sábado, 28 de febrero de 2009

El orden medieval

La Edad Media es quizá la época menos apreciada de la historia humana. La imagen que tenemos de ella se debe más a los prejuicios de los hombres del siglo XIX que a un estudio riguroso e histórico. Nos han pintado a la Edad Media como una etapa oscura y caótica, consecuencia de la ignorancia y del caos interno de los individuos que vivieron en ella. Tan es así, que a la etapa que le sigue le llamamos el Renacimiento, como si la Edad Media hubiera sido un retroceso en la historia de la humanidad.

Es por ello que el libro El espíritu de la filosofía medieval del reconocido medievalista y filósofo Etienne Gilson resulta tan interesante. En él, Gilson nos muestra un rostro de los filósofos del Medioevo completamente distinto al que nos han descrito. Contraria a la suposición de que la filosofía medieval forzó una cristianización de la filosofía griega, nos muestra que los medievales la asimilaron, la interiorizaron y, basándose en sus principios, la desarrollaron más allá de lo que hubieran podido lograr los propios griegos. En lugar del bárbaro supersticioso, sometido por las autoridades eclesiásticas a la obediencia ciega, nos habla de un hombre inquieto y ansioso por entender todo lo que le rodea. No eran ignorantes y caóticos, sino hombres cultos, estudiosos y capaces de apreciar el orden que rige al universo (para lo cual sólo se requiere de sentido común).

Este orden, impuesto por la sabiduría divina, era central en la concepción medieval del universo. Gracias a él, el mundo, la historia y la propia vida humana tenían un sentido y una razón de ser. Dada la existencia de este orden, los hombres medievales podían encontrar su lugar en la jerarquía de la creación y actuar de acuerdo a ese lugar que ocupaban. Entendían a la perfección que no respetar este orden traía consecuencias graves tanto en los individuos como en las sociedades y la civilización en general.

Además, un orden universal es necesario para que exista la libertad. La esencia de la libertad consiste en elegir entre cosas de distinto valor (porque si valen lo mismo, elegir no tiene sentido), pero, para que las cosas tengan distinto valor, es necesario que exista un orden que determine esos valores. Ahora bien, ese orden debe ser externo a los individuos, porque si no fuera así, cada uno tendría su propio “orden” con lo cual se atentaría contra el concepto mismo de orden (ya que en realidad sería un caos). Esto para los medievales era evidente y, por ello, su filosofía pudo profundizar tanto en el estudio de la libertad humana.

Cuando comparamos esas ideas medievales con las del mundo actual, encontramos que son diametralmente opuestas. El mundo posmoderno es regido por el caos que trae consigo el relativismo. Cada quien decide qué es lo que vale y qué no, basados en sus preferencias personales, con lo que niegan la existencia de ese orden externo. Como mencioné en una ocasión anterior, esto atenta contra la idea de libertad, llegando a suprimirla por completo.

Por otro lado, al no reconocer un orden universal, el ser humano se ha colocado en un lugar que no le corresponde. Con el “Dios ha muerto” de Nietzsche, el hombre ha usurpado (o cree haber usurpado) el trono que le pertenecía a Dios, convirtiéndose en amo absoluto de la creación. Con ese supuesto poder, aunado a la fe en un progreso ilimitado y una confianza ciega en la técnica, lo único que ha logrado es traer desorden y destrucción al planeta en el que habita.

Al erigirse en dueño de la vida, sólo ha logrado la muerte de millones de seres humanos cuyas vidas fueron (y siguen siendo) destruidas por el capricho, la comodidad o la simple curiosidad. Si la Inquisición mataba a una persona, lo hacía en miras de lograr la salvación de su alma. Si el hombre contemporáneo mata a una persona, lo hace en miras de llenar sus bolsillos.

Los medievales consideraban a la raza humana como el centro del universo, pero se quedaron cortos comparados con el hombre actual que cree (a pesar de lo irracional e ilógico que es) que cada individuo es el centro del universo. Con lo cual, sólo ha logrado que esos “universos” colisionen entre sí, trayendo caos a nuestras sociedades.

En la Edad Media, todo tenía un significado. La vida, la muerte, el sufrimiento, la sociedad, todo tenía una razón de ser que hacía que los hombres le encontraran un sentido a su vida. Hoy, dada la negación de un orden en el mundo, nos encontramos a miles de individuos cuyas vidas están vacías y que no encuentran motivos suficientes para seguir viviendo. Nos encontramos a individuos que no valoran su propia existencia, y menos aún la de otros. Individuos que pueden entrar a escuelas y asesinar a niños para después suicidarse. Esto nos habla de un caos terrible que aqueja a Occidente.

Creo, junto con Gilson, que a la civilización contemporánea le haría bien un poco de ese orden que para la gente del “oscurantismo” era tan evidente.

domingo, 22 de febrero de 2009

El fantasma del populismo acecha de nuevo

Ya iniciaron las campañas políticas (las precampañas sólo son una excusa para hacer campaña antes de tiempo) que culminarán con la elección intermedia de este año. Como siempre, las campañas nos dan una indicación de por dónde se mueven los distintos partidos y nos dejan entrever las preocupaciones de la ciudadanía.

En esta ocasión, trataré acerca de un tema que estuvo muy presente en las elecciones presidenciales del 2006 y que muchos esperábamos que muriera con la derrota de López Obrador: el populismo. Este populismo que ha tomado mucha fuerza en Latinoamérica y que, dada la actual crisis económica, tiene elementos de sobra para mantenerse en el poder en otros países y para reaparecer en México.

Para ver en qué forma el PRD ha intentado resucitar la retórica populista de López Obrador, recurriré al único medio disponible para conocer las propuestas de este partido: su publicidad. Digo que es el único medio porque su plataforma electoral no está disponible en su página web ni en la del IFE. Por ello, sólo podemos conocer sus ideas a partir de los anuncios espectaculares que han colocado en casi cada esquina de la Ciudad de México.

En estos espectaculares se presentan dos tipos de frases: unas presumen los supuestos logros de los gobiernos perredistas y otras representan ciertas “propuestas” de este partido.

Las primeras son válidas en cuanto a que todo partido debe presentar los logros de los gobiernos emanados de sus filas, aunque resulta curioso que el PRD ahora haga lo que hace un par de semanas criticaba del PAN. No olvidemos que el populista se caracteriza por criticar lo que hagan sus oponentes pero si eso mismo le sirve para sus propios intereses, lo hace sin el menor remordimiento.

Un ejemplo de estos espectaculares es el que dice: “La distancia más corta entre un problema y una solución es el metrobús.” Este tipo de comerciales son válidos, siempre y cuando lo que digan es cierto. Sobre el metrobús hablaré más a profundidad en otra ocasión (ya que yo fui víctima directa de su construcción y mantenimiento) pero creo que los ciudadanos estamos de acuerdo en que sus grandes beneficios no se han hecho presentes. Teniendo todo el potencial para ser una obra extraordinaria, quedó en una obra mediocre a causa de la pésima planeación y administración del gobierno del Distrito Federal.

Un caso similar es el que dice: “Menos politiquería y más servidores públicos”. Qué curioso que sean precisamente los “servidores públicos” del PRD los que, antes que los de cualquier otro partido, hayan solicitado licencia para dejar sus cargos y buscar su siguiente hueso. Esto lo hemos visto con una gran mayoría de los delegados perredistas. Además, no olvidemos que los procesos internos del PRD se han caracterizado por ser los más sucios de todos. Su división en distintas corrientes o tribus es una muestra de que el PRD es un partido de pura politiquería y no un partido institucional.

Ahora bien, el segundo tipo de espectaculares que colocó el PRD son los que, a mi parecer, son más preocupantes. Son preocupantes porque son un reflejo claro de que el PRD sigue siendo el partido populista que le vendió su alma a López Obrador. Demuestran que este partido no ha sido capaz de convertirse en un partido de izquierda propositiva y medianamente moderno. Sigue anclado en la década de los sesenta del siglo pasado. Veamos dos ejemplos:

“Aumento del 12% en sueldos. La crisis requiere acciones rápidas, el hambre no espera.” Estoy de acuerdo con que la crisis requiere que el gobierno y la sociedad actúen de forma rápida y eficaz. Efectivamente, el hambre no espera y no podemos quedarnos con los brazos cruzados en espera de que la economía se recupere solita. Sin embargo, querer aumentar 12% los sueldos es una propuesta no sólo irrealizable sino que acabaría por matar a las empresas que, con dificultades, se están manteniendo a flote. Es irrealizable porque el gobierno no tiene la facultad (ni debería de tenerla) de obligar a las empresas a subir los sueldos cuando éstas no tienen la capacidad económica de hacerlo. Si el gobierno quisiera subsidiar ese 12% adicional, estaría endeudándose de una manera poco prudente en medio de una crisis económica. Es decir, por cualquier lado que se vea, esta propuesta es una insensatez. Es un intento poco ético de comprar a los más necesitados prometiéndoles cosas que no se les podrá dar. Es un ejemplo claro de “dar atole con el dedo”. Esa es una de las prácticas más bajas que han tenido nuestros políticos. No se vale jugar con las esperanzas de los más pobres. Qué ironía que esto lo haga el partido que decía que primero deben estar los pobres. Esto demuestra que eso no es cierto.

El segundo ejemplo es aquél que dice: “Más pistas de hielo, conciertos y museos gratuitos. Menos bla bla bla.” Nuevamente el populismo presente. Aquí se trata de un caso clásico de darle al pueblo “pan y circo”. Qué descaro que quieran comprarnos con cosas tan triviales. Quieren distraernos de los problemas reales que existen en el país con el “bla bla bla” de sus eventos gratuitos. Prefieren gastarse millones de pesos del erario en estos eventos populistas, en lugar de invertirlos en cosas más importantes. Eso es muy grave. La situación no está para que andemos desperdiciando recursos en cosas que no benefician a nadie (mas que a los políticos que se adueñan de una curul y del fuero).

La tentación del populismo es muy fuerte, sobre todo en momentos de crisis. Sin embargo, no debemos olvidar que detrás del populismo se esconden las verdaderas intenciones de los que lo defienden (vean al dictadorzuelo Chávez). Para salir de una crisis se necesita mucho trabajo y sacrificio, no promesas falsas ni quimeras inalcanzables. ¡No nos dejemos engañar!

jueves, 19 de febrero de 2009

Por qué no quiero que regrese el PRI

Hace unos días inicié una “causa” en Facebook llamada ¡No permitamos que regrese el PRI! Debido a un cuestionamiento que recibí al respecto, me gustaría aclarar por qué inicié este grupo y por qué creo que un posible regreso del PRI al poder sería nefasto para nuestro país.

Antes de ello, es necesario hacer un mea culpa. Como miembro activo del PAN, debo reconocer que nuestro partido no ha cumplido con lo que se esperaba de nosotros al entrar al gobierno. Generamos muchas expectativas entre la ciudadanía que depositó su esperanza en nosotros y no fuimos capaces de satisfacerlas. Esto no quiere decir que no se haya gobernado bien (hemos gobernado mejor que cualquier otro partido, sólo vean las estadísticas), o que no se hayan logrado cambios importantes, o que antes estábamos mejor. Quiere decir que no hemos hecho lo suficiente. México necesita más de lo que hemos realizado.

Una vez aclarado este punto, podemos entrar de lleno al tema. Muchos de los argumentos que uso los tomé de los escritos de Fredo Arias King, experto en transiciones, sobre todo en países de Europa oriental y quien fuera asesor de la campaña de Vicente Fox. Tanto su conocimiento del tema de las transiciones como su participación en la transición mexicana me parecen razones suficientes para leerlo y analizar su punto de vista. Sus escritos se pueden consultar en www.ariasking.com.

¿Por qué un regreso del PRI sería malo para el país? Porque no se ha logrado una transición plena. Arias King es muy duro (pero no por eso menos realista) al detallar por qué no se ha logrado una transición exitosa en México. La razón es muy sencilla: no se destruyó el sistema que había instaurado el PRI. Éste se mantuvo, aunque, sin duda alguna, se intentó corregir (y en muchas cosas sí se pudo corregir) usando las prácticas de “mejora continua” que a Fox le sirvieron en Guanajuato. La diferencia radicó en que en el caso de Guanajuato, Fox recibió el gobierno de un panista que ya había acabado con el sistema viejo, y al asumir la presidencia, recibió el gobierno del PRI, con la misma estructura del PRI.

Lo que Fox debió haber hecho es, en primer lugar, rodearse de panistas o de líderes sociales ajenos a los gobiernos anteriores. Esto no lo hizo, sino que incorporó a varios priistas cercanos a Labastida en su equipo. En cuanto a la burocracia que existía, tampoco se realizaron cambios significativos. El personal que había estado durante el gobierno del PRI, siguió en su lugar con el gobierno panista. Usando los términos de Fox: las “tepocatas, alimañas y víboras prietas” de los niveles bajos de la burocracia siguieron en el gobierno. Los cambios de personal a lo largo del sexenio se dieron, sobre todo, entre los mandos medios y superiores, pero el grueso de la burocracia siguió siendo la misma de siempre.

¿Cuáles son las consecuencias de mantener el sistema existente y no hacer cambios radicales en él? Existen dos posibilidades: una es que los ciudadanos consideren que el régimen anterior no era tan malo (porque si era tan malo, ¿por qué los nuevos lo siguen manteniendo?) o que el nuevo régimen se deje corromper por las costumbres del antiguo. Hoy en día podemos ver cómo estas dos situaciones se han presentado. Por un lado, hay multitud de voces que claman que “antes estábamos mejor”, que “con el PRI el narco no desafiaba al Estado” (porque estaban coludidos) y que los priistas “aunque tranzas sabían gobernar”. Por el otro, se ha observado en el PAN el surgimiento (que a los panistas auténticos nos preocupa bastante) de prácticas que antes se creía que jamás veríamos en el partido. Esto sucede porque muchos ex‒priistas que han ingresado al PAN, han traído consigo sus artimañas y prácticas clientelistas (una gran mayoría nos oponemos a ellas).

Una transición la podemos entender como la lucha de Hércules contra la Hidra. No te puedes conformar con cortarle un par de cabezas (porque por cada una que le cortes, le surgen otras dos), sino que tienes que asegurarte de matar al monstruo. Tienes que eliminar el sistema viejo e instaurar un nuevo sistema de instituciones en las que (hasta cierto punto) no importe la persona o partido en el gobierno. Así funciona en Estados Unidos por ejemplo. Allá hay cambios del partido en el poder a cada rato y, aunque cada uno instaura sus políticas públicas de acuerdo a su ideología, no pueden caer en excesos como los que observamos en muchos países latinoamericanos. El mismo sistema de instituciones (llamado de pesos y contrapesos) impide que el partido o la persona en el poder influyan de más en todo el marco institucional y puedan adueñarse, en forma absoluta, del poder.

Entonces el “pecado” de Fox y del PAN ha consistido en que han mantenido el sistema que construyó el PRI. Por lo mismo, los panistas que se han incorporado al gobierno no han sabido “manejar” bien el sistema. Es un sistema ajeno al panista. En cambio, los priistas se mueven como peces en el agua y desplazan con facilidad a cualquier otro burócrata bienintencionado. Por tanto, la ciudadanía se queda con la percepción de que el PRI sabe gobernar mejor que el PAN, cuando en realidad lo único que saben hacer mejor es manipular el sistema que ellos mismos crearon. Ahí radica mi principal preocupación sobre un posible regreso del PRI. Ellos saben aprovechar las estructuras existentes. Si regresan, podrán usar el sistema para aferrarse al poder. Arias King señala que esto sucedió claramente en Chihuahua, donde, después de un gobierno panista que no logró una transición real, el PRI recuperó el poder e implementó nuevas formas de “represión sutil” que lo han mantenido en el poder desde entonces.

En mi opinión personal, fallamos en destruir el sistema corrupto del PRI no por miedo, sino por una estrategia errónea. Nos equivocamos pues. Fox y su equipo quisieron reproducir los Pactos de Moncloa con los cuales se inició la transición española en 1977. En estos pactos, se sentaron todos los actores políticos españoles y se pusieron de acuerdo (dialogaron) para lograr el cambio que era necesario después de la muerte de Franco. La diferencia entre España y México es que los Pactos de Moncloa fueron parte de lo que Arias King llama la “liberación” y no de la transición propiamente dicha. En México, este diálogo tuvo lugar desde los años sesenta en los que, el entonces presidente de Acción Nacional, Adolfo Christlieb, inició el diálogo con el gobierno. Su culminación se dio con la instauración de un IFE ciudadano (gracias al diálogo constante de los presidentes del PAN con los gobiernos priistas) y con la elección del 2000. En el momento en que Fox asumió el poder, quedó atrás la etapa de liberación para dar inicio a la transición propiamente dicha. Esta etapa requería de acciones radicales que cambiaran el rumbo, no de un “diálogo” que los priistas nunca quisieron aceptar. Desgraciadamente, la estrategia que se implementó no fue la adecuada y las consecuencias las estamos viviendo actualmente.
En conclusión, un regreso del PRI representaría algo más que un simple regreso al pasado. Su regreso al poder vendría acompañado de un redoblado esfuerzo por mantenerlo (y no por las vías más legales). Esto no es una paranoia que yo tenga por ser panista. Es una realidad histórica que se ha vivido en otros países donde las transiciones no se realizaron adecuadamente. Aprendamos de las experiencias de otros pueblos y no dejemos que aquí suceda lo mismo.

domingo, 15 de febrero de 2009

Reflexiones sobre el amor

Aprovechando que ayer fue día del amor y la amistad, me gustaría hacer un par de reflexiones sobre ese tema que a todos nos interesa: el amor. ¿Qué es el amor? ¿Por qué todos lo anhelamos? ¿Por qué tantos artistas han dedicado sus más grandes obras a él?

Iniciaré con la definición de amor que me parece más adecuada, explicaré por qué la considero la más adecuada y luego discutiré un poco acerca de otra definición que existe pero que es, a mi parecer, incompleta y errónea.

Para Santo Tomás, “la noción de amor exige que el amante quiera o desee el bien del amado” (Suma contra los gentiles, Libro I, capítulo XCI). Como cada ser apetece su propio bien, el amante ama al amado como quien es en cierta forma uno con él. Es decir, el amor une a los amantes, es unitivo por naturaleza. Esto sólo es una forma elegante de decir lo que todos sabemos acerca del amor. Ahora bien, del hecho de que para amar sea necesario desear el bien del otro, se deduce que el amor es un acto libre.

Que sea un acto libre no lo puede negar nadie. Todos sabemos que no se puede obligar a alguien a que ame a alguien más. Por ser un acto libre, la voluntad debe recurrir a la razón para que pueda decidir adecuadamente. Esto nos puede llevar a un aparente conflicto: si el amor es un acto libre y la libertad depende de la voluntad y de la razón que son facultades del alma, entonces el amor no tiene nada que ver con el cuerpo. Nada más falso que eso. El ser humano no es solamente alma o solamente cuerpo. Es la unión de ambos. Por lo mismo, sus decisiones se hacen “visibles” a los demás a través de su cuerpo. En consecuencia, el amor de una persona hacia otra se demuestra y se hace patente a través de su cuerpo. Además, cuando amamos a otra persona, no sólo amamos su alma (que no podemos ver), sino también aquellos aspectos físicos como la apariencia, el olor, el tono de voz, etc. A veces son estos aspectos físicos los que nos atraen primero de otra persona (por eso se dice que el amor entra por los ojos).

Por tanto, cuando los humanos amamos a otros humanos, no estamos amando nada más su alma, sino su alma y su cuerpo. Amamos a la persona en su totalidad. Caer en cualquiera de los extremos es malo y lleva a que el amor se pervierta y pierda su sentido.

Entonces, ¿qué pasa en la actualidad? ¿Cómo entiende nuestra sociedad lo que es el amor? Está de sobra decir que el amor, actualmente, se entiende en forma materialista. El caso más radical de esta concepción es el que defienden ciertos miembros de la comunidad científica. Para ellos, el amor no es más que una serie de sensaciones producidas por la excreción de determinadas sustancias en el cerebro. Para probar eso, nos muestran todos los experimentos en los que se ve que el cerebro de una persona enamorada secreta todo tipo de sustancias. ¿Acaso eso nos demuestra que el amor sólo es algo físico? Para nada. Sólo nos demuestra que el amor tiene un componente físico importante, cosa que ya afirmé con anterioridad.

Veamos por qué. Si el alma y el cuerpo están unidos y el alma “recibe información” del cuerpo, ¿qué impide que el cuerpo “reciba información” del alma? Tiene todo el sentido del mundo que la comunicación se dé en ambos sentidos. Es decir, que lo que “siente” (por decirlo de una manera) el alma se refleja en el cuerpo y genera toda clase de sensaciones agradables. Además, si el amor sólo fuera un conjunto de sensaciones, se terminaría muy pronto. No conozco ninguna sensación que dure mucho, pero sí conozco parejas que llevan años juntos y se aman igual que el primer día.
Por otro lado, si el amor no es más que el resultado de secreciones de nuestro cerebro, entonces dejaría de ser un acto libre. Ya que la secreción de sustancias no depende de nosotros sino de las reacciones que se le ocurran a nuestro cuerpo, dejaríamos de decidir a quién amar. Por tanto, el amor no sería libre y, como resultado, dejaría de ser amor para convertirse en instinto. Este es un caso más de la ciencia intentando suprimir la libertad humana.

¿Qué consecuencias ha tenido en nuestra sociedad esta concepción materialista del amor? La primera consecuencia es que, al dejar de ser un acto libre, deja de conllevar una responsabilidad. Por tanto, deja de tomar en cuenta las consecuencias que puede provocar en la otra persona. Es pues, una excusa para utilizar a otro ser humano como un simple medio de autosatisfacción. Siguiendo esta lógica, sólo podemos concluir que esta concepción del amor lleva a la destrucción del mismo.

Otra consecuencia es la trivialización del matrimonio. Si el amor no es una decisión libre, sino que es el resultado de un proceso meramente físico, entonces no debe existir ningún compromiso entre los “enamorados”. Ya que es imposible controlar ese proceso físico, es ilógico exigir a dos personas que se amen para siempre y que se juren fidelidad hasta la muerte. Si el matrimonio no tiene sentido, la familia tampoco lo tiene, con lo cual estaríamos destruyendo el cimiento mismo de nuestra sociedad.

Existen infinidad de consecuencias más, pero me parece innecesario enlistarlas todas. Es claro y evidente que una explicación meramente física del amor no basta para abarcarlo en su totalidad. Es más, una explicación de esta naturaleza lleva a concluir que el amor no existe. Yo, por mi parte, prefiero quedarme con la concepción tomista del amor, la cual es, además, coherente con el respeto a la dignidad de las personas.

viernes, 13 de febrero de 2009

Teología del cuerpo para dummies

La palabra “teología” y la palabra “cuerpo” son términos que suenan raros al usarse juntos. Es más, la teología, el estudio racional de Dios, parece no tener relación alguna con la corporeidad (dado que Dios es incorpóreo). Si, además nos dejamos llevar por la creencia de que el cristianismo rechaza el cuerpo como algo malo, encontramos todavía menos sentido en esa expresión. La explicación de esta aparente contradicción es lo que explicaré en esta ocasión (de forma muy básica e introductoria).

¿Qué es la teología del cuerpo? La teología del cuerpo es una serie de 129 catequesis presentadas por Juan Pablo II acerca del amor humano como parte del plan divino. Estas catequesis se impartieron en las Audiencias Generales que sostiene el Papa todos los miércoles con los fieles. En ellas, Juan Pablo II hace una reflexión profunda sobre el amor humano (la unión del hombre y la mujer) como una imagen del amor que existe entre las tres personas de la Trinidad.

Es, como lo señala el propio Juan Pablo II, “una redención del cuerpo y de la sacramentalidad del matrimonio”. Esto no quiere decir que antes de Juan Pablo II la Iglesia enseñara que el cuerpo debía ser despreciado (como lo enseñaba la herejía del maniqueísmo) sino que se le empezó a ver desde una nueva perspectiva, bajo una nueva luz. La teología del cuerpo es una enseñanza nueva pero antigua a la vez, como todas las enseñanzas del catolicismo. Siempre había estado implícita en las enseñanzas del Magisterio, pero se hizo explícita hasta hace relativamente poco tiempo.

En pocas palabras, la teología del cuerpo es un conjunto de enseñanzas sobre la sexualidad, desde un punto de vista teológico. Aquí se puede preguntar nuevamente: ¿qué tiene que ver Dios con el sexo? ¿Qué tiene que ver con el cuerpo humano? ¿No es acaso el cuerpo lo que nos separa de Dios? A lo cual, Juan Pablo II responde tajantemente: “por el hecho de que la Palabra de Dios se haya hecho carne, el cuerpo entró en la teología… por la puerta principal.”

Y, ¿por qué digo que es una enseñanza antigua si Juan Pablo II vivió hace pocos años? Porque con la teología del cuerpo se hacen explícitas muchas cosas que los cristianos de otras épocas daban por hecho. Por ejemplo, para los filósofos medievales, el cuerpo (y todo lo material) era, por el hecho de haber sido creado por Dios, bueno y encaminado hacia Él. Sin embargo, como para ellos el universo estaba jerarquizado (cosa bastante sensata que los insensatos de hoy hemos olvidado) y consideraban al espíritu como de mayor jerarquía que la materia, nunca profundizaron en la importancia del cuerpo. Yendo todavía más atrás en el tiempo, nos encontramos con dos libros bíblicos que son fundamentales para entender la teología del cuerpo: el Cantar de los Cantares y el libro de Tobías.

El Cantar de los Cantares es un extenso (y bellísimo) poema que describe el amor de Dios hacia su pueblo a través de la imagen del amor entre un hombre y una mujer. Si se acepta que la Biblia es la palabra de Dios, entonces se deduce que Dios considera el amor conyugal como una imagen de su propio amor. Juan Pablo II desarrolla este tema hasta concluir que el ser humano está hecho a imagen y semejanza de Dios no sólo a través de su alma (racionalidad y libertad) sino también a través de la comunión entre personas, comunión que se da en su forma más elevada al momento en que un hombre y una mujer se unen. Por tanto, la unión sexual deja de ser un simple acto biológico para convertirse en una analogía (en el sentido filosófico del término) del amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

A pesar de la influencia ejercida por el Cantar de los Cantares sobre Juan Pablo II, su principal inspiración no surgió de ese libro, sino de la poesía mística de San Juan de la Cruz. En sus poemas, con los cuales pretende explicar la experiencia que vive el alma al unirse a Dios (la experiencia mística), San Juan de la Cruz recurre, al igual que el autor sagrado, a la imagen del amor conyugal. Escribe San Juan: “…la novia habla de la entrega mutua hecha en su casamiento espiritual entre el alma y Dios”. Es aquí donde Juan Pablo II detecta la analogía que mencioné unas líneas más arriba. El amor consiste en una entrega del propio ser al otro. La Santísima Trinidad es el ejemplo más perfecto de amor y entrega. Estas dos ideas convergen para concluir que el amor conyugal es la forma más paradigmática de entrega total entre dos personas, según nuestra propia experiencia (que, por nuestra naturaleza, es corporal). Por eso el amor es completamente opuesto al egoísmo: porque se trata del don total de un ser a otro.

En conclusión, podemos decir que la teología del cuerpo representa un reto. Es un reto porque eleva a la sexualidad humana a un nivel que pocos habíamos imaginado antes. El catolicismo no desprecia o denigra al sexo (como muchos asumen) sino que lo coloca en un pedestal. Es tan importante que exige una responsabilidad enorme, una responsabilidad acorde con su dignidad. El reto es precisamente ese: vivir la sexualidad conforme a su importancia.

sábado, 7 de febrero de 2009

La controversia de los spots

La polémica generada por la transmisión de spots de partidos políticos que interrumpieron el show de medio tiempo del Super Bowl, así como algunos juegos de futbol de la liga mexicana sólo demuestra el nivel tan bajo que tiene el debate político en nuestro país. Los comentaristas de la vida política mexicana inmediatamente reaccionaron y condenaron, con una visión por demás simplista, el hecho. Los más sensatos de entre todos ellos esperaron un par de días para hacer sus comentarios y lo hicieron con una visión más amplia. Sin embargo, mucho les faltó por decir.

Todos fueron unánimes en su condena de los partidos políticos, de sus senadores y diputados que aprobaron el bodrio que es la nueva ley electoral. Las condenas al IFE también fueron compartidas por una gran mayoría, pero sólo hasta tiempo después iniciaron las quejas contra las televisoras que, es más que evidente, actuaron de mala fe. A pesar de que todos son responsables en menor o mayor medida, hay otro gran responsable al que nadie ha mencionado: la ciudadanía.

Me responderán que la ciudadanía no es responsable, sino víctima de los grandes poderes que dominan al país. Yo no estoy de acuerdo con esa visión. Creo que la ciudadanía es la principal responsable de que esos poderes sean lo que son, gracias a su apatía. La ciudadanía es la auténtica depositaria del poder público, pero debido a su indiferencia, ha dejado ese poder a otros para que lo ejerzan según su conveniencia.

¿Qué hizo la ciudadanía cuando se aprobó la ley electoral actual? Una ley que atenta abiertamente contra la libertad de expresión, impidiendo al ciudadano (o a cualquier organización) llamar a un político corrupto ladrón, aún cuando haya evidencia de que lo sea. Una ley electoral que, en aras de una supuesta equidad electoral (como la llama el senador Manlio Fabio Beltrones en su entrevista para la revista Bien Común, septiembre de 2008), amordazan a los ciudadanos para que no puedan criticar a los candidatos o partidos, aún cuando se lo merezcan. Fuera de la controversia constitucional presentada por el Consejo Coordinador Empresarial, la ciudadanía permaneció impasible.

¿Qué hizo la ciudadanía cuando los partidos políticos deshicieron y luego rehicieron (a su medida) al IFE? Nada. El único momento en que los diputados y los senadores se pusieron de acuerdo fue para despojarnos de uno de los pocos organismos auténticamente ciudadanos que teníamos. Nadie dijo nada en su momento. Para mí es una vergüenza que mi partido haya sido partícipe de este atraco a los ciudadanos. Me pregunto qué dirían tantos de nuestros antecesores que lucharon por hacer del IFE un instituto ciudadano y autónomo.

¿Qué hizo la ciudadanía para evitar que las televisoras adquirieran el poder que ahora tienen? Nada. Al contrario, cuando tienes una población que ve 4 horas diarias de televisión en promedio y que según las encuestas más optimistas lee menos de 3 libros al año, descubres el origen del poder del duopolio televisivo. Su poder radica en el pueblo. Pero en un pueblo ignorante e incapaz de pensar por sí mismo. Un pueblo que necesita que López Dóriga, Loret de Mola o Javier Alarcón le digan lo que debe creer y lo que debe hacer. En pocas palabras: un pueblo sumiso.

¿Qué hizo la ciudadanía para evitar que los zánganos que tenemos como representantes hayan llegado al poder? Nada. Con un abstencionismo superior al 40% en la elección federal del 2006 (en la cual hubo “mucha” participación) y con un abstencionismo superior previsto para la próxima elección, no podemos esperar que lleguen los mejores candidatos al Congreso. Si la ciudadanía no sale a votar, gana el que tiene la mayor maquinaria de acarreo y movilización del voto (el PRD en el Distrito Federal, el PRI en todo el país), no el que tenga las mejores propuestas y los mejores candidatos.

En todas esas ocasiones, la ciudadanía permaneció en silencio. No fue sino hasta que se les ocurrió a nuestros políticos interrumpir el sagrado pasatiempo del futbol que la ciudadanía se indignó. Cuando se les ocurrió interrumpir por unos momentos aquello que más nos apasiona (más que la búsqueda del bien del país), pero que carece totalmente de trascendencia (porque, nos guste o no, el futbol es intrascendente), nos rasgamos las vestiduras para reclamar la violación a nuestro derecho a ver un futbol mediocre. Yo no sé con qué cara podemos exigirles a los partidos políticos, a las televisoras y al IFE que sean competentes cuando nosotros hemos mostrado, una y otra vez, ser unos incompetentes.