Uno de los dones que todos los intelectuales creen poseer pero que sólo pocos en realidad tienen es el don de profecía. Este don no es, como comúnmente se cree, una especie de poder misterioso y sobrenatural que otorga la capacidad de predecir el futuro. Es simple y llanamente la capacidad de interpretar las condiciones actuales y, a partir de ellas, deducir las consecuencias a las que llevarán. Si son pocos los que poseen este don es porque son pocos los que pueden interpretar la realidad a la luz de la Verdad y no llevados por las ideas del momento.
El caso de los Papas, que, a través de sus encíclicas, cartas, exhortaciones apostólicas, discursos y demás escritos, hacen llegar al mundo la posición de la Iglesia Católica (que rara vez coincide con las ideas del momento) es un ejemplo perfecto de este don profético. La encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII (1891) sobre la cuestión social, sobre todo en lo relacionado con las relaciones obrero-patronales predijo situaciones que vivimos hoy, más de cien años después de su publicación. Otro ejemplo es el de la encíclica Humanae Vitae (1968), de Pablo VI, que trata acerca de la regulación de la natalidad y sus consecuencias. Esta encíclica, que fue tan duramente criticada en sus días y por la cual Pablo VI sufrió enormemente, describe, con una precisión impresionante, el ambiente de tensión y desorden que prevalece en nuestros días (y que igualmente predijo otro gran profeta, G.K. Chesterton, en varios de sus escritos).
Estos ejemplos no los escogí al azar. Rerum Novarum fue la primera encíclica social y contiene el primer esbozo de la Doctrina Social de la Iglesia. Humanae Vitae sirvió como base para que uno de los sucesores de Pablo VI, Juan Pablo II, elaborara su doctrina sobre sexualidad humana: la Teología del Cuerpo. Hay un punto en el que ambas doctrinas se juntan y para encontrarlo hay que recurrir a una frase igualmente profética que Juan Pablo II decía con frecuencia: “el futuro de la humanidad pasa por la familia”. Ambas doctrinas se unen en su comprensión del hombre como un ser llamado a la vida familiar. El punto de convergencia es la vocación familiar del hombre.
Una de las más importantes denuncias de León XIII contra el capitalismo y contra el socialismo es su tendencia a desintegrar a las familias. En el primer caso a través de un sistema económico injusto que obliga a ambos padres a trabajar, descuidando así a sus hijos; en el segundo a través de la supremacía del Estado que interviene, cuando no le corresponde, en los hogares. Pablo VI, por su parte, denuncia que los métodos anticonceptivos artificiales fomentan que las relaciones sexuales se den entre personas que no están interesadas en formar una familia, de forma que no sólo se les da un uso que no les corresponde, sino que interfieren con la realización plena de hombres y mujeres al impedirles responder a su llamado a formar una familia.
La guerra que ambos pontífices entablan es contra el Individualismo que prevalece en nuestra cultura desde los días de la Ilustración. Esa ideología es el principal obstáculo para que, tanto hombres como mujeres, puedan desarrollarse plenamente como individuos pues ignora un aspecto esencial de su ser: su vocación a la familia. En la ideología individualista, el egoísmo (que es lo contrario al amor requerido para formar una familia) ocupa un lugar central, aunque suele presentarse, para parecer más atractivo, bajo la máscara de la libertad.
El futuro de la humanidad depende de la familia porque no se puede comprender al hombre si no es dentro de un núcleo familiar. Todo aquello que atente contra la familia atenta directamente contra el ser humano. Las advertencias contenidas en estos documentos (y en muchos otros, ver Quadragesimo Anno, Centessimus Annus, Familiaris Consortio, Evangelium Vitae, Populorum Progressio, etc.) han demostrado estar fundadas en la realidad, por lo que quizá convenga ponerles un poco de atención y corregir el rumbo, ahorita que aún estamos a tiempo (¿aún lo estaremos?).
One of the gifts that most intellectuals think they possess though only few of them actually have is the gift of prophecy. This gift is not, as most believe, a sort of mysterious and supernatural power that enables one to predict the future. It is simply the capacity of interpreting current conditions in order to deduce their consequences. If only few possess this gift it is because only few are capable of interpreting reality in the light of Truth and not merely by the ideas of their time.
The case of the Popes who, through their encyclicals, letters, apostolic exhortations, speeches and other writings, give the position of the Catholic Church on many issues (which rarely coincides with the ideas of the time), is a perfect example of this prophetic gift. Pope Leo XIII’s encyclical Rerum Novarum (1891) which talks about social matters, specifically about worker-boss relations, predicted many problems that we have today, more than one hundred years after it was published. Another example is Pope Paul VI’s encyclical Humanae Vitae (1968) on artificial birth control and its consequences. This encyclical, which was very strongly criticized in those days and which caused Paul VI to suffer immensely, describes, with astonishing precision, the tense and disordered environment that prevails today (and that was also predicted in many writings by another great prophet, G.K. Chesterton).
I did not pick these examples at random. Rerum Novarum was the first social encyclical and it contains a first sketch of the Church’s Social Doctrine. Humanae Vitae served as a foundation for a successor of Paul VI, John Paul II, to build his doctrine on human sexuality: the Theology of the Body. There is a point in which both doctrines come together and, in order to find it, we must rely on another prophetic phrase used frequently by John Paul II: “The future of humanity passes through the family.” Both teachings unite in their understanding of Man as a being called to family life. They converge in the vocation of Man to live in a family.
One of Leo XIII’s most important criticisms against both Capitalism and Socialism was their tendency to disintegrate families. In the first case it was through an unjust economical system which forced men and women to work, leaving their children unattended; in the second case, it was through the supremacy of the State, with its excessive interventions in people’s homes. Paul VI, on the other hand, denounces that artificial contraceptives promote people to sustain sexual relationships even when they are not interested in starting a family, in such a way that they interfere with the full development of both men and women by impeding them to answer to their call to form a family.
Both Popes wage a war against the reigning Individualism of our culture. That ideology is probably the most important obstacle in the way of men and women becoming more fully human because it ignores an essential aspect of their very being: their vocation to a family. In Individualism, egoism (which is the opposite of the love required to form a family) is the supreme value, though it usually presents itself, to appear more attractive, disguised as freedom.
The future of mankind depends on the family because Man cannot be understood if it is not as part of a family. Anything that harms the family harms mankind. The warnings contained in these documents (and others, please see Quadragesimo Anno, Centessimus Annus, Familiaris Consortio, Evangelium Vitae, Populorum Progressio, etc.) have proven to be founded on reality. It might be a good idea to pay some attention to them and try to correct our course, and we better do it now while we still have time (do we?).
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