En mi trabajo me dedico a evaluar el desempeño de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal. En teoría, las comisiones de derechos humanos son autónomas respecto a los gobiernos locales, sin embargo, en el caso del D.F., esta autonomía es bastante dudosa. A través de mis investigaciones he podido ver casos claros en los que la CDHDF ha encubierto las actuaciones del Gobierno del Distrito Federal.
Uno de los casos en que más he profundizado y que me ha molestado es el de los plantones en Reforma. Como espero que todos recordemos, después de las elecciones presidenciales del 2006, el candidato perdedor, inconforme con los resultados, decidió establecer campamentos sobre algunas de las avenidas más importantes del Centro Histórico de esta ciudad. De esta forma, pisoteó nuestro derecho al libre tránsito (además de quién sabe cuántas leyes).
Ahora bien, la CDHDF recibió quejas de más de dos mil personas inconformes con la actitud del Gobierno del DF que se negaba a retirar a los estorbosos. La misma CDHDF reconoció que nunca había recibido tantas quejas. A pesar de ello, su reacción consistió en emitir una recomendación en la que nunca critican abiertamente la actitud del entonces Jefe de Gobierno Alejandro Encinas (conocido chalán de López Obrador).
La CDHDF reporta en su recomendación 16/2006 (pueden consultarla en la página web de la CDHDF: http://www.cdhdf.org.mx) todos los atropellos cometidos por el GDF. Realizaron inspecciones a los campamentos, vieron lo que estaba ocurriendo y aún así “privilegiaron el diálogo”. Claramente el diálogo no sirvió para nada: 47 días de plantón, millones de pesos perdidos, miles de empleos destruidos y una ciudadanía desprotegida ante las pretensiones de nuestros seudogobernantes.
Todo esto es muy grave, pero lo que me hizo estallar de coraje fue esto: según reporta el mismo GDF, a los campamentos se les proveía de agua potable en 51 tinacos de 1100 litros, ¡hasta 3 veces al día! Se instalaron baños móviles, se limpiaba y desinfectaba la zona con frecuencia, había policías cuidando, se colgaban de la luz y el GDF supervisaba que lo hicieran sin riesgo… ¡O sea que los atendían mejor que a los ciudadanos respetuosos de la ley! Eso sin contar la instalación de juegos mecánicos y canchas de futbol rápido… Todo a cargo… ¡de nuestros impuestos!
Mi pregunta es: ¿acaso soy el único indignado con este cinismo?
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