El nuevo año inicia en medio de una crisis económica a nivel mundial. Miles de empleos se han perdido, grandes corporaciones están al borde de la quiebra e incluso los gobiernos más liberales, económicamente hablando, han tenido que intervenir. Ante esta difícil situación, la respuesta de la mayoría de los inversionistas, empresarios y consumidores ha sido una de pánico y desconfianza. Todo esto genera un círculo vicioso en que los inversionistas y empresarios retiran su dinero para “protegerlo” (sin importar que desprotejan a tantos trabajadores) y empeoran la situación. Resulta pues, que el motor principal del sistema económico liberal, el interés personal, es a su vez el agravante de esta crisis económica.
De todas las opiniones que he leído acerca de lo que nos espera en este año que comienza, la que más me ha gustado es la del Papa Benedicto XVI en su mensaje de Año Nuevo. Lo primero que nos dice es que debemos enfrentar la dura realidad económica sin miedo. Es decir, debemos reconocer la dificultad de la situación, pero no podemos perder la cabeza fría para enfrentarla. El pánico sólo empeora las cosas (como ya hemos visto en los últimos meses) y cuando se trata de la economía de miles de familias, debemos obrar con extrema precaución.
En segundo término, nos invita a “combatir la pobreza con pobreza”. Para ello hace una distinción entre la pobreza que ofende a la dignidad de las personas: la pobreza extrema en que viven millones de seres humanos; y la pobreza “elegida”: la pobreza evangélica. La pobreza evangélica mejor la podríamos entender como sobriedad. Es decir, vivir con lo necesario, evitar los gastos superfluos y el consumismo desenfrenado. ¿Cómo pueden haber personas que gastan miles o millones de dólares en lujos mientras tantos otros no tienen ni qué comer? En este sentido, existe otra pobreza que se vive sobre todo en los países y en las clases sociales más ricas: la miseria moral y espiritual. Esta pobreza que no se preocupa por los más necesitados y que es resultado de una ideología que sitúa al individuo como el valor supremo. La sobriedad a la que nos invita el Papa es una forma de solidaridad con aquellos que tienen menos que nosotros, es una invitación a compartir, aunque sea en forma muy light, su sufrimiento.
Por último, su Santidad nos propone “globalizar la solidaridad”. Para ello, nos reta abiertamente a revisar el sistema de desarrollo prevaleciente. Nos reta a realizar cambios que tengan un impacto en el largo plazo, no sólo soluciones temporales a la crisis económica actual. Estos cambios son necesarios para arreglar otras crisis (quizá más preocupantes), más allá de la económica, tales como la crisis moral, la crisis cultural y la crisis ecológica. Existe un estrecho vínculo entre todas ellas, de manera que podemos aprovechar el momento para arreglarlas.
Para ello, debemos romper el círculo vicioso del individualismo e iniciar un círculo virtuoso que realmente ofrezca una respuesta a la pobreza. La construcción de este círculo virtuoso, basado en la solidaridad y la sobriedad (o “pobreza elegida”) es a lo que estamos llamados en este año que inicia. Debemos ser sobrios en el consumo y en el gasto y ahorrativos en lo que podamos. Debemos ser solidarios con los que nos rodean. Creo que todos tenemos por lo menos una hora a la semana que podamos dedicar a los que más nos necesitan.
En lo económico, debemos buscar formas alternativas de organización. Las cooperativas han demostrado ser eficaces y además han beneficiado a miles de trabajadores alrededor del mundo. En una situación como la actual, sería muy benéfico que se crearan más cooperativas que no sólo estuvieran generando empleos, sino realmente mejorando el nivel de vida de los trabajadores y de sus comunidades. Las empresas tradicionales también deben buscar un giro más social. Se sabe que las empresas socialmente responsables son capaces de competir sin problemas contra empresas de corte tradicional. Es más, el trato digno a los trabajadores y la búsqueda de su mejoramiento personal tiene un impacto positivo en el avance y competitividad de las empresas. Por tanto, debemos buscar organizaciones económicas que fomenten la solidaridad y el trabajo en común, no sólo la competencia. Debemos crear empresas que se enfoquen no en generar riquezas sino comunidades de trabajo. Las utilidades llegarán como consecuencia lógica.
En fin, este año nuevo inicia con muchos retos y con mucho trabajo para todos…
De todas las opiniones que he leído acerca de lo que nos espera en este año que comienza, la que más me ha gustado es la del Papa Benedicto XVI en su mensaje de Año Nuevo. Lo primero que nos dice es que debemos enfrentar la dura realidad económica sin miedo. Es decir, debemos reconocer la dificultad de la situación, pero no podemos perder la cabeza fría para enfrentarla. El pánico sólo empeora las cosas (como ya hemos visto en los últimos meses) y cuando se trata de la economía de miles de familias, debemos obrar con extrema precaución.
En segundo término, nos invita a “combatir la pobreza con pobreza”. Para ello hace una distinción entre la pobreza que ofende a la dignidad de las personas: la pobreza extrema en que viven millones de seres humanos; y la pobreza “elegida”: la pobreza evangélica. La pobreza evangélica mejor la podríamos entender como sobriedad. Es decir, vivir con lo necesario, evitar los gastos superfluos y el consumismo desenfrenado. ¿Cómo pueden haber personas que gastan miles o millones de dólares en lujos mientras tantos otros no tienen ni qué comer? En este sentido, existe otra pobreza que se vive sobre todo en los países y en las clases sociales más ricas: la miseria moral y espiritual. Esta pobreza que no se preocupa por los más necesitados y que es resultado de una ideología que sitúa al individuo como el valor supremo. La sobriedad a la que nos invita el Papa es una forma de solidaridad con aquellos que tienen menos que nosotros, es una invitación a compartir, aunque sea en forma muy light, su sufrimiento.
Por último, su Santidad nos propone “globalizar la solidaridad”. Para ello, nos reta abiertamente a revisar el sistema de desarrollo prevaleciente. Nos reta a realizar cambios que tengan un impacto en el largo plazo, no sólo soluciones temporales a la crisis económica actual. Estos cambios son necesarios para arreglar otras crisis (quizá más preocupantes), más allá de la económica, tales como la crisis moral, la crisis cultural y la crisis ecológica. Existe un estrecho vínculo entre todas ellas, de manera que podemos aprovechar el momento para arreglarlas.
Para ello, debemos romper el círculo vicioso del individualismo e iniciar un círculo virtuoso que realmente ofrezca una respuesta a la pobreza. La construcción de este círculo virtuoso, basado en la solidaridad y la sobriedad (o “pobreza elegida”) es a lo que estamos llamados en este año que inicia. Debemos ser sobrios en el consumo y en el gasto y ahorrativos en lo que podamos. Debemos ser solidarios con los que nos rodean. Creo que todos tenemos por lo menos una hora a la semana que podamos dedicar a los que más nos necesitan.
En lo económico, debemos buscar formas alternativas de organización. Las cooperativas han demostrado ser eficaces y además han beneficiado a miles de trabajadores alrededor del mundo. En una situación como la actual, sería muy benéfico que se crearan más cooperativas que no sólo estuvieran generando empleos, sino realmente mejorando el nivel de vida de los trabajadores y de sus comunidades. Las empresas tradicionales también deben buscar un giro más social. Se sabe que las empresas socialmente responsables son capaces de competir sin problemas contra empresas de corte tradicional. Es más, el trato digno a los trabajadores y la búsqueda de su mejoramiento personal tiene un impacto positivo en el avance y competitividad de las empresas. Por tanto, debemos buscar organizaciones económicas que fomenten la solidaridad y el trabajo en común, no sólo la competencia. Debemos crear empresas que se enfoquen no en generar riquezas sino comunidades de trabajo. Las utilidades llegarán como consecuencia lógica.
En fin, este año nuevo inicia con muchos retos y con mucho trabajo para todos…
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