cuerpo. El libro del Génesis afirma que: “[...] creó Dios al hombre a su imagen. A imagen de Dios lo creó. Macho y hembra los creó.” (Gen, 1: 27) La enseñanza tradicional ha encontrado en este versículo el fundamento de la dignidad de cada persona, de cada individuo. Juan Pablo II ve en este versículo algo más. Hombre y mujer fueron creados a imagen y semejanza de Dios no sólo en su existir individual, sino en su existir juntos. El matrimonio, la comunión de amor entre un hombre y una mujer es la imagen de la comunión de amor que existe entre las tres personas divinas. El matrimonio es, pues, no sólo una institución humana, sino una institución sagrada porque es la imagen misma de Dios.


Este ser es cada una,
y éste solo las unía
en un inefable nudo
que decir no se sabía;
por lo cual era infinito
el amor que las unía,
porque un solo amor tres tienen
que su esencia se decía;
que el amor cuanto más uno,
tanto más amor hacía.

El amor es unitivo por naturaleza. Por lo mismo, Juan Pablo II nos refiere constantemente al libro del Génesis: “Por eso el hombre deja a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y pasan a ser una sola carne” (Gen, 2: 24). Así, cuando el hombre y la mujer se casan y forman “una sola carne” están reflejando la perfecta unión de la Santísima Trinidad que, siendo tres personas, forman un solo Dios. Por eso, tal como la unión divina es indisoluble, la unión matrimonial lo es. Pretender lo contrario es opuesto a la naturaleza misma del matrimonio. Ahí radica la oposición de la Iglesia al divorcio. ¡Qué distinta es esta concepción del matrimonio del que tiene la sociedad contemporánea!

Iré a buscar a mi esposa,
y sobre mí tomaría
sus fatigas y trabajos,
en que tanto padecía;
y porque ella vida tenga,
yo por ella moriría.

La teología del cuerpo habla siempre del matrimonio y del amor como una entrega mutua. Una entrega siempre implica un sacrificio y una renuncia al bien personal a cambio del bien del otro. El matrimonio así entendido es también una imagen de Dios: “Maridos, amen a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella” (Efesios, 5, 25).

Quizá lo que la falta a nuestra sociedad sea una re-lectura de San Juan de la Cruz. Su Romance sobre el Evangelio In Principio Erat Verbum, del cual tomé los versos de esta entrada, podría servirnos como una buena guía para encontrar una solución a la actual crisis del matrimonio.


Saying that the current marriage crisis is evidence that marriage is not holy is plain stupid. The truth is that this crisis exists because, for several years now, marriage has been trivialized and converted into a simple contract that can be ended when one of the parts decides to end it. The high divorce rates as well as the enormous amount of broken homes exist because marriage has not been considered holy enough. In this matter, as in many others, the Theology of the Body of John Paul II offers a truly revolutionary vision.

To explain John Paul II's views on marriage, it is convenient, as I have done in other ocassions, to go back to his source of inspiration: the poetry of Saint John of the Cross.

As the lover in the beloved
each lived in the other,
and the Love that unites them
is one with them,
their equal, excellent as
the One and the Other:
Three Persons, and one Beloved
among all three.
One love in them all
makes of them one Lover,
and the Lover is the Beloved
in whom each one lives.
For the being that the three possess
each of them possesses,
and each of them loves
him who bears this being.

These verses, which speak of the love between the persons of the Trinity, allow us to understand one of the basic teachings of the Theology of the Body. The book of Genesis affirms: “God created man in his image; in the divine image he created him; male and female he created them” (Genesis, 1:27). Traditional teachings have found in this verse the foundation of the dignity of each person, of each individual. John Paul II sees something more. Man and woman were created in the image and likeness of God not only in their individual existence, but also in the existing together. Marriage, as a communion of love between a man and a woman is the image of the communion of love which exists between the three divine persons. Marriage is, therefore, not only a human institution, but a sacred institution because it is the image of God himself.

Each one is this being,
which alone unites them,
binding them deeply,
one beyond words.
Thus it is a boundless Love that unites them,
for the three have one love
which is their essence;
and the more love is one
the more it is love.

Love is unitive by nature. Because of that, John Paul II refers us constantly to the book of Genesis: “That is why a man leaves his father and mother and clings to his wife, and the two of them become one body” (Genesis, 2: 24). That way, when man and woman marry and become “one body” they are reflecting the perfect union of the Holy Trinity that, being three distinct persons, forms a single God. Just as the divine unity is undissolvable so is the marital bond. Seeking the opposite goes against the very nature of marriage. It's because of this that the Church opposes divorce. What a different understanding of marriage from the one contemporary society has!

I will go seek my bride
and take upon myself
her weariness and labors
in which she suffers so;
and that she may have life,
I will die for her,
and lifting her out of that deep,
I will restore her to you".

The Theology of the Body always talks of marriage and love as a mutual gift of self. This always implies a certain sacrifice and giving up of the personal good in order to achieve the good of the other. Marriage understood in that manner is also an image of God: “Husbands, love your wives, even as Christ loved the church and handed himself over for her ” (Ephesians, 5: 25).

Maybe what our society need is to re-read Saint John of the Cross. His Romance on the Gospel Text In Principio Erat Verbum, from which I took the verses for this post, could serve us as a good guide for overcoming our current marriage crisis.

Más de San Juan de la Cruz / More from Saint John of the Cross

Romance sobre el Evangelio In Principio Erat Verbum, acerca de la Santísima Trinidad

En el principio moraba
el Verbo, y en Dios vivía,
en quien su felicidad
infinita poseía.
El mismo Verbo Dios era,
que el principio se decía;
él moraba en el principio,
y principio no tenía.
Él era el mismo principio;
por eso de él carecía.
El Verbo se llama Hijo,
que del principio nacía;
hale siempre concebido
y siempre le concebía;
dale siempre su sustancia,
y siempre se la tenía.
Y así la gloria del Hijo
es la que en el Padre había
y toda su gloria el Padre
en el Hijo poseía.
Como amado en el amante
uno en otro residía,
y aquese amor que los une
en lo mismo convenía
con el uno y con el otro
en igualdad y valía.
Tres Personas y un amado
entre todos tres había,
y un amor en todas ellas
y un amante las hacía,
y el amante es el amado
en que cada cual vivía;
que el ser que los tres poseen
cada cual le poseía,
y cada cual de ellos ama
a la que este ser tenía.
Este ser es cada una,
y éste solo las unía
en un inefable nudo
que decir no se sabía;
por lo cual era infinito
el amor que las unía,
porque un solo amor tres tienen
que su esencia se decía;
que el amor cuanto más uno,
tanto más amor hacía.

II. De la comunicación de las tres Personas.

En aquel amor inmenso
que de los dos procedía,
palabras de gran regalo
el Padre al Hijo decía,
de tan profundo deleite,
que nadie las entendía;
sólo el Hijo lo gozaba,
que es a quien pertenecía.
Pero aquello que se entiende
de esta manera decía:
­Nada me contenta, Hijo,
fuera de tu compañía;
y si algo me contenta,
en ti mismo lo quería.
El que a ti más se parece
a mi más satisfacía,
y el que en nada te semeja
en mí nada hallaría.
En ti solo me he agradado,
¡Oh vida de vida mía!.
Eres lumbre de mi lumbre,
eres mi sabiduría,
figura de mi sustancia,
en quien bien me complacía.
Al que a ti te amare, Hijo,
a mí mismo le daría,
y el amor que yo en ti tengo
ese mismo en él pondría,
en razón de haber amado
a quien yo tanto quería.

III. De la creación.

­Una esposa que te ame.
mi Hijo, darte quería,
que por tu valor merezca
tener nuestra compañía
y comer pan a una mesa,
del mismo que yo comía,
porque conozca los bienes
que en tal Hijo yo tenía,
y se congracie conmigo
de tu gracia y lozanía.
­Mucho lo agradezco, Padre,
el Hijo le respondía­;
a la esposa que me dieres
yo mi claridad daría,
para que por ella vea
cuánto mi Padre valía,
y cómo el ser que poseo
de su ser le recibía.
Reclinarla he yo en mi brazo,
y en tu ardor se abrasaría,
y con eterno deleite
tu bondad sublimaría.

IV. Prosigue

­Hágase, pues ­dijo el Padre­,
que tu amor lo merecía;
y en este dicho que dijo,
el mundo criado había
palacio para la esposa
hecho en gran sabiduría;
el cual en dos aposentos,
alto y bajo. dividía.
El bajo de diferencias
infinitas componía;
mas el alto hermoseaba
de admirable pedrería,
porque conozca la esposa
el Esposo que tenía.
En el alto colocaba
la angélica jerarquía;
pero la natura humana
en el bajo la ponía,
por ser en su compostura
algo de menor valía.
Y aunque el ser y los lugares
de esta suerte los partía,
pero todos son un cuerpo
de la esposa que decía;
que el amor de un mismo Esposo
una esposa los hacía.
Los de arriba poseían
el Esposo en alegría;
los de abajo, en esperanza
de fe que les infundía,
diciéndoles que algún tiempo
él los engrandecería.
y que aquella su bajeza
él se la levantaría
de manera que ninguno
ya la vituperaría;
porque en todo semejante
él a ellos se haría
y se vendría con ellos,
y con ellos moraría;
y que Dios sería hombre,
y que el hombre Dios sería,
y trataría con ellos,
comería y bebería;
y que con ellos contino
él mismo se quedaría,
hasta que se consumase
este siglo que corría,
cuando se gozaran juntos
en eterna melodía;
porque él era la cabeza
de la esposa que tenía,
a la cual todos los miembros
de los justos juntaría.
que son cuerpo de la esposa,
a la cual él tomaría
en sus brazos tiernamente,
y allí su amor la diría;
y que, así juntos en uno,
al Padre la llevaría,
donde del mismo deleite
que Dios goza, gozaría;
que, como el Padre y el Hijo,
y el que de ellos procedía
el uno vive en el otro,
así la esposa sería,
que, dentro de Dios absorta,
vida de Dios viviría.

V. Prosigue

Con esta buena esperanza
que de arriba les venía,
el tedio de sus trabajos
más leve se les hacía;
pero la esperanza larga
y el deseo que crecía
de gozarse con su Esposo
contino les afligía;
por lo cual con oraciones,
con suspiros y agonía,
con lágrimas y gemidos
le rogaban noche y día
que ya se determinase
a les dar su compañía.
Unos decían: ­¡Oh si fuese
en mi tiempo el alegría!
Otros: ­¡Acaba, Señor;
al que has de enviar, envía!
Otros: ­¡Oh si ya rompieses
esos cielos, y vería
con mis ojos que bajases,
y mi llanto cesaría!
¡Regad, nubes, de lo alto,
que la tierra lo pedía,
y ábrase ya la tierra,
que espinas nos producía,
y produzca aquella flor
con que ella florecería!
Otros decían: ­¡Oh dichoso
el que en tal tiempo sería,
que merezca ver a Dios
con los ojos que tenía,
y tratarle con sus manos,
y andar en su compañía,
y gozar de los misterios
que entonces ordenaría!

VI. Prosigue

En aquestos y otros ruegos
gran tiempo pasado había;
pero en los postreros años
el fervor mucho crecía,
cuando el viejo Simeón
en deseo se encendía,
rogando a Dios que quisiese
dejalle ver este día.
Y así, el Espíritu Santo
al buen viejo respondía;
­Que le daba su palabra
que la muerte no vería
hasta que la vida viese
que de arriba descendía.
y que él en sus mismas manos
al mismo Dios tomaría,
y le tendría en sus brazos
y consigo abrazaría.

VII. Prosigue la Encarnación.

Ya que el tiempo era llegado
en que hacerse convenía
el rescate de la esposa,
que en duro yugo servía
debajo de aquella ley
que Moisés dado le había,
el Padre con amor tierno
de esta manera decía:
­Ya ves, Hijo, que a tu esposa
a tu imagen hecho había,
y en lo que a ti se parece
contigo bien convenía;
pero difiere en la carne
que en tu simple ser no había
En los amores perfectos
esta ley se requería:
que se haga semejante
el amante a quien quería;
que la mayor semejanza
más deleite contenía;
el cual, sin duda, en tu esposa
grandemente crecería
si te viere semejante
en la carne que tenía.
­-Mi voluntad es la tuya
­el Hijo le respondía­,
y la gloria que yo tengo
es tu voluntad ser mía,
y a mí me conviene, Padre,
lo que tu Alteza decía,
porque por esta manera
tu bondad más se vería;
veráse tu gran potencia,
justicia y sabiduría;
irélo a decir al mundo
y noticia le daría
de tu belleza v dulzura
y de tu soberanía.
Iré a buscar a mi esposa,
y sobre mí tomaría
sus fatigas y trabajos,
en que tanto padecía;
y porque ella vida tenga,
yo por ella moriría,
y sacándola del lago
a ti te la volvería.

VIII. Prosigue

Entonces llamó a un arcángel
que san Gabriel se decía,
y enviólo a una doncella
que se llamaba María,
de cuyo consentimiento
el misterio se hacía;
en la cual la Trinidad
de carne al Verbo vestía;
y aunque tres hacen la obra,
en el uno se hacía;
y quedó el Verbo encarnado
en el vientre de María.
Y el que tenia sólo Padre,
ya también Madre tenía,
aunque no como cualquiera
que de varón concebía,
que de las entrañas de ella
él su carne recibía;
por lo cual Hijo de Dios
y del hombre se decía.

IX. Del Nacimiento.

Ya que era llegado el tiempo
en que de nacer había,
así como desposado
de su tálamo salía
abrazado con su esposa,
que en sus brazos la traía,
al cual la graciosa Madre
en un pesebre ponía,
entre unos animales
que a la sazón allí había.
Los hombres decían cantares,
los ángeles melodía,
festejando el desposorio
que entre tales dos había.
Pero Dios en el pesebre
allí lloraba y gemía,
que eran joyas que la esposa
al desposorio traía.
Y la Madre estaba en pasmo
de que tal trueque veía:
el llanto del hombre en Dios,
y en el hombre la alegría,
lo cual del uno y del otro
tan ajeno ser solía.


Romance on the Gospel text In principio erat Verbum, regarding the Blessed Trinity

In the beginning the Word
was; he lived in God
and possessed in him
his infinite happiness.
That same Word was God,
who is the Beginning;
he was in the beginning
and had no beginning.
He was himself the Beginning
and therefore had no beginning.
The Word is called Son;
he was born of the Beginning
who had always conceived him,
giving of his substance always,
yet always possessing it.
And thus the glory of the Son
was the Father's glory,
and the Father possessed
all his glory in the Son.
As the lover in the beloved
each lived in the other,
and the Love that unites them
is one with them,
their equal, excellent as
the One and the Other:
Three Persons, and one Beloved
among all three.
One love in them all
makes of them one Lover,
and the Lover is the Beloved
in whom each one lives.
For the being that the three possess
each of them possesses,
and each of them loves
him who bears this being.
Each one is this being,
which alone unites them,
binding them deeply,
one beyond words.
Thus it is a boundless Love that unites them,
for the three have one love
which is their essence;
and the more love is one
the more it is love.

II. On the communication among the Three Persons.

In that immense love
proceeding from the two
the Father spoke words
of great affection to the Son,
words of such profound delight
that no one understood them;
they were meant for the Son,
and he alone rejoiced in them.
What he heard
was this:
"My Son, only your
company contents me,
and when something pleases me
I love that thing in you;
whoever resembles you most
satisfies me most,
and whoever is like you in nothing
will find nothing in me.
I am pleased with you alone,
O life of my life!
You are the light of my light,
you are my wisdom,
the image of my substance
in whom I am well pleased.
My Son, I will give myself
to him who loves you
and I will love him
with the same love I have for you,
because he has loved
you whom I love so".

III. On creation

"My Son, I wish to give you
a bride who will love you.
Because of you she will deserve
to share our company,
and eat at our table,
the same bread I eat,
that she may know the good
I have in such a Son;
and rejoice with me
in your grace and fullness."
"I am very grateful,"
the Son answered;
"I will show my brightness
to the bride you give me,
so that by it she may see
how great my Father is,
and how I have received
my being from your being.
I will hold her in my arms
and she will burn with your love,
and with eternal delight
she will exalt your goodness".

IV. Continues

"Let it be done, then," said the Father,
for your love has deserved it.
And by these words
the world was created,
a palace for the bride
made with great wisdom
and divided into rooms,
one above, the other below.
The lower was furnished
with infinite variety,
while the higher was made
beautiful
with marvelous jewels,
that the bride might know
the Bridegroom she had.
The orders of angels
were placed in the higher,
but humanity was given
the lower place,
for it was, in its being,
a lesser thing.
And though beings and places
were divided in this way,
yet all form one,
who is called the bride;
for love of the same Bridegroom
made one bride of them.
Those higher ones possessed
the Bridegroom in gladness;
the lower in hope, founded
on the faith that he infused in them,
telling them that one day
he would exalt them,
and that he would lift them
up from their lowness
so that no one
could mock it any more;
for he would make himself
wholly like them,
and he would come to them
and dwell with them;
and God would be man
and man would be God,
and he would walk with them
and eat and drink with them;
and he himself would be
with them continually
until the consummation
of this world,
when, joined, they would rejoice
in eternal song;
for he was the Head
of this bride of his
to whom all the members
of the just would be joined,
who form the body of the bride.
He would take her
tenderly in his arms
and there give her his love;
and when they were thus one,
he would lift her to the Father
where God's very joy
would be her joy.
For as the Father and the Son
and he who proceeds from them
live in one another,
so it would be with the bride;
for, taken wholly into God,
she will live the life of God.

V. Continues

By this bright hope
which came to them from above,
their wearying labors
were lightened;
but the drawn-out waiting
and their growing desire
to rejoice with their Bridegroom
wore on them continually.
So, with prayers
and sighs and suffering,
with tears and moanings
they asked night and day
that now he would determine
to grant them his company.
Some said: "If only
this joy would come in my time!"
Others: "Come, Lord,
send him whom you will send!"
And others: "Oh, if only these heavens
would break, and with my own eyes
I could see him descending;
then I would stop my crying out".
"Oh, clouds, rain down from your height,
earth needs you,
and let the earth open,
which has borne us thorns;
let it bring forth that flower
that would be its flowering."
Others said: "What gladness
for him who is living then,
who will be able to see God
with his own eyes,
and touch him with his hand
and walk with him
and enjoy the mysteries
which he will then ordain".

VI. Continues

In these and other prayers
a long time had passed;
but in the later years
their fervor swelled and grew
when the aged Simeon
burned with longing,
and begged God that he
might see this day.
And so the Holy Spirit
answering the good old man
gave him his word
that he would not see death
until he saw Life
descending from the heights,
until he took God himself
into his own hands
and holding him in his arms,
pressed him to himself.

VII. The Incarnation

Now that the time had come
when it would be good
to ransom the bride
serving under the hard yoke
of that law
which Moses had given her,
the Father, with tender love,
spoke in this way:
"Now you see, Son, that your bride
was made in your image,
and so far as she is like you
she will suit you well;
yet she is different, in her flesh,
which your simple being does not have.
In perfect love
this law holds:
that the lover become
like the one he loves;
for the greater their likeness
the greater their delight.
Surely your bride's delight
would greatly increase
were she to see you like her,
in her own flesh".
"My will is yours,"
the Son replied,
"and my glory is
that your will be mine.
This is fitting, Father,
what you, the Most High, say;
for in this way
your goodness will be more
evident,
your great power will be seen
and your justice and wisdom.
I will go and tell the world,
spreading the word
of your beauty and sweetness
and of your sovereignty.
I will go seek my bride
and take upon myself
her weariness and labors
in which she suffers so;
and that she may have life,
I will die for her,
and lifting her out of that deep,
I will restore her to you".

VIII. Continues

Then he called
the archangel Gabriel
and sent him to
the virgin Mary,
at whose consent
the mystery was wrought,
in whom the Trinity
clothed the Word with flesh.
and though Three work this,
it is wrought in the One;
and the Word lived incarnate
in the womb of Mary.
And he who had only a Father
now had a Mother too,
but she was not like others
who conceive by man.
From her own flesh
he received his flesh,
so he is called
Son of God and of man.

IX. The Birth

When the time had come
for him to be born,
he went forth like the
bridegroom
from his bridal chamber,
embracing his bride,
holding her in his arms,
whom the gracious Mother
laid in a manger
among some animals
that were there at that time.
Men sang songs
and angels melodies
celebrating the marriage
of Two such as these.
But God there in the manger
cried and moaned;
and these tears were jewels
the bride brought to the
wedding.
The Mother gazed in sheer wonder
on such an exchange:
in God, man's weeping,
and in man, gladness,
to the one and the other
things usually so strange.

jueves, 22 de octubre de 2009

“Id por todo el mundo...” / “Go into the whole world...”

Al principio parece una locura. Tus amigos no entienden que cambies el Spring Break por una semana en un pueblo perdido en las montañas. No comprenden cómo puedes preferir el oscuro color de piel de los nahuas por encima de la bronceada piel de las rubias vacacionistas. Todavía, pocas horas antes de partir, dudas en ir: la comodidad de tu hogar se ve más atrayente, la posibilidad de unos días de descanso suena mejor que una semana entera de trabajo arduo.

Te decides. No volteas atrás. Te presentan a tu equipo y, para añadirle incomodidad a la situación, descubres que no conoces a ninguna de las personas con las que pasarás toda la semana. Luego te ponen a cargar todas las cosas que deben subirse a los camiones: garrafones de agua, costales de ropa y despensas, mochilas, maletas (incluyendo la de la niña que trae todo su guardarropa porque cree que va a vacacionar en Nueva York o París y que pesa toneladas). La incomodidad aumenta con un largo viaje que toma más horas de las que debería. Vas dormitando, las curvas de la carretera te marean y por más que te mueves no encuentras una posición adecuada para conciliar el sueño. Llegas en la madrugada y nuevamente hay que cargar cosas y repartirlas a cada equipo. El hambre y el frío se hacen presentes. Sigue una larga espera, el sol sale y no sólo calienta sino que empieza a quemar.

Escuchas Misa de pie y afuera del templo por la multitud. Ésta parece nunca terminar porque el Padre se extiende en la homilía, aprovechando que hay tanta gente. Cuando al fin termina, nuevamente hay que esperar para encontrar transporte a la comunidad que te toca. No es fácil de encontrar y menos si cuesta tanto recordar y pronunciar el nombre: Coatzácoatl, Chipoco, Chalingo, Chichatla... A cargar otra vez, subir todo a la camioneta de redilas que te llevará y la cual no es conducida con mucha prudencia. Temes por tu vida al ver que al lado de la carretera hay un abismo y al sentir la velocidad a la que toman las curvas. Sólo te queda confiar en que Aquél que te mandó te está cuidando.

Llegas exhausto a tu comunidad y todavía queda mucho por hacer: bajar las cosas (¡seguir cargando!) y preparar el lugar en el que te quedarás. Matar toda clase de insectos y trapear y barrer el piso en el que vas a dormir. Encontrar el “baño” (que, si eres afortunado será una letrina), el cual visitarás muchas veces cuando caigas enfermo a la mitad de la semana. Eso es sólo el primer día de una semana que consistirá en largas caminatas bajo el sol, mucho calor y cansancio, mucha frustración al intentar enseñarle a una turba de niños a rezar, pocas horas de descanso, cero baños, enfermada, piquetes de mosquito, sed...

Sin embargo, todo eso se te olvida cuando ves la sonrisa sin dientes de una anciana o la sonrisa, igual sin dientes, de un niño. Se te olvida cuando ves el atardecer en medio de las montañas o cuando despiertas y ves las nubes subiendo por la ladera de la montaña. Cuando intentas caminar con cuatro niños colgados de ti o cuando ves el brillo en sus ojos al descubrir la caja de dulces que traes.


Todo lo olvidas cuando la viejita que vive sola y a la que nadie visita llora cuando tocas a su puerta y pasas un rato con ella. Toda incomodidad se borra cuando el anciano postrado por la enfermedad aprieta tu mano y te agradece por estar ahí con él. Toda molestia desaparece cuando una “abuelita” te abraza una y otra vez por lo feliz que está de que visites su pueblito.

Todo vale la pena por las horas que pasas solo en la capilla durante Adoración nocturna y cuando comprendes que Dios realmente habla en el silencio. Vale la pena por la cálida luz de la capilla que te recibe después de una caminata de miedo a media noche, en medio de la oscuridad y de todo tipo de ruidos desconocidos.

Incluso los momentos más triviales te hacen olvidar las incomodidades. Como cuando aprendes que montar un burro no es tan fácil como parece o que tronar cohetes en la montaña asusta a todos los animales y seguro despierta a todos los pueblos vecinos. O que intentar matar un alacrán gigante con fuego no es la mejor idea. O cuando arrancas carcajadas de la gente al intentar pronunciar algo en náhuatl. Cuando pruebas manjares que no se preparan en los mejores restaurantes sino en las más humildes chozas de la sierra o cuando compruebas que el mejor café del mundo no es el que venden en Starbucks.


¿Cómo puedes quejarte de lo que has “sufrido” cuando te encuentras con la generosidad de gente que tiene poco y aún ese poco te lo da? ¿Cómo no vas a olvidar las molestias por las que has pasado cuando toda casa que visitas tiene algo que darte: ya sea un café (aunque haga un calor infernal), una naranja o un vaso de agua? O, cuando la semana está a punto de terminar, la gente te corona con flores y te regala refrescos porque son las cosas más lujosas que pueden darte...

Absolutamente todo lo olvidas. Bueno, quizá no lo olvides, pero al menos ya no te importa. ¿Qué importa el cansancio y el calor cuando te das cuenta de que Él sintió lo mismo cuando predicaba por el desierto de Galilea? ¿Qué importa tu orgullo intelectual cuando aprendes que las palabras de un campesino sin educación pueden ser más sabias que las de tus profesores universitarios, aunque sean doctorados de MIT, Harvard o Yale? ¿Qué importa tu orgullo espiritual cuando ves en los más humildes una fe sencilla pero capaz de mover montañas? ¿Qué importa lo que la sociedad contemporánea dicte como norma si ahí descubres que la felicidad no está en tener dinero, poder o éxito y que toda vida humana vale la pena ser vivida, sin importar las condiciones de pobreza en que se dé?

Cuando todo termina y regresas a tu vida normal, entiendes que cuando te entregas completamente a los demás es cuando más recibes y así, la Oracion Simple de San Francisco de Asís cobra un nuevo significado:

Oh, Maestro, haced que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar;
ser comprendido, sino comprender;
ser amado, como amar.
Porque es:
Dando , que se recibe;
Perdonando, que se es perdonado;
Muriendo, que se resucita a la
Vida Eterna.


At first it seems like madness. Your friends don't understand how you can change your Spring Break for a week in a small village out in the mountains. They are incapable of knowing why you would prefer the dark skin of the nahuas [one of the indigenous tribes that live in central Mexico] over the tanned skin of blond springbreakers. Even a couple of hours before leaving you doubt: the comfort of your home seems more attractive, the possibility of resting for a couple of days seems better than a week of hard work.

You make your mind and you don't look back. You meet your team and, to add awkwardness to the situation, you discover that you don't know anyone of those with whom you'll spend the following week. Then they make you carry all the stuff that has to be put into the buses: bottles and bottles of water, sacks filled with clothes and groceries, backpacks and suitcases (including the one from the girl who thinks it'll be like vacationing in New York or Paris and brings her whole wardrobe, making it weigh a ton). The lack of comfort rises with a trip that lasts several more hours than it should. You can't sleep, the turns of the highway make you dizzy and no matter how much you move you can't find a comfortable position. You arrive before sunrise and then you have to carry things again. You feel tired, hungry and cold. Then you have to wait, the sun comes out and starts burning.

You listen to Mass standing outside the temple because of the huge crowd. It seems to never end because the priest goes on and on with his homily. When it's over you have to find some transportation that will take you to your assigned community. It's not easy to find, especially if you can't remember, or even pronounce correctly, its name: Coatzacoatl, Chipoco, Chalingo, Chichatla... You have to carry things again and load them on the back of the truck that will take you and which is driven recklessly. You fear for your life as you see the abyss next to the road and as you feel the speed at which the driver takes the curves. All you can do is trust that Him who sent you is also watching over you...

You arrive exhausted and yet you still have so much to do: get the stuff out of the truck (continue carrying things around!) and prepare the place where you will stay. You have to kill all sorts of insects, mop and sweep the floor on which you will be sleeping. You then have to find the “restroom” (which, if you are lucky enough, will be a latrine). This is just the first day of a week that will mainly consist of long walks under the burning sun, hot weather, fatigue, a lot of frustration teaching a mob of kids to pray, few resting hours, zero showers, getting sick, getting bit by mosquitoes, being thirsty...

And yet, all that is forgotten when you see the toothless smile of an old lady or the equally toothless smile of a child. You forget all that when you see the sunset out in the mountains or when you wake up and see the clouds coming up the mountainside. When you try to walk with many children hanging from your back and legs or when you see their eyes shine with excitement at the discovery of the candy you have for them.


You forget everything when the old lady who lives all by herself cries when you visit her. All lack of comfort dissipates when the old sick man lying in his bed holds your hand and thanks you for being there with him. All nuisance disappears when an “abuelita” [term which in Spanish means grandmother but that is used by the nahuas to refer to an old woman] hugs you repeatedly because she's so happy that you're visiting her village.

All this discomfort becomes unimportant because of the hours that you spend by yourself in the chapel during all-night Adoration when you comprehend that God does speak in silence. All discomfort vanishes when the warm light of the chapel greets you after a frightful walk in the midst of darkness and all sort of unknown noises in the middle of the night.

Even the most trivial moments make you forget the troubles that you went through. Like when you learn that riding a donkey is not as easy as it seems or that using firecrackers in such places scares all the animals and probably wakes up all the surrounding villages. Or that trying to kill a huge scorpion with fire is not a really good idea. Or when you make people laugh by trying to learn words in nahuatl and you are unable to pronounce them correctly. Or even when you try such amazing meals that are not prepared in the finest restaurants but in the most humble huts of the mountains, or when you discover that the best coffee in the world is not the one they sell in Starbucks...

How can you complain about what you've “suffered” when you are met with the generosity of people who have few things and yet they give away even the few things they have? How can you not forget your discomfort when each house you visit has something to give you: whether it's a hot coffee (even when it's really hot outside), an orange or just a glass of water? Or when the week is about to end and people crown you with flowers and give you soft drinks because they're the finest things they can give you.

You forget absolutely everything. Well, maybe you don't really forget it, but at least you don't care anymore. What does being tired and sun burnt matter when you realize that He felt the same way when he was preaching in the desert of Galilee? What does your own intellectual pride matter when you learn that the words of a farmer who never went to school can be wiser than the ones from your college professors, even when they have PhDs from Harvard, MIT or Yale? Why would you even dare to be spiritually proud when you see that these humble people have a simple faith which is truly capable of moving mountains? Who cares about what contemporary society has to say when you discover that happiness is not to be found in money, power or success and that all human life is worth living, no matter in which conditions of poverty it takes place?

When all this is over and you go back to your normal life, you understand that when you give yourself completely is when you receive the most and then, St. Francis' simple prayer acquires a new meaning:

Lord, grant that I may seek rather
to Comfort than to be comforted,
to Understand rather than to be understood,
to Love than to be loved.
For it is by Giving that one receives,
by Forgiving that one is forgiven,
and by Dying that one awakens to Eternal Life.

sábado, 17 de octubre de 2009

Lo inhumano de las políticas demográficas

La única forma en que se puede combatir la pobreza eficazmente es trabajando de la mano con los pobres. Esto va mucho más allá del “no darles un pescado sino enseñarles a pescar”, el cual se usa muchas veces como una excusa para no dar de lo que nosotros tenemos. Lo que se debe hacer es entender la realidad que viven los pobres y encontrar, junto con ellos, la solución a sus problemas. La solución no puede venir de personas externas que creen tener todas las respuestas (cuando en realidad no tienen ninguna), sino de los pobres mismos. Pretender imponer desde afuera formas de pensamiento o de organización atenta contra la dignidad de los pobres porque no los toma en cuenta, sino que los considera menores de edad incapaces de superar su condición.

Por eso las políticas demográficas que Occidente busca imponer a los países subdesarrollados son tan inhumanas. En lugar de intentar sacar a estos países y a su gente de la pobreza, los sume más en ella al quitarles lo más valioso que tienen: su capital humano. Su objetivo no es sacar a la gente de la pobreza sino exterminar a los pobres. Esto, claro está, lo justifican con un falso sentimiento de piedad hacia el pobre que es más bien un sentimiento de lástima.

El principal argumento para defender estas políticas anti-natalistas sostiene que la sobrepoblación trae consigo una presión demasiado grande sobre un sistema económico poco desarrollado (como si la economía fuera más importante que los seres humanos) y que, por tanto, hay que hacer que los pobres tengan menos hijos para que la economía pueda crecer. Este argumento tiene sentido desde el punto de vista de los países ricos en los que tener hijos es visto como una carga adicional o como un gasto más. Sin embargo, desde el punto de vista de la gente pobre, un hijo generalmente representa una esperanza. Pero, para poder entender eso, es necesario convivir con la gente pobre y ver lo que sus hijos son para ellos. Creer que porque somos más “educados” o más “avanzados” tenemos derecho a robarles la poca esperanza que les pueda quedar es una muestra del desprecio que realmente se tiene hacia el pobre.

No sé qué clase de estupidez aqueja a Occidente que busca exportar políticas que han demostrado ser ineficaces. Las políticas poblacionales que se impusieron en Latinoamérica desde los años sesenta no hicieron nada para aliviar la pobreza de la región. El demandarle a ciertos países pobres implementar políticas que atentan contra su población a cambio de apoyo económico es simplemente una forma moderna de esclavitud. Los mantiene en un estado de eterna dependencia en el cual pueden ser explotados indeterminadamente.

Pocas personas han alzado la voz para denunciar estos atropellos como lo han hecho, en días pasados, los obispos de África, reunidos en el Segundo Sínodo de los Obispos Africanos. Sus exigencias son claras: ayuda sin imposiciones culturales extranjeras, con pleno respeto hacia lo que son y hacia lo que creen. El “imperialismo cultural” de Occidente sólo representa una nueva esclavitud a la cual se pretende someter a la gente de África. Me parece muy acertada la afirmación del Cardenal Théodore-Adrien Sarr, obispo de Dakar, Senegal, al exhortar a que “los pueblos occidentales desechen la idea de que todo lo que creen y hacen se debe convertir en regla en el mundo”. Considerar que lo que creemos y hacemos en Occidente es lo mejor para los demás, viendo los resultados tan desastrosos que estamos teniendo, me parece una locura.

Quizá lo que necesitamos es aprender de aquellos pueblos y personas pobres. El día en que veamos a los pobres como sujetos poseedores de una dignidad, es decir, el día en que realmente escuchemos lo que tienen que decir, ese día estaremos realmente trabajando por acabar con la pobreza.


The inhumanity of demographic policies

The only way in which poverty can be fought effectively is by working hand with hand with the poor. This goes beyond “not giving a fish, but rather teaching them how to fish”, which we usually use as an excuse to not share what we have. What we have to do is to understand the reality that poor people live and to find, together with them, a solution. The solution can not come from external people who believe they have all the answers (which they usually don't have), but from the poor themselves. Trying to impose forms of thought or of organization goes against the dignity of the poor because not only does it not take them into account, but because it considers them minors incapable of overcoming their own condition.

That's why the demographic policies that the West seeks to impose on underdeveloped countries are so inhuman. Instead of pulling these countries and their people out of poverty, they push them deeper into it by taking away their most valuable asset: their human capital. Their objective is not to bring people out of poverty but to exterminate the poor. This, of course, they try to justify with a false sentiment of mercy, or, better said, a false sentiment of pity.

The main argument in defense of anti-natalist policies says that overpopulation brings with it a large pressure on a weak economical system (as if the economy were more important than human beings) and that, if the poor have less children, the economy will be able to grow in a more efficient way. This makes sense from the perspective of rich countries where children are seen as an extra burden or extra cost. But, from the point of view of the poor, offspring represent a hope. In order to understand that, you need to spend some time with the poor so you can actually see and learn what children mean to them. Believing that because we are more “educated” or “advanced” we have the right to steal from them the few hope they still have is just proof of the disdain that really exists towards the poor. Thinking that you understand what poverty is because you feel touched by the images of starving children while watching you high definition TV is nonsense.

I don't know what kind of stupidity affects the West that it seeks to export policies that have been proven ineffective. The population-control policies that were imposed in Latin America in the sixties did nothing to alleviate poverty in the region. Demanding poor countries to implement policies that go against their own people in exchange for economical help is simply a modern form of slavery. Those policies maintain those countries in a state of eternal dependency in which they can easily be exploited.

Few people have lifted their voices to denounce those abuses as the African Bishops, gathered in the Second Synod of African Bishops, have done in the past days. Their demands are clear: they want help without foreign cultural impositions, they want absolute respect for what they are and for what they believe in. They see the “cultural imperialism” of the West (in the form of gender ideology, abortion, sexual education) as the new slavery to which the African people are being subject to. Cardinal Théodore-Adrien Sarr of Senegal asks that “the western peoples should get rid of the idea that all that they believe and do should be the norm for the whole world”. Thinking that what we have been doing in the West, despite the disastrous results we've had, is the best thing for everybody just seems like madness.

Maybe what we need is to listen and learn from the poor. When we start seeing them as people with a dignity, that is, when we start listening to what they have to say and try to understand their reality, then we'll be on the right path to ending poverty.

domingo, 11 de octubre de 2009

La Teología/Poesía del Cuerpo

Como expliqué en mi última entrada, la poesía de San Juan de la Cruz sirvió como inspiración para la formulación de la Teología del Cuerpo de Juan Pablo II. En esa ocasión, utilicé un poema que usa, en forma explícita, imágenes sexuales para expresar la perfecta unión del alma con Dios. Sin embargo, no podemos olvidar que la Teología del Cuerpo no se limita únicamente a la sexualidad, sino que abarca toda la experiencia del amor humano. Esto incluye aquellos momentos de dolor y sufrimiento causados por la falta de reciprocidad en el amor. En este poema, San Juan de la Cruz usa el sufrimiento de un pastor olvidado por su amada para crear una hermosa reflexión en torno a Cristo crucificado.

Un pastorcico solo está penado,
ajeno de placer y de contento,
y en su pastora puesto el pensamiento,
y el pecho del amor muy lastimado.

No llora por haberle amor llagado,
que no le pena verse así afligido,
aunque en el corazón está herido ;
mas llora por pensar que está olvidado.

Que solo de pensar que está olvidado
de su bella pastora, con gran pena,
se deja maltratar en tierra ajena,
el pecho del amor muy lastimado.

Y dice el pastorcico : ¡Ay desdichado
de aquel que de mi amor ha hecho ausencia,
y no quiere gozar la mi presencia
y el pecho por su amor muy lastimado!

Y a cabo de un gran rato se ha encumbrado
sobre un árbol, do abrió sus brazos bellos,
y muerto se ha quedado, asido de ellos,
el pecho del amor muy lastimado.



A Theology/Poetry of the Body

As I explained in my last post, Saint John of the Cross’ poetry was inspirational to John Paul II’s formulation of the Theology of the Body. In that occasion, I used a poem that shows explicit sexual imagery to express the perfect union of the soul with God. However, we cannot forget that the Theology of the Body is not limited only to sexuality, but it rather encompasses the whole experience of human love. This includes those moments of suffering and pain caused by a non-corresponded love. In this poem, Saint John of the Cross uses the suffering of a shepherd forgotten by his beloved to create a beautiful reflection about Christ crucified.

A lone young shepherd lived in pain
withdrawn from pleasure and contentment,
his thoughts fixed on a shepherd-girl
his heart an open wound with love.

He weeps, but not from the wound of love,
there is no pain in such affliction,
even though the heart is pierced;
he weeps in knowing he's been forgotten.

That one thought: his shining one
has forgotten him, is such great pain
that he bows to brutal handling in a foreign land,
his heart an open wound with love.

The shepherd says: I pity the one
who draws herself back from my love,
and does not seek the joy of my presence,
though my heart is an open wound with love for her.

After a long time he climbed a tree,
and spread his shining arms,
and hung by them, and died,
his heart an open wound with love.

jueves, 8 de octubre de 2009

Un cántico espiritual (y a la vez, corporal)

Generalmente cuando se habla de la Teología del Cuerpo se hace referencia a las diferentes corrientes filosóficas que le dieron origen. Se habla mucho de Descartes, de Kant, de Husserl, de sus sistemas filosóficos y de sus ideas y cómo influyeron en el pensamiento de Juan Pablo II. Sin embargo, como el mismo Juan Pablo II reconocía, una de las más importantes fuentes de inspiración que tuvo para formular su catequesis sobre la sexualidad no es de origen filosófica, sino poética. No halló su principal inspiración en los escritos filosóficos de estos grandes pensadores sino en los versos de un humilde monje carmelita: San Juan de la Cruz.

¿Cómo es posible que la poesía de este monje, cuyo tema constante es la unión del alma con Dios, esté relacionada con la sexualidad? ¿Qué tiene que ver la contemplación mística con el amor que puede experimentar un hombre hacia una mujer? Dejemos que sean los propios versos de San Juan de la Cruz los que nos iluminen al respecto:

En una noche oscura
con ansias en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada

A oscuras y segura
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa,
en secreto que nadie me veía
ni yo miraba cosa
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.

Aquesta me guiaba
más cierto que la luz de mediodía
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía
en parte donde nadie parecía.

¡Oh noche, que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!

En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba
allí quedó dromido
y yo le regalaba
y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la almena
cuando yo sus cabellos esparcía
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.

Quedéme y olvidéme;
el rostro recliné sobre el amado;
cesó todo, y dejéme
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.

A primera vista, podríamos considerarlo un simple, aunque bello, poema de amor. Jamás lo consideraríamos un poema religioso, sobre todo considerando su alto contenido erótico, como cuando en el punto culminante del poema dice:
¡Oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!

Sin embargo, como su propio autor afirma, lo que está describiendo es la unión del alma con Dios, el momento central de la experiencia mística. Entonces, ¿por qué recurre a estas imágenes sexuales para explicar una cuestión espiritual? Juan Pablo II comprende que si San Juan de la Cruz puede usar esas imágenes para describir el amor divino es porque el amor humano debe ser, precisamente, una imagen del amor divino. La intuición artística de San Juan de la Cruz revela lo que Juan Pablo II afirmará, casi quinientos años después, en sus catequesis: el amor humano es análogo al amor divino. El amor divino es el modelo que el amor humano debe imitar.

Posiblemente haya personas que no crean que un monje, alguien que ha renunciado al mundo y a su propia sexualidad pueda entender lo que es el amor, y, sin embargo, los poemas de San Juan de la Cruz parecen demostrar lo contario. ¿Quién puede leer los siguientes versos y aún pensar que el que los escribió no supiera lo que es el amor?

¿Por qué, pues has llagado
aqueste corazón, no le sanaste?
Y pues me le has robado,
¿por qué así le dejaste,
y no tomas el robo que robaste?



A spiritual (and at the same time bodily) canticle

When we speak about Theology of the Body, we usually refer to the different philosophical currents that led to it. We talk a lot about Descartes, Kant or Husserl, about their philosophical systems and their ideas and how they influenced John Paul II’s thought. But, as John Paul II himself would recognize, one of his most important sources of inspiration was not of philosophical origin, but poetic. He didn’t find his main inspiration in the philosophical writings of these great thinkers, but in the verses of a humble Carmelite monk: Saint John of the Cross.

How is it possible that the poetry of this monk, whose main theme is the union of the soul with God, could be related with sexuality? What does mystical contemplation have to do with the love a man can feel towards a woman? We should let the verses of Saint John of the Cross illuminate us:

One dark night,
fired with love's urgent longings
—ah, the sheer grace!—
I went out unseen,
my house being now all stilled.

In darkness, and secure,
by the secret ladder, disguised,
—ah, the sheer grace!—
in darkness and concealment,
my house being now all stilled.

On that glad night,
in secret, for no one saw me,
nor did I look at anything,
with no other light or guide
than the one that burned in my heart.

This guided me
more surely than the light of noon
to where he was awaiting me
—him I knew so well—
there in a place where no one appeared.

O guiding night!
O night more lovely than the dawn!
O night that has united
the Lover with his beloved,
transforming the beloved in her Lover.

Upon my flowering breast
which I kept wholly for him alone,
there he lay sleeping,
and I caressing him
there in a breeze from the fanning cedars.

When the breeze blew from the turret,
as I parted his hair,
it wounded my neck
with its gentle hand,
suspending all my senses.

I abandoned and forgot myself,
laying my face on my Beloved;
all things ceased; I went out from myself,
leaving my cares
forgotten among the lilies.

At first sight, we could consider it a simple, though beautiful, love poem. We would never think of it as a religious poem, given its explicit erotic content, such as the culminating point of the poem where it says:
O night that has united
the Lover with his beloved,
transforming the beloved in her Lover.

And yet, the author himself affirms that it is a description of the union of the soul with God, that is, the central moment of the mystical experience. So, why does he use these sexual images to describe a spiritual matter? John Paul II understands that if Saint John of the Cross can use these images to describe divine love it is because human love must be, precisely, an image of divine love. Saint John’s artistic intuition revealed what John Paul II would say, almost five hundred years later in his teachings on sexuality: human love is analogous to divine love. Divine love is the model which human love must imitate.

There might be people out there who don’t believe that a monk, someone who has given his own sexuality up could possibly understand what love is. Yet, Saint John of the Cross’ poems seem to prove otherwise. Who could read the following verses and still think that who wrote them didn’t know what love was?

Why, after wounding
This heart, have You not healed it?
And why, after stealing it,
Have You thus abandoned it,
And not carried away the stolen prey?

viernes, 2 de octubre de 2009

Ceguera ideológica

Esto debería llevar a liberarse de las ideologías, que con frecuencia simplifican de manera artificiosa la realidad, y a examinar con objetividad la dimensión humana de los problemas.
Benedicto XVI, Caritas in Veritate

Dicen que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Para nuestra desgracia, en estos días en que grandes problemas de todo tipo afectan la calidad de vida de millones de seres humanos, abundan este tipo de ciegos. Son todos aquellos que se han sometido a una ideología y que sólo son capaces de ver a través del lente de esa ideología. Ese lente, en lugar de mejorar su vista, sólo sirve para empeorarla.

Temas como el calentamiento global, la economía o la reforma del sistema de salud de Estados Unidos, son los ejemplos más evidentes de esta “ceguera” ideológica. Las perspectivas ideológicas hacen que la discusión se centre en aspectos completamente irrelevantes y que lo central y trascendente se deje de lado. Así, mientras republicanos y demócratas discuten acerca de si debe haber una opción pública en el sistema de salud o si es el sector privado el que debe encargarse de la salud de todos, millones de estadounidenses siguen sin ningún tipo de cobertura médica. Mientras capitalistas y socialistas discuten si el gobierno debe regular los mercados o si el libre mercado es la respuesta a todos nuestros problemas, millones de seres humanos siguen viviendo en la pobreza extrema. Mientras liberales y conservadores discuten si el calentamiento global lo provocamos los seres humanos o es un fenómeno natural, seguimos destruyendo la naturaleza con nuestra rapacidad consumista. Mientras los poderosos discuten tanta insensatez, los que somos víctimas de esos problemas seguimos esperando una solución.

Las ideologías nos proponen como valores absolutos valores que no tienen nada de absolutos, aún a costa de relativizar aquellos que sí son absolutos. Justamente es ese desorden en la escala de valores lo que ha provocado que las ideologías sean tan dañinas. El valor absoluto principal que debe regir la vida social es el de la dignidad de la persona humana. Después deben seguir aquellos valores que llevan a que ese respeto sea una realidad. Todo lo demás (sistemas políticos, sistemas económicos, costumbres sociales) debe girar en torno a la dignidad humana y, si en un dado momento va contra ella, debe ser cambiado.

Las distintas ideologías buscan simplemente impulsar su propia agenda y beneficiar a unos cuantos privilegiados, no buscan solucionar los problemas de la sociedad. No podemos seguir buscando la solución en visiones ideológicas simplistas. Necesitamos una visión integral, una “nueva síntesis humanista” (en palabras de Benedicto XVI) que busque una solución realista a los problemas que nos aquejan como sociedad. Las ideologías nos tienen encerrados y nos impiden pensar “más allá de la caja”, que es justo lo que necesitamos.



Ideological blindness

This fact should prompt us to liberate ourselves from ideologies, which often oversimplify reality in artificial ways, and it should lead us to examine objectively the full human dimension of the problems.
Benedict XVI, Caritas in Veritate

It is said that the worst kind of blind man is the one that does not want to see. For our misfortune, in these days where great problems affect the lives of so many human beings, this type of blind people seem to abound. I’m talking about all those who have submitted themselves to an ideology and who are only capable of seeing through their own ideological lens. This lens, instead of improving their eyesight only makes it worse.

Issues such as global warming, the economy or the reformation of the health system in the United States are the most evident examples of this “ideological blindness”. The ideological perspectives make the discussions center on totally irrelevant aspects and leave the important matters aside. That way, while republicans and democrats argue about whether there should be a public option or not in the healthcare system, millions of Americans go on without any sort of medical attention. While capitalists and socialists discuss over whether the government should regulate the markets or leave the markets solve our problems by themselves, millions continue to live in the most extreme poverty. While conservatives and liberals fight about whether global warming is man-made or just a natural phenomenon, we continue to destroy nature with our rapacious consumerism. While the important and the powerful debate about such nonsense, those of us who are victims of these problems continue waiting for a solution.

The thing is that ideologies propose as absolute values things which are not absolute at all, even at the expense of relativizing those values that are truly absolute. It’s precisely this disorder in their value scale what has made them so hurtful for society. The primary absolute value that should rule social life is the dignity of human beings. It should be followed by those values that help make the respect for this dignity a reality. Everything else (economical systems, political systems, customs, etc.) must exist in order to serve and protect human dignity. If in a given moment they fail to do that, they should be changed.

The only goal of ideologies is to push their own agenda and to benefit a few privileged individuals. They don’t seek to solve societies’ problems. We can’t afford to look for solutions in such simplistic ideological views. We need an integral vision, a (in the words of Benedict XVI) “new humanist synthesis” that will look for realist solutions to our problems as a society. Ideologies have locked us in and avoided us from thinking “outside the box” which is exactly what we need.