El concepto de liderazgo es uno de tantos conceptos que, desgraciadamente, han sido pervertidos por la mentalidad contemporánea. Creer que el líder es aquél que es superior a los otros y que ejercer el liderazgo significa imponer su voluntad sobre los demás, es el resultado de la errada filosofía de Nietzsche y su locura de la voluntad de poder. Suponer que el liderazgo “activo” es mejor que el liderazgo “pasivo” sólo por conllevar una acción es también resultado de una obsesión moderna: la de la primacía de la acción sobre la contemplación.
Es este entendimiento errado de lo que es el liderazgo, el que lleva a mucha gente a juzgar la creencia católica de que el hombre es el que lidera por acción en una familia como denigrante para la mujer. Como supuesta prueba de que esta enseñanza es sexista, suelen citar las palabras de San Pablo en su carta a los Efesios: “Las mujeres deben respetar a su marido como al Señor, porque el varón es la cabeza de la mujer, como Cristo es la Cabeza y el Salvador de la Iglesia, que es su Cuerpo. Así como la Iglesia está sometida a Cristo, de la misma manera las mujeres deben respetar en todo a su marido.” Los que así argumentan creen tener la razón y la prueba de su falaz argumentación en este verso, pero olvidan un pequeño detalle: estos versos no se pueden entender correctamente si no se leen también los versos que siguen: “Maridos, amen a su esposa, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella, para santificarla. Él la purificó con el bautismo del agua y la palabra, porque quiso para sí una Iglesia resplandeciente, sin mancha ni arruga y sin ningún defecto, sino santa e inmaculada. Del mismo modo, los maridos deben amar a su mujer como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo. Nadie menosprecia a su propio cuerpo, sino que lo alimenta y lo cuida. Así hace Cristo por la Iglesia, por nosotros, que somos los miembros de su Cuerpo. Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos serán una sola carne. Este es un gran misterio: y yo digo que se refiere a Cristo y a la Iglesia. En cuanto a ustedes, cada uno debe amar a su mujer como a sí mismo, y la esposa debe respetar a su marido.” (Efesios, 5: 22-33)
El hecho de que se les pida a los maridos liderar a sus esposas como Cristo lidera a su Iglesia no es una afirmación de que éstos sean superiores a aquellas, y el que eso cree debería estudiar los fundamentos del pensamiento católico antes de intentar usar las Sagradas Escrituras para argumentar contra las enseñanzas de la Iglesia. El no hacerlo lo hace quedar como un simple ignorante. Amar a sus esposas como Cristo ama a su Iglesia es un llamado a dar su vida por ellas. El liderazgo en el pensamiento católico no es un asunto de poder, sino de servicio. El que quiera ser el más grande que se haga el servidor de los demás, dice el Evangelio. En el catolicismo, tanto hombres como mujeres están llamados a una vocación de servicio y auto-entrega, es decir, a liderar a su familia, aunque en formas distintas. Contrario al pensamiento contemporáneo, que cree que el hombre tiene el derecho de disfrutar del fruto de su trabajo, el pensamiento católico sostiene que el hombre vive su vocación de auto-entrega poniendo ese fruto a los pies de su mujer. Con su trabajo, el hombre hace entrega de sí mismo a su familia. Las mujeres tienen la maternidad como una forma de entregarse a sí mismas. Los hombres no poseen esto, pero tienen la posibilidad de vivir su llamado al servicio a través del trabajo, es decir, dejando su comodidad para proveer a su esposa e hijos de lo que necesitan. Si liderar significa servir y para servir es necesario hacerse menor que el otro, entonces creer que el hombre al liderar se vuelve superior a la mujer es un sinsentido.
Por otra parte, asumir que el liderazgo femenino, que se da principalmente a través de la inspiración es inferior al liderazgo activo que se requiere de los hombres, es igualmente errado. Ambos tipos de liderazgo son complementarios y el uno es inútil sin el otro. Actuar por el simple hecho de actuar, sin ninguna motivación, sin ninguna dirección, es una simple estupidez. De igual forma, una inspiración que no lleva a la acción es una inspiración estéril. La ideología del progreso (es decir, la ideología de la acción sin otra motivación mas que la acción misma) no nos ha llevado al mundo ideal que nos había prometido y, más bien, ha traído más problemas que soluciones. Eso debería de servir como un claro ejemplo de que la acción no es superior a la contemplación. Regresando al pasaje antes citado, si Cristo desea “una Iglesia resplandeciente, sin mancha ni arruga y sin ningún defecto”, es para contemplarla y regocijarse en su belleza y perfección. Es para encontrar inspiración en esa perfección para seguir entregándose a ella. Lo mismo aplica para un hombre y su mujer. Mientras más noble es una mujer más inspira a que las acciones de un hombre sean nobles. Las palabras de Monseñor Fulton Sheen son mejores que las mías: “Cuando un hombre ama a una mujer, se sigue que mientras más noble sea la mujer, más noble es el amor; mientras más elevadas sean sus exigencias, más digno de ella debe ser el hombre.”
No veo en qué sentido esto puede ser discriminatorio para las mujeres. Este círculo de auto-entrega conduce a una armonía en las relaciones entre hombres y mujeres y no a una tensión permanente como la que fomenta la ideología de género. Sin embargo, el fanatismo de los que acusan a los católicos de fanáticos les impide ver esta realidad tan evidente.
The concept of leadership is one of many that has been, unfortunately, corrupted by Contemporary mentality. To believe that a leader is he who is superior to the rest and that leading means to impose one's will over others is the result of the erroneous philosophy of Nietzsche and his insanity of the “Will to Power”. To suppose that “active” leadership is better than “passive” leadership just because it implies action is also the result of a Modern obsession: that of the primacy of action over contemplation.
It is this flawed understanding of what leadership is that makes many judge the Catholic belief that a man is the one who leads by action in a family as degrading to women. As a proof that this teaching is sexist, they resort to the words of Saint Paul in his letter to the Ephesians: “Wives should be subordinate to their husbands as to the Lord. For the husband is head of his wife just as Christ is head of the church, he himself the savior of the body. As the church is subordinate to Christ, so wives should be subordinate to their husbands in everything.” Those who argue in this manner believe that they are right and that they possess a valid argument in favor of their point in these verses, but they forget a small detail: these verses cannot be correctly understood if the following verses are not read as well: “Husbands, love your wives, even as Christ loved the church and handed himself over for her to sanctify her, cleansing her by the bath of water with the word, that he might present to himself the church in splendor, without spot or wrinkle or any such thing, that she might be holy and without blemish. So (also) husbands should love their wives as their own bodies. He who loves his wife loves himself. For no one hates his own flesh but rather nourishes and cherishes it, even as Christ does the church, because we are members of his body. 'For this reason a man shall leave (his) father and (his) mother and be joined to his wife, and the two shall become one flesh.' This is a great mystery, but I speak in reference to Christ and the church. In any case, each one of you should love his wife as himself, and the wife should respect her husband.” (Ephesians, 5: 22-33)
The fact that husbands are required to lead their wives like Christ leads his Church is not an affirmation of superiority and whoever believes this should study the basics of Catholic thought before trying to use the Scriptures against Church teachings. Not doing so only makes him look like an ignorant fool. To love their wives like Christ loves his Church is a calling to give their lives for them. Leadership in Catholic thought is not a matter of power, but of service. Whoever wants to be the first in the Kingdom of Heaven should become the servant of all, says the Gospel. For Catholicism, both men and women are called to a vocation of service and self-giving, that is, they are both called to lead their family, but in different ways. Contrary to Modern thought, which believes that a man has the right to enjoy the fruits of his work, Catholic thought teaches that a man lives that vocation of self-giving by placing the fruit of his work at his wife's feet. With his work, a man gives himself to his family. Women have maternity as a means of self-giving. Men don't, but they have the possibility of living this call to service through their labor, that is, by abandoning their personal comfort in order to provide for what their wives and children need. If leading means to serve and in order to serve one must become less than the other, then believing that man, in leading, becomes more than woman, is nonsense.
On the other hand, to assume that female leadership, which manifests itself mainly through inspiration, is inferior to the active leadership that is required from men, is wrong as well. Both types of leadership are complementary and one is useless without the other. To act just for the sake of acting, without any motivation or purpose is simply stupid. In the same way, an inspiration that does not conduct to an action is sterile. The ideology of progress (that is, the ideology of action without any other purpose than action itself) has not taken us to the ideal world which it had promised and has, rather, brought more problems than solutions. This is a clear example of action not being superior to contemplation. Going back to the passage I cited above, if Christ wishes to “present to himself the church in splendor, without spot or wrinkle or any such thing” it is so He can contemplate and rejoice in her beauty and perfection. It is so He can be inspired in that perfection to continue giving Himself to her. The same thing happens between a husband and his wife. The more noble that a woman is, the more she inspires the actions of a man to be nobler. The words of Archbishop Fulton Sheen are much better than mine: “When man loves woman, it follows the nobler the woman the nobler the love, the higher the demands by the woman, the more worthy a man must be.”
I do not see in which way this could be discriminatory to women. This circle of self-giving brings harmony to the relationships between men and women, not a permanent tension and conflict like the one that gender ideology creates. Nonetheless, the fanaticism of those who accuse Catholics of being fanatics does not allow them to see this self-evident reality.