Una de las pocas cosas en la que la mayoría de las personas están de acuerdo es en que el mundo moderno es un desastre. Nadie puede negar, sin que dudemos de su salud mental, que existen infinidad de problemas sociales graves sin resolver. Muchos creen que éstos pueden ser resueltos con “nuevas” políticas públicas, legalizando lo que ahora es ilegal o redefiniendo cosas que no deberían de ser redefinidas, sobre todo porque los encargados de hacerlo son los menos indicados para ello. La verdad es que estas políticas y leyes rara vez representan una solución de fondo pues apenas rascan la superficie del asunto.
Esto es así porque el problema es, como he insistido en repetidas ocasiones, un problema antropológico. ¿Qué es el Hombre? ¿Cómo debe vivir? Estas son las preguntas que debemos hacernos antes de sumergirnos en los aspectos técnicos de la redacción de leyes y de las políticas a seguir. La respuesta a estas preguntas debe estar enraizada en la realidad del Hombre y no en meras suposiciones teóricas acerca de cómo pensamos que sea. Ahora, el error de la Edad Moderna fue haber rechazado todo el conocimiento que se tenía acerca del Hombre por no ser, según nuestros grandes pensadores, resultado de una investigación científica y racional. Este conocimiento, que tenía su origen en siglos de experiencia de nuestra civilización y en el pensamiento de los más grandes filósofos, fue sustituido por un nuevo conocimiento que prometía ser mejor que el anterior pero que resultó ser nada más que una vana ilusión. De este falso conocimiento surgieron atrocidades como las que ahora son cimiento de nuestras sociedades.
Uno de estos cimientos es el Individualismo. Todo nuestro sistema social está construido sobre la idea de que el individuo es la unidad social básica. Como consecuencia, la sociedad nace como un pacto entre individuos (como en la teoría del Contrato Social de Rousseau, aunque, siendo francos, ¿quién puede tomarse a Rousseau en serio después de saber cómo vivió?) que se juntan para evitar su destrucción mutua. El pegamento que mantiene unida a la sociedad es el miedo a los demás hombres.
Sabemos, sin embargo, que nunca se ha encontrado a un hombre que viva solo, como un individuo aislado de cualquier contacto social. La idea del individuo como unidad básica es falsa. El Hombre siempre ha sido encontrado viviendo en comunidad: primero en la célula básica que llamamos familia y luego en sociedades más grandes, surgidas de la unión de grupos familiares que se unen no por miedo sino por la necesidad de otro para poder sobrevivir. El Individualismo tiene otro grave defecto: coloca a todos los individuos en un plano de absoluta igualdad, sin distinción entre los sexos. Así, la realidad de la familia, que, nos guste o no, existe, a pesar de que intentemos redefinirla o de crear leyes para abolirla, permanece como una espina en el pie del Individualismo, recordándonos que las diferencias entre hombres y mujeres son reales y que no es posible que vivamos solos. Por esto las sociedades individualistas (vaya paradoja) hacen todo por destruir a la familia. Ésta es evidencia de que el Individualismo es falso. Es, además, una evidencia basada en la realidad y no en la teoría.
Con un poco de sentido común (tan carente en estos tiempos) descubrimos lo que podemos llamar la “vocación familiar” del Hombre. Esta vocación es algo más que una versión humana del instinto de preservación de la especie. Es un llamado a vivir y a desarrollarse plenamente como seres humanos a través de la vida familiar. Esto significa que los hombres se vuelven plenamente hombres siendo hijos, hermanos y padres y que las mujeres se vuelven plenamente mujeres al ser hijas, hermanas y madres. También significa que la masculinidad se vive al máximo a través de la paternidad y la femineidad a través de la maternidad. Esta vocación tiene su raíz en la esencia misma del ser humano y tiene, por lo mismo, un papel preponderante en el mantenimiento de nuestra salud mental.
Muchos de los problemas modernos surgen al ignorar este llamado. La familia (y en consecuencia, el resto de la sociedad) se ven como obstáculos a la realización del individuo. Por ello, el Individualismo se ha puesto como meta “liberar” a la humanidad de las molestias que trae consigo el formar una familia. Ahí nacieron la revolución de los anticonceptivos, la desacralización y redefinición del matrimonio, el aborto y todos los demás ataques contra la familia. No se han dado cuenta que al destruir a las familias, los individuos se destruyen a sí mismos.
One thing on which most people can agree on is that the Modern world is a mess. No one can (in their right mind) deny that there are many unresolved and grave social problems. Many believe that all these issues can be solved through “new” policies, by legalizing things that are currently illegal or by redefining things which should not be redefined, especially because those in charge of doing that are the least capable of doing so. The truth is that these policies and laws are hardly ever a true solution since they barely scratch the surface of the whole matter.
That is so because the problem is, as I have insisted on many times, an anthropological problem. What is man? How is he supposed to live? These are the questions we must ask ourselves before we delve into the technicalities of policy and law making. The answer to these questions must be rooted in the reality of Man. We cannot answer them merely with theoretical suppositions on how we think Man is. Now, the error of Modernity was to reject all the knowledge about mankind that there was because it was not, according to Modern thinkers, the result of scientific or rational inquiry. This knowledge, which was mainly based on the experience of our whole civilization and on the thought of many philosophers over many centuries (and, therefore, on a true experience of what Man is), was replaced with a new one which promised to be better but turned out to be nothing but a vain illusion. From this false knowledge came such absurdities as the ones that are the very foundation of our contemporary societies.
One of these foundations is Individualism. Our whole social system is built on the idea that the individual is the most basic social unit. As a consequence, society is born as a pact between individuals (like in Rousseau’s Social Contract theory, though, to be honest, who can take Rousseau seriously after knowing how he lived?) who come together in order to avoid their mutual destruction. The glue that keeps society together is nothing but fear of other men.
We know, however, that no man has ever been found living on his own as an individual devoid of all social contact. The idea of the individual as the basic social cell is false. Man has always been found living in community: first in that basic cell which we call the family and then, in a larger society formed by the union of many families that come together not out of fear but out of the need of others in order to survive. Individualism also has another major flaw: it treats all individuals as absolutely equal, regardless of gender. And so, the reality of the family, which exists whether we like it or not, whether we try to redefine it or create laws to abolish it, remains as a thorn in the foot of Individualism, reminding us that there are real differences between men and women and that we cannot live alone. This is why our Modern individualistic societies do everything they can to destroy the family. It is evidence that proves Individualism wrong. And it is evidence that is based on fact and not only on theory.
Just using some common sense we discover what we can call the vocation of Man to a family life. This vocation is much more than a human version of the instinct for the preservation of the species. It is a call to live and become fully human through family life. It means that men become fully men by being sons, brothers and fathers and that women become fully women by being daughters, sisters and mothers. It means that masculinity is lived at its maximum in fatherhood and femininity in motherhood. This vocation is rooted in the very essence of Man and has, therefore, the upmost importance in maintaining our sanity.
Many of our modern problems stem from ignoring this call. The family (and Society as a whole) is now seen as an obstacle for the development of the individual. That is why Individualism has aimed at “freeing” mankind from the nuisances of having a family. That is where the contraceptive revolution, the desacralization and redefinition of marriage, abortion and all other forms of attacks upon family life had their origin. Little do they know that by destroying families, individuals are destroying themselves.
2 comentarios:
This is amazing!
Wow, I'm glad you liked it! What are your thoughts on this matter?
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