La Compañía de Jesús, mejor conocida como la orden jesuita, nació como la punta de lanza en la reacción Católica contra el Protestantismo. Los jesuitas se encargaron de dirigir la Contrarreforma y fueron tan eficaces en su labor que pronto se convirtieron en la orden más influyente dentro de la Iglesia Católica. Se volvieron tan influyentes que esa influencia empezó a representar un problema para los gobiernos, dado que los jesuitas hacían un voto adicional de obediencia y fidelidad al Papa. Dado que en esa época no existía una separación clara entre Iglesia y Estado, esta fidelidad a un “soberano extranjero” fue motivo suficiente para que los jesuitas fueran expulsados de muchos países (como de España por la dinastía Borbón).
La gran influencia que tenían los jesuitas se debió ante todo a que educaban a las élites intelectuales. Todavía a principios del siglo XX dirigían los movimientos de estudiantes católicos. Los inspiraban a estudiar y a luchar por una sociedad más justa y equitativa. Desgraciadamente, llegó un momento en que los jesuitas perdieron la brújula y se dejaron seducir por filosofías negativas, como el marxismo, y dieron al traste con todo lo que habían logrado anteriormente.
Hoy tuve la oportunidad de leer en el periódico Reforma un ejemplo de cómo esta orden ha perdido el rumbo. En la sección cultural, en un artículo titulado “La moral de la Iglesia ha caducado.-Maza”, Enrique Maza, sacerdote jesuita, habla acerca de lo que él considera que son los problemas de la Iglesia Católica a la que dice pertenecer. Sin embargo, una lectura cuidadosa de sus palabras nos demuestra que está muy lejos de ser católico.
En el referido artículo, nos encontramos con varios puntos muy preocupantes. Maza acusa a la Iglesia de no predicar la Biblia, sino su propia doctrina (acusación que la Iglesia ha recibido de parte de los protestantes desde la Reforma), pero, a la vez, hace una serie de afirmaciones que son totalmente opuestas con las enseñanzas de Jesús descritas en la Biblia.
De entrada, queda por demás claro que Maza piensa “según el siglo”, es decir, según la mentalidad actual que una y otra vez ha mostrado estar errada. Con ello contradice a Cristo quien afirma que debemos estar en el mundo sin ser del mundo (Juan 15: 18). Sus palabras reflejan una concepción relativista para la cual la Verdad no existe (ya que cada quien puede tener su propia “verdad”), cosa que también va contra las propias palabras de Jesús: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Jesús afirma que “la Verdad os hará libres” (Juan 8: 32). Si la Verdad no existe, entonces ¿cómo nos hará libres? Maza se pregunta si el Papa es más que Jesús cuando sus palabras parecen mostrar que él es el que se cree más que Jesús (ya que se atreve a contradecirlo).
Después afirma que: "Es gente que le pide a Dios todo y espera de Dios todo. Pero no es cierto. Nosotros somos los responsables de nuestra vida, de nuestros deseos y ambiciones, de nuestra pequeñez o grandeza. Nosotros. Soy yo quien tengo que confrontar mi vida, mis acciones y mis palabras con lo que Jesús dice y fue". A lo cual yo le contesto: ¿No fue Cristo mismo quien nos dio la suprema lección de que debemos pedir y esperar todo de Dios? ¿Acaso no fue Cristo quien dijo que debíamos esperar todo de Dios al extremo de “vivir como las flores del campo y como las aves del cielo que no se preocupan por comida o vestido” (Lucas 12: 22-34)? ¿Acaso no fue Jesús el que les enseño a sus discípulos a orar pidiendo al Padre el “pan nuestro de cada día” (Mateo 6:11)? ¿No fue ese Jesús el que nos dijo que oráramos y pidiéramos sin desanimarnos (Lucas 18: 1-7), o que en el Monte de los Olivos rindió su voluntad completamente a Dios Padre (Mateo 26: 36-45)? ¿No era Jesús el que esperaba a que los enfermos se acercaran a Él y le pidieran ser curados? ¿Cómo pues nos dice Maza que no debemos esperar todo de Dios cuando Jesús ha enseñado lo contrario?
Continúa Maza respondiendo a la pregunta de si el sexo es pecado: “No, pecado es forzar a alguien. Si el sexo hace daño, está mal, pero en la medida en que sea una manera bella de expresar el amor, me parece maravilloso". Con lo cual estoy parcialmente de acuerdo. El sexo, si se da en el momento y en las condiciones adecuadas no es pecado. Es algo extraordinario, es una imagen (aunque imperfecta) del amor perfecto de la Trinidad, como enseñaba Juan Pablo II. Sin embargo, para Maza lo único que lo hace malo es si se fuerza a alguien. ¿Qué tal cuando se hace libremente pero con el mero fin de utilizar a la otra persona como un medio para obtener placer? ¿No está eso mal? Parece que para el jesuita no. Además, ya que se considera defensor de la Biblia, ¿no enseña ésta que el sexto mandamiento, escrito por Dios mismo, dice: “No fornicarás” (Éxodo 20:14)? ¿Aún así se atreve a decir que la Iglesia es la que ha distorsionado la enseñanza bíblica?
En cuanto al aborto nos dice: “Se hacen unas bolas... pero yo digo, un feto no empieza a ser humano antes del sexto mes, porque no se han formado las células cerebrales. Y donde no hay cerebro, no hay ser humano”. Esta frase refleja un materialismo impresionante. Para Maza es el cerebro lo que nos hace humanos, no el alma. Con ello niega la enseñanza filosófica aristotélico-tomista según la cual la esencia del hombre (o sea, lo que lo hace hombre) es el alma. Además, así encontramos todavía otra contradicción a lo que enseña la Biblia, que claramente señala que el hombre empezó a ser hombre no cuando fue formado con polvo de la tierra, sino al recibir el “soplo de vida” (el alma) de parte de Dios (Génesis 2: 7). Otra afirmación suya que refleja su pensamiento materialista es la siguiente: “El propósito no es ir al cielo, sino obrar de tal manera que Dios reine en la tierra”. Esto es más parecido al ideal marxista que al ideal cristiano. Efectivamente buscamos implantar el reinado de Dios en la tierra, pero, como bien señala Santo Tomás de Aquino, tenemos como fin último la unión perfecta con Dios, lo cual sólo es alcanzable en el cielo. Por tanto, Maza niega las enseñanzas de uno de los más importantes Doctores de la Iglesia. Como si su trabajo periodístico en la revista Proceso y en el Excélsior le diera una mayor autoridad filosófica y teológica que la que obtuvo el Aquinate al escribir la Suma Teológica.
Por último, afirma que “Mi sacerdocio no ha consistido en decir rosarios, misas y confesar, rara vez hice esas cosas. Mi apostolado era otro; como Jesús, el supremo sacerdote, que se dedicó a recorrer Palestina hablando y tratando de convertir a los demás, denunciando a quienes explotaban al pueblo”. Extraño que se refiera a su vocación como sacerdocio, cuando Jesús mandó a sus apóstoles precisamente a hacer eso que Maza rara vez hizo. En la Última Cena Cristo dijo claramente: “Hagan esto en conmemoración mía” (Lucas 22: 19). Es decir, que repitiéramos con frecuencia la celebración Eucarística (la Misa). A lo largo de su vida pública, Jesús se dedicó no sólo a curar a los enfermos, sino, más importante aún, a perdonar sus pecados, mismo poder que les transmitió a sus apóstoles (la Confesión). Y, aunque el rosario no tiene un origen bíblico, va en plena concordancia con el amor que debemos tenerle a la Madre que Cristo mismo nos dio (Juan 19: 25-27). Por ello, se me hace incongruente que Maza se refiera a su vida como una vida de sacerdote católico.
Leer este artículo me causó una profunda tristeza, ya que nos muestra el grado al que ha decaído la Compañía de Jesús. He rezado, sobre todo pidiendo la intercesión de su fundador San Ignacio de Loyola, porque esta orden esté tocando fondo para pronto rebotar y regresar a ocupar el lugar que ha dejado abandonado.
domingo, 11 de enero de 2009
Tocando fondo
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