Cuando se deja de creer en Dios, enseguida se cree en cualquier cosa.
G.K. Chesterton
Gilbert Keith Chesterton es uno de esos autores a los que lees una vez y que te cautivan para siempre. Su estilo mordaz y su humor netamente inglés hacen que su lectura arranque carcajadas a los lectores. Yo me he convertido en un admirador de todo su trabajo, desde su poesía hasta sus escritos apologéticos, desde su novela fantástica (la cual admiraba otro maestro de la literatura: Jorge Luis Borges) hasta sus biografías. Ahora bien, leer a Chesterton implica un cierto “peligro”, como bien lo afirma Dale Ahlquist en el prólogo de la nueva edición de The Catholic Church and Conversion. Representa un “peligro” para aquellos que no piensan igual que él, ya que sus argumentos son tan convincentes, que al final muchos terminan sucumbiendo ante ellos. Existen muchas personas que se han convertido al catolicismo a raíz de leer a este magnífico autor.
¿Qué hace que Chesterton haya influido tanto sobre la forma de pensar de otros? ¿Qué hace que hoy, casi cien años después de su muerte, siga siendo tan válido como cuando vivía? Lo que lo hace atractivo es que está plenamente convencido de que habla con la Verdad. Habla con tanta seguridad porque todas sus afirmaciones están enraizadas en la Verdad. Chesterton sabe que lo que dice es cierto y, por lo tanto, se siente con toda la seguridad de decirlo. Por lo mismo, puede compartir esa Verdad con sus lectores en un lenguaje sencillo, lleno de ejemplos y comentarios hilarantes.
Ahora bien, Chesterton es el ejemplo perfecto de un tomista. No sólo por la extraordinaria biografía (considerada la mejor) del “Buey Mudo” que escribió, sino por su técnica argumentativa. La filosofía tomista (aristotélica) sostiene que los primeros principios, es decir, aquellas verdades que son el fundamento de toda la Filosofía, son conocidos (en forma intuitiva) por todos los seres humanos. Este conocimiento intuitivo de los primeros principios es lo que llamamos Sentido Común. Chesterton hace un uso tan intensivo del sentido común que era conocido, tanto por sus admiradores como por sus oponentes, como el “Apóstol del Sentido Común”. Toda su obra consiste en hacer visible lo evidente, en demostrarnos que todos poseemos los medios para llegar a la Verdad. A la misma Verdad a la que él llegó después de muchos años de búsqueda.
Sucede pues, que cuando empiezas a leer a Chesterton, te sucede lo siguiente: primero lo aceptas en forma condescendiente, como un autor humorista; después empiezas a descubrir poco a poco la cantidad de verdades que dice y, cuando menos te lo esperas, te encuentras intentando huir de la atracción tan fuerte que ejerce su obra sobre ti. Estas fases son las mismas que Chesterton señala como fases de la conversión al catolicismo. Son las mismas porque son las fases por las que pasamos todos los que hemos hallado al fin la Verdad.
Por eso Chesterton es un autor “peligroso”. Porque al leerlo corremos el “peligro” de llegar a la Verdad.
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